Leyenda 062

LA LEYENDA

por Asiant y Uriel

CAPÍTULO LXII

LA BATALLA DE GÉNESIS

        Palacio de Céfiro

        Odrare sonrió al escuchar las palabras de su compañera. Desde que había tenido oportunidad de conocerla en el planeta Abbadón, muchos ciclos estelares atrás, él como otros había podido descubrir la enorme ambición que existía dentro de ella. Adnalo era, en pocas palabras, mezquina y convenciera; había decidido atacar a Ascot y a sus acompañantes no porqué quisiera ayudar a su compañero o porqué deseara sobresalir en la batalla, lo hacía simplemente porqué eran más débiles que ella y de ese modo tendría una justificación para pedirle una retribución a N´astarith por sus servicios. Su estilo era: «obtén el mayor beneficio a cambio del menor esfuerzo».

       —Así que tres oponentes, ¿eh? —murmuró la Khan de los Hielos, escudriñando a cada uno de los recién llegados—. Mmmmm, ese chico se viste como tonto, no parece un hombre guapo.

       —Para mí que se disfrazó de retrasado —comentó Malabock burlonamente.

        Acot retrocedió un paso y alzó ambas manos al mismo tiempo, preparándose para la batalla. Atrás de él, Presea y su compañera Caldina empuñaron fuertemente sus armas. Ninguno de ellos sabía quiénes eran los guerreros que atacaban el palacio de Céfiro ni que clase de poderes poseían, pero aún así, a pesar de que no conocían el alcance de sus fuerzas, no estaban dispuesto a permitir que se salieran con la suya.

       —Oye, Caldina —murmuró Presea en voz baja, lanzando una rápida mirada de soslayo hacia la joven de tez morena—. ¿Dé dónde habrán venido estos sujetos? ¿Tú crees que provengan de otro planeta?

       —Lo ignoro, Presea —respondió Caldina sin apartar sus ojos de Adnalo—. No parecen habitantes de Autozam, Cizeta o Fahren. Quizás provengan de algún otro planeta que no conocemos aún.

        La Khan de los Hielos sonrió nuevamente, mostrándose sumamente confiada.

        «Perfecto», pensó. «Están nerviosos, esto será pan comido».

        A unos metros de ahí, Hikaru levantó la cabeza y los hombros de Umi y la mantuvo entre sus brazos. Al escuchar las voces de Ascot, Presea y Caldina, la Guerrera Mágica se volvió instintivamente hacia ellos para mirarlos.

       —¡Presea! —exclamó preocupada—. ¡¡Ten mucho cuidado con ellos!!

        La artesana buscó con la mirada los ojos de su amiga Hikaru y asintió con la cabeza. Acot, a su vez, sintió un terrible vacío en la boca del estómago cuando descubrió las condiciones en que se encontraba Umi. Tal vez no estaba herida de gravedad, pero lo que sí era seguro es que los invasores la habían dejado lastimada.

       —Umi —murmuró Ascot, apretando los dientes y los puños con verdadera rabia. A continuación se volvió hacia los Khans—. Los haré pagar por lo que han hecho, rufianes.

       —Habla todo lo que quieras, muchacho —repuso Adnalo—. En realidad dudo mucho que puedas cumplir tus amenazas. He registrado tu nivel de poder con mi escáner visual y sólo llegas hasta las 72 unidades, algo realmente raquítico.

       —Te lo mostraré —Ascot extendió sus brazos al frente con las palmas vueltas hacia delante—. ¡¡A mí, criatura!!

        De pronto, una aro de luz apareció frente a las manos del joven y, tras una milésima de segundo, una extraña criatura muy similar a los cangrejos del planeta Tierra emergió. El cangrejo medía alrededor de doce metros de altura por seis de ancho; su cuerpo estaba recubierto con una poderosa coraza y poseía dos enormes tenazas que movía lentamente.

        Al ver lo sucedido, Malabock frunció una leve sonrisa.

       —No lo hace nada mal, el chico posee un gran poder mágico.

       —A mí no me parece nada del otro mundo —dijo Odrare como restándole importancia—. Te he visto a ti hacer mejores trucos que ese.

        Adnalo miró al cangrejo con una ceja arqueada e hizo una mueca de repulsión. Quizás la mayoría de sus conocidos lo ignoraba, pero lo cierto era que ella les tenía bastante asco a los crustáceos y a los insectos.

