Leyenda 019

LA LEYENDA

por Asiant y Uriel

CAPITULO XIX

RANMA ½, EL CHICO QUE CAMBIA

       Sistema Adur

       El transporte aliado voló a través del espacio hasta acoplarse perfectamente con el Águila Real 16. En su interior, Cadmio, Hyunkel y Mariana esperaban ansiosamente el momento para abordar la nave que los llevaría a cumplir con su misión.

       —¿Así que ustedes se atrevieron a combatir a Lilith y a Sigma? —preguntó Mariana, dirigiéndose a Hyunkel mientras el trío entraba a un pasillo que conducía al puente de mando del Águila Real 16.

       —Así es —respondió él sin dejar de caminar—. Eran guerreros muy poderosos. No me explico cómo es que teniendo estas máquinas tan avanzadas, no puedan vencer a sus enemigos.

       —Las máquinas no tienen nada que ver —aclaró Cadmio, interviniendo en la plática de pronto—. Esos sujetos nos superan en armamento y otras cosas.

       Mariana suspiró. Aparentemente la tensión entre el guerrero Celestial y el Caballero Inmortal había desaparecido.

       —Ya veo —Hyunkel echó una breve mirada a su costado para contemplar la noche oscura que reinaba fuera de la nave—. Hay una cosa que quería preguntarles acerca de algo que mencionó Lance.

       —¿Dé que se trata? —le preguntó Cadmio.

       —Es sobre una leyenda que mencionan a menudo, ¿tiene algo que ver con nosotros? Te lo pregunto porque de donde yo vengo, oí un antiguo relato de mi padre acerca de unos guerreros muy poderosos que surcarían los cielos en máquinas voladoras.

       El Celestial enarcó una ceja. Ignoraba sí lo que Hyunkel le decía era cierto o sólo un vil intento para obtener información referente a la antigua leyenda que los Celestiales había guardado por más de mil generaciones.

       —¿Máquinas voladoras, eh? —repitió Cadmio mientras la puerta de acceso se abría por la mitad—. Que interesante.

       El capitán los recibió en compañía del alférez y el primer oficial. Mariana cruzó algunas palabras con él —que era de origen vretanio— y luego se colocó en el puesto de mando mientras el capitán se dirigía hacia los pilotos y el resto del personal para informarles que la princesa de Lerasi ahora estaba al mando.

       —¿Ya está todo listo? —preguntó Cadmio con impaciencia.

       Mariana se volvió hacia él y asintió. Por alguna razón, el Celestial sintió que la chica lo miraba con admiración y no pudo evitar sonrojarse ligeramente.

       —Si. Acabamos de recibir los últimos datos y nos preparamos a partir.

       Hyunkel examinó el lugar con cuidado. Era una réplica exacta del puente de mando del Águila Real 1. Iba a preguntarle a Mariana sobre unas luces que brillaban en la pared cuando una voz del centro de comunicaciones lo obligó a esperar.

       —Una transmisión del príncipe Saulo, señor —anunció uno de los técnicos de comunicación.

       La pantalla visora tridimensional cobró vida y el joven rostro de Saulo apareció en ella rápidamente.

       —Saludos, Mariana. Los datos y coordenadas para su misión ya han sido transmitidos completamente. Sí la información que trajeron Lance y Eclipse es acertada la computadora los llevará al universo visitado por el imperio en el punto exacto donde abrieron la puerta por última vez. La cesión del Consejo está programada para dentro de dos megaciclos, espero que regresen a tiempo. Que el Creador guíe sus pasos.

       —De acuerdo, Saulo —asintió Mariana—. Cuenta con nosotros.

       La pantalla se oscureció. Cadmio se cruzó de brazos y volvió la mirada hacia Hyunkel.

       —Espero que estés listo —le dijo en un tono que denotaba cierta antipatía—. Ciertamente, Lilith y Sigma no son los guerreros más fuertes con los que cuenta N´astarith.

       El Caballero inmortal asintió levemente con la cabeza.

       —No tienes por qué preocuparte por mí —murmuró secamente.

       —No lo hago —respondió Cadmio del mismo modo—. Sólo te lo digo para que no estorbes.

       El Águila Real 16 se separó del resto de la flota con un ligero viraje. En cuestión de segundos, la nave plateada se alejó con rumbo a espacio abierto a una gran velocidad. Cuando finalmente estuvo lejos, un orificio luminoso apareció delante de ella. Minutos después el Águila Real 16 desapareció introduciéndose en él.

