Leyenda 124

LA LEYENDA

por Asiant y Uriel

CAPÍTULO CXXIV

UN NUEVO CAMINO

        Armagedón (Sala del trono)

        Zura alzó la mano sobre el caído meganiano como si fuera a matarlo…, pero de improvisto bajo el brazo. Todo parecía indicar que el vencedor se estaba negando a ejecutar al guerrero de la Casa Real. Aquella acción despertó la simpatía de Nauj-vir, que consideraba que Zura estaba actuando con un verdadero sentido del honor, pero repugnó a Tiamat y a la mayor parte de los Khans cuan cabía esperar. Incluso Isótopo, Etzal y el resto de los guerreros de la Casa Real comenzaron a abuchear a Zura, manifestando su desaprobación a gritos. Muchos de los militares de Abbadón se burlaron de él y comenzaron a insultarlo. Lilim y Rei observaban la escena con indiferencia, como sí ambas estuvieran tan por encima de todos que cualquier contacto con ellas fuera algo imposible.

        —¡Eres un cobarde! —espetó Leinad de Leviatán.

        —¿Acaso te da miedo la sangre? —se burló Sombrío.

        Tiamat comenzó a caminar en dirección a Zura para increparlo. Era la oportunidad que estaba buscando para humillarlo frente al emperador. Tal vez era fuerte, pero quería demostrarles a todos que no tenía las agallas y el arrojo de un verdadero Khan. Miró a su antiguo pupilo con desprecio y dejó escapar una leve sonrisa de burla.

        —¿Por qué no acabas con él de una vez? Este era un combate a muerte y lo sabes perfectamente. ¿Acaso te da miedo matar? ¿Es eso? Tal vez tu tiempo en el exilio te ablando más de lo que pensaba.

        Zura se rió.

        —¿Eso es lo que crees?

        —Los hechos dicen más que las palabras —Tiamat se detuvo—. Sí no fuera así lo hubieras matado de una vez. En una batalla el enemigo no merece misericordia y debes acabarlo. Creo que fue una de las primeras lecciones que te enseñe sí no mal recuerdo.

        —Deberás disculpar que mi memoria no funcione muy bien —le replicó Zura sin dejarse amedrentar—. Aunque aún recuerdo algunas cosas que me enseñaste y creo que una de ellas fue que las apariencias suelen engañar, ¿no es así? Quizá sí miras con más atención te habrías dado cuenta que es imposible matar a un cadáver.

        —¿Qué es lo que estás diciendo? —Tiamat frunció el entrecejo y volvió la mirada inmediatamente hacia donde yacía el cuerpo de Zero para comprobar lo dicho por su antiguo aprendiz. Tal vez había estado vivo al caer de las alturas, pero ahora estaba muerto.

        —Para la próxima procura fijarte mejor —le recomendó Zura antes de volverse hacia N´astarith para arrodillarse con respeto. Levantó la mirada y murmuró—: Mi señor, espero no haberlo decepcionado. Le prometo que acabaré con todos sus enemigos de la misma manera. No dejaré a ninguno de ellos con vida.

        Tiamat, con el rostro desencajado y esforzándose por controlar su ira, se irguió y regresó a su lugar sin decir una sola palabra. Deseaba tanto humillar a Zura que pasó por alto el repentino fallecimiento del Guerrero del Viento. Sí sólo hubiese esperado unos segundos más antes de abrir la boca no se habría expuesto a semejante ridículo delante del emperador. Sombrío quería reírse a carcajadas, pero la mirada llena de rabia que el Khan del Dragón le dirigió fue suficiente para que desistiera de aquella idea.

        Aicila no cabía en sí de gozo. La recuperación de Zura había sido exitosa, pero lo que más disfrutaba era verlo tratar a Tiamat de forma irreverente. Quizá el Khan del Dragón fuese el líder de los guerreros de Abbadón, pero confiaba en que sus días estaban contados. Sólo era cuestión de tiempo para dar el golpe decisivo y quitar a N´astarith del camino. El rostro de Aicila se iluminó con una sonrisa. Muy pronto ella dominaría al imperio.

