Leyenda 127

LA LEYENDA

por Asiant y Uriel

CAPÍTULO CXXVII

HASTA SIEMPRE, PRÍNCIPE GUERRERO

         Planeta Niros.

         El Khan de Caribdis soltó una carcajada diabólica que resonó en todas partes.

         —Te ves muy sorprendido, pero no puedo culparte por eso. Ahora conoces el verdadero alcance de mi poder. Estoy seguro que jamás imaginaste esto, ¿verdad? —Levantó una mano para contemplarla y luego la cerró. Sus ojos se volvieron hacia el meganiano—. Antes de enviarte al infierno te contaré un pequeño secreto.

         —¿De qué estás hablando, maldito? —inquirió Jesús, sin entender ni una palabra—. ¿Cómo puedes transformarte de la misma forma que yo? La leyenda dice que sólo puede haber un Guerrero Káiser y que éste solamente luchará por la justicia.

         —Eso es verdad —admitió Allus—. O al menos lo era en un principio, pero las cosas cambian con el tiempo, príncipe. Cuando N´astarith supo que uno de los hijos del emperador meganiano poseería los poderes del Káiser, ideó un ingenioso plan para sobrellevar la situación. Él sabía perfectamente que dominar las fuerzas del aureus toma mucho tiempo ya que resulta complicado acostumbrar el cuerpo a soportar un poder tan intenso. Por eso fue necesario apartarte de tus hermanos y de tu padre para que no pudieras conocer cual sería tu destino.

         Jesús entrecerró los ojos.

         —¿Quieres decir que la guerra de Megazoar fue planeada por N´astarith?

         —Digamos que aprovechó la situación como cuando decidiste gobernar la galaxia —contestó Allus—. El emperador fue quien les permitió a ti y a ese tonto terrestre tomar el poder en Endoria. Nuestro objetivo era utilizarlos para debilitar a la Alianza Estelar —sonrió—, lo cual es algo que hicieron bastante bien. No obstante, sabíamos que tarde o temprano terminarías convirtiéndote en el Káiser y por eso hicimos lo posible para retrasar este momento. De esa manera nos aseguraríamos que no podrías desarrollar todo tu potencial. Cuando N´astarith comprendió la naturaleza del aureus, nos dedicamos ciclos estelares enteros en tratar de controlarlo de una manera efectiva. Sólo algunos tuvimos éxito, pero este es el resultado de nuestros esfuerzos y ahora tenemos la capacidad de convertirnos en Guerreros Káiser. El aureus es el máximo poder de todos los universos y no hay nada que se le compare.

         Un halo de luz fulgurante envolvió a Jesús, que cerró los puños con fuerza y se preparó para reanudar su ataque. Los ojos del príncipe de Megazoar se iluminaron intensamente, denotando el inmenso poder que bullía en su interior. Las palabras de Allus le dieron una inyección de fuerza que lo hizo olvidar por un momento su debilidad. El suelo bajo los pies de Jesús se estremeció por unos instantes tras lo cual se formaron enormes grietas que se extendieron.

         —Tengo que darte las gracias, Allus de Caribdis.

         —¿Humm?

         —Ahora que sé la verdad ya nada me impide acabar con ustedes —Jesús deslizó un pie por el piso y alzó su mano para señalarlo—. Tal vez sepas dominar el poder del aureus, pero eso no evitará que te mandé al otro mundo. ¡¡Recibe mi máximo poder, maldito!! ¡¡Holy Thunder!!

         El príncipe de Megazoar se lanzó directamente contra su adversario con la firme intención de atravesarle el corazón usando el Holy Thunder. Allus simplemente sonrió y levantó una mano envuelta por energía violácea. Entonces, de repente, en tan sólo una fracción de segundo, todo el ataque de Jesús Ferrer fue barrido de golpe por una potente ráfaga de luz. El príncipe meganiano apenas pudo darse cuenta de lo sucedido antes de ser vapuleado salvajemente por el mismo resplandor que había derrotado su técnica.

         Tras recibir una cantidad indeterminada de impactos en todo su cuerpo, Jesús Ferrer cayó pesadamente en el suelo donde quedó inmóvil. Cuando quiso levantarse, se dio cuenta que el peto de su armadura estaba lleno de grietas. Entonces todo a su alrededor se desenfocó por un momento y la sangre comenzó a escurrir por su rostro. Lo que acababa de golpearlo no había sido un ataque ordinario. Ahora que poseía la fuerza del aureus podía moverse a la velocidad de la luz, pero, sin embargo, no había logrado ver la técnica de su enemigo.

         —¿Qué… fue lo que me golpeó? —murmuró arrastrando las palabras.

         —No lo comprendes todavía, ¿eh? —Allus lo miró a los ojos—. Por eso te dije que tus habilidades como Guerrero Káiser son pobres comparadas con las mías. No tienes la experiencia necesaria para medirte con alguien que ha descifrado parte de los misterios del aureus. El plan del emperador resultó mejor de lo que esperaba y ahora puedo verlo claramente.

         —Explícate —exigió Jesús.

         Allus decidió hablar más claramente.

         —Cuando se utiliza el poder del aureus en forma efectiva, las habilidades se incrementan como no tienes idea. No sólo en fuerza, sino en resistencia, velocidad y capacidad. Usando el poder del aureus es fácil superar la velocidad de la luz de la que tanto se ufanan. Un Káiser es realmente veloz, un Guerrero Káiser puede pelear a 500,000,000 Km/seg, que es lo mismo que la velocidad sideral o trans-warp —hizo una pausa y levantó la mirada al cielo por un momento para regodearse de su poder—. Podemos leer los corazones de la gente, de manera que las defensas psíquicas no sirven de nada. Tenemos súper fuerza sobrehumana . La magia no nos afecta en lo más mínimo y cualquier veneno resulta inútil contra nosotros. Pero esto es sólo el principio ya que un Guerrero Káiser en pleno uso de todos sus poderes puede llegar a moverse a la velocidad del pensamiento. Se dice que algunos incluso son capaces de ver el pasado, el presente y el futuro y saber de antemano lo que ocurrirá. Este es el verdadero poder que los antiguos habitantes de Dilmun descubrieron a través del Portal Estelar.