       El disturbio cronal captado por los receptores de la astronave Churubusco provenía de la enorme puerta dimensional que se estaba formando delante de Armagedón. Tal y como Zocrag lo había dicho antes, una vez que aquella puerta se cerrara deberían esperar al menos una semana para volver a usar el Portal Estelar.

       Lentamente, el Devastador Estelar Astaroth fue apareciendo por partes hasta que finalmente, tras un destello, la puerta se cerró detrás de la enorme nave.

       En el puente de mando de la astronave de guerra, Sombrío contempló placenteramente la enorme estación de batalla donde N´astarith los esperaba. Una sonrisa iluminó su rostro. Seguramente le esperaba una felicitación por su éxito al conseguir otra de las gemas estelares.

       —Ya era hora de que esos idiotas abrieran la puerta de regreso —murmuró para luego volverse hacia sus oficiales—. Preparen una nave de enlace —ordenó—. Y no olviden traer a mis chicas.

       —¿Tus chicas? —repitió Sarah con sarcasmo—. Según recuerdo, tú las raptaste.

       —¡Bah! —exclamó el Khan del Lobo—. Lo que pasa es que estás celosa porque prefiero a esas «nenas» y no a ti.

       Sarah únicamente alzó la mirada y extendió los brazos como buscando ayuda en las alturas.

       —Por piedad.

       Una pequeño planeta azul empezó a distinguirse al final del túnel luminoso por donde el Águila Real 16 se había internado. Cuando la nave emergió de la abertura dimensional, los técnicos de navegación comenzaron a examinar los alrededores con sus instrumentos.

       —Finalmente llegamos —susurró Cadmio sin dirigirse a nadie en concreto—. No se ven señales de naves imperiales así que supongo que ya se han ido o están en alguna parte escondidos.

       —Nuestros instrumentos no detectan la presencia de naves imperiales en la zona —. advirtió el primer oficial en un tono de importancia—. Sin embargo, hay restos de disturbios electromagnéticos en los alrededores. Es probable que ya se hayan marchado.

       El Celestial lo ignoró completamente y continuó mirando al frente.

       Mariana se levantó de su puesto y avanzó hacia la ventana frontal del puente pasando por un lado de Cadmio. Observó detenidamente el pequeño planeta que flotaba delante de ellos. Su color azul indicaba claramente que debía poseer grandes mantos acuíferos. Al cabo de un momento, se volvió hacia atrás.

       —¿Qué pueden decirme del planeta? —preguntó exigiendo con su voz, una respuesta inmediata.

       —La configuración geográfica es un 97% idéntica a la del planeta azul.

       Mariana llevó la mirada hacia donde estaba el siempre orgulloso Cadmio. Era como sí estuviera esperando a que el Celestial pudiera darle una explicación a esa misteriosa coincidencia.

       —Es una extraña casualidad, ¿no te parece? —le preguntó Mariana.

       —Un universo alternativo —sugirió Cadmio sin entrar en detalles—. Sin duda debe existir una civilización muy parecida a la de la Tierra que nosotros conocemos. Esto podría significar algunos problemas. He estudiado la historia del planeta azul y su civilización es bastante conflictiva.

       Cuando Mariana volvió a hablar, estaba observando el planeta de nuevo.

       —Pues vamos a averiguarlo —murmuró dirigiéndose a los pilotos—. Máxima velocidad y activen sistemas de camuflaje y nulificadores de radar. Veamos que podemos encontrar.

       La pequeña nave plateada aceleró rápidamente, internándose en la atmósfera del pequeño planeta azul.

       Armagedón

       La nave de enlace imperial donde Sombrío y su grupo viajaban penetró en la estación imperial y descendió en uno de los cientos de hangares que existían. El emperador N´astarith, Mantar, Sepultura, Tiamat y los emperadores Francisco Ferrer y José Zeiva ya aguardaban en la rampa de aterrizaje a que los Khans salieran de la nave.

       N´astarith desvió la mirada hacia el espacio exterior por un instante mientras meditaba. No existía la menor duda, sus planes estaban saliendo como él los había estado planeando mucho tiempo atrás. Las doce gemas muy pronto estarían en sus manos y esta idea le provocó una oleada de placer. Al fin podría cumplir su mayor anhelo; que importaba sí la Alianza Estelar estaba juntando fuerzas para iniciar un ataque, los Caballeros Celestiales casi habían desaparecido y sus ejércitos imperiales habían demostrado ser muy superiores en número y fuerza. Fácilmente podrían aplastar a cualquier enemigo que se cruzara en su camino.