       —¿Qué te parece esto? —preguntó Acot, desafiante.

       —No seas estúpido, papi —dijo Adnalo con monotonía—. Necesitarás más que un asqueroso espantajo gigante para vencernos. Ahora te demostraré de lo que yo soy capaz.

        De repente, la Khan de los Hielos abrió su boca y dejó escapar un aliento gélido que avanzó como ventisca hacia el monstruo de Ascott. En cuestión de segundos, el enorme cangrejo quedó cubierto por una sólida capa de hielo. Presea, Caldina, Guru Clef y Hikaru abrieron sus ojos con asombro tras observar lo ocurrido.

       —¡¡No puedo creerlo!! —renegó Ascott.

        Sin decir nada, Adnalo caminó hasta el enorme cuerpo del cangrejo congelado e inmediatamente después hundió la punta de su dedo índice en éste. Tras un leve crujido, la criatura comenzó a resquebrajarse de abajo hacia arriba hasta que, finalmente, se partió en cientos de pedazos y se desmoronó como sí fuera una montaña de arena.

       —¡¡Mi amigo!! —exclamó Ascott, horrorizado.

       —¿Amigo? —repitió la Khan de los Hielos—. ¿Esa cosa era tu amigo?

       —Todas las criaturas de Céfiro son mis amigas.

       —Bueno, pues ya tienes una menos de que preocuparte.

        Como respuesta, Ascot, que echaba chispas, cerró su puño derecho y se lanzó sobre la guerrera de Abbadón mientras lanzaba un grito de cólera. Adnalo, a su vez, abrió la boca nuevamente y dejó escapar su aliento gélido por segunda vez.

       —¡¡Acot, cuidado!! —le gritó Caldina para prevenirlo.

        La advertencia llegó demasiado. Antes de que Acot pudiera detener su carrera, el aliento de la guerrera imperial lo envolvió por completo y, en un segundo solamente, lo congeló de pies a cabeza totalmente.

       —Ascot —murmuró Umi mientras Hikaru aún la sostenía.

       —Ese tonto quedó como paleta de limón —se burló el Khan del Minotauro—. Ahora debemos ir por la gema estelar de los Titanes.

        Adnalo se volvió hacia su compañero y asintió con la cabeza mientras reía levemente. Caldina y Presea, en tanto, se pusieron tensas; sí Adnalo era capaz de congelar cualquier cosa con su aliento, ¿qué posibilidades tenían ellas de detenerla?

       —Ahora sólo me falta derrotar a este par de tontas —murmuró la Khan de los Hielos volviendo la mirada hacia Caldina y Presea—. Quizás experimenten un pequeño malestar al principio.

       —¡¡Detente!!

        Extrañada, la guerrera imperial volvió el rostro hacia el sitio de donde había venido aquel súbito grito y se encontró con Hikaru Shidou. Al verla nuevamente, Adnalo alzó una ceja sin acabar de entender lo que intentaba hacer aquella Guerrera Mágica.

       —¿Qué es lo que quieres, niña tonta? No me molestes con tus absurdas estupideces. Sabes bien que tus hechizos mágicos son totalmente inútiles contra nosotros.

       —Eso ya lo sé —admitió Hikaru—. Sin embargo no puedo dejar que lastimes a las personas a las que más quiero. Ellos ya han padecido mucho en el pasado y no merecen sufrir más.

       —Hikaru —murmuró Lantis, abriendo los ojos levemente.

       —Que odiosa eres niña, a mí no me importa cuanto hayan sufrido tus amigos en el pasado, niñita —replicó Adnalo con menosprecio—. Lo único que me interesa es que luego de derrotarlos el emperador N´astarith me otorgará una buena recompensa por aplastar a sus enemigos.

        La Guerrera Mágica, cabizbaja, se tomó el puño izquierdo con la mano y, al igual que Umi y Fuu, hizo aparecer una espada. Finalmente había comprendido que no tenía caso tratar de razonar con aquellos guerreros; ahora tenía en claro que estos sólo eran un conjunto de mercenarios que obraban por su beneficio personal.

       —No —murmuró mientras alzaba la mirada y un aura de color rojizo emanaba de todo su cuerpo—. No aceptaré haber defendido este mundo en dos ocasiones para que ahora ustedes lo destruyan.

       Adnalo se volvió completamente hacia Hikaru, ignorando momentáneamente a Presea y Caldina. Una sonrisa maliciosa le iluminó el rostro.