         —No puede… ser verdad… .

         —Pero también existe un punto débil que resulta paradójico. Verás, el aureus es una fuerza tan poderosa que un cuerpo mortal difícilmente puede soportar por demasiado tiempo. En otras palabras, sí alguien utiliza demasiado tiempo este grandioso poder podría llegar a consumir su propia vida en unos ciclos. Ni siquiera los Khans, quienes hemos mejorado nuestros cuerpos gracias a la ingeniera genética, estamos exentos de esta pequeña desventaja. Es por esta razón que únicamente recurrimos a la fuerza del aureus en circunstancias realmente excepcionales, pero no todos pueden alcanzar el estado Káiser.

         —Estás loco… .

         —Nada más un poco —se burló el Khan—. Estoy seguro que cada vez que atacas sientes como las fuerzas te abandonan poco a poco. Es natural, tu cuerpo no está acostumbrado a soportar tanto poder y eso ha comenzado a afectarte. Dentro de poco no podrás ni siquiera defenderte.

         Era verdad. Debilitado por estar usando la fuerza del aureus y la batalla, Jesús tardó un poco en levantarse. Allus sabía que lo tenía en sus manos, así que extendió su puño derecho recubierto de energía. El príncipe meganiano sólo pudo advertir un intenso resplandor extremo antes de embestido por miles de millones de rayos que viajaban a una velocidad superior a la de la luz. Mientras Jesús era golpeado continuamente, Allus explicó:

         —Un ataque a la velocidad de la luz puede disparar cien millones de golpes por segundo, pero un ataque a velocidad sideral dispara mil trillones de rayos en un solo segundo.

         El príncipe fue a caer en medio de los restos humeantes de una cabaña consumida por el fuego. Haciendo un verdadero esfuerzo, el meganiano consiguió a duras penas ponerse en pie, mareado. Allus se fijó en la sangre que manchaba la armadura de su adversario y decidió aniquilarlo con su técnica Whirl End, pero Jesús aún no estaba vencido. El meganiano salió de entre las ruinas, levantó sus manos en lo alto y atrajo toda la electricidad del medio ambiente. A Allus le agradó el desafío y abrió su boca, dejando entrever una brillante esfera de energía.

         Águila Real 74 (Límites del Sistema Niros)

         En el puente de mando de la nave, Asiont intentaba comprender qué era lo que estaba ocurriendo a millones de kilómetros a lo lejos. Después de su estancia en el santuario de los Caballeros Celestiales había desarrollado la capacidad para percibir aquella misteriosa fuerza del aureus, aunque todavía le faltaba entrenamiento. Una de las energías que sentía en Niros estaba empezado a debilitarse rápidamente mientras que la otra más poderosa se mantenía estable. De un momento a otro empezó a especular sobre decenas de posibilidades para tratar de hallar una explicación posible. Sabía que los Khans también usaban el poder del aureus, pero lo que estaba sintiendo era algo fuera de toda proporción.

         —¿Qué es lo que te ocurre, Asiont? —le preguntó Casiopea.

         El Celestial se volvió hacia ella.

         —Créeme que eso es precisamente lo que quisiera saber —Asiont se pasó una mano por la frente y declaró con voz cansada—: Cuando estuve en el planeta Caelum conocí a una Celestial llamada Tyria que me ayudó en mi entrenamiento. Gracias a ella adquirí la habilidad de percibir el aureus, pero lo que no comprendo es porqué detecto dos presencias en el planeta Niros.

         Casiopea lo miró con el ceño fruncido.

         —¿Qué quieres decir con dos presencias?

         —Eso es lo que no logro comprender. Los Khans utilizan en parte las fuerzas del aureus para incrementar sus habilidades, pero ni siquiera ellos despiden tanto poder como el que estoy sintiendo. No sé que está pasando en Niros, pero pareciera que hubiera otra persona cuyos poderes superan por mucho los del príncipe Jesús Ferrer.

         —¿Es eso posible? —exclamó Casiopea con asombro—. Sí el príncipe de Megazoar es el guerrero Káiser mencionado por los antiguos, entonces no puede existir alguien más fuerte que él. Sería algo totalmente impensable.

         —Nadie conoce los límites de lo posible.

         Asiont y Casiopea se volvieron y se encontraron con Cadmio, Saulo y Lance.

         —Cadmio, no sabía que estaban escuchando —murmuró Casiopea.

         —La lamento, pero lo que están conversando suena muy importante —repuso Cadmio acercándose, mientras Saulo y Lance permanecían en el mismo lugar—. Digo, sí dicen que hay una persona más poderosa que el tan cacareado Guerrero Káiser, entonces debemos empezar a preocuparnos. Tal parece que solamente Asiont puede sentir la fuerza del aureus, así que sería bueno que nos dijeran qué demonios está pasando.

         —No lo sé exactamente —dijo Asiont—. Algo muy importante debe estar ocurriendo en el planeta Niros —hizo una pausa—. Recuerdo que cuando combatí en el universo de Sailor Moon, una Khan llamada Eneri de Cerbero me dijo que algunos de los guerreros de Abbadón únicamente usaban el aureus para incrementar sus poderes, pero que existían otros que sí habían logrado dominarlo completamente.