        —Excelente trabajo, Zura —lo felicitó N´astarith mientras los soldados se apresuraban a retirar el cuerpo del guerrero muerto—. Tus habilidades te hacen digno de servirme nuevamente. Ahora quiero que acompañes a Allus y a los otros guerreros meganianos al planeta Niros, pero debo prevenirte de los poderes del príncipe Ferrer. Él es un enemigo que debe ser manejado con cuidado.

        —¿El príncipe Ferrer? —musitó Zura lentamente.

        —Jesús Ferrer es el famoso guerrero Káiser del que habla la leyenda de Dilmun —declaró el señor de Abbadón—. Ahora que la fuerza del aureus está en él, tiene la capacidad para convertirse en un guerrero con poderes extraordinarios y habilidades excepcionales. Los antiguos llamaron a este guerrero el Káiser porque juraban y perjuraban que nadie podría derrotarlo jamás —sonrió—, pero la gente siempre tiende a exagerar.

        —¿Tan poderoso es? —inquirió Kilban con escepticismo.

        —Poderoso, poderoso —repitió el pequeño demonio que iba montado sobre el hombro de Kilban y siempre estaba de acuerdo con él. Era una diminuta criatura de un solo ojo y orejas alargadas con aspecto repugnante.

        —El Guerrero Káiser es fuerte, pero no invencible —repuso N´astarith—. Sin embargo, es un hecho que si no lo detenemos ahora, podría convertirse en un enorme problema en poco tiempo. Una vez que lo quitemos de en medio, será más sencillo acabar con los Caballeros Celestiales, los Santos, las Sailor Senshi y las otras alimañas que se esconden en el sistema Adur.

        —Excelente —Bórax se frotó las manos—. Quiero desquitarme de esos malditos hechiceros que nos humillaron la última vez. Convertiré a los Kundalini en piedra y con ello me ganaré el respeto del emperador Asura.

        —Y castigaremos a Baran, Hyukel y Krocodin por su traición —dijo Saboera.

        —Tengo una pregunta.

        La mayoría de los presentes se volvió para mirar a Rei Ayanami, que mantenía una expresión serena e impasible. Parecía como sí nada de lo que ocurría alrededor de ella pudiera afectarle en lo más mínimo. La blancura de su rostro contrastaba agudamente con el traje negro que portaba.

        —La niña tiene una pregunta —dijo Sorlak y luego soltó su acostumbrada carcajada desagradable—. Pero, vamos, preciosa, no te quedes callada y dinos qué es lo que quieres saber.

        —¿De verdad creen que causándole dolor a los demás podrán hacer desaparecer el suyo propio?

        Hubo un breve silencio de malestar, seguido por una agitación de capas negras, túnicas, ropas y movimientos en general de cuerpos y miembros. Se escucharon murmullos de ofensas y maldiciones mientras los presentes se miraban los unos a los otros. Era evidente que la pregunta de Rei Ayanami no les había caído en gracia. Nauj-vir no sabía nada de aquella joven, pero por algún motivo se sentía atraído por su mirada.

        —¡Cierra la boca, mocosa estúpida! —le gritó Cyntial.

        —¡Está loca! —vociferó Bórax.

        —Esperen —dijo Leinad mientras el resto de los guerreros de Abbadón empezaba a burlarse a carcajadas—. Déjenme contestarle, compañeros. Tal vez no desaparezca nuestro dolor, pero al menos matar a todos esos malditos imbéciles nos hará olvidarnos de él.

        —¡Haz el amor, no la guerra! —exclamó Luis Carrier.

        Sombrío comenzó a reír escandalosamente y se acercó a Rei.

        —Préstenmela un momento para jugar al «Eso me gusta, eso te doy»

        El Khan del Lobo tomó a Rei por el brazo para jalarla, pero Nauj-vir sujetó a Sombrío por la muñeca para obligarlo a soltarla y luego le propinó un fuerte puñetazo que lo envió directo al suelo. Astarte festejó lo sucedido con una expresión de júbilo y aprovechó la ocasión para darle una patada a Sombrío en la ingle. El poderoso guerrero abrió la boca aullando de dolor mientras todos se burlaban de él.

