Crisis 02

CRISIS UNIVERSAL

por Acuario Káiser

CAPÍTULO II

¿QUÉ TAN GRANDE ES EL INFINITO?
2º PARTE

Universo-20,017,659
Planeta Mystacor.

       Denonte se sentaba entre Zodiac y Estalia mientras el Consejo escuchaba con atención el reporte de la Centinela conocida como Krina. En las sencillas habitaciones en el santuario del Consejo de los Centinelas, cada silla y cada mesa vibraba con un poder reconfortante y acogedor que inspiraba tranquilidad. Era la misma energía que, según recordaba Denonte, lo envolvió allí incluso de niño. Ese recinto era un lugar de paz desde una época tan antiguo que la fecha exacta de su construcción había terminado volviéndose mítica. Estar en el Santuario de los Centinelas era inhalar serenidad y para cualquier ser de sentimientos nobles eso era un regalo por demás excepcional.

       Pero cuando Denonte escuchó que Krina hablaba sobre la pérdida de contacto con docenas de Centinelas y la desaparición de una cantidad indeterminada de universos, sus ojos mostraban cualquier cosa menos calma; eran estrechos y fríos, y experimentaba una preocupación que no había sentido desde hacía tanto tiempo que le costaba trabajo recordar la situación exacta.

       —¿Cuándo comenzó a suceder esto?

       —No podría decirlo con certeza, Denonte —replicó Krina en un tono que denotaba una mezcla de ansiedad y temor—. Hace poco empezamos a perder comunicación con algunos Centinelas y después descubrimos que los universos donde debían estar habían desaparecido. No sabíamos exactamente lo que estaba ocurriendo hasta que un Centinela logró escapar de la destrucción y pudo llegar a Mystacor para informarnos lo que ocurre. Los universos están siendo destruidos sistemáticamente por enormes nubes de antimateria.

       —¡Esto no puede estar pasando! —exclamó Estalia, sin preocuparse por ocultar su horror ante las palabras de Krina—. ¿Cómo puede ser posible que los universos estén desapareciendo así nada más? Esto tiene que ser obra de nuestros enemigos los Primordiales. Ya antes habían desatado su caos en los universos hace muchos siglos, pero ahora deben haber enloquecido por completo.

       —No creo que esto sea obra de los Primordiales —difirió Zodiac—. Ellos no podrían haber intervenido sin que lo hubiéramos notado. Además, los Primordiales buscan promover el caos en los diferentes universos y corromper la voluntad de los seres vivos, no destruirlo todo dejando únicamente la nada.

       —¿Pero quién podría ser el responsable de esta tragedia? —preguntó Kurite sin dirigirse a nadie en concreto—. Durante mucho tiempo, los Centinelas nos hemos consagrado a observar los diferentes universos y jamás detectamos algún suceso que nos previniera que algo como esto podría ocurrir.

       Los miembros del consejo comenzaron a murmurar entre ellos. Krina no dijo nada y esperó pacientemente a que fueran asimilando los hechos. La pérdida de universos enteros era un suceso tan terrible que incluso el siempre tranquilo Denonte parecía seriamente perturbado ante la magnitud de los acontecimientos.

       Jaak se recostó pesadamente en su sillón y frunció su frente.

       «¿Podríamos hablar con el Centinela que atestiguó la destrucción del universo que estaba vigilando cuando eso sucedió, Krina? —preguntó mediante una onda telepática que resonó en las mentes de todos los ahí presentes—. Creo que sería buena idea preguntarle sobre lo que pudo ver antes de huir».

       —Lo lamento, Jaak, pero eso no será posible —repuso Krina—. Ese Centinela estaba gravemente herido y falleció poco después de su llegada a Mystacor. A partir de su relato pudimos confirmar que miles de realidades han sido borradas y otras más se encuentran amenazadas por este mismo fenómeno.

       —Tenemos que intervenir entonces —dijo Zodiac en forma apremiante.

       —¿Intervenir? —preguntó Estalia, apocada.

       Denonte negó con la cabeza.

       —Sabes que no podemos hacer eso. Existe un pacto que nos obliga a respetar el delicado equilibrio que existe en los diferentes universos. Nuestra misión es procurar que todos los seres vivos alcancen un nivel superior de evolución espiritual y tenemos que obrar con sumo cuidado.

       —No podemos quedarnos sentados sin hacer nada —Zodiac miró fijamente a los ojos de Denonte, y a los ojos de Estalia—. No podemos permitir que todos los universos desaparezcan junto con millones de seres inocentes. Ustedes mismos lo oyeron. Ya han muerto muchos Centinelas y quizá otros más lo hagan de no actuar ahora mismo. Sí alguien está detrás de la destrucción, tenemos que averiguar quién es y detenerlo antes de que sea demasiado tarde.

       —¿Romper el pacto? —dijo Estalia—. ¿Estás consciente de las implicaciones que causaría hacer eso? Una violación directa del pacto causaría la intromisión de los Primordiales y esto sería peor. Tenemos que meditar bien las cosas antes de aventurarnos a tomar una decisión de esa naturaleza. Las decisiones precipitadas nunca conducen a nada bueno y menos cuando todavía no sabemos quien es el responsable.

       Zodiac suspiró.

       —Estalia, con el debido respeto, sí no actuamos ahora quizá no quede ningún universo que podamos llevar a un plano de evolución superior. Acabamos de escuchar a Krina y sabemos lo que está pasando. Esto es peor que si los Primordiales decidieran desatar el caos por todas partes. ¿Qué otra cosa podemos hacer?

       La mirada de Denonte recorrió velozmente de los otros miembros del Consejo y se volvió hacia Krina una vez más.

       —Me parece que las circunstancias hablan por sí mismas. El pacto nos obliga a cuidar del equilibrio en los diferentes universos y nuestra intervención sólo causaría más problemas. Pero también es verdad que cada uno de nosotros tiene la libertad para elegir qué hacer frente a un suceso que nos amenaza a todos por igual. Creo que debemos investigar este fenómeno a fondo y descubrir su origen.

       —Estoy totalmente de acuerdo —asintió Zodiac—. Mientras más pronto actuemos, más vidas podremos salvar de la destrucción. Haré los arreglos necesarios para que todos los centinelas vengan a Mystacor, pero les confieso que me preocupa que fracasemos.

       «No podemos fallar o será el fin de todo —pensó Jaak y todos los demás lo escucharon dentro de sus mentes—. Haremos hasta lo imposible por averiguar las causas reales que han provocado esta catástrofe y buscaremos la forma de detenerla sin violar el pacto».

       —Así se hará. Paz y dicha, hermanos y hermanas en el espíritu —dijo Denote y luego alzó una mano para indicar que la junta había terminado.

       Tras suspenderse la reunión, todos los centinelas comenzaron a abandonar el recinto menos Denonte. Éste último llamó a Krina, que se detuvo a medio camino de la salida y fue hacia el más respetado de todos los Centinelas.

       —¿Qué sucede, Denonte? ¿Querías decirme algo?

       —De hecho quiero encargarte una misión muy especial.

       —Adelante, dime de qué se trata.

       Denonte asintió.

       —Quiero que busques a Kay Namura y lo traigas contigo. Como sabes, hace tiempo él prefirió retirarse y ahora lleva una vida tranquila en el planeta Singa, pero lo necesitamos en estos momentos. Su experiencia y sus habilidades son invaluables para afrontar este nuevo peligro que nos amenaza.

       —Puedes estar seguro que lo haré, Denonte. Sí hay alguien que puede ayudarnos a salvar los universos es precisamente Kay. Iré al planeta Singa de inmediato y lo traeré a Mystacor —Y diciendo esto, Krina abandonó la habitación con la firme intención de cumplir con su misión.

       Planeta Singa.

