Leyenda 146

LA LEYENDA

por Asiant y Uriel

CAPÍTULO CXLVI

CONFLICTO EN EXPANSIÓN

       Atalaya (satélite base de la JLU)
      En órbita sobre Tierra-0

      —Mi universo es similar al suyo en muchas formas —estaba explicando Aristeo, todavía aprisionado en la jaula de energía verde creada por Green Lantern—. Pero muy diferente en otras —añadió el Maestro Celestial—. Por ejemplo, en mi universo existe un planeta azul como el que orbitamos, pero a diferencia de éste, la Tierra que conozco se halla en los albores del siglo XXIV. Al parecer el tiempo es distinto entre los universos.

      —Mencionaste que eras el líder de una Orden casi extinta —le recordó el Martian Manhunter—. ¿Ése es el motivo de tu presencia aquí?

      Aristeo asintió con la cabeza.

      —Durante millares de generaciones, los Caballeros Celestiales fuimos la fuerza más poderosa y respetada en toda la galaxia. Actuábamos como guardianes y garantizábamos el orden, la paz y la justicia, pero fuimos destruidos sistemáticamente por un Imperio de guerreros poderosos. En la actualidad sólo quedamos unos cuantos con vida luchando contra una oscuridad que amenaza todo.

      Superman, el Último Hijo del extinto planeta Krypton, mostraba un semblante sereno mientras Aristeo narraba la historia de la leyenda y la guerra que se había desencadenado contra el Imperio de Abbadón. Los miembros fundadores de la JLU, el Dr. Fate, Raven y Zatanna escuchaban atentamente, murmurando en ocasiones algún comentario entre ellos. Era una historia fascinante que les absorbía por completo; sorprendiéndolos a veces y desconcertándolos en otras.

      En unos minutos, Aristeo les relató las batallas libradas a través de doce universos, detallando cómo los Khan y sus aliados habían invadido una Tierra paralela y otra también, apoderándose de las Gemas Estelares, hiriendo o matando a los héroes que se les oponían en el camino y amenazando con hacer lo mismo en otras realidades apenas consiguieran sus metas. El objetivo inicial del Emperador N´astarith sería reunir las doce Gemas Estelares, abrir el Portal Estelar para viajar a Celestia, y controlar el poder del Aureus. Y luego iría dominando una realidad tras otra, sumiéndolas en el caos y la desesperación, alimentándose de las energías negativas que se desatarían en su paso por cada universo paralelo, hasta cubrir toda la Existencia de oscuridad y dominarlo todo, siendo más fuerte, más poderoso, hasta llegar a la plena omnipotencia.

      Al final, el Hombre de Acero volvió su mirada hacia el Martian Manhunter.

      —J´onn, ¿puedes corroborar lo que ha dicho?

      El marciano miró intensamente los azules ojos de Aristeo y trató de penetrar su mente, pero el Maestro Celestial poseía unas fuertes defensas mentales. J´onn J´onzz pronto se dio cuenta que estaba impedido de acceder a los pensamientos y las sensaciones del anciano.

      —Tristemente, Superman, no puedo entrar en su mente —reconoció J´onn J´onzz al fin—. Este individuo tiene un escudo psíquico que bloquea mis habilidades telepáticas. Puedo sentir una mente dentro de él, pero no puedo accesar a ella.

      —Eso es debido a la fuerza del Aureus —les aclaró Aristeo—. Uno de los muchos efectos de utilizar este poder es que genera en los alrededores de mí cabeza un aura especial llamada «Halo». Este Halo neutraliza cualquier intento de escudriñar mi mente y mis emociones.

      —Entonces esa es la razón por la que tampoco he podido percibir nada —reveló Raven de pronto—. Mis poderes empáticos me permiten sentir los sentimientos y emociones de los demás, pero algo me ha impedido hacerlo contigo.

      —Debo confesar que me siento intrigado por la naturaleza de ese poder llamado Aureus que utiliza Aristeo —dijo el Dr. Fate en tono pensativo—. No se trata de algún tipo de magia, pero puedo sentir una cierta aura de misticismo emanando de este hombre. Me pregunto si los Señores del Orden sabrán algo sobre el Aureus.

      —Yo también percibo lo mismo —comentó Zatanna.

      Wonder Woman se llevó las manos a su cintura y luego alzó su lazo mágico.

      —Quizá podamos usar el Lazo Dorado de Gea —sugirió la amazona—. Ningún ser vivo puede ser atado a él y seguir mintiendo.

      Aristeo extendió una mano a través de los barrotes de energía verde para tomar el lazo mágico que Diana le ofrecía. El Lazo de la Verdad, como también era conocido, había sido forjado por el mismísimo dios Hefesto a partir del Cinturón dorado de Gea que alguna vez portó Antíope, la hermana de la reina Hipólita de las amazonas. El lazo era irrompible y capaz de sujetar a seres tan poderosos como el propio Superman o el Captain Marvel. Debido al poder concedido por el fuego de la diosa Hestia, el lazo podía obligar a cualquiera que estuviese sujeto a él dijera la verdad. Se rumoraba que el fuego de Hestia contenido en el lazo era capaz de curar incluso la locura de un dios.