       —De acuerdo, sí lo que estás buscando es una buena paliza… .

        Completamente seguro de que su compañera de armas podría hacerse cargo de la situación, Odrare volvió la cabeza hacia donde estaba Blastar y levantó un brazo para señalarle el palacio de Céfiro.

       —Blastar, busca la gema estelar ahora mismo.

        El biodroide miró al Khan del Minotauro y enseguida inclinó la cabeza con respeto.

       —Ahora mismo, mi señor.

        Mientras Blastar se alejaba para cumplir con su misión, Odrare dirigió la vista hacia donde estaban Adnalo y Hikaru nuevamente. El enfrentamiento entre ambas estaba a punto de comenzar. A su derecha, Malabock se cruzó de brazos y sonrió confiadamente.

       —La niña no tiene posibilidades de ganar.

        El imponente Khan del Minotauro se giró hacia los otros defensores de Céfiro. Presea y Caldina habían dejado sus armas para ir hacia donde estaban Guru Clef, Umi y Fuu para tratar de ayudarlos; Lafarga, Lantis y Ferio, en tanto, trataban de levantarse con algo de dificultad.

       —Tal vez no, Malabock —dijo Odrare, entornando la mirada y sonriendo—. Pero quizás no estaría de más tomar algo de ventaja.

       Sistema Estelar Adur.

        La nave Tao de los zuyua abandonó su lugar dentro de la flota aliada y voló directamente hacia una de las enormes aberturas dimensionales creada por Karmatrón para atravesarla en un santiamén. Al mismo tiempo, un escuadrón de diez Águilas Reales y algunos cazas de combate penetraron de igual forma por la segunda puerta y desaparecieron en su interior.

        En la sala de mando de la astronave insignia Churubusco, la princesa Mariana y algunos oficiales de la flota contemplaban por el ventanal como las naves que llevaban a sus amigos se internaban en aquellos oscuros túneles dimensionales en un intento más por impedir que N´astarith obtuviera el resto de las gemas estelares. Una vez que las naves se habían ido, las aberturas comenzaron a contraerse hasta que desaparecieron.

        «Cuídense mucho, amigos», pensó Mariana. «Desde aquí estaré orando para que vuelvan con bien».

        De pronto Andrea colocó una mano en el hombro de la princesa.

       —Tranquilízate, hija —le dijo—. Vi a Asiont pelear en aquel universo y ya no es el mismo de antes. Ahora es mucho más fuerte y no está solo.

        La princesa de Lerasi se volvió hacia ella y asintió.

       —Lo sé, madre, aunque me preocupa un poco ese terrible odio que aún esconde en su corazón. A pesar de que se empeña en negarlo yo sé que todavía no olvida lo que le sucedió a Astrea.

       —Tienes razón, Mariana —Andrea se tomó la barbilla—. Cuando estuvimos en Juuban, Asiont por poco y asesina a Jesús Ferrer. De hecho, creo que sí no hubiera sido por Sailor Venus y Sailor Mercury quién sabe que cosa hubiera pasado.

        En ese momento un militar se acercó hasta ellas.

       —Majestad, el rey Lazar desea informarle que el Consejo de Líderes ya se encuentra reunido para iniciar la audiencia con el príncipe Jesús Ferrer de Megazoar.

        Andrea despidió al oficial con la mano y luego se giró hacia su hija para despedirse.

       —Tengo trabajo que hacer, hija, confío en que atenderás bien a las Sailors Senshi que se quedaron a bordo. También ocúpate de esa chica llamada Shampoo, creo que desde que Ranma y los otros se fueron con Cadmio ha estado bastante aburrida sin saber que hacer.

       —Te veo preocupada, madre, ¿qué te sucede?

        La reina la miró con tristeza y le acarició levemente la mejilla.

       —Creo que tengo algo de miedo por lo que Jesús Ferrer pueda decirme respecto a las acciones mi hermano. La verdad puede llegar a ser muy dura en ocasiones.

       En órbita al planeta Génesis.

        El Megaroad-01 era una de las mejores astronaves hecha por los terrícolas. Construida en la base luna Apolo era casi una fortaleza espacial inexpugnable, un santuario de alta tecnología cuyo propósito era llevar a la civilización humana más allá de las estrellas. Todo se controlaba desde el puente de mando, situado en lo alto de la nave. La almirante Misa Ichijo, su esposo el comandante Hikaru Ichijo, la primer oficial Emily Zuno y el mayor Kameyama estaban ya en sus puestos esperando la llegada de las fuerzas enemigas. Las computadoras de todas las pocas naves terrícolas que los acompañaban en la misión estaban conectadas con las del Megaroad-01.