        —¡Haya paz! —dijo por fin N´astarith—. Déjense de tonterías o los haré azotar a todos. Les he dicho que no tolero disputas sin sentido en mi presencia —hizo una pausa y volvió la mirada hacia Sombrío—. Te dije que no tocaras a esas niñas o lo lamentarás. Ahora, imbécil, ponte de pie o haré que te echen como perro.

        Sombrío se levantó lentamente y asintió.

        —Sí, mi señor —respondió con una vocecilla tan aguda y entrecortada que hizo que la mayor parte de los presentes soltara una sonora risotada.

Planeta Niros.

        Bajo el cielo nocturno, Ultimecia salió de su cada para buscar al príncipe Ferrer en los alrededores. No comprendía del todo por qué Jesús se mostraba tan reacio a aceptar que él era el Káiser de la leyenda. ¿Es que acaso le molestaba que su destino hubiera sido trazado de antemano? Sí así era, como sospechaba, entonces tenía algo en común con ella. Finalmente lo encontró acodado sobre una roca contemplando las dos lunas que coronaban el firmamento.

        —¿Qué es lo que miras? —le preguntó Ultimecia.

        Jesús Ferrer se volvió. La sacerdotisa se colocó a su lado y levantó la cabeza para admirar la belleza de la noche que los cubría. Reinaba una gran calma ahí. Era como sí los dos estuviesen solos en todo el universo. Solamente les acompañaban las lunas, las estrellas y el viento. El príncipe de Megazoar deseaba que lo dejaran solo, pero entendía que las intenciones de Ultimecia no eran molestarlo, sino que deseaba ayudarlo de algún modo.

        —¿Acaso estás viendo tu hogar? —preguntó por fin Ultimecia.

        —No tengo un lugar al que podría llamar hogar.

        —Lo siento, no quiero importunarte.

        —Estoy observando las lunas —le dijo Jesús—. No tuve una niñez como la mayoría de las personas, pero Kayla, mi esposa, me dijo una vez que a ella le contaron que los espíritus de nuestros seres queridos nos observan a la luz de la luna, de modo que de niña ella acostumbraba saludar con la mano al cielo con la esperanza de que sus padres la reconocieran.

        —Extrañas mucho a tu esposa —observó Ultimecia.

        —Cada momento de mi vida. Quisiera que nadie en todo el universo sufriera lo mismo que yo, pero sé que es algo imposible. Pareciera que cuando estoy a punto de alcanzar la felicidad, algo sucede y ésta desaparece de mi mano. Se me escurre por entre los dedos como sí fuera arena. Mis hermanos me contaron que mi padre deseaba enviarme fuera de Megazoar para salvarme, pero por un error llegué al planeta azul conocido como la Tierra. Sus habitantes me dejaron en la cápsula de hibernación por más de doscientos ciclos estelares terrestres y usaron mi código genético para cientos de experimentos. Sin embargo hubo un científico que se compadeció de mí y decidió liberarme para luego llevarme a la luna de la Tierra. Cuando salí de la cápsula me había convertido en un adulto. De alguna forma el modo éxtasis de la cápsula se dañó y no retardó mi envejecimiento.

        —No te ves tan viejo —bromeó Ultimecia.

        Jesús sonrió.

        —El científico que me ayudó no me dijo nada sobre mi origen alienígena, de modo que pensé que era un terrestre más. Aprendí la historia del planeta azul y jamás llegué a entender por qué la gente sufre en vez de construir juntos un mundo más perfecto. Tiempo después, una nave caza se estrelló cerca de la base donde nos escondíamos y yo salvé al piloto cuando estaba a punto de morir. Él era José Zeiva, uno de los muchos sujetos de prueba de los experimentos que los terrestres realizaron usando mis células meganianas. José se convirtió en mi primer amigo y juntos soñábamos con terminar con todas las guerras y traer la prosperidad, pero tomamos el camino equivocado. Creíamos que solamente usando el poder era posible desterrar las cosas negativas y traer el bienestar a la galaxia. Nuestro error tuvo efectos devastadores para docenas de mundos y eso es algo que me ha perseguido toda mi vida.

