Leyenda 016

LA LEYENDA

por Asiant y Uriel

CAPITULO XVI

BRILLANTE COMO UNA ESTRELLA

       Tokio, Japón
       Distrito Nerima (Residencia Tendo)

       El monstruoso golem de Belcer agitó su enorme brazo con fuerza en el aire y un segundo después, su puño se impactó en el rostro de Ryoga. El cuerpo del joven luchador de artes marciales salió despedido por los aires y finalmente cayó en el estanque del patio, desapareciendo dentro de sus aguas.

       Viendo lo ocurrido, Moose no se lo pensó dos veces y decidió saltar hacia arriba para atacar desde las alturas. Por unos momentos, decenas de cuchillas kunai, shurikens y toda clase de armas golpearon el cuerpo del coloso esmeralda sin provocarle ni siquiera un rasguño. Finalmente, una ultima cadena logró pasar por un costado de la cabeza del gigante y enroscarse en la muñeca derecha de Belcer, quien se mantenía todo el tiempo atrás de su creación.

       —¡Ya te tengo, miserable! —festejó Moose una vez que puso un pie en el suelo—. Ahora ordénale a tu monstruo que se vaya o de lo contrario te arrepentirás.

       El sólo escuchar aquellas amenazas le fue suficiente al Khan del Golem para soltar una sonora carcajada. Era como sí acabara de escuchar la mejor de todas las bromas.

       —No me hagas reír, tonto.

       —¿Qué es lo que dices? —le inquirió Moose, enarcando una ceja—. No estoy bromeando.

       El golem de energía se volvió hacia su creador y emitió un gruñido a modo de pregunta a lo que Belcer respondió alzando una mano. Parecía que el Khan entendía perfectamente el lenguaje de la criatura.

       —Yo me hago cargo de esta basura —le tranquilizó—. No necesitas molestarte, mi creación —sujetó la cadena que mantenía cautivo su brazo y tiró de ella fuertemente—. ¿Y sí mejor hago esto?

       Cogiendo fuertemente de la cadena, el Khan del Golem jaló a Moose para levantarlo y hacerlo describir varios círculos en el aire. Al ver a aquel pobre infeliz indefenso y completamente a su merced, Belcer rompió en carcajadas.

       —¡Gira, gira!

       Aquello provocó la risa y las burlas de la tropa de soldados imperiales que observaban la batalla. Finalmente, cansado con el juego, Belcer arrojó a Moose hacia el estaque donde había caído Ryoga unos instantes antes.

       —Espero que con eso hayas tenido, mocoso —declaró Belcer mientras el golem de energía se desvanecía lentamente—. Pero qué ocurrencias de esos tontos el atreverse a luchar contra nosotros.

       El Khan espero por unos momentos a que Ryoga, Moose o ambos salieran del estaque para rematarlos, pero los segundos transcurrieron sin que nada pasara. Seguro de que debían estar desmayados o en el mejor de los casos muertos. Se volvió hacia la tropa de soldados imperiales para darles instrucciones. Quizás sí hubiera observado un rato más, habría descubierto la figura de un pato y un pequeño cerdo negro que se debatían por salir a la superficie.

       Planeta Noat

       Hyunkel se acercó a Lance para ayudarlo a ponerse de pie. Éste, por su parte, aún mantenía la mirada puesta sobre la nube de humo y polvo donde sus amigos Asiont y Astrea habían desaparecido momentos antes.

       —Por favor, ayúdalos, Hyunkel —suplicó Lance, tratando de levantarse—. Ve sí están vivos todavía, por favor.

       El Caballero Inmortal asintió con la cabeza y luego de dejarlo en unas rocas cercanas, se aproximó a la nube, que  ya empezaba a disiparse. Sin embargo, no pudo caminar más de dos pasos. Una elipse de energía cruzó el aire a una velocidad imperceptible para el ojo humano y lo golpeó fuertemente, arrojándolo al suelo y despojándolo del yelmo.

       Un rictus de horror se apoderó del rostro de Lance.

       —Hyunkel, ¿estás bien? —murmuró antes de llevar su mirada hacia el sitio de donde había venido el disparo—. No puede ser… .

       —Vaya, pero miren lo que tenemos aquí —murmuró una voz femenina. Lentamente, la imponente figura de la Khan de Selket apareció frente a Lance—. De manera que tú eres la escoria que ayudó a estos infelices a llegar a nuestro universo, ¿verdad? Eres el sujeto que ese incompetente de Isótopo no pudo matar.

       —¿Quién eres tú? —le preguntó Lance.

       —Soy Lilith de Selket, una guerrera Khan.

       Lance se puso de pie con bastante dificultad. Todavía se sentía débil por el golpe que José Zeiva le había dado y la batalla en Papunika, pero no podía darse el lujo de servirle de blanco a aquella guerrera.

       —No, no te lo permitiré… —No acababa de terminar la frase cuando vio a José Zeiva salir del humo caminando—. No, no puede ser…  ¿tú también?

       El emperador de Endoria se detuvo y luego giró el rostro hacia donde estaba Lilith. Al igual que Lance, no pudo evitar disimular su expresión de sorpresa al ver su nuevo aspecto.

       —Vaya, has cambiado… veo que tu apariencia es diferente.

       La Khan de Selket sonrió levemente y se cruzó de brazos.

       —Sí, es por la técnica que estoy usando. Gracias a ella puedo utilizar las energías negativas del medio ambiente para incrementar mis poderes. Tuve que utilizarla para derrotar a esa insolente Celestial que me estaba dando problemas.