       La nave descendió en el puerto y una escotilla se deslizó hacia un lado dejando salir a sus tripulantes; Sombrío fue el primero en aparecer.

       —Gran señor, hemos vuelto con éxito —aseguró el Khan mientras descendía por la rampa—. Hemos traído la tercera gema, la gema «Zain» —se inclinó en señal de respeto.

       —Bien hecho, Sombrío —lo felicitó N´astarith mientras Sarah y Belcer se apresuraban a imitar a su compañero.

       Sarah bajó la cabeza y cerró los ojos en una expresión de miedo y respeto. La sola presencia del emperador de Abbadón causaba cierto temor, aun entre algunos de los Khans.

       —Mi señor —comenzó a decir la joven guerrera del Basilisco—. Encontramos la gema como usted lo ordenó.

       —Eso está muy bien —dijo N´astarith en voz baja y suave—. ¿En dónde está la gema estelar?

       —Aquí, mi señor —repuso Sarah, poniéndose nuevamente de pie y entregándole una pequeña caja negra.

       En ese momento, Tiamat se acercó a sus compañeros con un solo pensamiento en mente.

       —¿Encontraron algún guerrero poderoso en la misión?

       Sombrío se incorporó para encarar al Khan del Dragón.

       —No para nosotros —respondió mientras se acomodaba algunos cabellos—. Estoy empezando a creer que esa advertencia de la leyenda es sólo un cuento de niños. Aun los Caballeros Celestiales nos daban mayor batalla que los sujetos que nos hemos encontrado.

       —Ya veo —murmuró el Khan del Dragón con una leve sonrisa de satisfacción. Por unos momentos, Tiamat concordó con Sombrío. Quizás aquella antigua leyenda no era más que mito; un cuento de hadas para impresionar a los más ignorantes y ofrecerles una falsa esperanza en tiempos de crisis.

       Algunos soldados imperiales comenzaron a descender por la rampa llevando en brazos a dos chicas inconscientes. José Zeiva abrió los ojos con expectación y alzó una mando para indicarles que se detuvieran.

       —¿Quiénes son esas niñas? —inquirió Francisco apenas las vio salir de la nave.

       Sombrío se apartó de Tiamat rápidamente y se interpuso entre Zeiva y Francisco y los soldados que llevaban a Akane y Nabiki.

       —¡Ah! Son unas lindas chicas que se enamoraron de mí —les informó el Khan—. Las iba a dejar cuando me suplicaron que las llevará conmigo.

       José echó una rápida mirada a las chicas y descubrió que ambas estaban inconscientes.

       —¿Y por qué rayos están dormidas? —preguntó, volviendo el rostro hacia el Khan del Lobo—. ¿Todavía no se recuperan del placer de haber venido contigo o qué?

       —Nada de eso —irrumpió Sarah, ansiosa por poner en evidencia a Sombrío—. Cuando llegamos al planeta donde hallamos la gema nos topamos con un grupo de mocosos que se atrevieron a desafiarnos. Estas chicas estaban entre ese grupo y Sombrío las secuestro.

       José esbozó una pequeña sonrisa con malicia.

       —¿Con que enamoradas de ti? —inquirió en forma sarcástica para luego volverse hacia Sarah—. ¿Esos niños estaban en lugar donde encontraron la gema?

       N´astarith permanecía en completo silencio. Escuchaba hasta el más mínimo detalle de la conversación en espera de que de un momento a otro dijeran algo de importancia, aunque por un momento imaginó que eso no sucedería.

       La Khan del Basilisco asintió.

       —Así es, pero no hay de que preocuparse —afirmó Sarah—. Eran unos torpes, realmente no tenían poderes o habilidades que nos hicieran pensar que ellos eran parte de los guerreros de los que hablan las viejas leyendas.

       En ese momento, Akane y su hermana Nabiki empezaron a despertar de su largo letargo.

       —¡Ajum! —bostezó Akane, frotándose los ojos—. ¿Qué horas son?

       Cuando levantó la mirada y contempló el extraño rostro del soldado imperial que le llevaba en brazos, Akane dio un agudo grito que provocó que el guardia la soltara de golpe.

       Casi simultáneamente, su hermana Nabiki reaccionó de la misma forma y en unos instantes ambas hermanas estaban en el suelo.

       —Vaya, vaya —siseó José dejando entrever una sonrisa maliciosa—. Creo que ya están volviendo en sí. Vamos a preguntarles sobre su aventura romántica.