      —Haré algo más, mis amigos. Bajaré la intensidad del Halo que me protege y así podrán acceder a mi mente y emociones. Lo haré como una demostración de confianza para con ustedes —hizo una pausa y miró el inescrutable rostro de J´onn J´onzz—. Sólo te pido respeto por mis recuerdos que son lo único que en verdad podemos atesorar por siempre. No sólo dejaré que veas lo que hay en mi mente, sino mi vida completa porque es el mejor testimonio de lo que está en juego.

      —Te lo agradezco —repuso el Martian Manhunter.

      De pronto, el marciano se vio envuelto por un fluir de imágenes que recorrían de prisa su conciencia… .

      

      Aristeo, de joven, entrenando como un dedicado aprendiz junto con otro aspirante a Caballero Celestial de nombre Azarus. Los dos entrenaban y reían como buenos amigos, casi como hermanos… .

      

      J´onn J´onzz comprendió que aquel hombre creía en la Libertad, la Verdad y la Justicia tanto como cada uno de los miembros de la JLU, que esos ideales habían formado parte de la vida de Aristeo desde sus primeros años de vida… .

      

      De pie, emocionado y orgulloso, ante las huestes de Caballeros Celestiales que lo aclamaban, porque lo habían designado el nuevo Gran Maestro de la Orden y Guardián de la Chispa del Aureus. Luego miraba hacia su costado y detectaba la sombra de la envidia y la rabia que asomaban en el rostro de su amigo Azarus… .

      

      Aristeo no pudo evitar sentirse conmovido ante la serie de recuerdos, emociones y vivencias que les mostraba a J´onn J´onzz y a Raven por separado. Eran sucesos que habían ocurrido hacía casi una vida, pero el Maestro Celestial todavía los percibía como algo reciente.

      

      La emoción con la que Azarus miraba la chispa de Aureus que Aristeo estaba dispuesto a compartir con él. Cómo confiaba en que su amigo usaría el poder para poner en alto los ideales de la orden y llevar el equilibrio a una galaxia que se convulsionaba debido a conflictos políticos… .

      

      Raven podía sentir como propia la tristeza de Aristeo y la soledad que lo embargaba cuando iba reviviendo uno por uno aquellos recuerdos. Eran sensaciones que la empática mestiza conocía tan bien que sintió algo de pena propia por el pesar de aquel hombre.

      

      La censura del Consejo de los Celestiales que Aristeo presidía fue absoluta y condenaron a Azarus por sus ideas de usar la fuerza para dominar. La ira que percibió en Azarus… el deseo de buscar un nuevo maestro que le ofreciera lo que los Celestiales le negaban. Aristeo entendió que ese hombre, ese Señor Oscuro ejercía una influencia mayor de la que Azarus aceptaba. El que fuera su mejor amigo había entregado los secretos del Aureus a la sombra. Las guerras interestelares que se sucedieron en los siguientes años causaron la debacle de la Orden de los Celestiales y Aristeo siempre se culparía por ello.

      

      —Está diciendo la verdad —concluyó J´onn J´onzz—. Ha venido desde otro universo paralelo buscando ayuda y la historia que nos contó es totalmente cierta. La guerra que ocurre en su universo se ha expandido a otras realidades y amenaza con llegar a la nuestra si no actuamos.

      El Hombre de Acero volvió la mirada hacia Green Lantern.

      —Libéralo, Hal —le indicó Superman.

      La celda esmeralda que aprisionaba a Aristeo se deshizo en un parpadeó y Green Lantern bajó su puño.

      Aristeo tomó la palabra nuevamente.

      —Las barreras entre los universos han sido debilitadas intencionalmente y ahora muchas realidades están en peligro. N´astarith planea causar una especie de hecatombe cósmica para barrer con cualquier oposición y luego invadirá cada universo para eliminar los últimos conatos de resistencia.

      —Entonces debemos actuar antes de que lo haga —le dijo Superman, poniéndose de pie—. Reuniremos a cada miembro de la JLU y llamaremos a los demás equipos de súper héroes en la Tierra. Si es necesario incluso podemos contactar con la JSA de Tierra-2 y les explicaremos la situación.

      Pero el Maestro Celestial bajó la mirada con pesar.

      —Me temo que no será suficiente, Superman. N´astarith posee un ejército enorme y poderoso. He meditado en esto seriamente antes de venir a vuestro universo y necesitaremos más ayuda.

      —¿Más ayuda dice? —inquirió Hal Jordan.

      —Sí —repuso Aristeo, alzando el rostro—. Deberé hablar personalmente con los Guardianes del Universo y solicitar la ayuda del Green Lantern Corps, así como de Sinestro y otros Corps que basan su poder en el espectro emocional. También sería conveniente contactar a los New Gods de New Genesis y a otros imperios estelares. Los héroes de toda la Existencia son la única esperanza para mi universo y el de todos los demás para frenar a N´astarith.

      —No lo tomes a mal —dijo Green Lantern—, pero convencer a los Guardianes no será tan simple como parece. Por no decir que persuadir a Sinestro y a su Corp de ayudarnos será casi imposible.

      —Le convenceré —les aseguró Aristeo, exhibiendo una confianza que llamó la atención de Hal Jordan—. Sinestro me escuchará, ya que incluso él y su Corp se verán amenazados sí este universo cae ante N´astarith.