       José llevó la mirada hacia Lance.

       —Es una lástima que te hayas quedado completamente solo… —alzó una mano con la palma orientada hacia el frente—. Llegó tu hora… .

       —¡Aguarda un momento, cobarde! —se escuchó gritar a una pequeña silueta que avanzaba en medio del humo—. Canalla, no te perdonaré que hayas lastimado a mis amigos. No permitiré que lo hagas.

       José Zeiva frunció el entrecejo con malestar y observó a Dai, escudriñándolo detenidamente con la mirada. A simple vista parecía un niño ordinario, aunque por la forma en que había desbaratado el ataque de Sepultura estaba claro que eso no era del todo cierto.

       —Es el mocoso de hace un momento.

       Una sonrisa iluminó el rostro de Lance.

       —¡Dai! —exclamó y luego  se volvió hacia Lilith, adoptando una guardia—. Bien, estoy completamente seguro de que entre los dos acabaremos con estos infelices.

       Una sonrisa se insinuó en los labios de Lilith. El hecho de que un sujeto como Lance dijera que podría derrotarla en una batalla le causaba gracia. Sí una Celestial con pleno manejo sobre el aura no podía vencerla, menos podría un guerrero que dependía de armas convencionales para luchar. Aquella sería una batalla cuyo resultado ya estaba fijado.

       —No me hagas reír, pobre diablo, sólo das lástima. —La guerrera de Abbadón desapareció usando su velocidad. De pronto reapareció atrás de Lance, sorprendiéndolo enormemente—. Cómo podrás darte cuenta, tú no eres suficiente enemigo para mí.

       Lance se giró de inmediato sobre sus talones para encarar nuevamente a la Khan. Estaba asombrado. Ni siquiera la había visto pestañear. Una sensación de terror se apoderó de él. Esa enemiga estaba muy por encima de sus capacidades como guerrero. Dai, a su vez, tampoco había sido capaz de seguir los movimientos de la guerrera de Abbadón  y eso le preocupaba. Sólo podía confiar en que en algún momento Lilith bajará la guardia para atacarla.  

       En tanto, a unos cuantos metros de ahí, en el sitio de la explosión provocada por el ataque de la Khan de Selket, Astrea y Asiont yacían en el suelo uno encima del otro totalmente inconscientes. La Celestial fue la primera en reaccionar. Estaba herida de gravedad como consecuencia de haber recibido el ataque de Lilith y le costaba trabajo moverse.

       Lentamente, ella abrió los ojos y se volcó de espaldas a un lado de Asiont, quedando boca arriba y con la mirada perdida. La noche ya había empezado a caer en el planeta y las primeras estrellas aparecieron en el firmamento. A lo lejos todavía podían verse algunas explosiones en el cielo, señal de que la batalla aún no había terminado.

       «No puedo darme por vencida», pensó Astrea. «Debo proteger a mis amigos a cualquier costo».

       Tras un momento, Astrea volvió la mirada hacia Asiont y sonrió tristemente. Entonces, recordó los muchos años en que había convivido con él sin atreverse a revelarle sus verdaderos sentimientos. Por esta razón sentía deseos de reír y llorar..

       —No puedo permitir que nada te dañe… amor —guardó silencio por un momento y le acarició la mejilla levemente—. Tú me has enseñado a luchar por lo que creo, por todo lo que amo. Te debo tanto y creo sí murieras no podría seguir viviendo. Descuida, yo me encargaré de que estés a salvo.

       Astrea se levantó poco a poco con bastante dificultad. Todavía se sentía aturdida y algo de sangre corría por su rostro, pero todavía podía distinguir algunas cuantas figuras discutiendo entre sí tras el humo.

       —Todavía puedo sentir las auras de Lilith y de Sepultura. Sí los dos se unen para luchar es seguro que nadie logrará sobrevivir a la batalla. —Desplegó todo el poder de su aura, dispersando rápidamente el humo que todavía quedaba—. No puedo dejar que todo acabe aquí… .

       —¿Qué demonios pasa? —inquirió José sin dirigirse nadie en concreto—. ¿De quién es este poder? ¿Acaso se trata de otro Caballero Celestial?

       —¡No, eso no ! —gritó la Khan de Selket—. Esa canalla todavía sigue con vida… .

       Una nueva ráfaga de aire sacudió con violencia la capa de José Zeiva. De repente la figura de Astrea se descubrió ante ellos iluminada por una gran aura. El emperador de Endoria se quedó con helado ante lo que sus ojos veían.

       —¡No lastimen a mis amigos! —gritó Astrea antes de lanzarse sobre el emperador de Endoria para derribarlo con un puñetazo que lo proyectó de espaldas hacia las rocas. Luego, se volvió hacia la guerrera Khan de Selket—. Lilith, está vez todo terminará.

       La Khan de Selket no se dejó intimidar. A pesar de haber recibido su ataque directamente, la Celestial aún parecía dispuesta a continuar la batalla. Tras un momento, Lilith volvió los ojos hacia el sitio de la explosión y descubrió a Asiont todavía inconsciente.

       —Vaya, Astrea, todavía puedo sentir débilmente el aura de tu amigo —Llevó la mirada hacia su adversaria de nuevo y le sonrió—. Lograste salvarlo de mi ataque, pero dudo que puedas ganarme y Sepultura no tardará mucho en venir. No creo que puedas luchar con dos Khans al mismo tiempo en esas condiciones tan deplorables.