         —¿Es en serio? —preguntó Saulo.

         Asiont asintió con la cabeza.

         —Quizá el Khan que está peleando contra el príncipe Ferrer sepa como controlar el aureus de una manera más adecuada, pero espero que no sea así. Las guerreras contra las que luché eran bastante fuertes, pero la presencia que percibo en Niros es miles de veces mucho mayor.

         —Espera un momento —dijo Cadmio—. Recuerdo que en una ocasión escuché un rumor referente a los Khans. Un Caballero Celestial que sobrevivió a una batalla estaba malherido y lo llevábamos a una cámara de recuperación cuando empezó a decir incoherencias. En sus delirios, balbuceó que el Khan había sufrido alguna clase de transformación con la que había incrementado sus poderes, pero nadie le creyó. Murió antes de que pudiéramos ayudarlo.

         —¿Una transformación? —inquirió Saulo receloso—. Me niego a creer que los Khans hayan descifrado algunos de los secretos del aureus. Sí así fuera, como parece que están sugiriendo, nadie podría detenerlos nunca.

         —¿Qué otra explicación puede haber? —murmuró Asiont—. Ellos mataron a todos los Caballeros Celestiales e incluso al guerrero Karmatrón de este universo no pudo detenerlos. Para lograr todo eso deben saber utilizar el poder del aureus de una forma que no imaginamos.

         Saulo se giró para darles la espalda y miró a través de una ventana.

         —Que locura.

         A aquellas palabras siguió un largo silencio. Todos los Celestiales intentaban asumir el alcance de las sospechas de Asiont. Sí los guerreros de Abbadón lograban superar los poderes del Káiser legendario, ¿cómo iban a poder vencerlos?

         Planeta Niros.

         Ultimecia contempló con asombro y horror cuando Allus soltó su ataque. Jesús respondió lanzando su propia técnica. Los dos rayos de luz chocaron entre sí, desatando una potente explosión que se expandió devorando todo cuanto había a la vista. Una columna de humo se elevó al tiempo que fragmentos de roca y tierra volaban en todas direcciones. Los aldeanos gritaron con fuerza, pero el ruido de la explosión engulló sus voces. Fue un estallido de tal magnitud que el estruendo se escuchó por todo lo largo y ancho del planeta.

         Había fragmentos de rocas por todas partes. El aire arrastraba el polvo, astillas y madera al rojo vivo. Mientras Ultimecia y unos niños miraban aterrorizados, Allus surgió de entre el humo buscando a su odiado adversario; todavía podía sentir su energía débilmente. El Khan advirtió la presencia de la sacerdotisa y los pequeños que lloraban junto a ella. Antes de que alguno pudiera huir, Allus se acercó deprisa para cerrarles el paso y luego volvió la mirada hacia donde se encontraba el príncipe guerrero de Megazoar.

         Malherido, sabiéndose a las puertas de la muerte, Jesús tomó la decisión de no desfallecer hasta no llevarse al Khan al más allá. La vista había empezado a nublársele y tenía problemas para respirar normalmente. Un hilo de sangre resbalaba por su rostro llena de tierra y sudor. No obstante, todavía no estaba vencido. Cerró los puños con fuerza e hizo el ademán de lanzarse sobre Allus, pero…

         —Ah, da un paso más —amenazó el Khan mientras llevaba su mano lentamente hacia donde estaban Ultimecia y los niños—, y te aseguro que los restos ensangrentados de estos miserables aldeanos saltarán por los aires.

         El príncipe meganiano apenas logró contenerse a tiempo. Dirigió una mirada hacia Ultimecia y luego observó al guerrero imperial con furia asesina. Jesús bajó los brazos para mostrar su impotencia. A pesar de sus deseos por vengar la muerte de su padre, sabía que no podía arriesgar la vida de ningún inocente. No iba a permitir que alguien más muriera por su culpa.

         El Khan de Caribdis se echó a reír como enloquecido.

         —¡Cielos! Ahora pareces un Caballero Celestial —se burló Allus sin dejar de sonreír. Extendió una mano con la palma vuelta hacia delante y formó una radiante esfera de luz—. Usaste parte de tu energía para proteger a los aldeanos de la explosión que causaron nuestras técnicas, ¿no es así? De otra manera todos habrían muerto instantáneamente y lo que queda de este basurero hubiera desaparecido. Deberías haber conservar tus fuerzas, pero te has vuelto tan endeble, Ferrer, debilitado por la compasión.

         —¡¡No lo escuches!! —le gritó Ultimecia—. ¡¡Mata a este infeliz!!

         Allus estaba a punto de disparar cuando Jesús lo atacó inesperadamente por sorpresa. El meganiano descargó una serie de fuertes puñetazos sobre la coraza negra de su contrincante mientras éste retrocedía. Con cada golpe, Jesús soltaba toda su fuerza a fin de eliminar a Allus, pero el guerrero de Abbadón consiguió reponerse y pasó al contraataque. Con un soberbio golpe de su puño que parecía martillo, el Khan derribó al guerrero legendario.

         —Por favor, Ferrer, ¿sólo tienes eso? Creo que es el final de la batalla. Una vez que acabe contigo, usaré la Joya del Porvenir para manipular el futuro y controlar el destino de toda esta galaxia. Incluso podría apoderarme del trono de Abbadón y regir el universo en vez de N´astarith.

         —¿La Joya del Porvenir? —musitó Jesús—. Pero mi padre…

         —Sí, tu padre la ocultó para que nadie más pudiera usarla, pero Dark Spy la robó para nosotros y ahora la tenemos. Ésa es otra de las razones por la que decidimos venir a Niros además de acabar contigo, gusano. El Manantial del Porvenir nos permitirá dominar los poderes de la joya como bien debes saber.

