Leyenda 046

LA LEYENDA

por Asiant y Uriel

CAPITULO XLVI

LAS SAILOR SENSHI SE UNEN A LA BATALLA

En alguna parte sobre el mar Egeo.

       La velocidad con la que Cadmio volaba por los aires era impresionante, incluso Casiopea estaba verdaderamente sorprendida. Ya no había dudas para todos aquellos que lo conocían de tiempo atrás; se había superado bastante como guerrero y su hermano Lance comenzaba a preguntarse sí acaso la muerte de Astrea tenía algo que ver en todo eso.

       En tanto, dentro de la esfera de energía rojiza en la que viajaban aquellos que no podían volar, Ranma estaba meditando sobre su relación con su prometida Akane Tendo y el inesperado giro que había tenido su vida luego de que un grupo de guerreros extraterrestres apareciera en su casa .

       Odiaba admitirlo y quizás nunca lo aceptaría en público, pero muy interiormente estaba completamente desesperado por volver a verla. A pesar de que siempre había insistido en gritar a los cuatro vientos que lo no le importaba en lo más mínimo lo que a ella le sucediera, la verdad es que en el fondo eso no era verdad.

       Su relación había resultado tormentosa en un principio. El gran orgullo que tenía, aunado al comportamiento testarudo de Akane, había provocado cientos discusiones sin sentido a lo largo del tiempo que llevaba de tratarla. Sin embargo, también era cierto que con el paso de los meses había llegado a apreciarla hasta que un día inesperado despertó con la sensación de que en su vida, ya no habría otra mujer que no fuera la temperamental Akane Tendo.

       Era gracioso la manera en que la vida o el destino le presentaba las cosas, sin quererlo se había enamorado de Akane y no podía soportar la idea de perderla. Luego de que el tal Sombrío se la había llevado junto con Nabiki, se juro a sí mismo que incluso iría al fin del universo con tal de recuperarla sin importarle la clase de enemigos a lo que tuviera que enfrentarse. No importaba que fueran Khans, meganianos, demonios o lo que fueran. «Akane, ten paciencia», pensó. «Muy pronto iré a salvarte».

       Dai bajó la mirada y contempló el inmenso océano que había debajo de ellos. Dada la rapidez con que volaban estaba seguro de que muy pronto llegarían a su destino cualquiera que éste fuera. Suspiró y alzó la mirada para contemplar los alrededores. ¿Cómo estaría todo en su mundo? ¿Habría paz? Levantó su puño derecho para mirarlo por un momento, aún seguía desconcertado por la manera en que el símbolo del Dragón había aparecido sobre su mano. El entrenamiento que había hecho en la astronave Churubusco le había ayudado bastante a controlar sus poderes, pero aun así, todavía presentía que no había llegado al límite real de sus fuerzas y esa idea le atemorizaba un poco.

       Entretanto, Eclipse estaba haciendo un verdadero esfuerzo por no quedarse atrás. Había podido igualar la velocidad de Lance con algo de trabajo, pero la mochila jet había llegado al límite. Sencillamente, la rapidez con que volaban los Caballeros Celestiales era demasiada para él. De repente, volvió la vista hacia un costado y vio al inmenso Devastador Estelar que flotaba sobre la ciudad de Atenas. La capital griega ardía en llamas por lo que no pudo evitar maldecir a los abbadonitas mentalmente. Volvió la vista al frente y se pregunto a sí mismo que demonios hacía en ese lugar luchando una guerra que a él ni le importaba. Después de todo, su misión consistía en obtener información para la Alianza Estelar, no en ayudar en operaciones militares.

       Sin embargo, debía aceptar que sentía una gran estima por aquel grupo de locos que luchaba contra el imperio, una estima que le daba deseos de acompañarlos.

       —¿Cuánto falta para llegar? —preguntó Astroboy, rompiendo con el silencio reinante desde que habían dejado a las naves Águila Real estacionadas en una isla lejana.

       Cadmio aminoró un poco su velocidad para permitirle al pequeño robot que se emparejara con él en el vuelo.

       —La sensación es mucho más intensa en esa dirección —le dijo, señalando un diminuto punto en el horizonte—. Manténgase juntos, no tardaremos en llegar.

       Lance concordó plenamente con aquella observación. De acuerdo con el escáner de poder de su armadura de batalla, había varias presencias bastante poderosas a unos cuantos kilómetros de distancia.

       —Es verdad —exclamó, atrayendo la mirada de Astroboy—. No puedo creerlo, pero parece ser que hay muchos guerreros poderosos en el lugar a donde nos dirigimos.