       Lance apretó los puños desesperadamente y bajó la mirada. Sí Sepultura unía fuerzas con Lilith no habría forma de derrotarlos. Lance también lo sabía, pero tampoco pasaba por alto el estado en el que se encontraba su amiga. Lo mejor era buscar una manera de salir de ahí antes de que las cosas se complicarán todavía más.

       —¡Astrea! ¡Tenemos que irnos! 

       Astrea siguió andando, ignorando las súplicas de Lance.

       —Por favor. Tenemos que huir o nos matarán a todos.

       Pero ya nada podía detenerla. Astrea miró a Lilith. Ésta le sonrió con malicia y, más que ninguna otra cosa, Astrea quiso borrarle aquella sonrisa o hundírsela hasta la nuca de un puñetazo. La Celestial fue la primera en atacar, pero Lilith la esquivó y sacó una daga que llevaba escondida en la armadura.

       Astrea intentó darla una patada, pero Lilith se apartó y la atacó. Astrea sintió una punzada de dolor cuando la daga hirió su pierna. Lance reaccionó instantáneamente y arremetió contra la Khan de Selket, golpeándola en la cara con un puño. 

       —¡Maldita! —bramó Lance.

       Lilith se volvió furiosa contra Lance y lo apartó de su camino con un rápido golpe que lo llevó volando algunos metros por el aire. Astrea se repuso y recobró el equilibrio, alejando el dolor de su mente. Se interpuso entre Lilith y Lance. La Khan arremetió de nuevo contra Astrea, pero ésta atrapó el brazo de Lilith y luego le dio una patada en la cara.

       Pero Lilith aún estaba lejos de ser derrotada. Llena de rabia, se levantó del suelo rápidamente y atacó con una lluvia de mortales ráfagas de energía. No obstante, Astrea consiguió detener la mayoría de los disparos moviendo sus manos y piernas a una velocidad impensable, otros simplemente los esquivó haciéndose a un lado. Al ver lo sucedido, Lilith suspendió el ataque mientras la desesperación se apoderaba de ella.

       —Esto no puedo creerlo —masculló con indignación—. Se supone que el poder del aureus aumenta la fuerza de mi aura , y además estoy usando una técnica que me permite absorber la energía negativa del medio ambiente. ¿Cómo es que puedes igualar mi poder entonces?

       —Es bastante obvio, Lilith —dijo Astrea sin bajar la guardia—. A pesar de que tienes la energía del aureus, aún no has aprendido a controlarlo completamente. Por esta razón tu aura no aumenta mucho su poder, sino que permanece en un nivel que cualquier guerrero que sepa cómo controlar el aura puede alcanzar. Así que a pesar de que tengas el poder del aureus no existe demasiada diferencia entre nuestros poderes.

       Lilith apretó los dientes y los puños con rabia. Ella se consideraba a sí misma una guerrera bastante poderosa y ahora, tristemente, se daba cuenta de que en realidad no era tan fuerte como originalmente creía. Sí no podía dominar completamente el poder del aureus, entonces la fuerza de su aura no se incrementaría como ocurría con Tiamat o Sepultura.

       —Entiendo —dijo la Khan luego de unos segundos—. De manera que poseemos el mismo poder, ¿eh? Por lo mismo debo absorber más energía negativa del medio ambiente para así aumentar mis fuerzas y hacerte mil pedazos.

       Astrea abrió los ojos enormemente, y se estremeció. Sí Lilith absorbía más energía negativa del medio ambiente se volvería más poderosa efectivamente, pero también acortaría su vida en unos cuantos segundos. En pocas palabras, tal acción equivaldría a un suicidio.

       —¡¿Acaso estás loca?! —exclamó la Celestial—. Sí haces eso morirás irremediablemente.

       —¿Crees que eso me importa ahora, estúpida? —Lilith sonrió como desquiciada—. Yo puedo controlar la energía negativa y ahora voy a demostrártelo.

        La Khan de Selket extendió sus manos al cielo y alzó la cabeza hacia atrás mientras gritaba con todas sus fuerzas. En cuestión de segundos, un conjunto de nubes negras comenzaron a cubrir los cielos, provocando que todos los que se encontraban peleando interrumpieran sus combates y miraran las alturas.

       —El cielo está cambiando de color —murmuró Leona en voz baja.

       —¿Qué es lo que está sucediendo? —preguntó José Zeiva, alzando la mirada al cielo.

       Dai, a su vez, decidió aprovechar el descuido del malvado emperador de Endoria para atacarlo. Extendiendo sus manos abiertas al frente, el pequeño guerrero liberó una intensa ráfaga de aire huracanado que cubrió a José por completo, impidiéndole actuar libremente y entorpeciendo todos sus movimientos.

        —¡¡Mocoso de porquería!! —rugió José Zeiva con fuerza—. ¡¡Me las pagarás!!

       Un temblor empezó a sacudir la tierra, lo cual provocó que los animales que aún permanecían cerca de ahí comenzaran a huir despavoridos en todas direcciones. Lance, en tanto, no entendía claramente qué era lo que estaba pasando. Decidió encender el escáner de poder de su armadura de batalla y cuando vio la cantidad que registraba el cuerpo de Lilith no pudo evitar sentir pánico.

       Astrea retrocedió un paso sin saber cómo reaccionar. Sí la guerrera imperial continuaba absorbiendo poder se haría más fuerte, aunque claro también podía ocurrir todo lo contrario y acabara debilitándose de tal manera que quizás no hubiera necesidad de pelear. Finalmente, luego de algunos segundos, Lilith dejó de absorber energía.