         —No puedes hablar en serio. La Joya del Porvenir es demasiado peligrosa… .

         —Estoy consciente de los riesgos, pero son un precio muy pequeño comparado con todas las posibilidades que se abren. El futuro va a sufrir una notable mejoría. 

         Jesús sentía que le faltaba el aire y empezó a sofocarse. Todo a su alrededor le daba vueltas. La fuerza del aureus era demasiada poderosa para soportarla por mucho más tiempo. Ahora comprendía las palabras de Allus y la razón por la cual incluso los Khans la pensaban dos veces antes de recurrir a aquella energía. Dominar el aureus exigía años de entrenamiento y, por desgracia, eso era algo que Jesús no tenía. La computadora de la armadura de batalla volvió a encenderse. «Advertencia final. Fallo del sistema cardiovascular inminente. Peligro extremo, repito, ¡Extremo!»

         El Khan se acercó con un rictus triunfal en los labios.

         —La Joya del Porvenir nos dará el poder para alterar el futuro y tú no podrás impedirlo. Admítelo, tu poder no es nada comparado con el mío. Estás herido en forma permanentemente, vencido y a las puertas de la muerte. No eres el Guerrero Káiser de la leyenda. Sólo eres un miserable gusano que se arrastra por los suelos, un perdedor idéntico a tu padre. Dime, ¿qué podrías hacer?

         El príncipe meganiano lo miró y entrecerró los ojos.

         —Improvisar.

         Entonces levantó sus brazos con las manos abiertas, saltó sobre Allus y le atacó usando el Rayden Sha-Ma-Sha. El rostro sorprendido del Khan de Caribdis se iluminó por aquella violenta ráfaga de luz que lo embistió a velocidad sideral. En medio de una potente explosión en la que saltaron cuantiosos fragmentos de la armadura del averno de Caribdis, la Joya del Porvenir voló por los aires dando giros y fue a dar a las manos de Jesús Ferrer mientras el centro de la aldea quedaba envuelto en una nube de polvo.

         —Esta joya jamás caerá en sus manos. ¡Jamás!

         Entre el humo que había dejado el estallido de luz, apareció Allus. Éste había logrado sobrevivir a pesar de la potencia del ataque, pero se encontraba en pésimas condiciones. El Khan bajó su mirada con incredulidad. Su armadura del averno estaba parcialmente destruida debido al ataque y tenía graves heridas en diferentes partes del cuerpo. De no ser por la extraordinaria resistencia de su armadura, probablemente el ataque de Jesús Ferrer lo hubiera matado ahí mismo en el acto. Allus se volvió iracundo hacia su oponente, pero comenzó a sentir que sus fuerzas lo abandonaban. El daño recibido había resultado mayor al que esperaba.

         —¿Cómo es posible que haya podido hacerme esto? En el último instante pudo alcanzar la velocidad sideral, lo cual es imposible. Nadie ha logrado moverse con tal rapidez cuando apenas empieza a dominar el poder del aureus.

         —Deberías saber que yo no soy cualquiera… .

         Jesús daba traspiés. Estaba en las últimas, pero al menos acababa de arrebatarle la Joya del Porvenir al Khan de Caribdis. Antes de que éste pudiera hacer algo para recuperarla, Jesús sujetó aquel tesoro familiar entre sus manos y aunó toda la energía que le quedaba para finalmente despedazarla. Entonces el meganiano cayó y se quedó tendido sobre la tierra, agonizante.

         —¡Eres un miserable! —espetó el Khan con los ojos inyectados de odio—. Por tu culpa he perdido la posibilidad de controlar el futuro, pero eso te va a costar muy caro, gusano.

         Más furioso que nunca, Allus se acercó dispuesto a ensañarse con Jesús, pero entonces el Águila Real 74  y una veintena de robots centuriones meganianos aparecieron en el firmamento lanzando ráfagas láser y proyectiles de fotón. Los disparos impactaron en varios puntos alrededor del Khan, causando una serie de violentas explosiones que lo hicieron bambolearse. Allus se dispuso a devolver el fuego, pero entonces se sintió sumamente débil a consecuencia de haber utilizado la fuerza del aureus por demasiado tiempo. El guerrero de Abbadón regresó a la normalidad y decidió escapar antes de convertirse en presa fácil de los guerreros que venían en la nave enemiga. Recuperó su espada usando telequinesis, pero no tuvo fuerzas suficientes para impulsarse al cielo. Isótopo y Zura llegaron a la aldea volando y se prepararon para luchar contra el enemigo.

         —Retirada —ordenó Allus en un susurro apenas audible—. Debemos volver a la nave antes de que lleguen esos miserables de la Alianza. La Joya del Porvenir ha sido destruida por el maldito Jesús Ferrer y ya no podremos usarla.

         —¿Vamos a huir? —preguntó Zura, dispuesto a entrar en batalla.

         —He dicho que nos vamos —dijo Allus secamente.

         —Pero no podemos… .

         —Ya lo escuchaste —dijo Isótopo—. Esos infelices han traído varios cruceros de combate meganianos y sería una locura quedarnos.

         Esperar más tiempo hubiera representado un riesgo innecesario que Isótopo no estaba dispuesto a correr. El meganiano tomó a Allus de los hombros y se elevó rápidamente seguido por Zura, Axe y Arrow. Mientras el grupo se alejaba a toda velocidad, Zura volvió la mirada hacia el sitio de la pelea y por un segundo contempló a los Caballeros Celestiales que salían del Águila Real 74. Un destello de expectación ardió en los ojos de Zura. Pronto. Muy pronto se enfrentaría a ellos.

         Astronave Churubusco.