      —Te ayudaremos —dijo Superman, acercándose al Maestro Celestial—. Pero antes necesitamos un plan.

      —Yo ya tengo uno —repuso Aristeo. A continuación cerró sus ojos y se concentró en su interior. Un resplandor comenzó a rodearlo y la fuerza del Aureus penetró profundamente bajo la piel, en lo más secretos rincones de sus células, y a medida que lo hacía, el halo de luz que lo cubría se fue acrecentando hasta que, de la nada, hizo su aparición un segundo Aristeo a la derecha del primero. Era idéntico hasta en el más ínfimo detalle.

      —Gran Hera —musitó Wonder Woman, impresionada.

      —¿Cómo hiciste eso? —quiso saber Hal Jordan—. ¿Acaso se trata de una ilusión o es tu gemelo perdido?

      —Es impresionante —murmuró Aquaman.

      —Se conoce como el arte de la Bilocación —explicó uno de los dos Maestros Celestiales—. El Aureus no sólo protege mi mente y mis emociones por medio del Halo que les mencioné, sino que es la llave para una serie de…

      —… habilidades extraordinarias —dijo el segundo Aristeo, continuando con la explicación—. La Bilocación me permite dividirme y así acudir a varios lugares al mismo tiempo. Mi mente y mi poder ahora habitan en dos cuerpos.

      —Interesante truco, pero ¿para qué hiciste eso? —quiso saber Flash.

      Los dos Aristeos se volvieron hacia el Hombre vivo más rápido de aquel mundo en perfecta sincronía.

      —En estos momentos, mis amigos están enfrentando a las fuerzas de N´astatith y debemos ir a ayudarlos. Pero también es necesario que acuda a Oa para dialogar con los Guardianes del Universo y luego buscar a Sinestro.

      —De acuerdo —asintió Superman—. Esto es lo que haremos. Black Canary, Doctor Fate y Raven se quedarán para reunir a toda la Justice League y contactar a los demás equipos. El resto de nosotros iremos con Aristeo a su universo.

      —Me pondré a trabajar de inmediato —anunció Black Canary—. Raven contactará a los Teen Titans y el Dr. Fate a la JSA en Tierra-2

      —Os lo agradezco desde el fondo de mi corazón —dijo uno de los dos Aristeos, alzando su cayado—. Pero antes de ir a mi universo, debemos hacer escala en otro mundo paralelo, un mundo conocido como Tierra-616.

      Planeta Adur.

      El Santo de Oro de Escorpión avanzaba con determinación hacia el sitio donde Mu de Aries y Aioria de Leo luchaban contra Tiamat. Estaba decidido a apoyar a sus camaradas para derrotar al Khan del Dragón de una vez por todas. Nada ni nadie se lo impediría. La Scarlet Needle y los golpes a la velocidad de la luz abatían a cualquier Shadow Trooper, gnomulón inorgánico o esbirros del Ejército del Mal que pretendían bloquear el paso de Milo. La mayoría de los enemigos que lo retaban ni siquiera podían resistir más de una o dos Scarlet Needles antes de desfallecer en el suelo de dolor o eran aniquilados por las ráfagas del ardiente Cosmos. Sencillamente, ninguno de ellos era rival para un Santo de Oro.

      De pronto una figura voladora descendió de los cielos y aterrizó de golpe justo delante del Santo de Oro, generando una atronadora explosión de Chi que levantó una cortina de tierra y polvo y lanzó rocas en todas direcciones.

      —¿Quién eres tú? —preguntó Milo, frenándose de golpe.

      En respuesta, el recién llegado se irguió, extendió un brazo al frente y abrió una mano para generar un brillante resplandor de Chi desde su palma. Una ráfaga de luz bañó al Santo de Oro completamente y logró empujarlo algunos metros hacia atrás, aunque no consiguió derribarlo para desagrado del agresor.

      —Te diré que jamás he dejado que alguno de mis oponentes muera sin saber mi identidad —anunció el guerrero cuyo rostro se mantenía en el misterio debido a la nube de polvo—. Ahora sabrás que mi nombre es Isótopo y que mí poder es el más grande entre todos los poderosos Guerreros Sagrados de la Casa Real de Megazoar.

      —¿Guerreros Sagrados de Megazoar? —inquirió Milo, dudoso. En su mente se abarrotaron los recuerdos de la batalla en el Santuario contra los guerreros del Imperio de Abbadón y fue recordando los detalles de lo sucedido—. Ahora comprendo. Tú formas parte del grupo de guerreros que ayudaron a los Khan durante el asalto a las Doce Casas.

      Isótopo asintió y le apuntó con un dedo índice.

      —Y tú eres Milo de Escorpión, uno de los Santos de Oro del Santuario, ¿verdad? Tiamat y los demás me pusieron al tanto de cómo tus camaradas osaron enfrentar a varios Guerreros de la Casa Real. Es molesto pensar que unos meganianos tan honorables y poderosos como lo eran mis compañeros, hayan sido muertos de forma tan miserable por un grupo de terrícolas. Es un verdadero insulto para Megazoar, pero ahora me encargaré de lavar esa terrible ofensa.