       Akane se llevó la mano atrás, intentando con eso disminuir el dolor provocado por su inesperada caída. Cuando finalmente levantó la mirada se quedó de una sola pieza. Seres extraños y vestidos con ropajes nada comunes la miraban minuciosamente con curiosidad y extrañeza.

       —¿Dónde, dónde estamos? —preguntó algo temerosa con sus ojos bien abiertos.

       —Oye, Akane, ¿qué lugar es este? —murmuró Nabiki un poco más tranquila que su hermana menor.

       Sombrío se acercó a las chicas con una enorme sonrisa de oreja a oreja.

       —Veo que ya despertaron, mis amores —dijo colocando ambas manos en su cintura en un gesto de supremacía—. Bienvenidas a Armagedón.

       —Ah, ya te recuerdo —refunfuñó Akane poniéndose en pie—. Tú eres el insolente que atacó nuestra casa.

       —Vaya, Sombrío, al parecer si te recuerda —murmuró José, mientras que Tiamat contemplando la escena con absoluta indiferencia.

       El Khan del Lobo caminó unos cuantos pasos y se colocó a lado de Akane. Con un rápido movimiento deslizó su brazo levemente por la cintura de ésta.

       Una expresión de enojo iluminó enseguida el rostro de Akane, quien parecía tratar de contenerse apretando los puños.

       —Lo que pasa es que eres un ignorante, José —replicó el Khan guerrero algo molesto—. Ella si me recuerda, lo que sucede es que está confundida por el viaje.

       —¡¿Qué?! —gritó Akane—. ¿Pero de que rayos estás hablando? ¡Eres un maniático!

       —Vamos, mi amor —murmuró Sombrío melosamente, acercando los labios al rostro de Akane—. Demuéstrales nuestro gran amor.

       Aquello fue la gota que derramó el vaso. Sin detenerse a pensar en las consecuencias, Akane alzó una pierna y le propinó un fuerte pisotón al Khan, quien la soltó enseguida mientras lanzaba un alarido de dolor.

       —¡Deja de decir esas tonterías! —gritó Akane furiosa.

       El galante Khan del Lobo, que no esperaba esa reacción, levantó la pierna y se sujetó el pie lastimado con ambas manos.

       —¡Ay, ay, ay! —chilló, dando leves saltos por todo el muelle de un lado a otro.

       José, Sarah y Belcer se rieron a carcajadas casi al unísono.

       —No si ya lo estoy viendo —declaró Francisco con ironía—. Eres de lo peor Sombrío, ahora secuestras chicas indefensas.

       —¿Indefensas? —repitió Sombrío.

       Cansado de ver tantas estupideces, Tiamat llevó su mirada hacia N´astarith, que a juzgar por su rostro tampoco estaba de humor para soportar aquella clase de tonterías.

       El Khan del Dragón se giró hacia los soldados.

       —Guardias, llévense a esas mocosas y enciérrenlas en una celda.

       Los guardias se acercaron y encañonaron con sus armas a Akane y Nabiki.

       —Levanten las manos y caminen —ordenó uno de los guardias con una voz casi metálica.

       Akane alzó los brazos enseguida. No estaba segura de donde estaba, pero esas armas se veían bastante reales. Volvió el rostro hacia Nabiki.

       —Pero, ¿qué es todo esto? No entiendo nada.

       —Pues a mi no me veas —replicó su hermana en la misma postura—. Debí haberme quedado en la escuela.

       De repente guardaron silencio, el oscuro señor de Abbadón se acercó hasta ellas para contemplarlas de cerca.

       —Chiquillas tontas —les dijo con un tono suave y melodioso—. No tenéis idea de lo que aquí se está desarrollando. Muy pronto seréis testigos del nacimiento de una nueva era y vuestro mundo será mío.

       N´astarith se apartó de Akane y Nabiki. Las chicas se miraron entre sí sin entender una sola palabra.

       —Oiga, pero ¿de qué está hablando? ¿En dónde estamos? —preguntó Akane sin que el señor de Abbadón le prestara la menor atención.

       Nabiki alzó la mirada hacia arriba y repuso con resignación:

       —Espero que al menos tengan televisores en este lugar.

       Su hermana volvió la mirada hacia ella completamente desesperada.

       —¿Cómo puedes pensar en esa clase de cosas en este momento?

       Uno de los guardias, armado con un desintegrador, le hizo un gesto con el rostro y el arma para que comenzaran a caminar.