       La Khan de Selket volvió a fijar su mirada en Astrea y soltó una carcajada. Su voz sonaba diferente.

       —Esta vez sí terminaré contigo, Astrea, y más tarde me ocuparé de ese insoportable chiquillo llamado Dai.

       —De acuerdo, Lilith —asintió Astrea, colocándose en guardia—. Sólo una quedará en pie.

       Tras elevar sus auras al mismo tiempo, ambas rivales se lanzaron una contra la otra. Por unos instantes, las dos intercambiaron golpes y contragolpes a un velocidad inaudita hasta que, finalmente, se separaron y quedaron frente a frente dejando un vasto espacio entre ellas. Lance se quedó paralizado sin saber qué hacer en ese momento.

       —No puedo entenderlo —renegó Lilith—. Se supone que tengo más poder que ella y… .

       —Estás equivocada, Lilith —le interrumpió Astrea—. A pesar de que absorbiste mucha energía negativa, no pudiste incrementar tus poderes ya que has debilitado tu cuerpo. Al absorber demasiada energía negativa lo único que conseguiste fue debilitarte. Tu técnica funcionó como una espada de doble filo.

       La Khan apretó los dientes con ira. A pesar de que su adversaria tenía razón en lo que decía, Lilith se empeñaba en negarlo por lo que empezó a recordar parte de su pasado. Tras ser convertirse en una guerrera de Abbadón, N´astarith le había advertido cientos de veces que sí no aprendía a controlar su propia energía jamás llegaría a ser una buena guerrera. Ahora comprobaba la veracidad de las palabras de su emperador.

       —Es como lo imaginé —la voz de Astrea la hizo reaccionar—. No puedes controlar correctamente la energía negativa que absorbes en tu cuerpo por lo que únicamente asimilas sus efectos nocivos, pero no su poder destructivo.

       —¡¡Cállate, maldita!! —rugió Lilith ferozmente—. ¡¡Estás equivocada!!

       Antes de que Astrea pudiera decir algo más, Lilith se arrojó sobre ella cegada por el inmenso odio que sentía. La Celestial juntó ambas manos y las levantó lentamente por encima de su cabeza mientras una luz comenzaba a iluminar sus palmas unidas. Cuando la Khan estaba acercándose, Astrea bajó sus brazos violentamente y una poderosa esfera de luz salió de su manos.

       —¡¡Fénix Reborn!!  

       La Khan de Selket abrió los ojos desmesuradamente, pero era demasiado tarde para eludir el ataque de Astrea. La Fénix Reborn la embistió de frente, destrozando la armadura del averno en cientos de fragmentos que se esparcieron por el aire mientras el cuerpo de Lilith era lanzada por los aires. Finalmente, el cuerpo de la Khan de Selket cayó a unos pasos de donde se encontraba Lance y quedó inmóvil.

       —¡¡Bien hecho!! —gritó Lance a todo pulmón.

       Astrea sólo sonrió con alivio mientras Lance seguía cantando victoria. Ahora sólo era cuestión de ocuparse de Sepultura y de José Zeiva. De repente, la Celestial cayó de rodillas al suelo y la mirada se le nubló levemente. Había utilizado gran parte de su poder con el último ataque y se sentía sumamente débil.

       Al ver a su amiga lastimada, Lance decidió ir hasta donde estaba ella para darle un poco del medicamento que guardaba en su armadura de batalla. Sin embargo, antes de que pudiera hacerlo, Lilith se levantó del suelo rápidamente y, tras recuperar su daga, lo sujetó del cuello. Fue entonces cuando Lance sintió que todo había terminado para él.

       El rostro de Astrea se cubrió de desesperación. Estando Lance en peligro y ella tan débil no había mucho que se pudiera hacer. Por el momento, la Khan, aunque igual de lastimada, tenía el completo dominio de la situación.

       —¡Déjalo ir, Lilith!

       —Miserable, Astrea —murmuró Lilith mientras la sangre salía por su boca—. A pesar de que había podido derrotar a algunos Caballeros Celestiales en el pasado, no pude vencerte a ti, pero por fortuna aún no está dicha la última palabra. —Extendió una mano para atacarle y disparó varias ráfagas —. ¡¡Muere!!

       Los ataques de energía hicieron blanco en el cuerpo de la chica uno tras otro, desgarrando su piel e hiriéndola gravemente mientras Lance gritaba con todas sus fuerzas. Al final, Astrea cayó de rodillas al suelo. Totalmente segura de su victoria, Lilith arrojó a Lance a un lado como si fuera un androide desactivado y echó a caminar para darle el tiro final a su odiada rival.

       —¿Qué te parece esto, amiga? —dijo mientras concentraba sus fuerzas para un último disparo—. Luego de matarte iré por Asiont y lo haré trizas también. Ahora piérdete en el infierno con tus queridos Celestiales.

       Tras escuchar aquellas palabras, un destello de determinación brilló en los ojos de Astrea. 

        —¡¡Es tu fin, Astrea!!

        Reuniendo sus últimas fuerzas, Astrea juntó sus manos y de un solo movimiento golpeó a Lilith en el rostro con la fuerza suficiente para mandarla a volar por los aires. Una vez hecho esto, la Celestial se desplomó en el suelo ya totalmente sin fuerzas. 