        Después de unos doce minutos de sangrientos combates entre fuerzas tan desiguales cerca de los Devastadores Estelares de Abbadón, los técnicos reunidos en el centro de control delMegaroad-01 empezaron a perder la capacidad de coordinar la respuesta militar de la flota. En primer lugar habían perdido todo contacto con los Lightnings VF-4 supervivientes. Después, se interrumpió la recepción espacial de radar. Por último, perdieron toda comunicación con los exploradores que sobrevolaban la atmósfera de Génesis.

       —Deben estar interfiriendo nuestras comunicaciones. La antena de comunicación ya está reparada, pero aún así no podemos comunicarnos con la Tierra o el planeta Edén.

        La almirante Misa observó una pantalla que le mostraba la posición de las naves enemigas y el enorme robot de cien metros que las acompañaba. Los cruceros endorianos habían empezado a dejar sus cazas de combate y aunque éstas no poseían campos de fuerza como las naves de Abbadón, los que estaban a bordo del Megaroad-01 no tenían manera de saberlo.

        A bordo de Osiris, el cruel capitán Jasanth decidió iniciar el ataque contra el Megaroa-01 mientras que José Zeiva y Liria volaban en una nave hacia el planeta Génesis libres de cualquier inconveniente. Los Devastadores Estelares, entretanto, permanecían estacionados a lo lejos en espera de nuevas ordenes.

        Seguido de cerca por cientos de cazas endorianos de combate, el robot Osiris sometió a las naves terrícolas a un virulento bombardeo láser. Lo ultimo que llegó al Megaroad-01 desde elKumori fueron unos gritos desde el puente de mando: «¡Nos atacan! ¡El enemigo ataca!». Antes de que un solo Lightning pudiera ir en su ayuda, la astronave quedó reducida a un montón de escombros flotantes.

        Black y su reducido grupo de Lightnings supervivientes estaban muy cerca del Megaroad-01 cuando descubrieron la presencia del enorme robot enemigo que atacaba la flota terrícola. A lo lejos, más allá de las fuerzas enemigas, cientos de aviones de combate abandonaban el interior del Megaroad-01 para ir hacia el norte, hacia Osiris y las naves de guerra endorianas.

        Hiroshi observó los restos del Kumori y sintió pena por sus ocupantes.

       —Bueno, amigos, ningún robotito de lata destruirá nuestro hogar así como así, ¿verdad? —dijo Black con el fin de despertar el coraje de sus compañeros—. ¿Están conmigo?

       —Pues vamos a darle, teniente —dijo otro de los pilotos al tiempo que aumentaba su velocidad—. Sí ha de ser nuestro último golpe, se los haremos sentir.

       —Campo de fuerza o no, no les tenemos miedo —Hiroshi colocó su avión en dirección a Osiris y disparó varios mísiles que salieron a la velocidad del rayo. Simultáneamente, otrosLightnings descargaron contra el enemigo. Los proyectiles estallaron uno tras otro sobre la espalda de la máquina de guerra endoriana con una atronadora explosión… Empero, el inmenso robot enemigo no había recibido ningún daño.

        Dentro de la cabeza de Osiris, el almirante Jasanth soltó una histérica carcajada.

       —¡¡Insectos, no nos hacen ni cosquillas con sus juguetitos!!

       Black y otros dos pilotos se elevaron por encima del robot enemigo y se abalanzaron amenazadoramente sobre éste. Tirando de los mandos de sus Lightnings, los pilotos cambiaron sus aviones a la modalidad Battroid e iniciaron un nuevo ataque. Aún cuando Battroids alcanzaban una altura de poco más de diez metros, todos ellos parecían muy débiles al lado del poderoso y bien armado robot endoriano, cuyo tamaño era diez veces mayor.

       —Vamos a darle, muchachos.

        Las armas de los tres Battroids escupían una lluvia de proyectiles en dirección al cuerpo colosal de la nave-robot. En unos pocos de segundos se dispararon cientos de proyectiles, que aparentemente daban en el blanco.

       —¡¡Muérete de una vez, maldito robot!! —gritó histérico uno de los pilotos.