       El calor de la mañana rielaba sobre las hileras de trigo que se extendían en el horizonte sin fin. No muy lejos, un hombre vestido con la indumentaria típica del pueblo de Singa escuchaba a una mujer y a otro hombre, éste último usaba una armadura de combate propia de los guerreros saiya-jin.

       —No pensé que nos veríamos de nuevo bajo estas circunstancias, Cort —dijo Kay Namura—. La última vez fui yo quien llegó a ti en busca de ayuda, pero ahora los papeles se han intercambiando. ¿Por qué necesitan mi ayuda? ¿Qué es lo que está sucediendo?

       —Realmente no lo sé, mi amigo —le contestó el saiya-jin—. Nuestra joven amiga aquí presente todavía no me ha explicado las razones por la que ha decidido acudir a nosotros o si requiere la ayuda de alguien más. Yo estaba en mi hogar cuando ella apareció de la nada y solicitó que la acompañara.

       Kay había conocido a muchos seres especiales con poderes y habilidades más allá de toda comprensión a lo largo de muchos años, pero jamás había tenido la oportunidad de tratar con un ser parecido a la musa de la poesía lírica. Caliope era distinta incluso a las deidades con las que había tenido contacto en el pasado. La energía interna de la chica armonizaba con el aura de todos los seres vivos en Singa y estaba llena de una pureza que podía comparar con una catarata cristalina, pero era sutilmente diferente a las auras normales y Kay se había dado cuenta de ese detalle. Era como si Calíope proviniera de un lugar y de un tiempo totalmente ajenos a los mundos en que los seres aún debían someterse a la eterna lucha entre el bien y el mal.

       —Tú no provienes de ningún universo conocido, ¿verdad? Eres de otro sitio que no tiene nada que ver con los planos superiores a los cuales todos los seres vivos debemos evolucionar algún día en el futuro. Dime, ¿de dónde has venido?

       —Todo a su tiempo, Centinela —repuso Caliope—. Por ahora sólo puedo decirles que requiero su ayuda para prevenir un peligro que se cierne sobre todos ustedes. Tendrán que confiar en mí.

       —No veo por qué guardas tanto misterio —dijo Kay—. Dime, ¿acaso se trata de algo relacionado con los Primordiales?

       —Disculpa, Kay, pero responderé a todas sus preguntas cuando hayamos llegado a nuestro destino. Por el momento debo pedirles que vengan conmigo. El tiempo está corriendo en nuestra contra y cada instante que perdemos hará más difícil mi tarea.

       —Entonces algo grave está ocurriendo —concluyó Kay.

       —Sí, así es.

       —¿Qué harás ahora, Kay? —le preguntó Cort con una sonrisa—. Esta dama no acepta un «No» por respuesta.

       Kay se quedó pensando. No lo había dicho todavía, pero le daba gusto volver a ver a Cort. Aquella no era la forma en que había imaginado que sus caminos se cruzarían de nuevo. Había transcurrido mucho tiempo desde la vez en que habían combatido juntos en el planeta Adén, pero ambos se comportaban como sí apenas hubieran transcurrido un par de días. Los dos guerreros mantenían un lazo de amistad que parecía ser inmune al tiempo y era algo natural, pues había sido forjados con el temple de la confianza y al calor de una batalla mortal.

       —Había tomado la decisión de vivir en paz con mi familia y de renunciar a mis poderes, pero siempre he ayudado a quien me lo pide y además pienso que no es bueno hacer rogar a las mujeres —hizo una breve pausa y miró a Calíope—. Cuenten conmigo, pero espero que cumplas tu promesa de explicarnos todo. No me lo tomes a mal, pero me sentiría mejor si conociera cuales son tus intenciones.

       —Puedes estar seguro de eso —dijo la musa y elevó sus manos. El lugar donde estaban brilló con intensidad y luego los tres desaparecieron.

       Universo-20,018,745
       París, Francia.

       Desde tiempos inmemoriales, los dioses habían regido el destino de la Tierra. Habían librado sus guerras secretas, siempre equilibrando el complicado balance entre el bien y el mal. Las 12 órdenes habían defendido el mundo de las más terribles amenazas. Sus orígenes se habían perdido en la noche de los tiempos. Los Dioses Guerreros de la estrella Polaris, los Centinelas de Aztlán, los Dioses Dragones de Oriente, los Legionarios de Roma. Todos ellos habían peleado, pero en estos tiempos, dos de las órdenes más poderosas estaban en medio de otra Guerra Santa. Nunca habían peleado juntas dos órdenes. Y el que ahora estas dos se encontraran peleando juntas parecía algo premeditado, pues su pequeña guerra era nada comparada con otra que podía poner en tela de duda la existencia de su mismo universo.

       De varios universos…

       La Catedral de Notre Dame era uno de los máximos símbolos arquitectónicos y religiosos del mundo. En sus lóbregos corredores han paseado reyes, príncipes, cardenales… y demonios. Las fuerzas del mal siempre habían intentado profanar ese símbolo de la religión católica. Ahora, una gran batalla se libraba en su interior. Un grupo de poderosos demonios había hecho de este santuario sagrado un punto focal en su lucha por dominar Europa. El combate que se desarrollaba en el interior parecía haber brindado vida a ese antiguo edificio. Sus gárgolas reían, hacían muecas dolorosas, escupían fuego y danzaban macabramente al fragor de las explosiones y gritos del interior, cual si un aquelarre de dioses se desarrollara en el altar mayor… .

       Shun de Andrómeda extendió su mano aún más. Herido como estaba y tumbado en el suelo, le costaba mucho trabajo mantener la presión de su Tormenta Nebular sobre Baphomet. A su alrededor, los cuerpos de Demonios, Templarios y Caballeros yacían en el piso; algunos heridos y otros muertos. Los únicos que estaban de pie, Ankiseth y Charles de Sheringham, apenas podían concentrarse para ejecutar un último ataque sobre su enemigo. A pesar de haber recibido los catorce ataques del escorpión y otros más de sus diferentes enemigos, era necesaria la enorme presión de la Tormenta Nebular para mantenerlo quieto.

       —¡Vamos! —gritó Shun, escupiendo un poco de sangre por el simple esfuerzo de hablar—. ¡Que esta, mi última Tormenta Nebular, sirva para detenerlo!

       La uña de Ankiseth se alargó, manchada todavía con la sangre de sus enemigos abatidos. Charles levantó su lanza una vez más, dispuesto a ensuciarla nuevamente en el corazón de Baphomet. Un aura dorada y otra de un azul índigo comenzaron a brillar, llenando el altar de sombras sobrenaturales. Las estatuas de santos y reyes parecían cobrar vida ante el brillo de las nebulosas energías de ambos guerreros, observando un combate que decidiría el destino de su amada Europa. Un dragón y un escorpión era la mejor apuesta que el destino tenía para detener al mal.

       —Estoy listo, Ankiseth —dijo Charles mirando de reojo a su compañero—. Por Europa, y por mis hermanos caídos.

       Ankiseth asintió con la cabeza y en sus ojos brilló la determinación.

       —Por Atena, y por mis amigos… ¡Aguja Escarlata… Antares!

       —¡Cazador de Dragones!

       Los dos guerreros se lanzaron contra su enemigo; dos poderosas puntas de espada con la velocidad de las estrellas. No podían fallar, no debían fallar… .

       —¡Relámpago Armagedón!

       A escasos centímetros de terminar con la vida de Baphomet, un poderoso relámpago oscuro de color rojo los impactó. Charles cayó sobre su pecho y quedó tendido. Ankiseth se incrustó en un enorme pilar, llorando al darse cuenta que la victoria les había sido arrebatada. La tormenta comenzó a bajar su intensidad. Charles levantó un poco la mirada y descubrió a Shun boca abajo; su cara en medio de un enorme charco de sangre, su mano descansando finalmente frente a él, sin estar extendida…

       —Bael —siseó Baphomet—… gracias.