       En tanto las prisioneras eran llevadas por un oscuro corredor; N´astarith abrió la pequeña caja que Sarah le había entregado. Con una mirada cargada de ambición contempló la gema estelar y sonrió malévolamente.

       —Lo habéis hecho muy bien. Con esta pequeña ya tenemos tres gemas —dijo con satisfacción dirigiéndose a sus guerreros—. Sólo nos falta reunir nueve más y entonces podremos llevar nuestros planes a cabo.

       —Sí, gran señor —murmuró Belcer—. ¿Cuándo saldrá la siguiente expedición?

       N´astarith alzó el rostro para mirarle.

       —Parece ser que hubo una falla en los generadores y por ello tendremos que esperar algunos ciclos solares antes de volver a usar el Portal Estelar. Es lamentable que haya sucedido en este momento, pero confío en que Zocrag lo solucionará pronto.

       José sonrió de pronto. Una idea que podría ayudarlo a recuperar la confianza de N´astarith cruzó por su mente.

       —Gran señor, sí me lo permite, creo que tengo la solución apropiada.

       Todas las miradas se volvieron enseguida hacia el emperador de Endoria.

       —¿De qué se trata? 

       José volvió a sonreír.

       —Bueno, como recientemente ocupamos la Tierra, ¿por qué no traemos obreros de ahí? Sí los hacemos trabajar rápidamente estoy seguro de que repararán lo que sea en poco tiempo.

       Esta vez fue N´astarith quien sonrió. No era una mala idea, después de todo, ¿por qué traer esclavos de otro lado de la galaxia cuando podía sacarlos de la Tierra?

       —Me parece bien, José —dijo el amo de Abbadón—. Encárgate de eso inmediatamente.

       José asintió con la cabeza y sonrió. Finalmente había encontrado una manera de reponerse de su fracaso en Noat.

       Águila Real 16

       Con la mirada fija en la ventana frontal del puente, Cadmio contemplaba como las nubes de la atmósfera se dispersaban al paso del Águila Real. Con la mente en silencio buscaba por medio de su percepción le presencia de algún guerrero imperial. Ciertamente, el parecido que ese planeta mostraba con la Tierra que él conocía era asombroso.

       —No captó ninguna presencia poderosa —concluyó volviéndose hacia Mariana y Hyunkel—. Sí los Khans estuvieron aquí, es probable que ya se hayan ido.

       —¿Estás completamente seguro? —le inquirió Hyunkel.

       El Caballero Celestial asintió.

       —Claro, sí algún Khan estuviera en este mundo ya lo habría percibido. Únicamente captó pequeñas sensaciones de malestar. Sí los imperiales estuvieron aquí, ya se han ido.

       Mariana se levantó de su puesto y se acercó a él.

       —En ese caso debemos averiguar si tuvieron éxito en encontrar la gema estelar que estaba en este mundo.

       —¿Hablas de bajar a explorar el área? —le inquirió Cadmio, frunciendo el entrecejo. En realidad no tenía deseos de jugar al explorador.

       Mariana asintió con la cabeza.

       —Así es, creo que tú eres el más calificado para acompañarme.

       —Olvídalo, los Khan ya se han ido de este planeta —respondió Cadmio ásperamente—. No veo ninguna razón para bajar y perder nuestro tiempo. Debemos regresar al Churubusco cuanto antes e informar que el imperio ya tiene otra de las gemas estelares en su poder.

       —Quizás hayan dejado algo que pueda sernos de utilidad —sugirió Mariana—. Algo que pueda decirnos cual será su siguiente objetivo.

       Cadmio miró a la chica de arriba abajo. A pesar de su corta edad, Mariana era una joven muy valiente y decidida, algo inusual en una princesa.

       —Yo pienso igual —intervino Hyunkel dando un paso al frente—. Quizás el enemigo haya dejado algún tipo de rastro.

       Cadmio aún no se mostraba muy convencido con aquella idea de salir a investigar. Interiormente, deseaba volver cuanto antes a su dimensión y comenzar a entrenar duramente para poder derrotar a los Khans y así vengar la muerte de Astrea.

       —De acuerdo, princesa —aceptó al cabo de unos segundos de silencio—. Pero sólo nosotros dos. Iremos a inspeccionar al área y nada más.

       La princesa asintió con la cabeza. Se volvió hacia donde estaba Hyunkel mientras Cadmio ya caminaba hacia la salida para abandonar el puente de mando.

       —Tú espéranos aquí, no es necesario que vayas también.