       Osiris volvió la cabeza hacia los tres Battroids, estiró un brazo hacia ellos, y destrozó un Lightning con un rápido disparó de su puño. Antes de que el segundo piloto tuviera tiempo de reaccionar y ascender, el robot dio un manotazo con su otra mano y golpeó el Battroid, que salió despedido hacia la oscuridad del espacio antes de convertirse en una bola de fuego y estallar tras recibir un disparo de los lásers ópticos de Osiris.

       Black, el único que quedaba, cambió nuevamente de modalidad y convirtió su VF-4 en avión otra vez cuando advirtió como la cabeza de Osiris se volvía lentamente hacia él. El gigantesco robot salió en su persecución, lanzando rayos en distintas direcciones con sus puños y sus ojos. Black se vio obligado a realizar un violento giro hacia la derecha, zigzagueando frenéticamente para evitar los disparos, a un segundo de la muerte.

       —¡¡Alguien haga algo!! —gritó Black mientras aumentaba la velocidad.

       Hiroshi y tres Lightnings más dispararon una andanada de doce mísiles teledirigidos que salieron zumbando en dirección al blanco. Los proyectiles impactaron en Osiris y provocaron una enorme explosión; sin embargo esto no sirvió más que para distraer a sus ocupantes por un momento y darle tiempo a Black para que escapara.

       A unos kilómetros de distancia, un destacamento de cazas endorianos se dirigió en línea recta hacia la Megaroad-01 para iniciar el ataque. Algunos Konigs Monsters y Destroids Tomahaks  —enormes robots tripulados por pilotos humanos y armados con gruesos cañones— abrieron fuego contra las naves enemigas aún a sabiendas de que quizás ello no serviría de nada. Para sorpresa de los terrícolas que defendían el Megaroad-01, algunas de las naves enemigas fueron alcanzadas por sus disparos y estallaron.

       Los endorianos pasaron rápidamente al contraataque por lo que algunos Destroids explotaron y saltaron por los aires. Sorpresivamente, una lluvia de disparos provenientes de uno de los dos destructores endorianos que participaban en el ataque destruyó en el acto cinco Destroids y provocó una violenta explosión en el casco de la astronave.

       Las alarmas se dispararon por toda la nave terrícolas. Los tripulantes en su interior se agolparon por los pasillos que conducían a los refugios y los soldados que organizaban la evacuación se vieron arrollados y, con la confusión, se perdieron momentos preciosos.

       Lynn Min Mei, la hermosa cantante que había protagonizado el concierto celebrado con motivo del descubrimiento del planeta Génesis, estaba revolviendo las cosas que tenía en su camerino, sin poder decidir lo que quería salvar. La puerta se abrió de golpe. Un soldado metió la cabeza dentro.

       —¡Señorita, vámonos! ¡Es muy peligroso permanecer aquí!

       —¡Ya lo sé! —gritó ella, cogiendo lo primero que vio, un álbum de fotografías. La gente, histérica, corría buscando a sus parientes y apresurándose para que no les cerraran las puertas de los albergues.

       Min Mei oyó una serie de explosiones en el suelo tras ella y se tiró en el último momento, saltando tras un camión. Las puertas del refugio aún estaban a cuarenta metros. Demasiada asustada para pensar, Min Mei salió disparada en un intento desesperado. Oía las explosiones a su alrededor, pero agachó y corrió al límite de sus fuerzas. En el último momento, la cantante consiguió atravesar las puertas de acero justo a tiempo antes de que los soldados la cerraran. Era la última en entrar. Siguió a un oficial del ejército a un ascensor, que estaba atestado de gente ansiosa por bajar. Una gran explosión retumbó en la estructura de acero. Las puertas principales habían desaparecido, llevándose a los soldados con ellas.

       Min Mei apretó con fuerza el botón del ascensor y esperó lo que le pareció una eternidad a que se cerraran las compuertas. «Dios mío», pensó. «¿Hasta cuando se terminará todo esto?».

       En el puente de mando del Megaorad-01, Emily observó los controles por quinta vez para evaluar el estado de la astronave. Las luces en el puente parpadeaban, se apagaban y volvían a encenderse. Una serie de nuevas explosiones hicieron vibrar el puente.

       —Almirante, acabamos de recibir un impacto directo en la cubierta 16.