       —No me agradezcas nada —replicó el más poderoso de todos los demonios del grupo de Baphomet—. Tengo algo que arreglar contigo, Baphomet, pero antes terminaré con estos… humanos.

       —¿Algo conmigo? —reviró Baphomet—. ¿De qué demonios hablas?

       —Antes de que exterminara a ese molesto Caballero de Leo, me enteré de algo interesante, algo acerca de una agenda secreta tuya. Estoy seguro que a Astaroth y a Belcebú les interesará oír algo acerca de eso, ya sabes que ellos están muy cerca de Lucifer.

       —Lo que tengas que arreglar conmigo, lo harás después.

       —Sí, puedes estar seguro que así será —Bael hizo una pausa y volvió la mirada hacia Charles y Ankiseth—. Y ahora, ustedes dos, prepárense. No desperdiciaré mi preciado tiempo con humanos. Los derrotaré con mi letal Trueno de Penitencia.

       Como respuesta a la amenaza de Bael, el Templario y el Caballero se levantaron. Habían agotado sus últimas fuerzas en el ataque anterior, pero no su gran determinación. La fiereza de sus miradas hizo que Bael en secreto los admirara. Podía odiar a los humanos por robarle todo lo que amaba, pero ante él había dos seres que le recordaban a los grandes héroes de la época en que los dioses vivían en el mundo. La duda nuevamente apareció en su corazón, y le parecía oír esa voz interna, una voz dolorosa, la de un padre reprendiendo a un hijo desobediente. ¿Vale la pena, Bael?

       —Maldito, maldito sea todo ¡Morirán, guerreros! ¡Yo, Bael, los borraré! ¡Y luego terminaré contigo Baphomet! ¡Trueno de Penitencia!

       Un relámpago de inmenso poder e intenso color grana bajó desde los cielos, destrozó el gran campanario, y cayó sobre la cabeza de carnero que coronaba el báculo de Bael. Por un segundo, la cabeza se iluminó con el brillo de una gigantesca estrella roja, e inmediatamente sus ojos canalizaron el poderoso relámpago. Los dos amigos se prepararon a recibir el impacto de un ataque que se decía mataba a todo el que alcanzara… .

       Un segundo. Dos segundos. Nada pasaba. El ataque parecía haberse detenido en el aire. El aire mismo parecía haberse detenido. Era imposible.

       Bael estaba estupefacto. Frente a él estaba la gran serpiente roja que formaba su ataque. Sin embargo, parecía diferente ahora, como un vapor difuso. Los Caballeros estaban igualmente sorprendidos. Miraron a Baphomet, y se sorprendieron de verlo igual de sorprendido. Bael parecía estar espantado; claramente percibían una vibración extraña en el ambiente.

       —¿Qué diablos pasa? —inquirió Ankiseth—. ¿Qué clase de poder es este? No es una energía. Es una fuerza extraña… .

       —No puedo permitir que ninguno de ustedes muera —dijo la voz de una mujer desde la entrada de la Catedral. Se trataba de Calíope, quien estaba flotando a pocos centímetros del suelo—. El destino de este mundo se encuentra amenazado por la destrucción que se aproxima y requiero de su ayuda.

       —Esa mujer… tiene una extraña forma de energía —murmuro Bael para sí mismo mientras Caliope se acercaba. Su apariencia era la de un ángel celestial que hubiese decidido bajar a la Tierra—. No es humana como ustedes, o demonio como yo. Es… otra cosa… .

       Calíope dirigió su mirada hacia el demonio. Pasó una mano sobre la gran serpiente roja y ésta se desvaneció como sí fuese polvo.

       —Eres listo, Bael, realmente, no te merecías un destino tan cruel. Pero si no vienen conmigo, no podrán tener ya ningún destino. Es necesario que me acompañen para salvar este mundo y a toda la gente que vive en él.

       —Yo hace mucho que dejé de interesarme por los humanos —contestó Bael tozudamente.

       —No has comprendido, Duque del Infierno. Esto no se trata sólo de los humanos, sino de todos los seres que habitan este mundo. No hay tiempo que perder en explicaciones, tendrán que venir conmigo ahora.

       Bael ya estaba más que harto. La sola idea de ayudar a un humano hacia que se asqueara de tanta palabrería. Ya preparaba su puño cuando se dio cuenta de que todo su ser brillaba con una extraordinaria blancura. Y no sólo él, también Charles y Ankiseth empezaban a cubrirse de aquella esplendorosa luz.

       —¿Qué es esto? —preguntó el Duque del Infierno mientras se miraba la mano.

       —La guerra que libran no es nada comparada con la amenaza que deberán enfrentar, pero es necesario sí desean salvar su futuro. No habrá Europa que salvar, Atena que defender, o cuentas que saldar si no me acompañan.

       —¿De qué estás hablando? —inquirió Baphomet.

       Charles y Ankiseth intercambiaron miradas. Pudieron ver como sus manos seguían iluminándose gradualmente. Miraron a Bael por un segundo. Todo alrededor de ellos tres parecía irse deshaciendo. El ambiente que los rodeaba ya sólo era un enorme borrón cubierto de luz.

       —Cuando regresemos, terminaremos con esto, humanos —murmuró Bael.

       Caliope miró hacia arriba y sonrió antes de desvanecerse en el aire. Baphomet se quedó mirando el sitio donde Bael, Charles, Ankiseth y la extraña mujer habían desaparecido. El demonio no podía comprender qué rayos acababa de pasar.

       Universo-20,019,765.
       Tokio, Japón (Distrito Juuban)

       Sus ojos celestes contemplaban la ciudad mientras los diferentes sonidos urbanos formaban una sinfonía extraña e indescriptible. Quería ordenar un poco sus pensamientos y para eso necesitaba estar sola. Desde que había recordado su pasado como una de las tres Sailors guerreras de la Tierra, lo único que había deseado era reunirse con sus hermanas y volver a formar una familia. Jamás pensó en las consecuencias de aquella reunión, jamás pensó que al estar reunidas las tres tendrían que seguir combatiendo para lograr alcanzar la paz en sus vidas. ¿Por qué todo debía ser tan complicado? ¿Por qué debían arriesgarse a morir y, quizá, también a volver a separarse? Eso no pasaría. Ella daría todo por proteger a su familia. Sí un sacrificio era suficiente para que sus hermanas sobrevivieran, entonces la joven de ojos celestes no temía ofrecer su vida y enfrentar a la muerte. Tal vez en su vida pasada no había hecho lo suficiente para detener la amenaza y por eso las tres habían terminado muerto, pero ahora las cosas serían diferentes. Sólo una moriría. Sólo ella se sacrificaría… .

       —Lamento molestarte, Naoko, pero necesitamos tu ayuda —dijo una voz a espaldas de la joven de ojos celestes. La chica experimentó un ligero sobresalto cuando notó que la voz no venía de atrás o de un costado, sino de algún punto arriba de ella—. O más bien de Sailor Golden Star.

       Naoko se dio la media vuelta y levantó la vista hasta que sus ojos celestes toparon con los rostros tranquilos de Calíope y Génesis, quienes bajaban del cielo flotando lentamente.

       —¿Qué hacen aquí? ¿Quiénes son ustedes dos? —preguntó al mismo tiempo que adoptaba una guardia defensiva. Por experiencia propia, sabia que las personas misteriosas nunca traían buenas noticias y mucho menos si éstas se encontraban levitando en el aire.

       —Este es un buen lugar para reflexionar —comentó Calíope mientras descendía hasta tocar el suelo con sus pies. La musa caminó hacia la barandilla de protección en la azotea del edificio con naturalidad, contempló la inmensa metrópoli y sonrió levemente—. Vienes a este lugar bastante seguido cuando te sientes agobiada y no sabes qué hacer.