       —Está bien, Mariana —dijo el Caballero Inmortal—. Espero que no tengan problemas una vez que salgan de la nave.

       Mariana se dio la media vuelta y se dirigió a la salida del puente. Cuando estaba a punto de salir, la princesa de Lerasi se volvió por un segundo hacia el capitán de la nave.

       —Volveremos en un megaciclo, capitán. Preparen todo para partir a nuestro regreso.

       —Si, princesa —respondió el oficial, pero Mariana ya había desaparecido tras la puerta.

       Cuando Mariana entró al diminuto hangar ya llevaba puesto un ajustado traje de piloto. Cadmio estaba a unos pasos de la escotilla de salida mirando los cielos atentamente. Mariana no quiso decir nada, pero estaba molesta de que su nuevo compañero de exploración no la hubiera esperado para abandonar el puente juntos.

       —¿Qué cosa haces, Cadmio? —le inquirió Mariana, acercándose por atrás—. La nave de transporte está por acá.

       El Celestial no respondió nada, se volvió hacia ella y con un rápido movimiento la levantó con sus brazos. Mariana abrió los ojos con sorpresa y se sonrojó ligeramente.

       —Con esa chatarra nos tardaríamos ciclos enteros —le susurró, luego se volvió hacia la escotilla y finalmente se arrojó hacia abajo con la chica en sus brazos—. Esto es mejor.

       —Espera, ¿qué haces? —preguntó Mariana mientras era presa del miedo.

       No habían pasado cinco segundos cuando una aura de color blanca rodeó el cuerpo del Celestial permitiéndoles volar por los cielos sin mayor problema. Mariana contempló con curiosidad como las nubes pasaban a sus lados a gran velocidad. No tenía manera de calcular la velocidad a la a la que volaba Cadmio, pero aquello la tenía sin el menor cuidado.

       Ciertamente, aquella sensación de volar por los aires libremente era quizás la experiencia más maravillosa que jamás había disfrutado. Por unos instantes se sintió feliz y experimentó una sensación de absoluta libertad que nunca había sentido antes.

       —¿Cómo haces esto? —preguntó la chica mientras se abrazaba del cuello del Caballero y el viento agitaba sus cabellos castaños—. Cuando estuvimos en la Tierra también te vi volar mientras luchabas con los Centuriones.

       —Todo esto es gracias al poder del aura —respondió Cadmio sin dejar de mirar el frente—. Es una campo de energía que todos los seres vivos poseen. Es lo que nos rodea y nos mantiene con vida.

       —¿Quieres decir que yo también tengo una aura como la tuya?

       —Así es, niña. Sólo que tu no has aprendido a usarla como yo. Es algo que toma mucho tiempo.

       Mariana dejó escapar una sonrisa de alegría al sentir como el aire acariciaba su rostro. Había volado desde hacía mucho tiempo, pero era la primera vez que lo hacía sin necesidad de una nave.

       —Ve más rápido —le sugirió sorpresivamente—. Por favor, aumenta la velocidad.

       Cadmio frunció el entrecejo algo sorprendido con aquella petición, pero finalmente acabó sometiéndose al deseo de la chica.

       —De acuerdo, sujétate bien —musitó con una maliciosa sonrisa.

       A Mariana se le iluminó el rostro y, soltando un grito de alegría, percibió como Cadmio incrementaba la velocidad.

       Ciudad de Lemuria.

       Todos los gobernadores del mundo subterráneo de Agarthi se hallaban congregados en el salón de reuniones mientras aguardaban la llegada del emperador Zacek para dar inició a la sesión. Nadie se atrevía a manifestarlo abiertamente, pero algunos sospechaban que quizás el emperador iba a anunciarles una mala noticia.

       —¿De qué crees que se trate todo esto, Elnar? —le inquirió Bantar, rompiendo el silencio que reinaba en la habitación—. Hasta el momento no he sabido de nada malo que este pasando en la superficie.

       —No tengo idea —respondió Elnar.

       Bantar era un hombre maduro y barbado. Anteriormente había servido como almirante de todas las fuerzas armadas Zuyua. Cuando en el pasado se construyó la ciudad de Asgard en la Tierra, el emperador Zacek no dudo en elegirlo como su gobernante y desde entonces esa había sido su labor.

       Aunque un poco más bajo de estatura, Elnar era también un noble servidor de la raza Zuyua. Simultáneamente al nombramiento de Bantar como gobernador de Asgard, Zacek lo había nombrado gobernante de otra importante ciudad, el Tollán.