       —¿Cómo puedes estar  tan seguro de eso, Lance? —le preguntó Casiopea, mirándolo por encima del hombro—. ¿Acaso lo supiste por telepatía o algo así, guapo?

       Lance le sonrió afablemente.

       —No, pero dada nuestra situación creo que ya es hora de que tengamos algo de suerte a nuestro favor, ¿no crees?

       —¡Es verdad! —exclamó Leona desde la espalda de Casiopea, mientras ésta última asentía con la cabeza y esbozaba una sonrisa que a Lance le pareció muy bella.

       Cadmio escuchó a su hermano, pero no dijo nada y continuó volando mientras interiormente rezaba porque el Creador escuchara las palabras de Lance.

Santuario de Atena, Grecia
Casa de Aries

      Tiamat observó fijamente a Dohko y comenzó a desplegar una poderosa aura de luz, haciendo temblar como nunca el interior de aquel templo. El Santo de Libra, a su vez, se dedicó a observar fijamente a su rival en espera del mejor momento para atacar.

       —Tal parece que tendré que terminar con nuestra batalla ahora mismo, no puedo perder más tiempo jugando contigo.

       El Santo de Libra frunció el entrecejo con suspicacia. Al igual que su contrincante, él también había podido sentir aquellas presencias de energía acercándose al Santuario desde distintas direcciones. No sabía quienes eran, ni si eran amigos o enemigos, pero ese problema podía esperar. De momento lo más importante era derrotar a Tiamat.

       —Ignoro de que rayos hablas, pero concuerdo contigo —murmuró en voz alta—. Es hora de terminar con nuestra batalla, Tiamat —guardó silencio y empezó a expulsar un aura dorada de gran poder. La imagen de un feroz tigre se formó a sus espaldas.

       Tiamat observó a Dohko e incremento el tamaño de su aura, expulsando más energía. Esta vez, el poderoso Khan del Dragón iba a luchar en serio.

       —Es hora de que te demuestre mi verdadero poder, Dohko —le advirtió con una mirada cargada de seguridad—. El poder supremo del un Kha Khan del imperio de Abbadón.

       Dohko no contestó nada y se dejó ir en un puñetazo contra el Khan del Dragón, liberando toda la fuerza de su cosmos con la firme intención de terminar con la batalla.

       —¡Rozan Hyaku Ryuu Ha! (100 dragones del Rozan)

       El guerrero imperial, por su parte, respondió al ataque alzando sus brazos hacia arriba y formando una coraza de energía para protegerse.

       —¡Drako Scuama!

       El impacto fue brutal y devastador, produciendo una poderosa explosión de luz y energía que sacudió todo el templo de Aries desde los cimientos hasta el techo. La mayoría de las columnas se vinieran abajo y las paredes se resquebrajaran por completo.

       Cuando todo volvió a la normalidad, Dohko estaba de pie con su puño levantado todavía y la cabeza vuelta hacia abajo levemente. Tras un instante, alzó la mirada y descubrió con asombro que Tiamat aun estaba intacto detrás de su coraza, sonriéndole. Su ataque no había tenido ningún efecto en él.

       —¡No puede ser! —exclamó el Santo de Libra paralizado por la sorpresa—. ¿Cómo es que tu coraza pudo bloquear el ataque de mi Rozan Hyaku Ryuu Ha?

       Tiamat rió malévolamente en un susurró apenas audible, bajó los brazos e hizo desaparecer la coraza de energía a su alrededor paulatinamente.

       —Tengo que admitir que el Rozan Hyaku Ryuu Ha es una técnica bastante efectiva, Dohko —le dijo con seriedad—. De hecho, es mejor que la técnica de Shiryu. Sin embargo, para poder atravesar miDrako Scuama debes sobrepasar mis poderes y para tu desgracia no lo hiciste. Sí hubiese sido un guerrero de la talla de Sombrío o Talión ese golpe probablemente me hubiera lastimado.

       Dohko dio un paso atrás sin poder creer en las palabras del enemigo. Sencillamente, lo que había sucedido era prácticamente impensable, él era uno de los Santos dorados y poseía un cosmos verdaderamente poderoso, ¿acaso el poder de Tiamat era más elevado todavía? No, eso era imposible, ningún mortal podía tener esa clase de poder.

       —Pero sí te ataque con mi máximo poder —murmuró incrédulo—. No entiendo qué sucede aquí.

       —Este será mi tuno para atacar, Dohko, mejor prepárate —le amenazó Tiamat.

       El Khan del Dragón, desplegó su aura una vez más y se lanzó en una feroz acometida contra el Santo dorado. Actuando con rapidez, Dohko levantó su brazo derecho para protegerse con uno de los escudos dorados que llevaba la armadura.