       La visión de Sepultura se aclaró poco a poco, pero aún antes de que ésta se restableciera por completo pudo sentir el poder de Astrea desapareciendo lentamente. Cuando el Khan de la Muerte pudo ver nuevamente, se dirigió hacia el sitio donde percibía la presencia de Lilith y se quedó parado sin hacer nada. La Khan de Selket extendió la mano y le suplicaba por ayuda.

       —Sepultura… ayúdame… 

       El guerrero Khan frunció el entrecejo levemente y sonrió.

       —¿Por qué debería hacerlo? La verdad es que siempre me has desagradado bastante. 

       —No puedes… dejarme… morir.

       —Claro que puedo dejarte morir, presumida de porquería —hizo una pausa y llevó su mirada hacia Lance y Astrea —. Esa joven también está a punto de morir y el otro es tan débil que no vale la pena rematarlo. Lo mejor que puedo hacer es ir hacia donde se encuentran las otras alimañas para exterminarlas.

       Cuando Sepultura volvió a dirigir la mirada hacia Lilith descubrió que finalmente había muerto, así que decidió ir hacia donde se encontraban Eclipse, Hyunkel y los otros. Después de todo, Lance estaba tan débil que si nadie lo ayudaba sería presa fácil

       Mientras que el Khan de la Muerte se retiraba, Lance corrió hacia donde estaba su amiga y se colocó en cuclillas para tomarla entre sus brazos y levantarle la cabeza.

       —Astrea, por favor, resiste, linda, por favor.

       Astrea lo miró vagamente mientras unas cuantas lágrimas escurrieron por sus mejillas.

       —Lance, dile a Asiont que siempre lo he amado… .

       —Se lo dirás tu personalmente, preciosa.

       —Adiós, Asiont —murmuró Astrea con debilidad—. Iré a la Eternidad donde mis padres y amigos me están esperando y los cuidaré por siempre. —Cerró los ojos y dejó escapar un último suspiro—. Adiós, Cadmio.

       —No hables de esa manera, por favor, la ayuda viene en camino

       Fueron las últimas palabras que ella escuchó. Tras cerrar los ojos vio un agujero luminoso y cálido. Se dejó ir, sintiendo un último estremecimiento seguida por una indescriptible sensación de paz.

       En el espacio, la batalla iba de mal en peor para las naves aliadas. Superadas en número y armamento difícilmente podía coordinar una buena defensa en contra de los destructores imperiales. La mayor parte de los cazas aliados habían sido derribados y sólo unos cuantos escuadrones continuaban combatiendo en sectores aislados.

       Desde el puente de mando de la nave líder imperial, el cruel Jasanth estableció un lazo de comunicación con el comandante del destructor endoriano Juris-Hiro, el capitán Arenth Jan-Den.

       —Capitán —dijo Jasanth en cuanto la imagen de Arenth cobró vida en el monitor principal—. Quiero que lleve su nave al cuadrante seis y ataque por el flanco derecho del enemigo.

       Arenth alzó una ceja, un tanto extrañado con aquella orden.

       —Señor, la astronave que se encuentra en esas coordenadas es un transporte civil. No puedo dispararles ya que sería un asesinato a sangre fría. Existen tratados interestelares que prohíben esa clase de acciones en una guerra. 

       —Son traidores —le refutó Jasanth—. ¡Haga lo que le ordeno, capitán!

       —Con el debido respeto, señor, pero no fui entrenado para matar inocentes.

       —Pero se le entrenó para obedecer ordenes, capitán —sentenció Jasanth a punto de perder la poca paciencia que aún le quedaba—. ¡¡Haga lo que le digo, Arenth!!

       El capitán Arenth hizo una rápida inspiración en el aire y luego bajó la cabeza mientras reflexionaba. Cuando se había enlistado en el ejército lo había hecho para defender a su pueblo, no para disparar contra mujeres y niños a sangre fría. ¿Cuál era el crimen por el que esa gente merecía morir? ¿Acaso era estar en el lugar equivocado?  No, todo eso estaba mal sin importar como lo justificarán. Al cabo de un momento, levantó la mirada y dijo:

       —Negativo, no obedeceré ese tipo de ordenes ilegales.

       Jasanth lo aniquiló con la mirada.

       —¿No lo harás? —repitió lentamente—. ¡Eres un traidor! —Llevó la mirada dentro del monitor hasta la primera oficial del Juris-Hiro, la mayor Sania Cel-Ur—. Oficial, como comandante supremo de todas las fuerzas imperiales de Endoria, por este medio la promuevo a comandante y le ordenó que deponga al capitán Arenth.

       Sania bajó la mirada y se mordió el labio inferior. Durante mucho tiempo ella había estado esperando ese ascenso, pero no quería ganarlo de aquella forma. Todos los tripulantes en el puente del Juris-Hiro se miraron entre sí con expectación en medio de murmullos. Arenth, por su lado, miró a su primer oficial fijamente en espera de su reacción. Finalmente, Sania respondió tajantemente:

       —Lo lamento, pero el capitán Arenth tiene razón.

       Un destello de ira ardió en los ojos de Jasanth. Para un verdadero amante de la disciplina militar como él la insubordinación era el peor de todos los insultos. Las deserciones en el ejército imperial se estaban volviendo algo normal por lo que José Zeiva siempre procuraba colocar en puestos claves a sus oficiales de mayor confianza, aunque no todo resultaba como estaba planeado.