        —No comprendo —dijo Ultimecia—. ¿Por qué lo hiciste?

        —Por soberbia —repuso Jesús bajando la mirada—. Mi inteligencia me hizo creerme superior a mis semejantes. Pensaba que una persona dotada de gran conocimiento estaba exenta de cometer errores y eso me volvió insensible. Todo lo analizaba lógicamente sin preocuparme por los detalles. Incluso José llegó a olvidar sus buenos propósitos y se obsesionó con el poder de tal forma que ya nada más le importaba en la vida.

        —Ahora sé porque decías que has causado mucho dolor y sufrimiento. De niña escuchaba relatos sobre las guerras estelares, pero nunca les presté mucha atención ya que esos conflictos ocurrían lejos de Niros y nunca nos afectaron directamente. No tenía idea de qué tú habías tenido algo que ver en esas guerras.

        —Sí, soy responsable de muchas cosas —reconoció el meganiano—. De hecho, muchas de las armas que José usó para sus sangrientas conquistas fueron diseñadas por mí. Probablemente todo hubiera continuado así por mucho tiempo de no ser por Kayla. Ella me enseñó que los problemas no se solucionan con violencia o poseyendo un gran intelecto. Me mostró lo que significa sentir algo por otra persona y procurarle bien con sinceridad. Entonces comprendí lo errado que estaba y traté de convencer a José, pero él no me hizo caso y se alejó de mí.

        —¿Qué hiciste entonces?

        —Llegué a un acuerdo con él y ambos acordamos dividir los territorios del imperio entre los dos. Quería empezar de nuevo y me fui con Kayla al planeta Adon para realizar mi sueño de formar un mundo sin guerras donde sólo hubiera progreso y bienestar. Confiaba en que sí lograba eso usando medios pacíficos, entonces quizá José se daría cuenta de sus errores tarde o temprano. Me casé con Kayla y tuve un hijo llamado Kim. Parecía que al fin lograría cumplir con mis objetivos, que podría alcanzar mis sueños, pero, como te dije antes, la felicidad desapareció de golpe. José me declaró la guerra y nuestros imperios se vieron inmersos en una nueva guerra. En una ocasión, me ausenté de Adon dejando a mi esposa y a mi hijo con la promesa de reencontrarnos de nuevo. Cuando estuve fuera, alguien atacó Adon matando a toda la población incluyendo a mi familia. Creí enloquecer de dolor cuando supe la noticia y regresé sólo para ver todo mi mundo hecho cenizas. Enterré a Kayla y a Kim en los restos del palacio real y entonces apareció él.

        Ultimecia notó qué Jesús cerraba los puños con furia. Parecía que una oscura nube de rabia lo hubiera envuelto de repente. El meganiano guardó silencio un instante como si le costara trabajo continuar. Cuando decidió terminar su relato, la ira y el odio ensombrecían su rostro.

        —Un hombre envuelto en una capa oscura me contó que José había atacado Adon para matar a mi familia. También me dijo que estaba dispuesto a ayudarme a destruir a mis enemigos sí así lo quería y a revelarme mis verdaderos orígenes. Estaba tan furioso por la muerte de mi esposa e hijo que no advertí la poderosa energía maligna que lo envolvía. Más tarde me confesó que su nombre era N´astarith y que era un emisario del Lucero de la Mañana y de la Noche. Me indicó donde podría encontrar a mis hermanos, pero me engañó. N´astarith fue quien asesinó a Kayla y a Kim, pero me mintió para que llevara a los meganianos a otra guerra contra el imperio de Endoria. Eso lo sé porque el espíritu de Kayla me contó la verdad. El maldito bastardo me utilizó para sus fines y juró por todo lo sagrado que me vengaré de él en esta vida o en la siguiente.

        —¿Acaso no aprendiste nada? —le reprochó Ultimecia con severidad.

        Jesús alzó la mirada sin entender la pregunta de la sacerdotisa.

        —Dijiste que Kayla te enseñó que la violencia no resuelve nada, pero sigues cometiendo el mismo error. ¿Crees que ella o tu hijo desean que andes por ahí matando gente sólo por venganza? ¿No los puedes ver llorando por ti en medio de toda la sangre que se ha derramado?