         Una vez tomada la decisión, Saori tomó la afilada daga dorada adornada con joyas que reposaba sobre la mesa y la contempló por unos momentos. Se trataba de la misma arma con la que Saga de Géminis había intentado liquidarla años atrás siendo ella un bebé. Después de la sangrienta batalla de las Doce Casas y la subsiguiente muerte de Saga, los Santos de Oro entregaron el Santuario a Saori, pero ella todavía permaneció durante algunos meses en la residencia Kido antes de mudarse finalmente al templo de Atena. En una ocasión, luego de la batalla contra Poseidón, mientras curioseaba por las habitaciones del Patriarca del Santuario, encontró un pequeño cofre bajo llave. Cuando por fin logró abrirlo, descubrió que éste guardaba la legendaria daga con la cual se suponía que Aioros de Sagitario había intentado asesinar a Atena.

         Saori hubiera podido deshacerse de aquel desagradable objeto de haberlo deseado, pero prefirió no hacerlo y decidió llevarla consigo misma a todas partes. La daga se convertiría en el recordatorio del sacrificio que implicaba proteger la Tierra. Extendió una mano sobre la armadura de Pegaso y se cortó la muñeca. La sangre comenzó a gotear. Mu observó la escena en silencio.

         —¿Sabes quién soy, Mu? —murmuró Saori con la mirada pérdida.

         Mu bajó la cabeza en señal de respeto.

         —Tú eres la diosa Atena.

         —¿Y tú confías en tu diosa?

         —Los Santos te seguiremos sin importar el final —repuso Mu con solemnidad.

         —Sin importar el final —repitió Saori mientras su sangre bañaba los ropajes dañados de los Santos de Bronce—. La misión de Atena siempre será proteger la paz sobre la Tierra en compañía de sus valerosos Santos, pero no puedo evitar sentir lo que siento. ¿Cómo fue que sucedió esto?

         Una lágrima de tristeza se le escapó. Últimamente, había percibido como sus sentimientos por Seiya afloraban más y más a pesar de que ella intentaba reprimirlos inútilmente. Mu se lo había dicho sin rodeos. Ella era una diosa y su único destino era cuidar de la Tierra, pero tampoco podía ignorar los sentimientos que anidaban en lo más profundo de su corazón. Estaba tan desmoralizada por aquella situación que por momentos sentía deseos de no ser una diosa.

         Planeta Niros.

         No había pasado mucho tiempo cuando los guerreros y los soldados meganianos encontraran a Jesús Ferrer entre las ruinas de la aldea. Cuando Sailor Venus descubrió el estado tan lamentable en el que se encontraba el príncipe de Megazoar, los ojos se le llenaron de lágrimas y una mueca de dolor se desdibujó en su delicado rostro. No quería aceptarlo, pero muy interiormente sabía que Jesús no sobreviviría. El resto del grupo se congregó alrededor del príncipe para ayudarlo, pero no sabían qué hacer. Cadmio le tomó el pulso y, tras unos segundos, se levantó sin decir una sola palabra.

         —No se preocupen —dijo Jesús Ferrer—. Todo está bien.

         —¿Quién te hizo esto? —le preguntó Casiopea—. Se supone que eres el Guerrero Káiser.

         Jesús tosió, pero hizo un esfuerzo por seguir hablando.

         —Fue uno un Khan llamado Allus de Caribdis.

         —No es posible —dijo Cadmio—. La leyenda dice que… .

         —Las cosas han cambiado, mi amigo —repuso Jesús—. Los guerreros de Abbadón han aprendido… a manejar el aureus y algunos de ellos incluso pueden transformarse en guerreros Káiser… Deben… tener mucho cuidado a partir de ahora… . La verdadera… batalla apenas ha comenzado… .

         —¡Es imposible! —afirmó Lance a punto de sufrir un infarto—. ¿Quieres decir que ellos son más fuertes que tú? No puedo creer eso.

         El general Strenuss y unos pocos soldados se abrieron paso a través de los aldeanos y se detuvieron frente al príncipe de Megazoar. Detrás de ellos había una decena de oficiales médicos que comenzaron a desempacar su equipo tan rápido como podía. Strenuss, de rostro curtido, aparentaba más edad de la que tenía. Era un guerrero orgulloso de su raza y muy apreciado dentro del ejército imperial. Se hincó respetuosamente delante de Jesús y lo miró a los ojos.

         —Mi príncipe, resista, por favor —le suplicó—. No puede dejarnos todavía. Piense en su pueblo que lo necesita más que nunca. Usted es el último heredero al trono y si muere quedaremos desamparados. Le ruego que luche por vivir. Hágalo por todos lo que creemos en usted.

         Jesús se sintió profundamente conmovido. El haber luchado contra los Guerreros de la Casa Real lo había desmoralizado al grado de poner en duda la sobrevivencia de su pueblo, pero ahora se sentía mucho mejor gracias a las sinceras palabras de Strenuss. Jesús cerró los ojos un instante. Aún en esos momento no dejaba de recordar los sufrimientos que le habían acarreado a los meganianos.

         —No, general, no diga eso. La verdad es que nuestro pueblo es… fuerte y sabrá seguir adelante a pesar… de la adversidad. Ustedes son… lo que deben disculparme… por no haber estado a la… altura de un verdadero príncipe. Por mi… culpa hubo guerras innecesarias y muchas personas inocentes tuvieron que… morir. 

         —Señor, no… . 

         —Aún no he terminado, general —le interrumpió Jesús—. Le daré… una última orden que… debe cumplir. Usted se encargará de… dirigir el destino del imperio una vez que me haya ido. Le otorgo plenos poderes para que los utilice con un solo fin: ayudar a la Alianza Estelar… en todo lo que pueda. Cuando N´astarith haya sido derrotado… debe devolver el poder al pueblo meganiano y jurar que jamás volverán… a iniciar… una guerra.