      —¿Cómo puedes decir semejantes tonterías? —replicó Milo, frunciendo el entrecejo con furia contenida—. Ustedes atacaron el Santuario, ayudaron a los Khans a esparcir la destrucción por diferentes mundos y encima trataron de matar a Atena. ¿Qué clase de honor hay en eso? ¡Responde!

      —Un estúpido terrícola, aunque provenga de otro universo, jamás lo comprenderá.

      —¿Qué?

      —Nosotros, los meganianos, somos una raza muy superior a la terrestre. A diferencia de tu miserable especie, nosotros somos casi dioses que hemos perdurado por millones de ciclos estelares y una vez casi dominamos la galaxia por completo. Estamos destinados a la grandeza.

      —¿Y ahora le sirven a N´astarith? —apuntó Milo sagazmente—. Hablas de grandeza y honor, pero tú y tus camaradas han elegido servir a un despiadado asesino.

      La rabia de Isótopo aumentó a la par de su propio Chi. Al meganiano se le revolvía el estómago simplemente con pensar que ahora era un títere al servicio del Emperador N´astarith y que el planeta Megazoar había sido destruido. Se sentía asfixiado por la ira y la impotencia que bullían en su interior.

      Una explosión intensa de Chi salpicó a Milo, que se vio obligado a protegerse los ojos con el brazo derecho. El brazo de Isótopo se movió velozmente y en un instante arrojó múltiples esferas de luz que vapulearon todo el cuerpo del Santo de Escorpión y lo derribaron. El aura de Isótopo vibraba furiosamente.

      —¡Todo eso es por culpa de los terrestres! Sí no hubiera sido por ustedes, el Emperador Mikael jamás hubiera adoptado el estúpido nombre de Francisco Ferrer, ni se hubiera vuelto un cobarde y jamás habría renunciado a la expansión de nuestro dominio. ¡Los terrestres son los únicos culpables y deben morir!

      —No entiendo de qué demonios estás hablando —replicó Milo a la vez que se incorporaba lentamente—. Tampoco me interesa nada que tenga que ver con la supuesta grandeza de tu raza. Pero lo que sí sé es que no me impedirás que ayude a mis camaradas a derrotar a N´astarith.

      —Tú y tus compañeros morirán —sentenció Isótopo—. N´astarith no puede ser vencido por nadie, así que aquellos que le servimos podremos participar en el Nuevo Orden que pronto será establecido. Cuando eso suceda, reconstruiré la sociedad meganiana desde las cenizas y la llevaré a la grandeza que merece.

      —No lo permitiremos —le aseguró Milo con firmeza—. La diosa Atena nunca dejará que un ser maligno como tu Emperador sojuzgue nuestra Tierra o cualquier otro mundo en el que haya personas inocentes. Será mejor que te prepares, Isótopo, porque voy a derrotarte.

      —Un terrícola jamás podrá ganarme —dijo el meganiano. Lucía ahora una sonrisa burlona, la que reservaba cuando quería mostrar su desprecio hacia todos aquellos que consideraba inferiores—. Los meganianos somos prácticamente inmortales y mucho más evolucionados que los humanos.

      —Y sin embargo tus camaradas cayeron ante Aioria y los demás —le recordó Milo, haciendo arder su Cosmos hasta que todo él quedó cubierto por un aura de luz dorada. El Santo del Escorpión se despojó de su capa y la arrojó al suelo—. Quizá los humanos seamos inferiores a otros seres, como los dioses o los meganianos, pero Seiya y los otros Santos de Bronce han demostrado una y otra vez que las batallas se deciden por la intensidad del Cosmos.

      —¿De qué estás hablando? —le preguntó Isótopo con burla—. Nunca podrás vencerme porque soy el más poderoso de los guerreros de Megazoar. Ustedes los Santos de Atena no tienen el poder para retarme.

      —No me interesa nada que tengas que decir, miserable —Milo extendió su brazo derecho para atacar—. El ataque del escorpión… .

      País de Edo.

      Al volver la mirada hacia atrás, la sacerdotisa Kikyou pudo percibir la presencia de Kagome Higurashi a algunos metros de distancia. Quedaba poco tiempo antes de que Inu Yasha y su grupo les dieran alcance, pero Malabock no parecía ni siquiera preocupado en lo absoluto por ese detalle. El hechicero estaba más que fascinado con el poder que emanaba la joya de Shikon y ya había comenzado a emplear sus energías para incrementar su magia negra. Sólo era cuestión de unos instantes para que terminara de realizar un conjuro que les permitiría viajar al planeta Adur.

      Malabock estaba recitando una letanía de frases en un lenguaje incomprensible para Kikyou cuando de la nada surgió un oscuro agujero en medio del aire. Se trataba de un portal creado a base de pura magia negra que los transportaría a través del tiempo y el espacio hacia un universo paralelo.

      —Debe acompañarme, señorita Kikyou —le dijo el hechicero—. Las personas que me enviaron a su mundo tienen grandes planes y usted puede ser parte de ellos. ¿Qué le parece la posibilidad de una nueva vida en un mundo en el que no tuviera que llevar una existencia consagrada a la joya de Shikon? Apuesto a que no suena mal, ¿o me equivoco?

      —¿Y qué tendría yo que hacer para recibir esa nueva vida que menciona?