       Jasanth se volvió furioso hacia su primer oficial y le ordenó cortar toda comunicación el Juris-Hiro, luego se comunicó con el resto de los destructores imperiales para informarles que la nave del capitán Arenth se había vuelto enemiga y debía ser destruida cuanto antes.

       En el Artemisa, la reina del planeta Lerasi recibió un comunicado del propio capitán Arenth donde le informaban que ahora estaban de su lado. Aquella noticia fue recibida con gritos de júbilo por todos los tripulantes de las naves aliadas. Ahora la situación estaba más equilibrada, pero eso no era todo… .

       —Majestad, estoy detectando naves que surgen del hiperespacio —informó River con importancia—. Son siete aproximadamente.

       Andrea se recargó en su puesto y no supo qué decir. Sí se trataban de refuerzos enemigos entonces la batalla estaba completamente perdida.

       Unas naves alargadas de color plateado, que Andrea reconoció perfectamente, emergieron al espacio normal en compañía de ocho destructores lerasinos y un enjambre de cazas estelares.

       Jasanth se quedó prácticamente boquiabierto. Una llamada del centro de comunicaciones le avisó que el líder de aquella fuerza de ataque quería hablarle.

       —Una transmisión de la nave líder, señor.

       La pantalla visora cobró vida en un instante, y el rostro de un joven maduro de veintitantos años apareció en ella. Llevaba los cabellos largos y bien recortados. Con una mirada penetrante, aquel joven escudriñó al almirante Jasanth de arriba abajo detenidamente.

       —El príncipe Saulo en persona —susurró uno de los oficiales imperiales del puente.

       El capitán se acercó un poco a la pantalla para devolverle la mirada al p´rincipe. Envuelto en ropajes blancos, Saulo permanecía en su puesto mirando fijamente a Jasanth. A un costado del príncipe de Endoria estaba Cadmio, que sin lugar a dudas había tenido éxito en contactar al comando aliado.

       —Las naves sobre el planeta Noat están bajo mi protección —declaró Saulo, destilando orgullo en su voz—. Váyanse o los destruiremos.

       —Negativo, príncipe —replicó Jasanth.

       Incapaz de contenerse un segundo más, Cadmio irrumpió en la conversación.

       —Oye, estúpido infeliz, Saulo es el verdadero soberano de Endoria y no ese terrestre usurpador a quien sirves como perrito faldero, obedece lo que se te dice.

       El militar imperial miró a Cadmio, mostrándose completamente impasible.

       —Yo sirvo a quien ocupa el trono imperial apoyado por los barones. José Zeiva se sienta en él —hizo una pausa y continuó—. Lo lamento, pero debe entregarse príncipe.

       —Sí usted desea que se derrame más sangre entonces dispare, capitán —dijo Saulo en voz baja—. Nosotros no nos rendiremos.

       Jasanth se volvió hacia el centro de comunicaciones.

       —Termina la transmisión —ordenó furioso—. Ya veremos sí no acceden por la mala.

       En la nave de Saulo, el Águila Real 1, la pantalla visora se oscureció. El príncipe respiró hondo y chasqueó la boca mientras meneaba la cabeza en sentido negativo. Por alguna extraña razón le pareció que sus intentos por llegar a un acuerdo con las fuerzas imperiales habían fracasado rotundamente y la situación desembocaría en una inevitable confrontación.

       —Maldición, capitán —murmuró en voz baja—, no me obligue a… .

       —Van a atacarnos —anunció Cadmio—. Ese Jasanth es un estúpido.

       Saulo lo volteó a ver con aburrimiento.

       —Gracias, amigo, la próxima vez que quiera deprimirme no olvidaré llamarte.

       El capitán Jasanth pidió un informe de las naves plateadas de la Alianza. Medían aproximadamente setenta y siete metros de longitud y llevaban dos enormes alas levantadas en cada extremo. Nunca las había visto en acción y sólo había una forma de saber su verdadero potencial en combate.

       —Dispárenles a esos infelices, veamos el poder de sus armas.

       Las baterías turboláser apuntaron contra las naves aliadas y comenzaron a abrir fuego. Las naves plateadas reaccionaron esquivando los disparos con una maniobrabilidad increíble. Ni uno sólo de las descargas llegó a tocarlas.

       Saulo accionó el comunicador en el brazo de la silla de mando..

       —Nosotros no empezamos esta batalla, pero la terminaremos.

       Las naves plateadas conocidas con el nombre de Águilas Reales se lanzaron como flechas contra los enormes destructores imperiales en medio de una creciente lluvia de disparos láser.

       Lance dio unos cuantos pasos y cayó al suelo mientras algunas lágrimas escurrían por su rostro. Sentía que aquello no era justo, que no tenía por que haber sucedido. Apretó los puños con fuerza y comenzó a golpear el suelo en repetidas ocasiones mientras maldecía a los Khans.

       En tanto, Dai continuaba manteniendo a raya a José Zeiva con sus fuertes vientos. El emperador de Endoria había estado aguardando, soportando lo más que podía mientras reunía algo de fuerza. Poco le importaba lo sucedido con Lilith. Lo único que contaba para él era que Astrea estaba muerta y ahora tenía una excelente oportunidad para acabar con Lance, Asiont y especialmente aquel chiquillo molesto.

       —Maldito —masculló Dai, incrementando el poder de su Bajima—. Van a pagar por lo que le hicieron a ella… .

       —¿Crees que ya me derrotaste? —le inquirió maliciosamente todavía hincado en el suelo—. Ahora me las pagarás, molesto insecto —haciendo uso de su velocidad, José Zeiva desapareció de la vista de Dai.