         Strenuss bajó la mirada.

         —Se lo prometo, príncipe.

         A Azmoudez se le heló la sangre. No esperaba recibir aquel golpe mortal que daba al traste con sus ambiciones. Por supuesto que sabía que Isótopo también quería regir el imperio meganiano, pero confiaba en quitarlo de en medio con el apoyo de N´astarith luego que la Alianza fuese aniquilada. Logró dominar su expresión mientras trataba de calmar sus emociones.«¡Maldito seas, Jesús!», pensó. «¡Espero que te pudras en el infierno!».

         —Príncipe, lo lamento mucho —mintió Azmoudez—. Le juro que haré todo lo que esté en mis manos por vengar su muerte. No descansaré hasta que N´astarith y sus malditos guerreros paguen por todos sus crímenes. Cuidaré de Josh como si fuese mi propio hijo.

         Jesús parecía estar haciendo acopio de sus últimas fuerzas para respirar y mantenerse lúcido. Tenía un gran corte en el hombro derecho. Su armadura de batalla estaba totalmente destrozada y mostraba las señales de la batalla. Un dolor lacerante lo torturaba en el pecho. Su cara lucía sumamente pálida y estaba llena de tierra, sudor y sangre. Sailor Venus se arrodilló deprisa juntó a él y tomó su mano sin dejar de llorar amargamente.

         —No llores, Sailor Venus —musitó Jesús—. Tienes que ser fuerte.

         Ultimecia contemplaba la escena aparentando resignación, aunque por dentro se sentía deprimida por lo sucedido. Había tratado poco tiempo al príncipe Ferrer, pero lo suficiente como para comprender las razones de su dolor y su tristeza. En la distancia, y sin que nadie lo notara, la espada del rayo empezó a desvanecerse hasta que desapareció.

         —Debe haber algo que podamos hacer —murmuró Shirufiru.

         —Podría usar mi magia para curarlo —sugirió Fuu, pero ella misma sabía que sería inútil.

         Lance negó con la cabeza.

         —Es demasiado tarde, incluso para ponerlo en animación suspendida.

         Jesús dirigió su vista hacia Minako y la contempló con una ligera sonrisa en los labios. Saulo echó una mirada a los alrededores y descubrió a todos los aldeanos sobrevivientes que comenzaban a salir de sus escondites. Aunque Jesús Ferrer había contribuido a provocar la guerra civil que devastaba a Endoria, el príncipe endoriano no pudo dejar de sentir algo de respeto por aquel hombre moribundo. Saulo bajó la cabeza sin saber que decir y, tras un momento, habló en voz baja.

         —Excelente batalla, amigo, salvaste la vida de los aldeanos.

         El último príncipe de Megazoar cerró sus ojos un momento. El escuchar que Saulo lo llamara «amigo» y que además le elogiara por su última acción, lo hizo sentirse bien. Tal vez había fallado en su objetivo de derrotar al imperio, pero al menos podía expirar en paz sabiendo que finalmente había logrado la redención. Su sacrificio había servido para destruir la Joya del Porvenir y salvar a los aldeanos.

         —Entonces… no hay nada que lamentar.

         —No te mueras —dijo Sailor Venus entre sollozos—. Resiste, por favor.

         —La muerte sólo es otro camino que todos… debemos tomar en algún… momento, no es el final… del viaje —murmuró Jesús mientras sus cabellos recuperan su color original—. Cometí… muchos errores durante… mi vida, pero también… llegué a conocer… el amor y la amistad sincera… e incluso fui capaz de… imaginar la felicidad. Por favor, Saulo, perdóname por traicionar… a tu padre… .

         Jesús Ferrer clavó la mirada en el cielo, y se le nublaron los ojos. Dejó de respirar, y el ánimo y la vida abandonaron su cuerpo. Todos permanecieron inmóviles por largo rato, con la vista fija en el príncipe meganiano muerto.

         —Llevó una vida llena de sufrimientos —murmuró Lance con solemnidad—. Que su espíritu vaya a la Eternidad junto con todos aquellos que nos precedieron.

         El cielo era tan claro que podía verse el infinito.

         Armagedón (Sala del trono)

         La reunión había concluido. Todos acababan de marcharse a excepción de los Khans, Mantar, Malabock, Lilim y Rei Ayanami. Vuelto hacia el gigantesco ventanal que dominaba la habitación, contemplando el infinito desde su trono, N´astarith no prestaba la menor atención a los que aguardaban a sus espaldas. El oscuro señor de Abbadón estaba pensando en todo lo que haría una vez que tuviera en su poder todas las gemas sagradas.

         —Falta poco para que la entrada al Universo de la Emanación sea abierta nuevamente —comentó N´astarith, sintiéndose complacido—. La victoria se encuentra tan cerca que casi puedo acariciarla con mi mano. Finalmente podré cumplir mi sueño de convertirme en el amo de todo. No habrá nadie en ningún universo capaz de detener lo inevitable. Todos tendrán que aceptar mi voluntad o sencillamente desaparecer.

         —Mi señor, ¿qué haremos con nuestros aliados? —inquirió Sombrío, interrumpiendo los pensamientos de N´astarith—. Por el momento nos están ayudando a destruir a la Alianza, pero qué pasará una vez que descubran lo que intentamos hacer con el Portal Estelar. No estoy tan seguro que acepten someterse voluntariamente a vuestros designios.

         —Sombrío tiene razón, mi señor —dijo Suzú de Banshee—. Aparte de eso, sabemos que existen guerreros en otras realidades que no tardarán mucho en darse cuenta de lo que sucede. Ellos igualmente podrían interferir con nuestros planes o unirse a nuestros enemigos.