      —Ayudarnos a destruir a nuestros enemigos —repuso Malabock—. Señorita Kikyou, quiero que sepa que las personas que represento buscan crear un mundo perfecto y ordenado. Imagine un mundo en el que los seres humanos no conozcan el hambre, la enfermedad o la guerra, un mundo sin youkais o hanyous. Sería como un sueño, ¿no es cierto? Bueno, en ocasiones, los sueños se cumplen.

      —Parece que he escuchado algo muy curioso —dijo una silueta que venía de entre los árboles. Kikyou reconoció la voz del medio hermano de Inu Yasha. Sí, era nada más y nada menos que Sesshomaru—. Hablas de crear un mundo en el que los humanos vivan en paz, lo cual no deja de ser un total absurdo considerando las continuas guerras que se han librado a través de los años.

      —¿Qué es lo que buscas aquí, asqueroso youkai? —le preguntó Malabock con desdén. El hechicero ocultó la joya de Shikon bajo los pliegues de su túnica—. ¿Acaso eres un aliado del demonio Naraku que ha venido por la joya de Shikon? Te ordeno que respondas ahora mismo.

      —¡Oye! —exclamó Jaken, saliendo de los matorrales y agitando el báculo de dos cabezas que llevaba—. ¿Cómo te atreves a hablarle de esa manera al gran señor Sesshomaru, humano insolente? Él es un daiyoukai. Te vas a arrepentir.

      El hechicero oscuro soltó una carcajada.

      —¿Pero qué es esto? Otro insignificante youkai con aspecto de renacuajo.

      Jaken montó en cólera en el acto y comenzó a agitar un puño en el aire.

      —¿Qué? ¿Renacuajo? ¿Cómo te atreves? Te voy a… .

      —Guarda silencio, Jaken —lo calló Sesshomaru con indiferencia—. Aún no he terminado de hablar con este humano —hizo una pausa y dirigió sus palabras hacia Malabock—. No me interesa en lo absoluto esa miserable joya. Si estoy aquí es porque percibí el detestable hedor de Naraku cerca de aquí.

      —Naraku está muerto —dijo Malabock con orgullo—. Yo mismo lo asesine, como podría hacerlo contigo y ese renacuajo si no se marchan ahora mismo. No le temo a los youkais o a los hanyous.

      Sesshomaru frunció el entrecejo.

      —¿Y exactamente cómo planeas hacerlo, humano?

      La mano izquierda de Malabock se movió hacia el daiyoukai, liberando un atronador relámpago negro que Sesshomaru capturó con la hoja de su espada Tokijin. La fuerza del ataque impresionó tanto a Jaken como a la misma Kikyou, pero Sesshomaru resistió aquel embate con estoicismo.

      

      

      Planeta Adur.

      Eneri, con su Chi en plena ebullición, extendió una mano hacia lo alto y la cadena oscura que sostenía en su palma salió disparada en dirección a Ikki con la misma velocidad que la luz. La Khan de Cancerbero exclamó a viva voz:

      —Chain Hunter!! (¡¡Cadena Cazadora!!)

      La punta de la cadena alcanzó al Santo del Fénix en el aire y se enroscó en su muñeca derecha en el instante éste realizaban un ataque.

      —Hou Yoku Ten Shou!! (¡¡Ave Fénix!!)

      El puño de Ikki se detuvo a menos de un dedo del rostro de Aicila, que sonreía con malevolencia, a sabiendas de que la cadena de Eneri detenía el brazo del Santo del Fénix y le impedía a éste último tocarla.

      —¿Qué? —exclamó Ikki.

      —No creíste que iba a permanecer al margen, ¿o sí? —se burló Eneri, provocando que Ikki volviera la mirada por encima del hombro—. A diferencia de los Santos, nosotros los Khan creemos que todo se vale con tal de vencer —hizo una pausa y sonrió malévolamente—, incluso atacar a traición.

      Pero Ikki no tuvo tiempo para replicar, menos para defenderse. Aicila dio un rápido giro en el aire y tomando ventaja de la ligera distracción de su adversario, le descargó una patada en el pecho. El impacto fue de tal magnitud que sacó chispas al peto de la Cloth e hizo que Ikki cayera bruscamente hacia el suelo. El Santo del Fénix se fue a estrellar de espaldas contra el suelo, generando un pequeño cráter a su alrededor, a diferencia de Aicila, que aterrizó sin problema sobre sus piernas.

      —Pobre Ikki —se burló la Khan de Arpía—. Admito que derrotar a un Khan puede ser considerado algo excepcional, un milagro si así deseas llamarlo —guardó silencio un instante y avanzó un par de pasos—. Pero desafiar a cuatro de ellos al mismo tiempo no es un acto de valentía, sino de una estupidez enorme.

      —Sin olvidar el detalle de que conocemos tus ataques —comentó Fabia de Quimera, cruzada de brazos—. No creas que pasamos por alto el modo en que venciste a Cyntial usando esa técnica de la ilusión. Fue una buena estrategia, Fénix, pero no volverá a funcionar con ninguno de nosotros.

      —Ahora te mataremos junto con tu hermano Andrómeda y Seiya —sentenció Bal de Gárgola, dirigiendo una rápida mirada hacia donde se encontraban inconscientes los otros dos Santos de Bronce—. Los guerreros de Abbadón siempre cumplimos nuestras promesas de muerte.