       Tiamat atacó con una lluvia de puñetazos que caían ferozmente sobre el escudo de Libra con una fuerza devastadora. En un momento determinado, el puño del Khan del Dragón se estrelló fuertemente en el escudo de Libra, resquebrajándolo totalmente como sí éste fuera de vidrio.

       Dohko retrocedió unos pasos hacia atrás preso del asombro mientras algunos diminutos fragmentos de su escudo saltaban por los aires.

       —¡No puedo creerlo! —exclamó mirando su escudo—. ¡Has conseguido rasgar el escudo de Libra!

       El Khan del Dragón sonrió mostrándose muy confiado en su poder. Dio un paso al frente con su aura todavía visible.

       —Aunque no lo creas, Dohko, mi poder se encuentras más allá de los nueve sentidos, más allá de la mente. Este es el poder del aureus… . —hizo una pausa, y juntó sus manos en lo alto—. Mira bien esto, Dohko, esta es mi mejor y más poderosa técnica… —una esfera de luz intensa rodeó las manos de Tiamat, lanzando rayos luminosos en distintas direcciones.

       El Santo de Libra abrió los ojos enormemente.

       —¡No! —exclamó sorprendido—. A pesar del increíble poder que está reuniendo en este momento no puedo sentir ninguna cosmos en él.

       Con una velocidad increíble, que superaba incluso la de los santos dorados, Tiamat bajó los brazos y extendiendo sus manos contra Dohko, liberó una potente ráfaga de luz.

       —¡Hell Destruction!

       Antes de que Dohko pudiera hacer algo para evitarlo, el disparo lo alcanzó en el pecho, golpeándolo de lleno. La fuerza del impacto lo lanzó contra una columna al pie de la cual se desplomó, sangrando y aturdido.

       Tiamat sonrió deleitado con su obra y dejó caer ambos brazos a ambos costados.

       —Esto ha sido divertido, Dohko, pero ha llegado el momento de terminar —cerró los puños y comenzó a elevar su aura, expulsando una gran cantidad de energía y lanzando ráfagas de viento en torno a él. De repente el Khan imperial alzó el rostro hacía atrás y dando un fuerte grito, liberó una intensa aura que iluminó todo a su alrededor.

       Dohko alzó la mirada levemente y contempló impotente como su enemigo continuaba expulsando energía. Sabía que sí no hacía algo lo mataría, pero el fuerte dolor y el mareo que sentía le impedían moverse así que decidió bajar la cabeza y aguardar.

       Finalmente, la energía de Tiamat fue tan intensa que produjo una violenta explosión que destruyó completamente el templo de Aries, haciendo temblar todo el Santuario de Atena como nunca.

       Para cuando Mu percibió la destrucción de la Casa de Aries, éste ya se encontraba en el interior del templo de Géminis buscando la salida. Se volvió un instante hacia atrás mientras interiormente se preguntaba que habría sucedido con el antiguo maestro de Libra luego de aquel súbito temblor.

       —¿Qué fue eso? ¿Acaso un terremoto? —murmuró en tono pensativo—. No, algo ha pasado en la Casa de Aries.

       Mu titubeó; cerró los ojos hundiéndose en sí mismo y trató de percibir el cosmos de Dohko, pero fue inútil, la presencia del viejo maestro se había esfumado.

       —¡No puede ser! —exclamó al cabo de un momento—. La presencia del maestro ha desaparecido. Eso sólo puede significar que ha sido derrotado —apretó los puños y se giró nuevamente hacia la salida de la Casa de Géminis—. Esos guerreros se dirigen ahora hacia la Casa de Leo, debo darme prisa.

       Entretanto, a unos cuantos metros más abajo, en el camino que conducía al templo de Tauro, Shiryu de detuvo un momento y se volvió por encima del hombro. El cosmos de su antiguo maestro había desaparecido y eso le preocupaba.

       —Ya no siento la presencia del maestro. ¿Acaso habrá muerto? —se preguntó.

       De pronto, la idea de volver al templo de Aries cruzó por su mente, tal vez aún no era demasiado tarde para salvarle la vida a su viejo maestro. Sin embargo, cuando ya estaba a punto de darse la vuelta, recordó quien era y cual era su misión como un Santo de Atena. «No puedo hacerlo», pensó. «El maestro me dijo que debía proteger a la diosa Atena sin importar lo que pasara, sin importar quien muriera».

       Shiryu apretó los puños y en contra de los deseos de su corazón, retomó su carrera hacia el templo de Tauro sin volver la vista hacía atrás.