       El pequeño Caballero del Dragón bajó las manos para detener su ataque y volvió la mirada hacia todos lados en busca de su enemigo. Finalmente, escuchó la voz del emperador detrás de él.

       —Aquí estoy —le dijo, exhibiendo ambas palmas abiertas—. ¡Muere con mis llamas!

       Lejos de amedrentarse o hacerse a un lado, Dai miró la llamarada acercarse con absoluta indiferencia. Sólo alzó una de sus manos y detuvo el ataque sin mayor problema.

       José Zeiva se esforzó en disimular una expresión de sorpresa.

       —Vaya, no eres tan débil después de todo.

       Dai lo miró impasiblemente sin decir nada. Un deseo de justicia ardía en sus ojos. De pronto, el símbolo del Dragón apareció brillando en su frente y enseguida una poderosa aura lo cubrió de pies a cabeza, alzando sus cabellos hacia arriba mientras él daba un fuerte grito para liberar todo su poder.

       El emperador de Endoria no podía entender que sucedía. En sólo unos instantes el chico había incrementado sus poderes de golpe.

       —No, no puede ser… —murmuró algo temeroso—. Tu poder se está incrementando…. .

       En ese momento, Lance olvidó su pena y giró el rostro hacia Dai. Tampoco él podía creer que tuviera semejante poder. Por unos instantes la vieja leyenda de Dilmun cruzó por su mente. ¿Acaso Dai era uno de los héroes que lucharían para salvar al universo? Le costaba trabajo creer que aquella leyenda fuera realidad.

       José no se dejo amedrentar, apretó los puños y desplegó todo el poder de su aura. No estaba dispuesto a que un simple niño lo derrotara.

       —¡Mocoso del demonio! —le espetó mientras sacaba su espada—. ¡Voy a matarte!

       Dai no respondió nada, pero su mirada hablaba por sí sola. Llevó la mano al mango de su arma y se dispuso a usar el Aban Slash una vez más.

       Tokio, Japón
       Distrito Nerima

       Sombrío abandonó la casa de los Tendo, llevándose a Akane y a Nabiki en cada brazo. Por lo regular, el Khan del Lobo siempre solía raptar a cuantas mujeres le gustaban en los lugares en donde atacaba, pero aquella era la primera vez que se llevaba a dos tan jóvenes.

       —Yo ya estoy satisfecho —anunció apenas lo vio Belcer—. Mira que preciosidades tengo en mis manos.

       El Khan del Golem se cruzó de brazos.

       —Sí, ya me di cuenta que no puedes olvidarte de tus manías por un momento.

       El Khan del Lobo frunció el entrecejo molesto. Iba a responderle cuando la aparición de Sarah lo forzó a esperar.

       —¡Ya tengo la gema estelar! —anunció con un grito, exhibiendo la joya en una mano—. Miren, es tal y como nos lo dijo el emperador, la piedra tiene una inscripción.

       Belcer asintió con la cabeza.

       —Bien, ¿en donde estaba? —inquirió con algo de curiosidad—. ¿Acaso la tenían en una bóveda?

       —No lo creerán, pero estaba en el cuarto de un anciano loco que le da por coleccionar ropa interior.

       —Ropa interior… —repitió Sombrío en tono pensativo—. Y un imbécil que se convierte en chica… ¿a donde va a llegar el universo?

       Belcer y Sarah lo miraron con desprecio, realmente Sombrío no era el más indicado para hablar de esa clase de temas. De pronto Happosai apareció en el patio.

       —Oigan ¿adónde creen que se llevan a mi preciosa Akane? —les preguntó con insolencia—. ¿Y qué fue lo que le hicieron a Ranma y a todos los demás? Ah, ya veo, de manera que ustedes son unos sucios ladrones.

       Los guerreros Khans se miraron entre sí y, al cabo de un instante, sonrieron maliciosamente con complicidad.

       —Mira, Sarah —dijo Belcer en medio de risas—. Ahí está ese viejo mañoso del que nos hablaste.

       Sombrío miró a al viejo Happosai con absoluto desdén. Estaba seguro de que alguien como aquel anciano de tamaño minúsculo no podría impedir que se salieran con la suya, tan solo necesitaba de una amenaza para hacer que saliera corriendo como perro. 

       —Piérdete, enano estúpido, ahora todas ellas son mías… .

       Pero Happosai estaba lejos de huir como Sombrío suponía. Lleno de furia, el anciano se colocó en guardia y rápidamente extrajo una pequeña bomba de fabricación casera de entre sus ropas. Su mirada cambió para hacerse hostil.

       —No voy a dejar que se lleven a Akane, granujas. Más les vale que la dejen tranquila o sí no dispónganse a sufrir todo el poder de mi Happo-Dai-Karin. No digan que no se los advertí.

       —Lárgate de aquí sí no quieres morir, inútil —vociferó Belcer a punto de perder la paciencia—. Maldito enano piojoso.

       En ese momento, Happosai sacó un cerillo y se dispuso a encender su pequeña bomba con la que pensaba atacar a los guerreros imperiales. Como no tenía la menor idea de las habilidades de aquellos extraños forasteros, decidió a usar su ataque más poderoso como primer movimiento. Sin embargo, antes de que pudiera ejecutar la maniobra, Sarah caminó unos pasos y se detuvo frente a él.