       Naoko estaba bastante desconcertada por la actitud y las palabras de aquella misteriosa mujer. ¿Qué era lo que deseaba de ella? ¿Por qué le hablaba con tanta familiaridad? Parecía como si la conociera de mucho tiempo atrás, pero Naoko no la había visto nunca. ¿Sería otra Sailor guerrera que acababa de despertar? Pero eso era imposible, ¿o no?

       —La estás confundiendo, Calíope —dijo Génesis de pronto, atrayendo la atención de Naoko. La cazadora se quitó los lentes y añadió—: Creo que deberías tomar en cuenta que resulta natural que una persona desconfié de alguien que no conoce y que además menciona cosas que supuestamente no debería conocer, ¿no lo crees?

       —Si, tienes razón en eso —asintió la musa, volviéndose hacia Génesis—. Supongo que debe estar tan sorprendida como lo estabas tú, pero recuerda que no tenemos tiempo para dar explicaciones largas.

       —Tal vez si nos dijeras un poco del por qué nos necesitas —le aconsejó la cazadora mientras descendía al suelo lentamente—. Eso haría que esta chica comprendiera mejor por qué estamos aquí y de paso aclararías todas mis dudas.

       Naoko se veía más confundida que nunca.

       —¿Tú tampoco sabes lo que desea esta mujer? —le preguntó a Génesis.

       —¿Yo? Por supuesto que no —contestó la cazadora—. Ella no me ha dicho nada más que pedir que la acompañe y la verdad quisiera que al menos me dijera a dónde planea llevarnos o cómo es que sabe tanto de nosotras dos.

       —No comprendo, ¿de dónde vienes tú? ¿No eres de Tokio?

       Génesis resopló.

       —Ni siquiera soy de este mundo, yo provengo de… .

       —Por favor, estamos perdiendo el tiempo —la cortó Calíope—. Ahora debemos irnos sí queremos evitar la destrucción de sus respectivos mundos.

       —El fin del mundo no es algo nuevo para mí —dijo Naoko con frialdad—. La pregunta sería, ¿eres tú un enviado de aquel que lo destruirá?

       —No represento ningún peligro para ti o para este mundo si eso es lo que te tranquiliza un poco, Sailor Golden Star —contestó Calíope—. Mi deber es llevarte conmigo porque has sido elegida para una misión especial. Debemos apresurarnos para evitar que uno de tus más grandes tus temores pueda hacerse realidad.

       Aquellas palabras hicieron eco dentro de la mente de Naoko. Era demasiado extraño e increíble, pero de alguna manera sintió que la misteriosa mujer le hablaba con sinceridad. Parecía como si su mismo corazón le advirtiera que debía confiar en ella pese a no tener ninguna razón para hacerlo. Naoko guardó silencio por unos instantes y agachó la cabeza mientras cerraba sus puños.

       —¿Por qué yo? —musitó finalmente—. Hay otras Sailor guerreras.

       —Sólo te necesito a ti y a nadie más. Responderé tus preguntas cuando hayamos llegado a nuestro destino.

       —Genial —dijo Génesis, colocándose nuevamente sus anteojos oscuros—. Aquí vamos otra vez.

       Naoko escuchó las ultimas palabras de Génesis como un murmullo lejano que llegaba a su mente desde un punto inexacto de la nada. Solo ella había sido elegida, ¿entonces estaba sola? No, de alguna forma sabia que sus hermanas la acompañaban siempre, la ayudaba. No estaba sola, no mientras estuviesen con ella en su corazón.

       —Si —dijo firmemente mientras levantaba la mirada. Una luz fascinante, tan radiante como el sol que brillaba en el cielo iluminó toda la azotea del edificio—. Iré contigo.

       Universo-20,005,439
       Planeta Kairons

       El amanecer lucía gris y nublado, y soplaba un viento helado. Un silencio absoluto dominaba el bosque. Tras un desayuno con avena, Nadia Zeta y Alfa apagaron la fogata que habían encendido y cargaron sus cosas, preparadas para continuar su marcha hacia el siguiente poblado. Nadia se sujetó la espada a su cinturón mientras que Alfa se colgaba su hacha de guerra en la espalda. Una vez que salieron del bosque, el camino se dividió en varios senderos, lo cual complicaba adivinar cual de ellos debían tomar para llegar a la aldea más próxima. Alfa sugirió ir hacia el oeste y Nadia estuvo de acuerdo.

       Caminaron en silencio, concentradas en la marcha. Nadia aún estaba preocupada de que los extraños tatuajes que tenía en su espalda hubieran crecido de tamaño luego de su último enfrentamiento mortal. De hecho le había costado trabajo conciliar el sueño por estar pensando en Ayakashi y Maurus. Como no quería seguir con los mismos pensamientos, decidió hablar con Alfa.

       —¿Crees que nuestra suerte comience a cambiar? —le preguntó.

       —La suerte no existe, Nadia —respondió Alfa—. Nosotros controlamos nuestras propias vidas y somos responsables de todos nuestros actos, tanto de los errores como de los éxitos. Es ilusorio creer que existe algo llamado suerte que determina nuestras vidas.

       —Nunca lo había visto de esa forma —asintió Nadia con una leve sonrisa.

       Alfa se irguió con orgullo.

       —Bueno, en realidad es algo que mi padre solía decir y creo que es verdad.

       —Tu padre debió ser un gran hombre.

       —Es uno de los hombres más respetados en todo Mariki —A Alfa se le iluminó el rostro de satisfacción—. A veces solía hablar de cosas sobre el destino y otras cuestiones filosóficas. Recuerdo que una vez, cuando era niña, me dijo que todo lo que ocurre durante nuestras vidas tiene una razón de ser y un por qué. En ese entonces no lo entendía bien, pero ahora comprendo mucho mejor las cosas.

       —¿Qué otras cosas hacía tu padre? —inquirió Nadia con interés.

       Una brisa misteriosa recorrió el camino y desapareció repentinamente. Al poco tiempo volvieron a sentir otra ráfaga de viento, sólo que esta vez no despareció, sino que aumentó de intensidad. Entonces una mujer envuelta en un aura de luz atravesó los cielos como un relámpago y bajó a la tierra frente a la mirada perpleja de las dos jóvenes aventureras.

       —Nadia Zeta y Alfa —dijo Calíope, descendiendo suavemente—. Debo pedirles que vengan conmigo. Sus habilidades y poderes son necesarios para salvar una cantidad indeterminada de vidas.

       Las dos chicas estaban atónitas, aturdida.

       —¿Quién eres tú? —preguntó Nadia apenas se recuperó de la sorpresa.

       —Mi nombre es Calíope —repuso la mujer—. No tengo mucho tiempo para dar explicaciones, pero este universo se encuentra amenazado por una crisis de proporciones épicas.

       —¿Una crisis dices? —murmuro Alfa contrariada—. Disculpa, pero no entendiendo de qué nos estás hablando. Si tienes algún problema quizá podamos ayudarte, pero antes debes contarnos todo.

       —Eso será después, ahora deben venir conmigo. Los demás ya deben estar esperándonos.

       —¿Que otros? —quiso saber Nadia.

       —Por favor, Nadia Zeta, confía en mí —Calíope le extendió una mano—. Te aseguro que les diré todo lo que quieren saber a su debido tiempo. Si no actuamos pronto este planeta y todos sus habitantes podrían desaparecer.

       Nadia se quedó mirando a Calíope con atención. No sabía la razón o por qué, pero algo dentro de la Golden Warrior le decía que la mujer que tenía delante no era una mentirosa y que no había razones para desconfiar de ella. ¿De qué clase de amenaza quería prevenirlas? ¿Tendría algo que ver con Ayakashi o se trataba de algún nuevo peligro que se cernía sobre todo Kairons? Tenía muchas preguntas y sólo si aceptaba la invitación de Calíope obtendría las respuestas deseadas.

       —No iremos contigo a ninguna parte —repuso Alfa, pero entonces Nadia le colocó una mano en el hombro—. ¿Humm?