       —Quiero que los escuadrones SkullGreen y Black defiendan el cuadrante séptimo —ordenó Misa sin inmutarse—. Que todos los Destroids cercanos a la cubierta 16 se movilicen a esa posición para protegerla.

        Hikaru Ichijo dirigió su mirada hacia una de las pantallas de observación. En el monitor se podían ver cuatro Thuderbolts, en modalidad Battroid, intercambiando fuego cruzado con los cazas enemigos desde el casco del Megaroad-01. Los haces láser destellaban a su alrededor, pero los Battroids no interrumpieron sus esfuerzos. Dos de los Thuderbolts quedaron destruidos de inmediato, uno por un impacto directo y el segundo cuando la explosión del primero lo alcanzó. El cuarto Battroid, que estaba defendiendo lo que quedaba de la cubierta número 12, desapareció entre una nube de fragmentos metálicos y llamas láser.

       —¡Esto no puede seguir así! —exclamó el comandante Ichijo.

       —¿De qué habla, comandante? Los estamos conteniendo a pesar de los daños.

       —Precisamente hablo de eso, almirante, únicamente los estamos conteniendo. A pesar de que solamente dos las naves enemigas nos están atacando, no podemos rechazarlos. Imaginen lo que pasará cuando esos enormes platillos que poseen campos de fuerza decidan sumarse a la batalla.

       Hasta el mayor Kageyama estuvo de acuerdo con aquella observación. Quizás los cazas que los estaban atacando no tenían campos de fuerza, pero la batalla iba demasiada pareja para ambos bandos. Sí inesperadamente los Devastadores Estelares decidían intervenir a favor de sus aliados endorianos la situación podría tornarse adversa para los terrícolas.

       —Además, almirante —siguió Hikaru—. Esta ese robot gigante que destruye nuestros Lightnings fácilmente. Debemos pensar en una buena estrategia cuanto antes.

       Emily, inmóvil, sintió el peso de la impasible, pero decidida mirada de la almirante Ichijo cuando ésta se volvió hacia ella.

       —Tiene razón, comandante, tenemos que actuar de otra manera. Emily, prepara el cañón principal para destruir las naves enemigas.

       Emily asintió y rápidamente se volvió hacia los controles. Estaba por iniciar la secuencia que activaba el funcionamiento del arma principal cuando, de pronto, los instrumentos comenzaron a arrojar una serie de extrañas lecturas.

       —Almirante, los instrumentos están detectando un incremento de radiación electromagnética en toda el área.

       —¿Qué dices?

       —¿Estás segura? —preguntó Hikaru Ichijo.

       —Quizás el enemigo esté a punto de utilizar algo tipo de arma desconocida contra nosotros —sugirió Kageyama, tratando de encontrarle una explicación lógica a aquel fenómeno—. ¡Miren eso!

       En el espacio, a miles de kilómetros de donde se llevaba a cabo la batalla, un extraño suceso comenzó a ocurrir. Una especie de aro luminoso de gran tamaño apareció en medio de la nada, atrayendo la atención tanto de los terrícolas como de los emisarios de N´astarith.

       En ese momento, la nave Tao apareció por el aro de luz sorpresivamente. Volando rápidamente, el platillo volador que ostentaba el símbolo del Yin-Yang tomó rumbo hacia el planeta Génesis mientras una compuerta en su frente se abría lentamente.

       En la sala de control, Karmatrón, Lis-ek, Uller, el príncipe Saulo, Areth y los androides zuyua YZ-1 y VL-2 estaban observando las imágenes de la batalla que se estaba librando cerca del planeta Génesis entre las fuerzas de Abbadón y las naves terrícolas de aquella dimensión.

       —¡Las fuerzas de N´astarith están atacando a esas naves!

       —Es cierto, Saulo —convino Lis—. Debemos ayudarlos antes de que sea demasiado tarde. Los Tranformables se harán cargo del problema.

       A continuación, Karmatrón se tocó la frente con su dedo índice para comunicarse con los Transformables que iban a bordo de la nave Tao.

       —Atención, Titán, el enemigo está atacando un grupo de naves en la órbita de un planeta cercano. Deben detenerlos de cualquier manera.

       —Enterado, emperador, estamos en camino —le respondió Titán.

       Una vez que desconectó su transmisor, Karmatrón se volvió hacia Lis-ek y los otros.

       —Yo también iré con los Transformables. Ustedes encárguense de buscar la gema y los guerreros Khans.