Boulogne (Francia)

       Un hombre se encontraba de pie frente a la ventana de su mansión, mientras veía a su hija correr y dar brincos por un jardín conservado de manera impoluta. Era una de las cosas que más le gustaba mirar: las puestas de sol y la risa de su pequeña.

       —¿Señor?

       Era su mayordomo. Julián Soul continuó mirando por la ventana, sonriendo.

       —Tiene una llamada de Washington, señor.

       Se volvió y vio que el mayordomo le había abierto la puerta de la sala de música. Por unos momentos, Julián siguió contemplado la idílica escena del jardín. Por fin se dirigió hacia su estudio.

       El ocaso parecía más profundo en él. Las sombras de color lavanda viraban al violeta donde las estanterías llenas de libros se alzaban desde el suelo hasta el techo, y todos los adornos de la riqueza se acumulaban y olvidaban en los rincones y sobre las paredes. Soul caminó hacia un escritorio situado junto a la ventana sobre el cual parpadeaba un video-teléfono. Oprimió el botón de sólo audio y se colocó de manera que pudiera seguir mirando a su hija.

       —Sí —dijo.

       La voz de Alexander Yaner, jefe del Estado Mayor presidencial de EE.UU.., se oyó al otro extremo de la línea.

       —Julián, me parece que debemos reunirnos urgentemente. En estos momentos estoy en una reunión con el presidente Wilson y los jefes adjuntos, pero estaré libre para la noche.

       Soul frunció el entrecejo y sonrió desquiciado tratando de imaginar el motivo de aquella inesperada llamada.

       —Hola, Alexander, a mí también me da gusto verte después de tanto tiempo —bromeó—. Vamos, la Tierra ha sido invadida por extraterrestres y acaba de haber un terremoto, ¿qué otra cosa nos podría ocurrir?

       —Nos veremos en mi residencia a las afueras de New York, ¿te parece bien? Avísale a Ryoji, Kamui y los otros, por favor. Te pido que guardes absoluta discreción en este asunto, la situación es grave.

       Julián se puso tenso.

       —¿Ocurre algo malo?

       —No puedo hablar más, Julián —Soul asintió, con semblante sombrío. Ya no había más preguntas. La voz continuó—: Dale mis saludos a tu hija Delfine y cuídate mucho, por favor.

       Julián colgó sin decir más. Su hija estaba llorando por lo que corrió hacia la ventana, preocupado.

       En el jardín, el hermoso cuadro se había roto. Salía gente corriendo de la casa —el mayordomo, el ama de llaves, los jardineros—en dirección a la niña. Delfine había caído, con el rostro contraído con una mueca de dolor y blanco como la cera. El mayordomo fue el primero en llegar y se arrodilló junto a ella. Acarició con ternura el rostro de la niña y dio ordenes a los empleados del servicio. Mientras el mayordomo alzaba a Delfine en brazos, Julián salió del estudio, intrigado en lo que Alexander tenía que decirles.

Star Hill.

       En las afueras del Santuario de Atena, en una montaña muy elevada que rasgaba los cielos, existía un observatorio muy antiguo conocido por todos los Santos como Star Hill. Un lugar donde, desde tiempos inmemoriales, el Gran Maestro del Santuario predecía el destino de la Tierra por medio del movimiento de las estrellas a través de los siglos.

       En su interior, el Santo de Pegaso estaba inmóvil en el suelo, debatiéndose por volver en sí luego de recibir el violento Drako Fire de Tiamat. Gracias a su armadura de bronce, Pegaso había conseguido sobrevivir al ataque del Khan, pero también había quedado bastante lastimado.

       Seiya vio sombras a lo lejos. Había alguien recostado a su lado. Más sombras. Despertó de un profundo desmayo para descubrir que se encontraba en el observatorio de Star Hill, justo a un lado del cuerpo del difunto maestro Shion.

       —¿Qué fue lo que sucedió? —se preguntó, arrastrando las palabras—. Hace unos instantes estaba en la Casa de Aries luchando con ese guerrero… —se incorporó lentamente y recordó lo sucedido—. Ya comprendo lo que paso —murmuró, mirando el cuerpo de Shion—. Aquí estuvo el cuerpo del Gran Maestro. Eso sólo puede significar que estoy en Star Hill —hizo una pausa y se sujetó la cabeza—. Ahora recuerdo que Marín me dijo hace tiempo que ella había encontrado el cadáver del Maestro aquí en Star Hill.

       Dio unos pasos y se dirigió hacia la entrada del observatorio, caminando lentamente.