       —Está bien, Calíope, iremos contigo.

       Alfa se volvió hacia su amiga con el entrecejo fruncido.

       —Pero, Nadia, no sabemos nada de ella. ¿Qué tal si nos está engañando?

       —Confía en mí, Alfa —Nadia miró a su amiga a los ojos—. No puedo explicarlo, pero algo dentro de mí me indica que está diciendo la verdad. Hace un momento dijiste qué todas las cosas ocurren por alguna razón y creo que Calíope vino a nosotras por un motivo especial.

       —¿Tú lo crees? —preguntó Alfa.

       —Sí, lo creo —asintió Nadia.

       Caliope levantó ambas manos en lo alto. Una estela de luz comenzó a iluminar a las Golden Warriors.

       —Bien, partamos enseguida —dijo Calíope mientras las tres comenzaban a levitar en el aire—. Pero antes de llegar a nuestro destino iremos por alguien más, alguien que ustedes conocen perfectamente. Hablo del hechicero conocido como Maurus.

       Universo-20,030,602
       Planeta Caronia (Palacio imperial)

       El atrio principal de mármol era una habitación rectangular de techo muy alto, similar a un mausoleo. Dentro del impresionante salón se hallaba un trono dorado, exquisitamente tallado y cubierto de piedras preciosas de tonalidades oscuras, que se alzaba sobre una plataforma situado al final de un tramo de escalones que nadie debía atreverse a pisar bajo pena de ser enviado a los campos de prisioneros. Encima colgaban dos estandartes con el emblema del imperio.

       El Emperador caroniano ocupaba el trono. Vestía ropas holgadas de color negro y la blancura destellante de sus ojos contrastaba agudamente con su corona oscura. Su rostro serio era el de un hombre joven y musculoso que no aparentaba más de veinte años de edad. En su mano derecha sostenía una copa de oro con la que bebía el mejor vino producido en todo el imperio. Vuelto hacia una enorme pantalla rectangular, contemplando un mensaje, no prestaba la menor atención a los tres Shadow Warriors que aguardaban frente a él con una rodilla apoyada en el suelo y la cabeza agachada. La transmisión era deficiente y el Shadow Warrior que aparecía en la pantalla apenas podía verse con claridad, mientras su voz temblaba entre interferencias.

       —… perdidos los sistemas de propulsión y de armas… el universo donde nos encontramos está desapareciendo… situación catastrófica… no sabemos quién nos está atacando… . —La imagen y la voz del guerrero se esfumaron por un instante y volvieron a aparecer, todavía enturbiadas por la interferencia—. ¡Este universo está siendo destruido por una fuerza desconocida! Si puede oírme, su ilustrísima, debe saber que no queda ningún planeta existente. Todas las naves han sido destruidas por… ¡Oh, no! ¡Ahí viene de nuevo! ¡Nooooooo… .

       La transmisión se interrumpió de golpe con un último parpadeó, y el silencio engulló la voz del Shadow Warrior que informaba. El Emperador caroniano permaneció inmóvil por unos instantes y luego volvió la mirada hacia el trío de guerreros que permanecían arrodillados.

       —¿Hace cuanto que recibieron este mensaje? —preguntó el siniestro Emperador.

       Uno de los Shadow Warriors levantó la mirada.

       —Hace un par de macrotacs, su ilustrísima. No queríamos mostrárselo hasta verificar su autenticidad. Al principio pensábamos que se trataba de algún tipo de truco fraguado por los Guardianes o la Liga, pero nuestros análisis confirmaron que se trata de una transmisión genuina.

       —Eso significa que todo el grupo de avanzada de Emuri fue destruido —señaló el Emperador con disgusto—. Tal vez se toparon con un enemigo poderoso o algún tipo de catástrofe provocada deliberadamente por alguien. Debo saber exactamente qué o quién está detrás de la destrucción de nuestras naves exploradoras. Quiero que organicen otro grupo de avanzada para que se dirija inmediatamente hacia el universo donde Emuri estaba. Que no regresen hasta que averigüen lo que pasó en realidad.

       —Ya lo hicimos, su ilustrísima, y también desaparecieron.

       —¿Qué estás diciendo, infeliz? —exclamó el emperador, colérico.

       El Shadow Warrior, pálido de miedo, se explicó son mayor detalle.

       —Una nueva misión de exploración atravesó las barreras dimensionales hace aproximadamente un macrotac, pero perdimos todo contacto con ellos. El último mensaje que recibimos fue una transmisión donde nos describían un enorme vacío lleno de oscuridad que los atraía. Luego de eso no supimos nada más.

       —¡Maldita sea! —dijo a viva voz y sus ojos destellaron—. No sé qué diablos está sucediendo y eso no me gusta nada. Como si no tuviera suficiente con los malditos Guardianes y su estúpida Liga Planetaria ahora sucede esto. ¡El plan Diosa Victoria no puede estar sufriendo tantos retrasos!

       —Podríamos enviar un tercer grupo de exploración, su ilustrísima —propuso el Shadow Warrior—. Quizá tengan más suerte que los otros y sepamos la verdad de que pasó realmente.

       —O una flota de naves de guerra sí lo desea —sugirió otro Shadow Warrior.

       El emperador de Caronia los miró con ferocidad.

       —¡Largo de aquí, conjunto de estúpidos! ¡Ya tuve suficiente de sus tonterías! ¡Sólo yo puedo averiguar lo que pasa!

       Los Shadow Warriors se marcharon apresuradamente con una expresión de terror en sus rostros. Era sabido que más de uno había ido a parar a los campos de prisioneros por hacer desesperar al emperador. La situación no pintaba nada bien. Cuando los guerreros se hubieran ido, el emperador arrojó su copa contra el suelo.

       —¿Por qué diablos está pasando esto? —murmuró para sí—. Tendré que usar mis poderes para saber qué fue lo que destruyó mis naves en ese universo. Lo más extraño de todo es que Emuri mencionó que todos los planetas estaban desapareciendo, pero eso no puede ser. De seguro ese estúpido perdió la razón por culpa del pánico.

       Planeta Ardunis (Santuario de los Guardianes)

       El Gran Maestre de la Orden, Vidarius de Águila, caminaba por un amplio pasillo alfombrado de rojo mientras escuchaba con atención las palabras de un hombre de cabello plateado y túnica blanca que lo acompañaba. Los dos llegaron a un amplio vestíbulo donde se detuvieron luego de bajar por una pequeña escalinata.

       —¿Un universo destruido? —murmuró el Gran Maestre, escéptico—. Eso no puede ser cierto, amigo mío. Los caronianos deben estar tratando de engañarnos enviando mensajes falsos a sabiendas de que lo interceptaríamos. No sería la primera vez que lo hacen para confundir a nuestros servicios de inteligencia.

       —Yo pensaba exactamente lo mismo, Gran Maestre —repuso el hombre de cabello plateado y túnica blanca—. Pero nos enteramos que hace poco enviaron una segunda misión al mismo universo donde se perdieron las primeras naves exploradoras desaparecieron misteriosamente. Eso lo supimos porque el Alto Mando despachó un par de exploradores encubiertos luego de interceptar la primera transmisión.

       Vidarius se acarició la barbilla.

       —¿Qué significara este fenómeno? Jamás supe de un universo que fuera destruido, aunque esa catástrofe bien podría obedecer a una causa natural. Supongo que lo que en este universo podría resultar incomprensible, en otra realidad sería algo perfectamente normal.

       —Pero, ¿y si no lo fuera, Gran Maestre? Existe la posibilidad de que tal destrucción haya sido causada por una persona, ya sea accidental o de manera deliberada. ¿Qué tal si fuera el resultado de algún tipo de arma y los caronianos lo averiguan?

       —Bueno, en todo caso, sí eso fuera cierto, el arma debería haber sido destruida cuando ese universo colapsó. Lo mejor será que continuemos vigilando a los caronianos y mientras tanto iré a meditar un poco. Quizá con un poco de paz pueda descubrir lo que sucedió en ese universo.