       —Emperador, nuestros instrumentos detectan la presencia de un enorme robot de cien metros de altura —informó YZ-1 con su vocecita estridente y metálica que reverberaba dentro de su caparazón metálico—. Los detectores de carbono indican que se trata de un robot tripulado por formas de vida basadas en el carbono.

       —Un robot de cien metros de altura controlado por personas  —repitió Saulo en tono pensativo—. Creo que es demasiado incluso para sus Tranformables, Zacek, quizás sería buena idea regresar por refuerzos.

       —No es necesario, Saulo —repuso Karmatrón—Yo me haré cargo de ese robot.

       —¿Acaso perdiste el juicio, Zacek?  —Saulo pensó que era una broma—. Sé que como Karmatrón posees grandes poderes, pero  un gigante como ese es demasiado para ti.

       —Descuida, Saulo, una de mis habilidades consiste en aumentar o disminuir de tamaño a voluntad. Puedo reducirme al tamaño de una micra o crecer hasta una altura de cien metros.

       El príncipe de Endoria puso una cara de sorpresa lo mismo que su discípula Areth. Las habilidades que Zacek poseía con aquella armadura energética eran totalmente insólitas. Por un momento ambos se preguntaron mentalmente qué otra cosa sería capaz de hacer el emperador zuyua cuando se encontraba transformado en Karmatrón, quizás hasta podría detener el tiempo.

       —Bien, Zacek, entonces no perdamos más el tiempo y actuemos.

       Águila Real 32.

       Los pilotos tiraron enérgicamente de las palancas de dirección y la nave comenzó a dejar atrás al planeta en cuestión de segundos. Los cazas enemigos avanzaron a través del espacio, persiguiendo a la nave aliada.

       —Coordenadas listas para iniciar la secuencia del salto trans-warp —anunció uno de los pilotos, luchando con los controles mientras los cazas enemigos empezaban a dispararles—. Los motores se encuentran listos.

       Lance asintió.

       —Procedan.

       —Aquí vamos —murmuró Seiya.

       Inmóviles detrás de los pilotos, todos contemplaron en silencio cómo los pilotos extendían las manos sobre los controles. Se produjo un breve y estridente sonido y las estrellas que llenaban el ventanal dejaron de ser alfilerazos plateados para convertirse en hilos de luz cuando la nave entró al espacio trans-warp, dejando atrás las naves caza imperial que trataban de interceptarlos.

       Espacio cercano al planeta Génesis.

       El despiadado capitán Jasanth, seguro de su victoria, continuaba ordenando a los operadores de Osiris que siguieran destruyendo cuanto Lightnings se atravesaran por su camino cuando, de pronto, uno de técnicos volvió el rostro hacia él para alertarlo sobre la presencia de Karmatrón y los Transformables.

       —Almirante, los sensores están recibiendo nuevas señales; parece ser que una nave desconocida atravesó el espacio trans-warp hace unos cuantos ciclos. Según los datos que nos llegan desde los Devastadores de Abbadón, la nave pertenece a la Alianza Estelar.

       Jasanth observó las pantallas visoras que constituían los ojos de Osiris y pudo podían apreciar la imagen de Karmatrón y de 25 Transformables que se acercaban rápidamente al campo de batalla desde un enorme platillo. Tal y como había dicho a bordo de la nave Tao, Zacek aumentó su tamaño hasta alcanzar los cien metros y ahora estaba a la misma altura del robot endoriano.

       —Es ese maldito de Karmatrón —concluyó el almirante—. Eso sólo puede significar que las fuerzas de la Alianza Estelar tratan de evitar que cumplamos con nuestra misión; justo como lo han hecho en otras ocasiones. Bien, como gusten, lo destruiremos a todos con el inmenso poder de Osiris. El emperador N´astarith se sentirá muy satisfecho con la noticia.

       En el espacio, Osiris dejó de prestarle atención a los Lightnings, se volvió hacia Karmatrón y los Guerreros Estelares, y aguardó pacientemente a que estos estuvieran más cerca para atacarlos. Al mismo tiempo, Black, Hiroshi y los demás pilotos terrícolas que se encontraban peleando se quedaron atónitos al contemplar como aquellos hombres mecánicos que salían de la nave Tao; ¿Quiénes eran ellos? ¿amigos o enemigos? A bordo del Megaroad-01 todos compartían la misma duda, pero no podía hacer nada salvo esperar.

       Continuará… .

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