       —Espera un segundo, viejito —dijo con voz melosa mientras se llevaba una mano a la espalda para extraer un pequeño escudo dorado—. Mira, este es el escudo dorado del Basilisco. Quizás no lo sepas, pero el Basilisco es un ser nacido de la sangre de medusa. Su visión puede convertir en piedra a todos los seres vivos y su aliento pudre la vegetación creando el desierto.

       El viejo Happosai examinó el escudo dorado que Sarah le mostraba. Tenía la forma de un triángulo invertido y brillaba intensamente como el mismo sol. En el centro llevaba pintado la figura de un ser semejante a un reptil, era un Basilisco. Lentamente, el reptil del escudo comenzó a abrir los párpados mostrando unos extraños ojos rojos que brillaban intensamente.

       —Míralo, míralo bien, anciano —le dijo Sarah malévolamente—. Es muy bello, ¿no?

       El anciano observó la extraña figura y de pronto se dio cuenta que no podía dejar de mirarla. Una sensación placentera comenzó a invadirlo. Se sentía joven, como sí le hubieran quitado cientos de años de encima. Por nada del mundo hubiera aceptado que alguien lo distrajera de mirar aquel escudo de metal forjado.

       Desde el suelo, Soun levantó el rostro y vio como su maestro permanecía inmóvil frente al trío de extraños guerreros.

       —¡Maestro, tenga cuidado! —trató de advertirle—. Esos sujetos son muy peligrosos.

       Happosai ni siquiera lo volteó a ver.

       Soun frunció el entrecejo, extrañado. Algo raro sucedía. De pronto se dio cuenta de lo qué estaba sucediendo. Ahí, frente a sus ojos, el maestro Happosai empezó a convertirse en piedra lentamente. Primero la cabeza y luego todo su cuerpo.

       —¡Maestro! —gritó inútilmente, tratando de llamarlo—. ¡Tenga cuidado!

       Pero fue demasiado tarde, los ojos en el escudo del Basilisco se cerraron y Happosai había quedado convertido en una pequeña estatua de roca sólida.

       —Mírenlo —se burló Sarah—. Se quedó sonriendo.

       Belcer suspiró con evidente fastidio.

       —Ya tenemos la gema estelar, me parece que ya es hora de marcharnos.

       Los soldados imperiales empezaron a elevarse uno tras otro. Algunos murmuraban lo inútil que había sido su participación en aquella misión mientras que otros comentaban la manera en que el viejo Happosai se había convertido en piedra.

       Cuando los tres Khans estaban a punto de elevarse, un grito de Ranma los detuvo.

       —¡Aguarden un momento!

       Sombrío se volvió y sonrió al contemplar nuevamente la figura del joven Saotome. Al parecer todavía no se daba por vencido. O era muy valiente o no sabía lo que hacía.

       —Vaya, vaya, vaya  —murmuró mientras cerraba los ojos y bajaba la cabeza—. No esperaba que te aún quedaran ganas de pelear, afeminado. Es algo que llama bastante la atención.

       Ranma apretó los puños con fuerza y avanzó un paso inmediatamente.

       —¡Miserable! ¡No te llevarás a Akane!

       —¿Te refieres a mis nuevas esposas? —alzó el rostro con los ojos abiertos—. Lo siento, chico, pero ellas son ahora mías. Les vendrá bien conocer a un verdadero hombre.

       —¡Akane es mi prometida! —gritó furioso—. ¡No voy a dejar que te la lleves!

       Sarah y Belcer se miraron entre sí.

       —Sí que está enamorado de ella —observó la Khan del Basilisco.

       Los soldados se acercaron a Ranma, pero Sombrío los detuvo.

       —No, dejen que se acerque, quiero ver qué puede hacer.

       Saotome lo fulminó con la mirada. No sólo lo había humillado bastante sino que ahora osaba robarse a su preciada Akane, su sangre hirvió. Alzó los brazos y se lanzó sobre el Khan del Lobo para atacarlo con todas sus fuerzas.

       No perdería, no podía hacerlo.

       Sombrío sonrió maliciosamente y espero para ver que hacía el chico.

       Poseído por una furia incontrolable, Ranma atacó a lo tonto. A pesar de que sabía de lo que Sombrío era capaz de hacerle, no planeó ninguna estrategia, únicamente arremetió contra él intentando golpear su rostro.

       El Khan dio un ágil salto el aire esquivando el puñetazo de Ranma. Antes de que se diera cuenta de lo ocurrido, Sombrío contraatacó con una patada que le dio de lleno en la cara y lo arrojó de espaldas hacia el estanque del patio.

       Cuando Ranma emergió de las aguas, su cuerpo se había transformado nuevamente y los Khans ya estaban suspendidos en el aire, listos para irse.

       —¡Akane! —gritó desesperado—. ¡Akane!

       Un diminuto cerdo negro se colocó de un salto en su cabeza y empezó a brincar repetidas veces mientras gruñía como insultando a los guerreros imperiales.

       —¡Quítate, Ryoga! —exclamó Ranma a la vez que le daba un manotazo al cerdito negro—. ¡No me molestes!

       —No te apures, chico —la voz de Sombrío llamó su atención—. Ella estará bien. Se convertirá en una de mis esposas —desplegó su aura y se lanzó por los cielos tomando altura rápidamente.

       —¡Akane! —volvió a gritar Ranma mientras aquellos malditos continuaban alejándose hasta finalmente perderse en los cielos. Cerró los puños y comenzó a golpear el suelo dando rienda suelta a su frustración. Lo había perdido todo, su honor como guerrero y el único amor de su vida.

       Continuará… .

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