       —Me parece lo más adecuado, Gran Maestre —El hombre de cabello plateado y túnica blanca hizo una breve reverencia—. Si no le molesta iré a la sala de monitoreo para saber cómo va la misión del capitán Vaarnus.

       —Adelante, mi amigo, ve.

       Universo-20,040,117
       Perú.

       Cuando terminó de atravesar el portal luminoso, Oriana se mostró aterrada. Aquel sitio donde acababa de aparecer no era la ciudad de New York, sino un lugar que se encontraba a miles de kilómetros de distancia.

       —¡Oh no! —exclamó—. ¡Yuuko se equivocó de lugar!

       De inmediato reconoció las ruinas de la antigua capital del desaparecido Imperio de los Incas: Macchu Picchu. Oriana inspeccionó la zona con la mirada sin saber exactamente en que dirección comenzar a caminar. Se sentía bastante desorientada, pero prefirió verle lo divertido al asunto y respiró profundamente.

       —Bueno, al menos caí en un lugar donde hablan español y no piden visa. ¿Y ahora como hago para…?

       —No te preocupes, yo fui quien te trajo aquí.

       La joven se volvió por encima del hombro y descubrió a una hermosa mujer, de cabello azabache y  un rostro lleno de amabilidad y decisión. Tenía un vestido que le recordaba a las hermosas Musas del Parnaso y emanaba un aura llena de pureza y una bondad indudable.

       —¿Quién eres?

       —Mi nombre es Calíope y necesito de tu ayuda, Oriana Narváez. Pese a que no tienes mucha experiencia como otros héroes, tu valor y determinación son más que suficientes para defender tu mundo de la destrucción que se avecina. No queda mucho tiempo para decidir.

       No sabía la razón, pero Oriana no desconfió ni un instante de las palabras de su interlocutora. Su mirada y su palabra reafirmaban una verdad absoluta.

       —Pero hasta ahora… yo… —Oriana agachó la cabeza—. Tú misma lo dijiste; hace muy poco descubrí mis nuevos poderes. Quizás en este mundo debe haber otra persona que pueda ayudarte.

        Dio la espalda y comenzó a sentirse avergonzada cuando una mano cálida se posó en su hombro.

        —Prometo que te guiaré en el uso de tus poderes; además, no estarás sola. Otras personas se han unido a la lucha y de seguro estarán encantados de apoyarte. Te lo pido no como una diosa, sino como una amiga.

        La mirada de Oriana era de incertidumbre.

        —Y además, si lo logramos, te dejaré en tu casa —le dijo Calíope para animarla—. ¿Listo?

        —Bueno… —El rostro de la joven continuaba mostrando las dudas que albergaba, pero luego esbozó una sonrisa y tomó una decisión—. Veo que han depositado su confianza en mi persona para esto, pese a que no me siento preparada, pero… está bien. Si ustedes creen en mí, ¡No los defraudaré!

        —Entonces… ¡Vámonos!

        Y con ayuda de sus poderes, Calíope hizo que ella y Oriana desaparecieran de las ruinas de Macchu Picchu en un haz de luz.

       Celestia.
       Gran Biblioteca

       —¿En dónde estoy?

       Cuando la luz blanca a su alrededor desapareció, Dash se hallaba en una enorme habitación llena de incontables libreros y que no había señales de Calíope o de otra persona en ninguna parte. El techo parecía perderse en las alturas. Desde lo alto de las paredes le miraban gigantescos rostros humanos, delicadamente esculpidos en las delgadas columnas que sostenían el techo. El suelo, cubierto de baldosa, componía un complicado mosaico asimétrico. En las columnas había antorchas que disipaban la oscuridad con llamas de color verde jade. Comenzó a andar por los pasillos esperando encontrar a la mujer que lo había llevado a ese lugar o al menos alguien que pudiera decirle qué lugar era ese. Mientras deambulaba de un lado para otro empezó a preguntarse qué contenían todos esos libros.

       El Caballero Dragón se volvió sobre sus talones y descubrió una escalera que lo condujo hasta una sala superior donde escuchó el sonido de voces que atrajeron su atención. Cuando por fin llegó al último escalón se topó con una escena impresionante. La habitación servía de lugar de reunión para todos los que habían sido convocados por Calíope, de los diferentes universos a donde la musa había viajado. El guerrero saiya-jin Son Cort. Dina Kaiohshin del Suroeste. Sobek. El Centinela Kay Namura. Sailor Golden Star. La Cazadora de nombre Génesis. Los Guerreros Dragón Shiryu del Mar, Ryu del Cielo y Shoryuki de la Tierra. Los Guardianes Paul Tapia, Zafet y Kayani. Las Golden Warrior Nadia Zeta y Alfa y el hechicero Maurus. El Templario Charles de Sheringham, el Caballero de Oro Ankiseth de Escorpión y el Duque del Infierno Bael. La guerrera Oriana Nárvaez. La Caballero Celestial conocida como Casiopea, el Khan Fobos de Terror y el Espía Estelar llamado Eclipse. Todos distintos y únicos en su apariencia y portadores de una característica vital que Calíope consideraba necesaria.

       Shiryu se volvió para echar un vistazo hacia la entrada de la habitación donde Dash estaba mirándolos a todos con cara de asombro. No era difícil comprender la sorpresa del recién llegado. Era una reacción bastante natural que habían observado varias veces en algunos de los que habían visto llegar después que ellos.

       —Miren, otro más que invitaron a la fiesta. Seguro que tampoco tiene idea de dónde estamos o de quiénes somos. No había visto tantos sujetos disfrazados desde la última fiesta de Halloween.

       Ryu prestó atención, deseoso de saber si el recién llegado les diría algo sobre los motivos por los que los habían reunido ahí o simplemente se trataba de uno más de los invitados de Calíope. El Guerrero Dragón del Cielo cruzó su mirada con Dash y entonces percibió algo inusual que no había sentido antes en ninguno de los demás. Tenía una corazonada respecto a ese hombre, pese a que era un perfecto desconocido salido de quien sabe donde.

       —Ese sujeto tiene algo —murmuró en voz baja—. Su Ki me resulta vagamente familiar. Siento como si fuese un Guerrero Dragón igual a nosotros tres.

       —¿Un Guerrero Dragón dices? —repitió Shoryuki, dudosa—. ¿Cómo puede ser eso posible?

       Shiryu se volvió hacia sus compañeros de armas.

       —¿Creen que también provenga de nuestro mundo?

       —No lo sé la verdad y me intriga —contestó Ryu en tono pensativo—. Pero estoy seguro que pronto lo averiguaremos —hizo breve una pausa y levantó la cabeza para mirar el techo en forma de cúpula—. Lo que me gustaría es saber cuando vendrá esa mujer para explicarnos por qué nos trajo a este lugar y qué quiere de nosotros.

       —A mí me preocupa un poco más que no he dejado de percibir energías negativas de esos dos sujetos de por allá —comentó Shoryuki en referencia a Fobos y Bael—. Ambos poseen un Ki bastante poderoso y eso no me gusta nada.

       —Será mejor que tengamos cuidado hasta saber qué ocurre —dijo Shiryu.

       —Muchachos, miren a esa chica —les dijo Shoryuki en voz baja, haciendo un gesto con la cabeza para que miraran a Sailor Golden Star—. Su traje se parece mucho al de… .

       —Las Sailor Scout —dijo Shiryu, terminando la frase por su compañera—. Sólo que no se parece a ninguna de ellas. ¿Creen que sea una coincidencia? 

       Ryu resopló.

       —Esto se torna más intrigante a cada momento.