         N´astarith hizo girar su trono para volverse hacia sus servidores.

         —Creo que sí alguno de nuestros aliados decidiera pasarse de listo, ustedes se harán cargo del problema, ¿no es cierto? Destruiré a cualquiera que venga a desafiarme sin importar de quien se trate. Los sujetos a los que hace referencia Suzú no son un motivo de preocupación. ¿Creen que no había pensando en ellos? No importa que se traten de héroes o demonios. Al final nadie podrá resistirse a mi voluntad.

         —El jefe sí que piensa en grande —murmuró Sombrío.

         —Cualquier intento por oponerse a la voluntad del emperador sería completamente inútil —afirmó Tiamat con vehemencia—. Nosotros somos el poder definitivo de todos los universos.

         N´astarith se recostó pesadamente en su trono y frunció la mirada.

         —Humm, percibo que la presencia de ese odioso Jesús Ferrer ha desaparecido. El Guerrero Káiser ha muerto al fin —soltó una risita maliciosa y se puso de pie—. Parece que Allus realizó una excelente labor. Ahora sólo nos queda eliminar a la Alianza Estelar y recuperar las gemas que nos robaron. ¡La Existencia me pertenece y yo le pertenezco a ella!

         En la soledad de sus cuarteles, José Zeiva estaba meditando en lo que haría en el futuro próximo. Sus misteriosos visitantes se habían marchado y ahora podía pensar tranquilamente sin presiones. Tomó una copa de vino y la llenó para luego beber de ella intensamente. La llenó de nuevo y bebió. Estaba mirando sus viejas fotografías cuando escuchó una voz que lo llamaba.

         —José, he venido a despedirme.

         El otrora emperador de Endoria se volvió con la rapidez del rayo y se topo frente a frente con el que había sido su mejor amigo, Jesús Ferrer. Cuando sus miradas se cruzaron, José tuvo la impresión de que se trataba de nuevo del Lucero de la Noche y de la Mañana, de modo que se dio la vuelta y volvió a llenar la copa.

         —¿No crees que ese es un truco demasiado gastado?

         —Escucha —dijo Jesús—. Cometimos muchos errores en el pasado, pero aún hay esperanza para ti. Debes olvidar todas tus ambiciones y volver a ser la persona que alguna vez fuiste antes de que todo esto empezara.

         En ese momento, José se dio cuenta de que aquel le hablaba era realmente Jesús Ferrer y no un impostor como había creído. Se dio la vuelta y esbozó un gesto de incredulidad al tiempo que avanzaba hacia él.

         —¿Qué es lo que haces aquí? —preguntó.

         —No tengo mucho tiempo, pero quise venir a advertirte. Cuando Kayla murió, el odio nubló mi mente y decidí seguir el camino de N´astarith. Poco después me di cuenta que ese camino estaba lleno de ambición, venganza y crueldad. El poder nos corroyó el alma a los dos. Nos convertimos en instrumentos del mal.

         —Eso era antes —le replicó José—. Pero ahora todo será diferente. Cuando nos apoderemos del aureus, lograremos acabar con ese infeliz de N´astarith y gobernar la galaxia como siempre quisimos hacerlo.

         —No, mi amigo, recuerda todo lo que hemos hecho. Nosotros queríamos erradicar el sufrimiento, pero en vez de eso lo hemos incrementado. No salvaremos a nadie librando guerras inútiles que sólo causan dolor —hizo una pausa y extendió ambas manos. La espada del trueno se materializó sobre las palmas de Jesús Ferrer—. Es hora de irme, pero antes quiero darte mi tesoro más preciado. Úsalo para hacer lo correcto y, cuando llegue el momento, dáselo a quien consideres un verdadero amigo, como he hecho yo —Se quedó callado y desapareció como si se lo hubiese llevado el viento.

           José miró la espada del trueno y supo enseguida que Jesús estaba muerto.

Planeta Niros.

         Por decisión del general Strenuss y sus consejeros, los meganianos acordaron celebrar los funerales de su príncipe en el planeta Niros y no en los cuartes de la Alianza Estelar o en algún planeta del imperio meganiano como muchos esperaban. La razón para no hacerlo en la Churubusco había sido evitar protestas de todos los dirigentes que sentían algún rencor hacia el último príncipe de Megazoar, y Strenuss no quería propiciar algún roce diplomático que causara malestar entre su pueblo. Los principales líderes políticos y militares meganianos habían llegado a Niros junto con la reina Andrea, que fungía como representante de la Alianza Estelar. En los cielos, cazas meganiano y robots centuriones desfilaban para rendir el último adiós al príncipe guerrero.

         Asiont aguardaba a la espera de que la ceremonia comenzara. El cuerpo del príncipe de Megazoar yacía sobre un catafalco, esperando ser incinerado. Los que habían sido elegidos para honrarle formaban un círculo en torno a la pira. El patriarca Idanae y los demás videntes y sacerdotes de la aldea ya estaban reuniéndose en honor del Guerrero Káiser junto con los Caballeros Celestiales, la reina Andrea y su comitiva, Trunks, Sailor Venus, Sailor Jupiter, Umi, Fuu, Hikaru, Ryoga, Ranma, Azmoudez, No.18, Kurinrin, Shirufiru, Ameria, Zerosu, Eclipse, el general Strenuss y una guardia de honor compuesta por cien soldados. Saulo y veinte militares endorianos aguardaban de pie frente a ellos. La pira funeraria fue encendida y las llamas subieron rápidamente, envolviendo el cuerpo de Jesús Ferrer hasta consumirlo.

         —No puedo creer que haya muerto —murmuró Minako—. Él me salvó la vida en una ocasión y no pude hacer nada para ayudarlo. Me siento tan inútil.