       Me imagino que ha de ser algo importante —añadió Elnar desde su lugar—. Si no fuera así, el emperador no nos hubiera convocado a esta reunión de emergencia. Quizás tenga algo que ver con los terrícolas, recuerdo que en estos momentos se están llevando muchos conflictos en una zona conocida como Yugoslavia.

       Bantar suspiró despreocupadamente y se cruzó de brazos.

       —Sólo espero que no se trate de nada grave.

       —Quizás se trate de algún peligro relacionado con Asura y la Alianza del Mal —masculló Rokova, inclinándose hacia delante—. Sólo el gran Espíritu puede saberlo.

       Rokova, robusto, de mirada serena y piel oscura era el gobernador de la ciudad de Mu, la segunda ciudad en importancia de las seis que componían en su totalidad el mundo subterráneo de Agarthi.

       —Es probable, más no seguro —sugirió Tdashi, un individuo de piel amarilla y ojos respingados.

       Mucho antes de que Zacek se convirtiera en emperador, Tdashi había liderado la Gran Alianza Universal por mucho tiempo hasta que finalmente Zacek asumió el liderazgo de aquella organización. Posteriormente, Tdashi permaneció al lado de los zuyuas y un tiempo después, el emperador zuyua lo designó como el gobernador de la ciudad de Aztlán.

       —Sin embargo —intervino Bantar—. Asura ha estado muy tranquilo durante los últimos meses y quizás ahora este planeando atacarnos nuevamente. Recuerden que hace tiempo atacó la prisión galáctica de Kermnik y puso en libertad a algunos de los peores criminales del universo.

       Elnar asintió.

       —En eso es tienes razón, Bantar. Hasta la fecha él y sus aliados han estado actuando muy discretamente. Creo que podemos pensar en un posible ataque por parte de las fuerzas de la Alianza del Mal en cualquier momento.

       De pronto, todos guardaron silencio cuando las enormes puertas de acceso se abrieron y el emperador Zacek penetró en la habitación seguido por varios individuos entre los que se encontraba la emperatriz Lis-ek.

       —Lamento haberlos hecho esperar, amigos —se disculpó el líder de la G.A.U.—. Me temo que estamos ante una nueva amenaza de índole desconocida.

       Todos los gobernadores se miraron entre sí y por primera vez comenzaron a sentir algo de incertidumbre respecto a aquella reunión.

       Tokio, Japón
       Distrito Nerima

       Siguiendo sus instintos de Caballero Celestial, Cadmio llegó hasta los cielos de la enorme capital de Tokio donde se detuvo. Mariana, por su parte, contemplaba todo lo que veía con absoluto interés. Aunque era mitad terrestre y mitad lerasina, jamás había conocido nada sobre la cultura terrícola y por lo mismo aquella era una nueva experiencia para ella.

       —Percibo una extraña energía —masculló Cadmio, totalmente contrariado—. No es una presencia maligna. Más bien es como si hubiera residuos de energía.

       —¿Residuos? —repitió Mariana, volviendo la mirada hacia el Celestial—, ¿qué significa eso?

       —No lo sé bien, pero la sensación es más fuerte hacia aquél rumbo.

       Cadmio desplegó su aura nuevamente y voló directamente hacia el oeste. Finalmente se detuvo a varios metros por encima del Dojo de los Tendo.

       —Si, es ahí —murmuró mirando hacia el dojo—. La sensación es más fuerte en ese lugar.

       Mariana bajó la mirada para contemplar los alrededores.

       —¿Qué estás pensando? —le inquirió contrariada—. No estarás pensando en bajar así nomás.

       En ese instante, Cadmio dejó escapar una leve sonrisa de malicia.

       —Exactamente, Mariana, quizás estés aprendiendo a leerme la mente.

       Antes de que la chica pudiera objetar aquella decisión, Cadmio comenzó a descender en el patio de los Tendo hasta tocar el suelo con los pies. Cuando el orgulloso guerrero Celestial finalmente plantó sus pies en el suelo de aquel extraño mundo, comenzó a mirar en diferentes direcciones en busca de cualquier posible peligro.

       Genma y Soun habían permanecido toda la mañana sentados en el comedor debatiendo acerca del verdadero paradero de Akane y Nabiki. Cuando ambos hombres presenciaron la repentina aparición del Celestial y su acompañante, se quedaron completamente sin palabras.

       —¡Oh, no, Tendo! —gimió Genma aterrado—. Al parecer ya han regresado.