       Dash prosiguió su camino en silencio, posando su mirada en los diferentes rostros que encontraba a su paso y percibiendo las energías internas de todos. Gracias a esto supo que había gente de sentimientos nobles, algunos llenos de tristeza y otros que tenían una gran sed de poder o un marcado desprecio por los seres humanos. Cuando se percató de la presencia de Cort y de Kay Namura en el centro de la habitación, decidió ir hacia donde ambos estaban. Tal vez alguno de ellos podría informarle algo referente a la crisis de la que Calíope le había hablado antes de transportarlo a esa misteriosa biblioteca.

       Casiopea y Eclipse se hallaban conversando junto a una enorme columna cuando Dash pasó caminando a un lado de ellos. La Celestial y el espía todavía no lograban asimilar el hecho de que Calíope también hubiese traído al Khan Fobos de Terror, uno de los peores enemigos que los dos habían enfrentado en el pasado. Cuando Casiopea advirtió la presencia de Dash, no puedo evitar mirarlo con algo de curiosidad.

       —¿Quién será ese sujeto? —inquirió la Celestial.

       Eclipse se encogió de hombros.

       —Bueno, a juzgar por su rostro te puedo decir que no es el bibliotecario. ¿Por qué cree que Calíope habrá decidido traer a ese Khan? Pienso que quizá se equivocó y lo confundió con alguien más por error.

       —Tal vez haya sido así —convino Casiopea.

       —Vaya, vaya, miren nada más esta sorpresa —murmuró Fobos, mientras se acercaba a Casiopea y Eclipse con una sutil sonrisa en los labios. Las sarcásticas palabras del Khan también habían atraído las miradas de Génesis, Bael, Charles de Sheringham y de Ankiseth de Escorpión—. Pero si se trata de una Celestial del aire y un Espía Estelar. Bueno, la chica me advirtió que vería a algunos de mis enemigos, pero la verdad no esperaba esto.

       Casiopea frunció la mirada.

       —Más te vale que te mantengas alejado —le advirtió ella, pensando en lo que el Khan había hecho en el pasado—. Sé perfectamente que buscarás la menor oportunidad para hacernos daño. Te aviso que te mantendremos vigilado de cerca.

       —Por favor, me ofendes, princesa —repuso Fobos sin dejar de sonreír—. De hecho venía con la intención de pactar una tregua entre nosotros. ¿Qué me dicen a eso, amigos?

       Era una de las típicas actuaciones hipócritas de un guerrero de Abbadón. Trataba de aparentar una actitud conciliadora para ganarse la confianza de ellos y traicionarlos en el momento menos esperado. Pero había escogido a las víctimas equivocadas. Sí algo sabía hacer Eclipse era distinguir entre un mentiroso y alguien sincero. Incluso Casiopea se dio cuenta de la manipulación tan burda, pero dejó que fuera el espía quien pusiera las cosas en claro.

       —Creo que ya sabes lo que puedes hacer con esa tregua, fanfarrón —le espetó Eclipse con enfado—. Tú quieres ser el primero en declarar una tregua para ser el primero en violarla.

       El Khan los miró con desdén.

       —Me alegra ver que no son tan estúpidos como dicen, pero yo en su lugar me andaría con cuidado. Los accidentes suelen ocurrir en los momentos más inesperados, saben a lo que me refiero.

       —Adelante, inténtalo —Casiopea se puso en guardia—. Quiero ver que trates de hacerlo sí es que te atreves. No sé qué mentiras le dijiste a Calíope para que decidiera traerte a este lugar, pero en lo que a mí concierne solo necesito un motivo, malvado.

       —¿Es eso un reto, princesa? —replicó el Khan con sus puños iluminadas por un brillo violáceo—. Pienso que tal vez sería muy tonto de mi parte dejar pasar esta oportunidad de matarla junto con su mascota.

       —Mascota tu ancestra en patineta —protestó Eclipse.

       Las amenazas de Fobos y los insultos de Elipse llamaron la atención de algunos más, que comenzaron a acercarse para averiguar lo que estaba pasando. Casiopea estimó que tal vez Fobos se detendría cuando advirtiera que los estaban mirando, pero luego comprendió que eso le importaba muy poco al Khan.

       Dash finalmente llegó hasta Kay Namura y Cort. Los dos se encontraban charlando con un joven que Dash también reconoció de inmediato, aunque no recordaba su nombre. Se trataba de Paul Tapia, quien estaba presentando a sus compañeros Guardianes con Cort y Kay. Cuando todos descubrieron la presencia del Caballero Dragón, interrumpieron su conversación para volverse hacia él. Cort advirtió que a pesar del tiempo transcurrido, Dash se veía exactamente igual a la última vez que habían estado juntos en el planeta Adén y comenzó a preguntarse sí acaso Calíope no sólo los había traído de diferentes universos sino también de distintas épocas. Kay, por su parte, sabía que Dash no era la persona más cordial del mundo, pero igual le agradaba volver a verlo.

       —Cuando vi que estaban aquí pensé que me había equivocado —confesó Dash.

       —Lo mismo puedo decir —aseveró Cort con una sonrisa—. No creí que nos veríamos de nuevo.

       —Vaya, tú también estás aquí, Dash —dijo Paul bastante animado—. Que casualidad tan extraña es que volvamos a estar juntos como aquella vez en Adén. Deja que te presente a mis camaradas. Él es Zafet y ella es Kayani, también son guardianes como yo.

       Dash miró a los guardianes sin mucho interés.

       —Aún recuerdas lo de Adén a pesar de los años, ¿eh?

       —¿Años? —Paul puso cara de no entender a qué se refería Dash—. Pero sí eso ocurrió hace poco.

       El Caballero Dragón enarcó una ceja.

       —Mucho gusto, Dash —lo saludó Kayani de buena gana—. Paul nos estaba contando sobre su peculiar aventura en el planeta Adén y la batalla que todos ustedes libraron contra esos guerreros llamados Protectores.

       —Me doy cuenta que les han dicho todo —dijo Dash y luego dirigió su mirada hacia donde estaban Cort, Paul y Kay—. ¿Creen que tenga algo que ver lo de Adén en todo esto? Es decir, ¿no les parece raro que esa mujer nos haya buscado precisamente a nosotros tres?

       —Estaba pensando justamente en eso —contestó Kay—. No quiero hacer conclusiones hasta no averiguar un poco más. Calíope dijo que nos explicaría todo, pero no la hemos visto desde que aparecimos aquí.

       —¿Y qué lugar es este? —inquirió Dash mirando en derredor—. Parece una especie de laberinto lleno de libreros. ¿Alguno de ustedes ha visto a alguien más en otra parte que no sea esta habitación?

       Zafet negó con la cabeza.

       —No hemos encontrado a nadie fuera de los que ves aquí. He tratado de buscar la presencia de otras personas, pero por alguna extraña razón mis poderes no funcionan más allá de estas paredes.

       —A juzgar por lo que hemos visto —comentó Kay, pensativo—, todos los que aquí estamos provenimos de diferentes universos. Calíope habló de un grave peligro, pero ¿qué podría amenazar todas nuestras realidades al mismo tiempo? Sin duda debe tratarse de algo realmente importante para que se tomaran tantas molestias, pero lo que todavía no comprendo es qué papel juega ella en todo esto.

       —¿Dices que todos los demás vienen de otros universos? —inquirió Paul.

       —Hay tantos universos como el infinito —murmuró Kay.

       Cort dirigió su mirada hacia uno de los muros y trató de sentir cualquier Ki fuera de la sala donde estaban, pero no pudo hacerlo a pesar de usar toda la fuerza de su percepción. Fue en ese momento cuando oyeron que alguien discutía. El saiya-jin estiró el cuello para ver por encima de Dash y descubrió a Fobos amenazando a Casiopea y Eclipse.

       —Parece que esos de allá no se llevan bien —comentó Cort.

       —Ese sujeto de armadura negra posee un Cosmos maligno —señaló Dash—. Pude darme cuenta de eso desde que entré a esta habitación.