        —Pero N´astarith debe pagar por sus crímenes.

        —Y pagará, créeme que pagará, pero no estamos hablando de él sino de ti. Esa ira que llevas por dentro te está carcomiendo lentamente. Tu odio te ha hecho olvidarte de todos tus sueños y sólo piensas en la venganza. Dijiste que lo que más querías era crear un mundo mejor para todos, pero mírate ahora. No haces más que odiar y sólo sueñas con matar a quienes te hicieron daño.

        —¿Acaso estás diciendo que olvide todo lo que sucedió? —exclamó Jesús indignado—. ¿Esa es tu idea? ¿Qué dejé impunes las muertes de Kayla y Kim? Lo lamento, sacerdotisa, pero no soy ese guerrero legendario que tanto veneran en tu pueblo. Tal vez tenga poderes, más por dentro soy tan común como cualquier mortal. Hace mucho que mis sueños murieron y no tengo interés en revivirlos.

        Ultimecia meneó la cabeza en sentido negativo.

        —Tu odio te ciega a la verdad y no puedes entender lo que te digo. Ahora me doy cuenta que tantas guerras te han dejado marcado para siempre. Es como sí llevaras un clave ardiente en el alma y éste no te dejara en paz. Dijiste que el espíritu de Kayla se apareció para decirte la verdad sobre su muerte. ¿Crees que simplemente lo hizo para alimentar tu odio y tu rencor? Estoy segura que lo hizo para hacerte entender que la ira no es el camino correcto. Tú mismo dijiste que ella te pidió que olvidaras tu dolor y siguieras adelante.

        —¿Seguir adelante?

        —Mi pueblo cuenta que el guerrero Káiser protegerá a los inocentes del mal y defenderá a los débiles de cualquier peligro. Tal vez es cierto que causaste mucho sufrimiento en el pasado, pero nunca es tarde para cambiar. Tú tienes la decisión en las manos. Puedes elegir seguir por la senda del odio y la venganza o usar el poder que tienes para hacer realidad el sueño que tú y tu familia quisieron construir.

        El príncipe de Megazoar agachó la cabeza de nuevo. Apretó los párpados fuertemente tratando de controlar su dolor. Era demasiado peso atado a sus espaldas, demasiado arrepentimiento en su conciencia. No podía detener las imágenes mentales de la gente a la que había matado en la guerra contra Endoria en aras de satisfacer su insaciable sed de venganza. ¿Acaso no se había prometido a sí mismo sacarle el corazón a José sí llegaba a matarlo personalmente? Unas gotas de agua se agruparon por salir de sus lagrimales.

        —No merezco ser el Káiser, he matado a mucha gente.

        —Pero ahora puedes salvar a más.

        Ultimecia puso una mano en el hombro del príncipe en señal de aliento. Ella lo observó con una afable sonrisa. Después de unos segundos, no supo que hacer y desvió la mirada incapaz de ver a Jesús Ferrer directamente a los ojos. Éste, a su vez, levantó el rostro y la tomó de la barbilla.

        —Te agradezco tu apoyo, en verdad lo necesitaba. Quiero recuperar el sueño que alguna vez tuve. Usaré el poder del Káiser para defender a los débiles y detendré la amenaza de N´astarith para siempre.

        Ultimecia lo miró con la boca ligeramente abierta y luego depositó un suave beso en la mejilla de Jesús Ferrer.

        —Sé que lo harás.

Astronave Churubusco.

        Sailor Pluto caminaba junto a Sailor Saturn en dirección a los hangares en busca de las Inner Senshi y de Sailor Moon. A Setsuna le preocupaba perder de vista a Usagi demasiado tiempo aun cuando sabía que ésta se encontraba en compañía de las demás Sailor Senshi. Mientras recorrían el largo pasillo, la Sailor del Tiempo no podía dejar de repasar mentalmente la conversación que habían tenido con Sailor Uranus y Sailor Neptune. El simple hecho de que ambas hubieran decidido aceptar ayuda de los demás era una señal de la preocupación que les causaba la batalla con N´astarith.