      —Maldición —musitó Ikki, alzándose con lentitud.

      —Espera un momento, Bal —le detuvo Aicila, levantando una mano—. Antes tiene que decirnos cómo llegó a nuestro universo. No creas que aceptaremos que llegaste a este lugar usando la pobre tecnología de tu primitivo mundo, Ikki. Eso sería un chiste.

      —¿Por qué no lees mi mente y lo averiguas? —los retó Ikki, con una rodilla todavía en el suelo—. Creí que ustedes eran tan poderosos que podían saber todo de mí con sólo captar mis pensamientos.

      —Seguro —se rió Bal—. Esto te va a doler más a ti que a mí.

      El Khan agachó la cabeza ligeramente y usó su telepatía para internarse dentro de la mente de Ikki. El Santo de Bronce puso los ojos totalmente en blanco y su cabeza comenzó a balancearse de un lado a otro. La embestida psíquica era realmente poderosa, pero Ikki mantenía una fuerte barrera en torno a su consciencia.

      Bal redobló sus esfuerzos en un intento por llegar a los pensamientos más íntimos de su victima y eso le provocó a Ikki una serie de intensas oleadas de dolor que se sucedían una tras otra, pero el Santo la resistía con una fortaleza que impresionó malamente al guerrero de Abbadón. ¿Cómo era posible que hubiera alguien que se le resistiera de aquella manera? Los Khan eran extremadamente poderosos, poseían el don de la telepatía e Ikki sólo era un insignificante humano de un todavía más insignificante planeta en una realidad paralela.

      Y sin embargo, Ikki resistía.

      —No —murmuró Bal lentamente—. ¡No puede ser! ¡Se está resistiendo!

      —Pero sí es un miserable terrícola —dijo Aicila, desconcertada—. Esto no tiene sentido. Jamás he sabido de un terrestre que fuera lo suficientemente fuerte para evadir un escaneo telepático, aunque se tratara de un humano de una Tierra paralela.

      —¡Por mí mucho mejor! —exclamó Bal con fuerza, incrementando su asalto mental sobre la mente de Ikki con más intensidad y furia—. ¡Le mostraré a este miserable terrícola lo inútil que son sus defensas! ¿Lo escuchaste, Ikki? ¡Tomaré tus pensamientos, tus recuerdos más queridos y luego aplastaré tu cerebro!

      Pero no pudo hacerlo.

      El poderoso ataque telepático de Bal de Gárgola topó con un fuerte muro hecho de pura voluntad. Ikki sufrió un leve tambaleó y débilmente trató de levantarse. El Santo del Fénix mostró un rostro duro como la Cloth que portaba, apretó los puños y se irguió.

      Bal retrocedió unos pasos y lanzó una mirada llena de ira contra Ikki.

      —¡Maldito seas, Fénix! No sé cómo lograste hacerlo, pero pudiste bloquear mi sondeo telepático.

      —Eso es porque mi mente no es tan fácil de manipular, Bal —replicó Ikki, esbozando una sonrisa sutil—. En el pasado, yo mismo sufrí los terribles efectos del Hou Ou Gen Ma Ken en un par de ocasiones y eso me permite resistir tus ataques mentales.

      —Eso significa que no podremos leerte la mente —El Chi de Eneri comenzó a incrementarse de nuevo. La Khan de Cancerbero hizo girar la cadena que llevaba en su mano izquierda y la dirigió velozmente contra la cabeza de Ikki—. ¡Perfecto! Te sacaré la información del modo difícil.

Espacio cercano a Adur.

      Dos formaciones de cazas Lightning V-4 se separaron del grupo principal. Los combatientes de los escuadrones Skull y Wolf se lanzaron en picada contra la superficie del USS Enterprise disparando una tanda de múltiples mísiles. Los blancos situados en las miras de Joseph Black eran tan estables como nutrido el fuego de las armas rail de las baterías antiaéreas del enemigo.

      Uno de los mísiles desencadenó un gran incendio en la borrosa superficie de abajo, incendio que continuaría hasta que el personal de la nave norteamericana lograra interrumpir la corriente de aire de la sección dañada.

      Las ráfagas de los cañones rail del USS Enterprise creaban un laberinto en el espacio situado encima del súper acorazado, mientras losLightning cambiaban una y otra vez de modalidad y disparaban contra todo lo que pareciera un blanco posible. Uno de los Lightning pasó a modalidad Battroid y aterrizó en sus dos piernas sobre la superficie de la nave norteamericana. Usando su fúsil, el Battroid destrozó una batería antiaérea y luego concentró todo su fuego en una terminal eléctrica. En cuestión de segundos, más Battroids del escuadrón Skull se posaron sobre la nave insignia de la flota enemiga para unirse al ataque.

      En el interior de la nave norteamericana, marines, mecánicos y androides saltaban por los aires a causa de las explosiones secundarias mientras los efectos de los continuos ataques recorrían diversos conductos y cables. Allí donde los bombardeos habían abierto la estructura, la atmósfera descompensada succionaba marines y androides impotentes y los llevaban hacia una fría tumba oscura.