       —Nosotros también lo habíamos notado —dijo Zafet—. No comprendo cómo es que ese tipo llegó a este lugar, pero tal vez lo hizo con engaños.

       Kay asintió con la cabeza.

       —Él no es el único sujeto que despide energías negativas —Alargó un brazo para apuntar con su dedo a Bael y añadió—: ¿Ven a ese hombre con el casco con forma de cabeza de carnero? Su espíritu lleva consigo un gran cúmulo de sentimientos negativos, tales como el odio y rencor.

       Zafet se decidió. Caminó hacia donde estaban Fobos y Casiopea.

       —Será mejor que averigüe qué intenciones tiene el tipo de armadura negra y luego veremos al sujeto con cuernos —El Guardián de Plata se interpuso entre la Celestial y el Khan del Terror—. Disculpe, amigos, pero les aconsejo que guarden sus diferencias para otra ocasión. 

       —Apártate, entrometido. Nadie te llamó —le dijo Fobos, mirándolo en forma amenazante—. Será mejor que te metas en tus propios asuntos o me encargaré de enviarte con tus antepasados.

       —Nos reunieron en este lugar por una buena razón, no seas estúpido —replicó Zafet, frío como el hielo—. Deberíamos estar averiguando qué diablos sucede y por qué nos trajeron aquí. Además, no importa cuando poder tengas. Aquí habemos muchos dispuestos a colocarte en tu lugar.

       —Habla por ti mismo, humano —murmuró Bael con desdén—. Las disputas entre todos ustedes son un asunto tan aburrido que no me interesa en lo absoluto. Por mí ustedes pueden matarse si así lo quieren.

       —Tú también estás aquí por esa razón —dijo Zafet, mirando a Bael—. Así que es mejor que te calmes.

       —¿Te atreves a amenazarme? ¿Es eso? Debes saber que mi nombre es Bael, Duque del Infierno, y no acepto que me digas lo que tengo que hacer.

       Charles decidió intervenir antes de que las cosas fueran más lejos.

       —No hagas tonterías, demonio.

       —¿Demonio? —musitó Génesis mirando primero a Bael y luego a Charles. La cazadora empezó a llevar las manos hacia sus armas, mientras caminaba hacia el sitio de la discusión.

       —Estás abusando demasiado de tu suerte, Charles —replicó Bael con desprecio—. No olvides que tenemos un asunto pendiente que no he olvidado. Tu destrucción, así como la de tus compañeros, es sólo cuestión de tiempo.

       —Nadie destruirá a nadie por lo pronto —declaró Ankiseth—. Todos cálmense y relájense un poco. No me interesa si alguno de ustedes vive o muere, pero sería una tontería ponernos a pelear entre nosotros antes de averiguar por qué nos trajeron a aquí.

       —Así que Calíope también trajo a alguien de tu maldita especie, demonio —dijo Génesis de repente, al tiempo que se detenía a unos pasos de Bael y Ankiseth y atraía la atención de ambos—. Tantas presencias juntas me confundieron y por eso no percibí tu peste al principio, pero no importa. ¡Ahora que no hay dudas cumpliré con mi trabajo y te exterminaré de inmediato!

       El Duque del Infierno miró a Génesis con indiferencia.

       —¡Jum! Parece que tenemos otra impertinente con una lengua demasiado afilada —murmuró Bael, sonriendo ante la mirada iracunda de la cazadora—. No sé porqué tengo que soportar sus impertinencias y discusiones sin sentido. Debería mandarlos al olvido de una buena vez por todas.

       —Por mi está bien —Génesis desenvainó su espada sin previo aviso y la sostuvo con ambas manos ante la mirada de todos—. Juguemos entonces, demonio.

      La mano derecha de Bael se cerró hasta formar un puño.

       —Créeme que será todo un placer mostrarte el camino al infierno, niña.

       —¡Anda la osa! —se escuchó gritar a Eclipse—. ¡Que machetote!

       —¡He dicho que sin tonterías! —Charles se interpuso entre Bael y Génesis antes de que alguno de los dos decidiera lanzar el primer golpe—. Si yo puedo poner mis diferencias de lado ustedes también lo harán —A continuación, volvió la mirada hacia Génesis y dijo—: Escucha, niña, seas quien seas no permitiré que vengas a crear más caos antes de averiguar el porqué todos estamos aquí.

       La chica se mordió el labio inferior, mientras procuraba tragarse su coraje. Había permitido que sus emociones la dominaran en vez de actuar con la cautela propia de una cazadora. Luego de un instante, la chica bajó lentamente su arma. La cazadora y el Templario intercambiaron sus miradas y eso basto para que Charles notara la frialdad que relucía en el profundo azul de los ojos de Génesis.

       —Nunca pensé que hubiera alguien tan loco como para defender a un demonio —murmuró Génesis mientras guardaba su arma en la funda—. Está bien por ahora, pero cuando todo esto termine esa criatura probará el frío de mi espada.

       —Pero que chica tan insolente —musitó Bael con malestar, aunque no podía dejar de sentir una cierta intriga por el feroz comportamiento de Génesis—. Juro que sí vuelve a hablarme de esa manera nadie me impedirá darle un escarmiento.

       —Entonces te enfrentarás a mí —le advirtió Casiopea—. A mí tampoco me agradan mucho los demonios. 

       Fobos dio un paso al frente y cuando habló lo hizo en un tono agresivo. La espera lo volvía más impaciente.

       —¿Saben una cosa? Creo que me importa un demonio las razones por las que esa tal Calíope quiso traernos aquí y tampoco me interesa saber quiénes son ustedes. Lo único que sé es que esa Celestial es mi enemiga y mi deber es destruirla. Y a los demás les digo que más les vale no meterse conmigo porque podría decidir empezar a matar gente.

       —Créeme que nada me causaría más placer que hacerte pedazos ahora mismo —replicó Zafet, endureciendo el tono—. Pero a como lo veo tienes dos opciones: Bien podemos matarnos entre los dos o dejar nuestras diferencias para otra ocasión.

       —Me gusta más la tercera opción donde tu cabeza y la de tus amigos caen —dijo Fobos y sus ojos destellaron de maldad—. ¿Quieres enfrentarme? Adelante, insolente. Soy muy superior a todos ustedes, excepto quizás a ese sujeto llamado Bael. ¡Sólo él podría ser llamado mi igual!

       Desde el lugar donde estaba, Génesis se cruzó de brazos y suspiró mientras contemplaba lo que pasaba tratando de serenarse. No era que le importara mucho si aquellos tres machos se rompían la cara a golpes, pero cazar demonios era para lo único que ella vivía, ya fueran los lilims de su mundo o las criaturas infernales de cualquier otro lado. Ella siempre despreciaría a las criaturas infernales y no necesitaba pensarlo dos veces antes de decidirse a destripar a cualquier demonio que tuviera enfrente.

       —No creo que con palabras logren hacer que ese tipo se calme.

       —Tú lo has dicho —convino Shiryu, alistándose para lo peor—. Pero veremos si es tan bueno como presume.

       —¿En dónde estará Calíope? —preguntó Oriana sin dirigirse a nadie en concreto.

       El Khan del Terror estaba listo para darle un puñetazo en el rostro al Guardián de Plata que tenía al frente, pero en ese instante la voz de Calíope resonó por el enorme salón y atrajo la atención de todos los ahí reunidos. Los distintos rostros se fueron elevando para mirar a la musa. Sujetando el borde de un balcón ubicado cerca del techo, Calíope contemplaba a los diferentes guerreros del Multiverso acompañada por sus hermanas Clío y Urania.

       —Disculpen que los haya hecho esperar, amigos, pero debía atender otros asuntos. Como ya les había dicho antes, mi nombre es Calíope, soy una musa y los traje aquí, a la Gran Biblioteca de Celestia, porque sus universos están a punto de morir.

Continuará… .

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