       —Mu debió haberme trasladado hasta aquí usando sus poderes —murmuró Seiya, divisando algunas de las Doce Casas desde el interior—. Pero, ¿por qué hizo eso? Debo volver al Santuario cuanto antes. No tengo idea de lo que puede llegar a pasar sí ese guerrero pasa por las Doce Casas y llega hasta donde se encuentra Saori.

       Una vez que el Santo de Pegaso salió por la entrada de Star Hill, un viento frío palpó su rostro levemente y acarició sus cabellos. Hizo una rápida inspiración en el aire y cerró los puños.

       —Debo darme prisa.

Distrito Juuban

       Andrea Zeiva había pasado por momentos terribles a lo largo de toda su desafortunada vida, pero sin duda el contemplar a la princesa Kakyuu derramar lágrimas mientras Sailor Venus le relataba las causas que habían provocado la muerte de Sailor Star Figther era uno de los peores.

       Sailor Galaxia estaba completamente pálida mientras escuchaba el relato. Su rostro reflejaba la pena que le causaba el ver que una las valientes jóvenes que habían luchado en su contra, cuando el caos dominaba su cuerpo, ahora estuviera muerta frente a ella.

       Cuando Venus concluyó de contarles lo sucedido, la princesa Kakyuu llevó su mirada hacia Sailor Moon. Las lágrimas aun escurrían de sus ojos.

       —¿Así que Seiya murió protegiéndote? —le preguntó con la voz entrecortada.

       Sailor Moon no supo que contestar; parte de ella se sentía culpable de la muerte de Seiya y no se atrevía a mirar de frente a la princesa Kakyuu.

       Asiont, por su parte, suspiró levemente y llevó su rostro hacia Andrea, preocupado.

       —¿Falta mucho para que la nave llegué hasta aquí?

       La reina del planeta Lerasi consultó su reloj y tras un momento concluyó:

       —Algunos cuantos ciclos todavía.

       El Celestial volvió la mirada hacia Sailor Mars, Jupiter, Healer, Maker, Azmoudez, Azrael y los otros. Quizás ellos nos tenían esos ciclos de vida. De pronto Sailor Galaxia se acercó a los heridos en completo silencio mientras Uranus, Neptune y algunos otras la seguían atentamente con la mirada.

       —¿Qué es lo que vas a hacer? —le inquirió Uranus con recelo.

       Pero Galaxia no respondió. Se detuvo entre Sailor Healer y Sailor Maker, bajó una rodilla al suelo y agachándose, colocó ambas manos en cada una de ellas. Un brillo dorado emanó de las palmas de Sailor Galaxia y enseguida los cuerpos de las Sailors Star se iluminaron por completo.

       Al cabo de unos segundos, la senshi retiró sus manos y las colocó sobre Jupiter y Mars para repetir la maniobra. Uno a uno, Galaxia fue colocando sus palmas sobre todos los heridos bañándolos con esa extraña luz.

       De pronto, Sailor Healer y Sailor Maker recuperaron el conocimiento para sorpresa de todos. De alguna manera Sailor Galaxia había curado sus heridas con alguna clase de poder curativo.

       —¿Qué fue lo que sucedió? —preguntó Healer, arrastrando las palabras—. Lo último que recuerdo es que estábamos peleando con esas guerreras en el museo.

       Sailor Maker se sujetó la cabeza mientras se incorporaba, de repente recordó lo que había pasado en el museo y se volvió hacia el cuerpo de Sailor Star Fighter, llamándola.

       —¡Seiya!

       Sailor Mars abrió los ojos lentamente y se giró hacia donde estaba Sailor Moon, quien no tardó ni un segundo en dejar a Tuxedo Kamen de lado e ir a abrazarla mientras lloraba.

       —¡Rei! —exclamó en voz baja—. Estás bien, me alegro, me alegro mucho.

       Mars esbozó una sonrisa.

       —Usagi, me estás asfixiando —bromeó.

       Venus y Mercury, mientras tanto, se acercaron a Sailor Jupiter justo a tiempo para verla volver en sí.

       —Mercury, Venus —murmuró Jupiter, reconociendo a sus amigas—. ¿Qué fue lo que paso?

       —Makoto, no hables, por favor —le aconsejó Mercury en voz baja—. Por ahora debes descansar.

       Sailor Jupiter asintió con la cabeza levemente y no pudo evitar sonreír débilmente.

       Azmoudez y Azrael se levantaron de inmediato. Ninguno de los dos podía creer que habían sido derrotados tan fácilmente por las Khans. Sin embargo ese pensamiento pasó a un segundo plano cuando descubrieron que Jesús Ferrer y Josh estaban en el suelo junto a ellos.