      Sin siquiera imaginar que los autores de tan certeros ataques eran terrícolas, aunque de un mundo paralelo, Winfield Scott no paraba de repartir maldiciones contra todas las razas extraterrestres que conocía. Un hostigado teniente corrió hacia él y le informó sin resuello.

      —Señor, las naves enemigos realmente están contraatacando e impiden que podamos fijar los blancos para nuestros mísiles Minuteman-12. Hemos detectado un nuevo tipo de cazas desconocidos que son demasiado rápidos y cambian de forma eludiendo a los pronosticadores. Esto es inesperado. Las baterías antiaéreas no pueden seguirlos con precisión.

      —Malditos aliens, pero sí creen que así evitarán que destruyamos sus naves, están completamente equivocados. Dirijan a los Predators para que cubran a los X45-C y que estos lancen sus mísiles nucleares en cuanto estén a tiro. ¡Quiero que hagan volar la maldita Churubusco!

Astronave Megaroad-01.

      Una nerviosa expectativa dominaba la atmósfera del puente de mando. De vez en cuando los parpadeos y los zumbidos de las pantallas sonaban más fuertes que los suaves susurros de los oficiales y técnicos que intercambiaban información respecto al desarrollo de la batalla. En su consola de mando, Emily Zuno se acercó un poco más a su pantalla de lectura antes de dirigirse a la almirante Misa.

      —Señor, las naves enemigas de mayor tamaño se han detenido, pero los instrumentos detectan que una de ellas ha enviando un grupo de pequeños cazas que se dirigen a toda velocidad hacia la Churubusco.

      —¿Qué pueden decirme de esas naves diminutas? —preguntó Misa.

      —Son más pequeñas que nuestros Lightning —informó Shammy Porter luego de consultar los datos que aparecían en su consola de mando—. Y no se detectan señales de vida a bordo de ellas, lo que significa que podrían ser naves robotizadas.

      —Trataré de hacer contacto con la Churubusco —anunció Kim—. La interferencia ha disminuido, pero el enemigo sigue tratando de interceptar nuestras comunicaciones y demás instrumentos.

      —¿Qué estarán tramando? —murmuró Misa, llevándose una mano a la barbilla mientras reflexionaba—. Una nave de ese tamaño no tiene la menor oportunidad contra la Churubusco, a menos que… .

      —¡Atención, Megaroad! —fue el gritó que se oyó por comunicador una vez que Kim Kaviroff logró saltear la interferencia enemiga. Misa identificó la voz del teniente River de la Alianza Estelar—. Las naves que se aproximan a nosotros son denominadas drones y algunas de ellas llevan consigo armamento nuclear táctico. ¡Tenemos que derribarlas inmediatamente! ¡Díganles a sus pilotos que concentren sus ataques en las naves de color oscuro!

      —¡Maldición! —exclamó Misa—. ¡Debí haberlo adivinado! Avisen a todos nuestros escuadrones. Que ignoren a las naves grandes y persigan a esos cazas robotizados. También redirijan el fuego de nuestras armas para crear un impenetrable muro de protección.

      —Los Lightning no llegarán a tiempo —alertó Vanessa—. Los cazas enemigos les llevan mucha ventaja y estarán en rango óptimo de tiro en cuestión de minutos.

      —Maldición —murmuró Hikaru Ichijo.

      Black recibió la información al mismo tiempo que el resto de los pilotos. Tiró fuertemente de los mandos para llevar su Battroid a modalidadFigther de nuevo y puso la nave al límite de su velocidad. A la velocidad que viajaban los Lightning, el campo de batalla espacial se transformó en una vertiginosa mancha borrosa. Todos los pilotos se sentían como si estuvieran en el simulador de vuelo con la velocidad máxima y los motores comenzaron a resentirse por el esfuerzo.

      —Maldición —masculló Black, fijando la retícula sobre un Predator que se había quedado rezagado y consiguió derribarlo con un mísil de largo alcance—. No vamos a lograrlo.

      Los Predators iniciaron su aproximación lanzando una avalancha de mísiles Hellfire que destruyó a la mayoría de los cazas que les bloqueaban el paso en su camino hacia la Churubusco. Los pilotos de la Alianza Estelar que estaban despegando de los hangares en esos momentos, se lanzaron como rayos en persecución de los bombarderos stealth X45-C y empezaron a dispararles en cuanto los divisaban, pero los Predatorrealizaban una efectiva tarea de cobertura y una de las naves oscuras con forma de murciélago consiguió abrirse camino a través de los defensores.

      Tras eludir a dos cazas lerasinos, el pequeño bombardero stealth se enfiló directamente hacia la Churubusco y la Megaroad. Las puertas inferiores del X45-C se abrieron, dejando ver un largo mísil de cinco metros y medio.

Astronave Churubusco (Nivel cuarenta y uno)

      José Zeiva lanzó un veloz recto hacia la cara de Vejita, pero el saiya-jin reaccionó a tiempo conteniendo en una mano el puño de su adversario. A continuación fue Vejita quien lanzó un potente codazo contra el rostro de su enemigo, aunque éste pudo detener el golpe con su mano. Por unos instantes, los dos contrincantes hicieron acopio de todas sus fuerzas en un intento por sobrepasar a su enemigo, pero los segundos pasaron sin que ninguno pudiera imponerse a su contrario. El cuerpo de ambos comenzó a llenarse de energía y sus auras comenzaron a aflorar hasta que llenaron la habitación de luz.