        —¿En qué piensas, Setsuna? —le preguntó la pequeña Sailor Saturn.

        —Pensaba en la prueba tan difícil que le espera a la princesa —le respondió Sailor Pluto—. Cuando quise ver a través de la Puerta del Tiempo me fue imposible hacerlo y eso se debe a que el mismo futuro está en movimiento. No hay forma de saber sí lograremos salir con vida de esta batalla.

        —Creo que te preocupas demasiado —dijo Sailor Saturn—. Hemos estado en situaciones complicadas en el pasado y hemos logrado salir adelante a pesar de la adversidad. Tal vez te hace falta pensar en otra cosa para descansar tu mente, ¿no lo crees?

        Setsuna dejó escapar una ligera sonrisa. A pesar de ser sólo una niña, Hotaru podía darse cuenta de lo evidente. Sailor Pluto se estaba presionando demasiado pensando en lo que vendría que se estaba olvidando de vivir el presente. Aunque era una Sailor Senshi encargada de cuidar la Puerta del Tiempo no dejaba de ser una mujer joven que necesitaba distraerse un poco. Incluso cuando cerraba los ojos no dejaba de planear estrategias y meditar sobre el enemigo al que enfrentaban.

        —Tienes razón, es mejor hablar de otra cosa o no podré pensar correctamente.

        —¿Cómo qué? ¿De los demás?

        —Humm, tal vez sobre tu nuevo amigo.

        Hotaru se detuvo de golpe, agachó la cabeza y sus mejillas se iluminaron.

        —¿Qué amigo?

        —Hablo de Dai, el chico con poderes. Me da la impresión de que te llevas muy bien con él. Los vi platicar bastante cuando estuvimos en el planeta Adur y también en la sala de entrenamientos.

        —Sí, somos buenos amigos —musitó Sailor Saturn tajante.

        —¿Y por qué te pones roja? —inquirió Setsuna con una sonrisa.

        —No me pongo roja.. es sólo que hace mucho calor.

        —Esa excusa no te servirá conmigo —se burló Setsuna—. No tienes por qué avergonzarte delante de mí. Me parece estupendo que hayas hecho un nuevo amigo, pero sí no quieres hablar del tema lo entiendo.

        —No es lo que tú crees, Setsuna —murmuró Hotaru—. Simplemente me identificó con él por algunas razones. Dai me contó que no tenía muchos amigos en su mundo y que la gente lo mira como a un bicho raro por causa de sus poderes. Creo que por eso entiendo cómo debe sentirse.

        —Comprendo y además pienso que es demasiado menor para ti —comentó Sailor Pluto en tono pensativo—. Debe tener al menos unos nueve o diez años y tú tienes casi quince. Además, esa princesa llamada Leona lo sigue a todas partes como sí fuera su misma sombra.

        —En realidad todos son muy agradables —repuso Sailor Saturn para dejar el tema de Dai de lado—. Fuu es casi tan inteligente como Ami y Umi se parece un poco a Rei por el carácter. Gohan es un chico muy simpático e inteligente, Kurinrin se ve muy amable y ese hombre llamado Eclipse siempre me hace reír con sus comentarios —rió de buena gana—. Como quisiera que Chibi-Usa estuviera aquí para platicar con ella.

        El comentario dejó pensativa a Sailor Pluto.

        —Es cierto, con todo lo que ha sucedido desde que venimos de nuestro mundo no he tenido tiempo para pensar en la Pequeña Dama. Como no puedo usar la Puerta del Tiempo es imposible comunicarnos con ella. Sólo espero que se encuentre bien y que pronto podamos verla de nuevo.

        —No te preocupes, Setsuna —le dijo Hotaru—. No sé la razón, pero presiento que Chibi-Usa está bien. Lo único que lamento es que no esté aquí para ayudarnos, pero tal vez sea lo mejor. No soportaría ver que algo malo le sucediera.

        —Chibi-Usa es fuerte como su madre, eso lo sé —murmuró Setsuna.

        —¡¡Buaaaa!! —Sailor Moon se abrazó de Eclipse y rompió en llanto—. Todos son muy crueles conmigo. Quisiera que por una vez Sailor Mars me tuviera paciencia, que no abusara de mí, que no me gritara, que no… .