         —Tranquilízate, Sailor Venus, no puedes culparte por lo que pasó —la reconfortó Azmoudez, poniendo una mano en el hombro de la chica—. Nadie estimaba al príncipe más que yo, pero debemos saber dejar ir a nuestros seres queridos.

         —Pareciera que no hay esperanza —musitó la Sailor con tristeza.

         Casiopea respiró hondo.

         —El mal puede parecer invencible —murmuró—. La gente perversa siempre piensa que se saldrá con la suya, pero están equivocados. El mal nunca vencerá al bien de forma permanente. Al final, el poder renovador del amor siempre se impondrá y la vida saldrá triunfante.

         Muy seria e intentando retener sus lágrimas, Sailor Venus volvió la mirada a tiempo para ver como las llamas reducían a Jesús Ferrer a cenizas y espíritu. Cuando el fuego se lo hubo llevado, Alyath liberó una andanada de palomas blancas. Alzando el vuelto entre una agitación de alas y el sol de la mañana, las palomas se perdieron rápidamente de vista.

         Saulo sentía que la muerte del príncipe meganiano había dejado muchas interrogantes en el aire. ¿Qué era lo que los guerreros de Abbadón estaban buscando en Niros? ¿Cómo era posible que los Khans también hubieran logrado dominar los poderes del aureus? Todavía sentía un poco de rencor contra Jesús Ferrer, pero esperaba lograr encontrar la paz que ansiaba para perdonarlo algún día.

         Para los aldeanos de Niros la muerte del Káiser significó un evento trágico que sólo podía anunciar mayores males para toda la galaxia. Ultimecia había visto la pelea de cerca y todavía no lograba entender que el guerrero de Abbadón también pudiera usar la fuerza del aureus. De acuerdo a la leyenda de Dilmun, sólo podía haber un Káiser en todo el universo, pero ahora las cosas se veían muy diferentes. Mientras Idanae recogía las cenizas de Jesús Ferrer para depositarlas en una pequeña urna, Ultimecia se acercó hasta donde estaba Asiont para hablar con él.

         —Tú eres un Caballero Celestial, ¿verdad? —inquirió ella.

         —Sí, así es —le contestó Asiont—. ¿Quién eres?

         —Mi nombre es Ultimecia. Tenemos que hablar sobre la batalla en la que murió el príncipe Ferrer. La situación ha dado un giro inesperado y deben todo saber lo que ocurrió durante la pelea.

         Asiont estaba por decir algo cuando Cadmio se acercó para hablarle.

         —El general Strenuss quiere llevar las cenizas del príncipe al planeta Adon. Me dijeron que en ese lugar se encuentran las tumbas de su esposa e hijo y me parece algo apropiado. Uriel consiguió que el Consejo de la Alianza expresara su pesar por la muerte del príncipe, pero me parece algo hipócrita.

         —Todos lo sabemos, pero dejemos las cosas así.

         —Es un chiste de mal gusto —afirmó Cadmio—. La mayoría de los miembros del Consejo lo consideraba un criminal y querían verlo muerto. Supongo que los meganiano tampoco se tragan el cuento, pero fingen hacerlo para evitar más problemas.

         Asiont se volvió para presentar a Ultimecia.

         —Cadmio, ella es una sacerdotisa que fue testigo de la batalla. Quizá pueda decirnos lo que queremos saber.

         Cadmio se quedó pensativo un momento.

         —De acuerdo, iré a decirles a los demás que nos quedaremos aquí mientras los meganianos llevan las cenizas del príncipe Ferrer al planeta Adon. Quizá Azmoudez y las Sailor quieran ir con ellos, pero estoy seguro que Trunks y el resto querrán quedarse con nosotros.

         —De acuerdo —dijo Asiont.

          La sacerdotisa observó como Cadmio se alejaba y después, se quedó cabizbaja y con la mirada fija en el horizonte. Asiont la contempló por unos instantes, pero pensó que lo mejor era dejarla sola y volvió la vista hacia el lugar de la batalla, haciéndose preguntas para las que todavía no tenía respuesta alguna. Unos instantes después, todos los meganianos habían abordado, y sus naves empezaron a despegar para alejarse rápidamente de Niros. 

         

         Planeta Adon.

         En medio de las ruinas de lo que alguna vez había sido el gran palacio imperial de Adon, Sailor Venus encontró el lugar donde descansaban los restos de la emperatriz Kayla y su hijo Kim. Se arrodilló en el suelo y depositó las cenizas de Jesús Ferrer sobre las tumbas. Las cubrió con tierra para que al fin pudieran estar todos juntos y luego se levantó.

         —Te prometo que jamás te olvidaré —dijo en voz alta, mirando los restos de la capital adoniana—. No sé cuál sea el futuro que nos depara el destino y no estoy tan segura que podamos derrotar a N´astarith.

         Los soldados meganianos realizaron los honores correspondientes y se retiraron a sus naves en silencio. Antes de que la escotilla de su transporte se cerrara, el general Strenuss se volvió y dirigió un saludo militar a las tumbas. Por su parte, Sailor Venus contempló en silencio el triste panorama que la rodeaba, preguntándose sí realmente había esperanza y entonces decidió volver a la nave.

         Mientras regresaban, Sailor Venus miró hacia el suelo árido y notó una pequeña planta que se asomaba por entre los escombros. Era un verdadero milagro que algo llegase a crecer en aquel mundo sin vida. Frunció una pequeña sonrisa y sintió algo de alegría. Las palabras de Casiopea cobraron sentido. El espíritu humano, al igual que aquella hierba flexible y tenaz, lograría sobrevivir a pesar de la guerra y alzarse de nuevo, más resistente, más sabio y más unido que nunca.

Continuará… .

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