       —¿Qué hace Jesús Ferrer entre nosotros? —preguntó Azmoudez intrigado. Iba a repetir la pregunta cuando se dio cuenta de la presencia de las Outer Senshi, Sailor Galaxia, Tuxedo Kamen y la princesa Kakyuu—. ¿Quiénes son todas ustedes? ¿Acaso iban a una fiesta o algo así?

       Mientras Sailor Mars se encargaba de explicarles a Azmoudez y Azrael todo lo ocurrido en el museo de historia, Sailor Galaxia se acercó a Jesús y a Josh para sanarlos. Sin embargo, antes de que pudiera poner sus manos sobre ellos, la voz de Andrea Zeiva la detuvo.

       —Espera, a ellos no los cures.

       La sailor senshi se volvió para mirarla por encima del hombro.

       —¿Qué dices? —le preguntó—. Ellos también necesitan de mi ayuda.

       —Lo que sucede es que ellos dos eran del bando enemigo y aunque nos ayudaron durante la lucha, no podemos confiarnos. Quizás ya no peleen para N´astarith, pero Jesús Ferrer es un criminal muy buscado en nuestro universo.

       Galaxia buscó el rostro de Sailor Moon con la mirada; deseaba escuchar una segunda opinión antes de decidir que hacer.

       —¿Cómo puede ser tan frío y cruel? —los gritos de Sailor Venus llamaron la atención de todos—. Sí no fuera por él, quizás ninguno de ustedes seguiría con vida. Él los ayudó.

       Andrea suspiró, herida por la observación de la Inner Senshi.

       —Mira, niña, él es una persona que ha participado en muchos de los miles de crímenes que han ocurrido en mi universo —replicó la reina—. No podemos fiarnos de él y de ese niño. Aunque no lo creas, este individuo ayudó a mi hermano a devastar la cuarta parte de una galaxia. Millones de personas murieron por su culpa y otros miles padecen las consecuencias de sus actos.

       —Espera, Andrea, sí no fuera por él, quizás no estaríamos aquí —dijo Asiont, sorprendiendo a todos incluido él mismo—. Quizás él sea un criminal como dices , pero sí no lo ayudamos seremos como él o quizás hasta peores —miró el rostro de Mercury y Venus mientras continuaba hablando—. Nosotros no somos como el imperio, quiero pensar que somos diferentes… yo casi había olvidado eso.

       Completamente extrañada, la reina de Lerasi miró a su amigo. No podía evitar sentir desprecio por Jesús Ferrer y por todo lo que él representaba, después de todo habían sucedido tantas cosas entre ellos a lo largo de los años. Sin embargo, las palabras de Asiont habían hecho mella en su corazón. Sí se dejaba llevar por su odio y el resentimiento que sentía en ese momento, ¿en qué se diferenciaba de su hermano?

       Finalmente, Andrea bajó la mirada y terminó asintiendo.

       —Tienes razón, Asiont.

       El Caballero Celestial se acercó hasta donde estaba Sailor Galaxia y le extendió una mano, mirándola directamente a los ojos.

       —Durante la lucha agoté todas mis energías —le dijo tranquilamente—. Te agradecería sí restablecieras mis fuerzas con tus poderes.

       Sailor Galaxia miró al Celestial, sonrió levemente y al cabo de un instante, tomó la mano que éste le ofrecía. Enseguida, aquel brillo dorado recorrió todo el cuerpo del Caballero curando todas sus heridas y restableciendo sus fuerzas por completo.

       Tras un momento, Galaxia retiró su mano.

       Asiont alzó la cabeza sintiéndose mejor que nunca. Era como sí jamás hubiera tenido aquella difícil pelea con Eneri y Sepultura. Alzó un puño frente a su rostro y lo contempló por un momento. Su poder había regresado.

       —Me siento completamente recuperado —murmuró sorprendido—. Te lo agradezco, Sailor Galaxia.

       La Sailor Senshi asintió con la cabeza.

       —¿Qué hay sobre tus enemigos? —le interrogó refiriéndose a Jesús y Josh—. ¿Qué haremos con ellos?

       —Cura sus heridas y dales algo de energía —le pidió—. No los restablezcas por completo, ten en cuenta que no podemos confiar en ellos todavía.

       Galaxia volvió la mirada hacia Sailor Uranus y Neptune, quienes asintieron con la cabeza apoyando la idea. Mientras la Senshi curaba a Ferrer y a su acompañante, Asiont se acercó hasta la princesa Kakyuu, Sailor Maker y Sailor Healer y se arrodilló ante ellas con los ojos cerrados y la cabeza agachada.