       —En ese caso vamos a derrotarlos —dijo Soun, poniéndose en pie y armándose con una escoba—. Los obligaremos a que nos digan a donde se llevaron a Akane y a Nabiki.

       Cadmio escudriñó los alrededores de arriba abajo. Cuando por fin determinó que no había ningún peligro depositó a Mariana en el suelo con sumo cuidado. La chica sonrió; realmente había disfrutado del paseo.

       —Gracias, Cadmio. Volar por los aires fue una experiencia agradable. No pensé que en verdad fueras una persona… .

       —¡Oye tú! —gritó Genma de pronto, saliendo de la casa—. ¿Acaso eres amigo de los bribones que nos atacaron ayer por la tarde?

       Sí se hubiera tratado de cualquier otro emisario de la Alianza, quizás habría intentado dialogar tranquilamente con Genma, pero para desgracia de Soun y compañía, se trataba de Cadmio, el Celestial más obstinado y con menos paciencia de todos.

       Cadmio lanzó una mirada de pocos amigos hacia los dos extraños que se acercaban.

       —¿Me hablan a mi? —inquirió finalmente en un tono suave y melodioso mientras ambos hombres lo miraban sin saber que hacer. El rostro del Celestial era frío y carente de emoción lo cual no dejaba dudas acerca de que aquella interpelación lo había irritado.

       —Eh, no necesariamente, señor —replicó Genma riendo nerviosamente—. ¿No es así, Tendo?

       Soun soltó la escoba con un rápido movimiento y comenzó a reír de la misma forma. Había algo en la mirada de aquel joven que les decía que era capaz de partirlos en dos en tan sólo una fracción de segundo.

       —Claro, Saotome, je, je. ¿Sabe? —preguntó dirigiéndose a Cadmio amigablemente—. Lo que sucede es que hace poco unos sujetos llegaron de la misma forma que usted y pues pensamos que… .

       Soun echó una nueva mirada hacia rostro de Cadmio. Muy a su pesar descubrió que aquella expresión amenazadora aún no había desaparecido.

       —Pero, por favor no nos haga daño señor —suplicó finalmente juntando ambas manos como sí fuera a orar.

       Gracias al poder de su percepción, el Celestial supo enseguida que los dos hombres que tenía enfrente no eran seres malignos, quizás algo ladinos, pero buenas personas al fin y al cabo.

       Cadmio desvió la mirada hacia el patio y comenzó a examinar el área con sumo cuidado.

       —¿Con qué unos sujetos que llegaron volando de la misma forma? —inquirió sin dirigir sus palabras a nadie en concreto—. Eso es algo bastante interesante… .

       —¿Quién demonios eres tú? —le preguntó una voz desde el interior del dojo—. ¿Acaso eres amigo de esos sujetos que raptaron a Akane?

       Con paso firme y una mirada llena de determinación, Ranma Sotome abandonó el umbral de la puerta del dojo y se dirigió hacia Cadmio. El Celestial, por su parte, lo miró con absoluta indiferencia.

       —No me molestes, tonto —le dijo con despreció—. Vete de aquí.

       Aquello le fue suficiente a Ranma para lanzarse sobre ese tipo dispuesto a molerlo a golpes.

       —¡¿Cómo te atreves?!

       Cadmio sólo se movió a un costado para esquivar el puño del chico, quien se tropezó con una roca y fue a dar de bruces al estanque del patio. Mariana miró lo ocurrido con algo de preocupación.

       —Que eso te sirva de lección, zoquete —le espetó Cadmio.

       No había pasado ni un segundo cuando Ranma salió del estaque convertido en chica pelirroja y dispuesto a continuar la lucha. Mariana frunció el entrecejo con incertidumbre al darse cuenta del inusual cambio en Ranma.

       —Eres rápido.

       —¿Una chica? —preguntó el Celestial enarcando una ceja—. ¿Eres una chica?

       Saotome se acercó hasta él para encararlo.

       —¡No soy una chica! —le aclaró con ferocidad—. ¡Soy un hombre!

       Cadmio le apuntó el pecho con el dedo, pero sin llegar a tocarlo.

       —Eso dice lo contrario, niña.

       —Lo que sucede es que cada vez que me cae agua fría me convierto en chica, pero yo soy hombre —insistió dando fuertes gritos—. Mi nombre es Ranma Saotome y soy un hombre.

       Cadmio meditó un poco en las palabras de aquella pelirroja. Al cabo de un momento, sonrió burlonamente y le dijo:

       —¿Un hombre? Sólo eres medio hombre, Ranma.

       Continuará… .

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