        —Tranquilízate, por favor —dijo Umi sin saber muy bien qué decir para que Usagi dejara de derramar lágrimas—. En ocasiones podemos actuar de manera un tanto infantil, pero la gente debe tener paciencia.

        La Guerrera Mágica trataba de consolarla, pero estaba claro que eso no era lo que Usagi necesitaba oír. En cuanto escuchó la palabra «infantil» soltó un gemido y comenzó a chillar con mayor intensidad. Umi simplemente bajó la cabeza y soltó un suspiro de resignación, pero por dentro quería gritarle que se callara.

        —¡¡Y yo quisiera que Frambuesa siguiera viva!! —exclamó Eclipse.

        Justo entonces Areth se acercó al grupo y más tarde llegó Cadmio. Éste miró al espía y a Sailor Moon con indiferencia y luego alzó una ceja sin entender por qué diablos estaban llorando de esa manera tan desconsolada. Cuando dirigió la mirada hacia las demás Sailor para averiguar lo que ocurría, ninguna de ellas se atrevió a decir una sola palabra.

        —¿Qué les pasa a esos dos? —inquirió el Celestial al fin.

        —Eh, no es nada —dijo Fuu—. ¿Adónde llevaron a la gente?

        —Los van a trasladar al planeta Adur. No hay suficiente espacio en la nave para alojarlos. El Consejo de la Alianza se reunirá para celebrar una cesión y determinar qué hacer con todos ellos.

        —Disculpa —murmuró Sailor Venus—. ¿De casualidad no sabes dónde está el príncipe Jesús Ferrer? Es que tengo mucho que no lo veo y me dijeron que había venido a los hangares, pero no lo he visto en todo el tiempo que llevamos aquí.

        Cadmio se cruzó de brazos.

        —Ese inútil estaba aquí hace un rato, pero se marchó. Mejor pregúntale a Areth adónde diablos se largó porque se fue sin avisar. Ella estaba hablando con él junto con el tonto de Asiont cuando decidió irse a quién sabe donde.

        —De hecho —dijo Areth como no queriendo—. Tengo que decirles algo muy importante a todos con relación al príncipe Jesús Ferrer, pero no sé sí sea el momento adecuado para hacerlo. Bueno, aquí voy… .

        —¡¡Buaaa!! —prorrumpió Eclipse, recargándose en el hombro de Cadmio sin dejar de llorar. El colmo fue cuando sujetó la manga del Caballero Celestial y se sonó las narices de forma escandalosa. Hikaru y sus amigas hicieron una mueca de repulsión al ver la escena—. ¡¡Mi querida Frambuesa!!

        —Vas a tener que conseguir un buen dentista si no te callas —le amenazó Cadmio a punto de tomarlo por el pescuezo—. O te alejas de mí ahora mismo o te juró que mañana te reúno con tu querida mascota.

        —Cruz, cruz, que se vaya Cadmio y que venga… —repuso Eclipse, pero la mirada furiosa con la que el Celestial lo miraba fue suficiente para que dejara la frase inconclusa—. De acuerdo, ya me callo.

        —¿Qué es lo que querías decirnos, Areth? —preguntó Umi.

        Pero la chica no estaba muy segura sí debía revelar la identidad del guerrero Káiser o dejarlo para después. Buscó a Asiont con la vista, pero no lo halló en ninguna parte. Los Caballeros Celestiales sin importar de quien se tratara conocían toda la leyenda de Dilmun y el asunto del Káiser, pero a nadie se le había ocurrido que éste resultaría ser uno de los príncipes de Megazoar, un sujeto que no gozaba de muchas simpatías dentro de la Alianza. Sin saber bien qué responder, Areth bajó la mirada y se miró la punta de las botas mientras buscaba ganar tiempo.

        —Será mejor que se los digas de una vez, Areth. No tiene ningún caso seguir ocultando algo tan importante.