       —Princesa Kakyuu, mi nombre es Asiont Ben-Al y soy un Caballero Celestial al servicio de la Alianza Estelar. Siento mucho la muerte de su amiga. Quizás sí hubiera llegado antes… .

       —No te preocupes, esto no fue tu culpa —le dijo la princesa.

       Asiont alzó la mirada.

       —Pero si lo es… .

       —Seiya murió defendiendo lo que más quería —dijo Kakyuu, dirigiendo una mirada de tristeza hacia Sailor Moon—. Aunque nos duela su muerte debemos entender que su deseo era proteger a Sailor Moon. Al salvarla, ustedes han honrado su memoria.

       El Caballero Celestial asintió con la cabeza y se irguió sobre sus piernas nuevamente.

       —Gracias, princesa.

       En ese momento, Azmudez reparó en la inesperada presencia de Asiont.

       —Un momento, ¿qué haces tú aquí? —le interrogó—. ¿Qué no había huido? ¿cómo diablos fue que llegaste hasta este universo?

       —Buena pregunta —exclamó Andrea por su lado—. Yo también quisiera saberlo.

       Asiont hizo un encogimiento de hombros.

       —Cuando estuve planeta Caelum me encontré con el maestro Aristeo y él me ayudó a viajar hasta este universo a través de una cascada que existe dentro del templo de los Caballeros Celestiales.

       —¿Una cascada? —repitió Azrael incrédulo—. Me parece una completa fantasía.

       —Pues yo creo que quizás viniste con los imperiales —aventuró Azmudez—. Después de todo, tampoco podemos confiar en ti.

       Andrea se tomó la frente.

       —Gran Creador, ¿cómo se te ocurren esa clase de sandeces? —le inquirió, visiblemente molesta—. Por sí no lo sabes, Asiont pudo derrotar a uno de esos guerreros, algo que ustedes no hicieron.

       Azmoudez abrió los ojos enormemente.

       —Eso es imposible, ninguno de nosotros pudo hacerles ni un rasguño a esos granujas.

       —Pues lo hizo —insistió la reina—. Y gracias a él y a Jesús Ferrer es que estás vivo, así que cuida lo que dices.

       Asiont sonrió discretamente. Le divertía bastante ver como Andrea reñía con Azmudez . De pronto, contempló la mirada triste de Sailor Moon y recordó su misión. Se apartó de Andrea y los otros y se acercó a las Sailors.

       —Ustedes ya han hecho lo suficiente —les dijo—. Cuando llegue nuestra nave nos iremos y no se preocupen, nosotros pelearemos para salvar a su mundo.

       —Claro que no —exclamó Sailor Healer, exhibiendo un puño—. Seiya murió por culpa de uno de esos canallas y nosotras no pudimos hacer nada. Iremos con ustedes para vengar su muerte.

       Asiont la miró fijamente.

       —Quien actúa movido por venganza mantiene abiertas sus heridas —le dijo con seriedad—. No necesitamos que más inocentes se sacrifiquen en esta guerra. Les agradezco su ayuda, pero no es necesario que vengan.

       —Desafortunadamente tendremos que acompañarlos, aunque no quieran —murmuró Sailor Pluto, atrayendo las miradas de Asiont y Healer—. Es inevitable.

       —¿Qué cosa? —inquirió Healer con desconcierto.

       —¿Por qué dices eso, Sailor Pluto? —le preguntó la pequeña Saturn.

       La Sailor Senshi del Cambio comenzó a caminar hacia el borde de la azotea del edificio, dándoles la espalda a todos.

       —Como todos ustedes saben, yo soy la guardiana de la Puerta del Tiempo —empezó a decir mientras caminaba—. Desde hace algunos días he sentido como una presencia maligna amenaza al tiempo y el espacio —se detuvo en el borde y continuó—. De modo que decidí ir hacia el futuro para ver como es que ese fenómeno alteraría a nuestro destino… —hizo una pausa mientras el viento agitaba su largo y oscuro cabello—. Lo más sorprendente fue que no encontré nada… —se volvió por encima del hombro para mirarlos a todos—. No hay futuro… .

       Se produjo un breve y absoluto silencio. Aquellas palabras preocuparon a todos, pero especialmente a las Sailors Senshi, incluso Sailor Galaxia dejó de curar a Josh para escuchar a Pluto. Quizás lo que más les preocupaba a las Inner y a las Outer era la mirada con la que Pluto había pronunciado aquellas fatídicas palabras. La conocían bastante bien y sabían que cuando mostraba esa mirada sombría era porque realmente estaba preocupada.