      —Enano idiota —masculló José Zeiva, haciendo grandes esfuerzos—. No sabes cuando darte por vencido de una vez por todas.

      —Sabandija estúpida —replicó Vejita, transformándose de golpe. El color de su cabello se tornó rubio nuevamente—. ¿Crees que puedes derrotarme? ¡Yo soy el príncipe de los saiya-jins!

      —¡Y yo antes fui un Emperador! —exclamó Zeiva llevando su Chi al límite total de su poder, aunque podía darse cuenta de que Vejita lo estaba superando progresivamente. Sólo era cuestión de segundos antes de que el saiya-jin lograra doblegarlo—. ¡No voy a caer ante ti, maldito! —gritó con fuerza—. ¡Soy un Lord de Endoria!

      Vejita esbozó una sonrisa maliciosa cuando comenzó a hacer retroceder el puño de Zeiva hacia atrás. El terrestre, por su parte, vio con desesperación cómo su brazo se iba inclinando paulatinamente hacia un costado. Zeiva apretó los dientes. Estaba realizando un tremendo esfuerzo por contener a Vejita era inmenso, pero cada vez se volvía más inútil. No podía igualar la fuerza del saiya-jin a pesar de las heridas que la explosión del acumulador de Arkonium le había causado.

      En un momento determinado, Vejita soltó el puño de José Zeiva y le descargó una patada de lado que lo alcanzó en el costado del cuerpo, a la altura del abdomen y lo arrojó contra una pared. Vejita brincó hacia su adversario dispuesto a rematarlo, pero Zeiva logró reaccionar a tiempo y evadió, aunque por muy poco, el puño de Vejita, que dejó una marca en el muro de acerocreto.

      —¡Maldito insecto! ¡Deja de moverte!

      José Zeiva respondió contraatacando con un codazo que impactó sobre la sien izquierda de Vejita y lo hizo retroceder. El saiya-jin reaccionó lanzando una ráfaga de luz que pasó rozando el hombro derecho de José Zeiva y destruyó una consola de control al final de la sala de conferencias.

      —¡Vejita, ten cuidado! —exclamó Andrea Zeiva—. ¡Vas a matar a alguien!

      El saiya-jin estaba por gritarle que se callara cuando una mano femenina lo sujetó por un hombro y lo hizo salir volando contra una pared. Vejita, que se olvidó momentáneamente del dolor del golpe, se incorporó rápidamente para descubrir quién lo había lanzado de esa manera. Había estado tan concentrado en matar a José Zeiva que no había prestado suficiente atención a su percepción del Ki. Cuando levantó la mirada, Vejita se topó con la figura de Nocte, la guerrera Nosferatu, que le sonreía exhibiendo sus cuatro colmillos.

      —Ya era hora —le reclamó Zeiva, molesto—. ¿Dónde estabas?

      —Yo también te extrañe, bebé —respondió la vampira—. Te traje un regalo.

      —¡Las gemas estelares! —exclamó Andrea con horror cuando vio las dos joyas en las manos de Nocte—. No, hermano, no puedes hacerlo.

      —Por el contrario, hermana —repuso José Zeiva—. Nosotros hemos ganado. Al fin nos hemos apoderado de las 12 gemas de la leyenda. Es cuestión de tiempo para abrir el Portal Estelar y viajar a Celestia.

      —Entonces la batalla en Adur… .

      —Siempre fue una mera distracción, hermana —le aclaró José Zeiva—. Es hora de terminar con todo esto. Muy pronto, Malabock me proporcionará los medios para tener a mis propios guerreros y luego me haré con el poder del Aureus en lugar de ese miserable de N´astarith. ¡Yo seré el salvador de la Existencia!

      Nocte soltó una risita.

      —No hay nada más sexy que un hombre que busca superarse.

      El androide médico que cuidaba de la cámara de recuperación donde se hallaba Son Gokuh accionó un interruptor. Consultó los datos que aparecían en una pantalla que mostraba los signos vitales del saiya-jin y comprobó que éste había sido sanado completamente de sus heridas. Tras accionar otro interruptor, el líquido gelatinoso de color verde comenzó a salir de la cámara de recuperación e inmediatamente después fue reemplazada por una solución desinfectante que lavó el cuerpo del saiya.

      Son Gokuh no podía calcular cuanto tiempo había permanecido ahí, pero le parecía una eternidad. Finalmente, cuando la solución desinfectante fue drenada y el saiya-jin emergió de la cámara de recuperación. Pensó que era muy feliz de respirar aire de verdad, aunque se tratara de aquel oxígeno súper purificado.

      —La curación ha sido exitosa —anunció el androide médico—. Las cicatrices han desaparecido totalmente. Los signos vitales son completamente normales, pero hay un considerable aumento en su nivel de energía bio-etérea, señor.

      —Es natural —dijo Gokuh, cerrando su puño derecho—. Me he vuelto mucho más fuerte que antes. Amigos, por favor, esperen, en unos instantes iré a ayudarlos. ¡Les prometo que venceré a N´astarith!

       Continuará… .

       

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