       —¡Esto es genial! —exclamó Azmudez, alzando los brazos al cielo desquiciadamente—. Como sí no tuvieras suficiente con lo que nos pasa, ahora resulta que tenemos el destino en contra. ¡¡Maldita sea!!

       —¡Azmudez cierra la boca! —le exigió Andrea.

       Uranus estaba escéptica de que aquello fuera verdad. Tras un momento, se acercó a su compañera con la esperanza de que hubiera entendido mal sus palabras.

       —Sailor Pluto, ¿estás segura de lo que dices?

       La Outer Senshi que cuidaba de la puerta del tiempo se giró hacia ella y asintió con la cabeza, cerrando los ojos al mismo tiempo.

       —Me temo que así es, Uranus, de alguna forma sólo encontré un mundo devastado —hizo una pausa y se giró hacia Asiont—. Es por eso que debemos acompañarlos, debemos asegúranos que nuestro futuro quede a salvo.

       Sailor Saturn y Neptune se miraron entre sí, y asintieron con la cabeza apoyando el plan. Sailor Healer y Maker, por su parte, se giraron hacia la princesa Kakyuu y le manifestaron sus intenciones.

       —Deseamos ir con ellos, princesa —sugirió Sailor Maker.

       —Ellas nos ayudaron a pelear contra Sailor Galaxia, no podemos dejarlas ir solas.

       Antes de que la princesa Kakyuu pudiera articular una frase, Sailor Galaxia tomó la palabra.

       —Yo también iré —anunció decidida—. La presencia maligna que percibí cuando venía hacia la Tierra es la más fuerte que he sentido hasta ahora. Esos sujetos de los que hablan fácilmente podrían destruir la galaxia entera. Es mi deber, como la Sailor Senshi más fuerte de todas, asegurarme que ese poder no regrese nunca.

       Las Inner Senshi llevaron sus miradas conjuntamente hacia Sailor Moon, quien aún se mostraba afectada por la súbita muerte de Sailor Star Figther.

       —Pero, ¿en verdad creen que podremos hacer algo? —musitó la princesa de la luna con una sombra de preocupación en su rostro—. Ellos son mucho más fuerte que nosotras y pelear no soluciona nada.

       Sailor Mars giró el rostro de lado a lado para mirar a Jupiter y a Venus, que estaban a sus costados, y luego se acercó hasta Sailor Moon para apoyar una mano en su hombro.

       —Sailor Moon, nuestro futuro se encuentra en peligro —le dijo—. Debemos tomar una decisión, esto no es como la vez en que combatimos a Sailor Galaxia. Tú los viste. Ellos son malvados y no se detendrán ante nada para conseguir lo que buscan.

       Sailor Moon titubeó. En verdad aquella era una situación a la que las Sailor Senshi nunca se habían enfrentado. No sólo se trataba de luchar una vez más para salvar al planeta contra algún enemigo, ahora lucharían para salvar quizás al universo mismo y se las verían con unos enemigos de poderes inimaginables.

       Indecisa, volvió el rostro hacia Tuxedo Kamen, quien le sonrió con afabilidad.

       —¿Qué te parece sí vamos juntos? —le preguntó él.

       La princesa de la Luna lo contempló con absoluta dulzura, asintió con la cabeza y luego dirigió su mirada hacia Venus, Jupiter, Mercury y Mars que aguardaban reunidas en un extremo.

       —Si, vamos todos juntos —dijo Sailor Jupiter.

       —No hay otra opción —convino Sailor Mars.

       Uranus se cruzó de brazos y luego caminó hacia el borde de la azotea, dándoles la espalda a todos y uniéndose a Pluto.

       —Tal parece que no nos queda otro camino.

       Sailor Venus esbozó una leve sonrisa antes de dar su opinión.

       —Yo también iré.

       Sailor Mercury llevó su rostro hasta Asiont.

       —Es cierto, sí no vamos con ustedes no estaremos tranquilas a sabiendas de que algo terrible le podría pasar a nuestro mundo.

       Asiont se había quedado literalmente sin palabras lo mismo que Andrea. Durante sus años de lucha en contra del imperio de Abbadón había conocido a mucha gente valiente que desgraciadamente había muerto en las batalla y no deseaba que eso mismo les sucediera a aquellas chicas, especialmente a Ami a quien por alguna razón, que no llegaba a comprender todavía, le agradaba bastante.

       Por un momento tuvo el deseo de hablar, de decirles algo, pero a juzgar por las miradas cargadas de determinación de todas aquellas Sailors Senshi, era obvio que no podría hacerlas desistir de su idea. La decisión ya estaba tomada.

Continuará… .

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