        Areth levantó la mirada a tiempo para ver a Piccolo acercarse al grupo. No tenía claro sí el nameku estaba enterado sobre lo del Káiser o únicamente había dicho aquella frase para orillarla hablar de una vez. Por unos instantes pensó que a lo mejor Asiont había hablado con el Guerrero Zeta para explicarle todo, pero descartó la idea cuando advirtió que su amigo no venía junto con Piccolo.

        —¿De qué estás hablando, Piccolo? —le preguntó Cadmio.

        —Hablo de la identidad del guerrero del que nos contaron hasta hace poco. Ese que mencionaron en la leyenda que tiene que ver con las doce gemas sagradas que estaban en nuestros universos.

        —¿Qué dices? —inquirió Hikaru.

        —¿El Guerrero Káiser? —preguntó Sailor Mars a su vez.

        Piccolo asintió con la cabeza.

        —¿Cómo fue que lo supiste? —dijo Areth bastante sorprendida.

        —Lo escuché todo cuando estaban hablando con ese príncipe. A diferencia de los humanos, yo tengo un oído bastante agudo. Puedo oír perfectamente a pesar de la distancia.

        Lógico, pensó Areth, sólo así se explicaba que Piccolo supiera sobre la conversación entre ellos y el príncipe Ferrer. Aunque no conocía mucho sobre la raza nameku, sabía que había especies en el universo que poseían sentidos más desarrollados que otras. Al parecer los nameku gozaban de la ventaja de escuchar sonidos lejanos o palabras con perfecta claridad. Areth iba a reprocharle a Piccolo su indiscreción cuando Cadmio se plantó delante de ella para interrogarla.

        —A ver, ¿cómo está eso de que sabes la identidad del Káiser?

        Areth tragó saliva con dificultad mientras deseaba desaparecer de la vista de todos. No tenía ni idea de cómo Cadmio iba a tomar la noticia, pero estaba segura que no lo iba ser de buen modo. Miró por encima del hombro de Cadmio para buscar a Asiont una última vez, pero no tuvo mayor éxito.

        —Es que… bueno… el Káiser es Jesús Ferrer.

        —¿Qué cosa? —Cadmio alzó una ceja.

        Lo había dicho por fin y no había marcha atrás. Tomó aire y habló está vez con más fuerza y claridad. Las miradas de todos los ahí reunidos se volcaron sobre Areth mientras ésta despejaba todas las dudas.

        —Que el Káiser es Jesús Ferrer.

        Cadmio levantó la otra ceja y se giró hacia Piccolo como esperando que éste hablara para decir que Areth estaba mintiendo, pero eso no ocurrió nunca. Cadmio llevó el rostro hacia Eclipse para mirarlo, pero el enmascarado se encogió de hombro sin saber qué decir al respecto. La noticia le había sentado como un puñetazo. Entonces, de pronto, el Celestial se llevó una mano a la cabeza y se revolvió el cabello.

        —A ver, a ver, ¿cómo que Jesús Ferrer es el Káiser? ¿Estás segura de eso?

        Areth movió la cabeza en sentido afirmativo.

        —En efecto, así es —asintió Piccolo—. Jesús mencionó que el espíritu del Káiser se encontraba dividido, pero que ahora éste se había vuelto a unir. Parece ser que las otras dos partes residían dentro de sus dos hermanos. Es por eso que cuando ambos murieron, el espíritu del Káiser despertó dentro del príncipe.

        —¡Que me parta un rayo! —exclamó Cadmio—. Ese papanatas no puede ser el guerrero Káiser. Me parece una tontería imaginar si quiera que ese tipo fuera en realidad el famoso guerrero del que hablan los antiguos.

        —Pero lo es —dijo Areth—. Todo concuerda sí lo analizas con cuidado. En las leyendas se dice que el Káiser tendrá tres caras y tres formas. No pueden estar equivocadas.

        Cadmio perdió la paciencia. Alargó los brazos para sujetar a Areth de los hombros y empezó a sacudirla una y otra vez mientras le hablaba. La chica trató de protestar, pero sólo podía tartamudear.

        —¿Y por qué diablos no dijiste nada?

        —Es-es que-que… .

        —Oiga, dejé de moverla como licuadora —le dijo Eclipse—. No ve que la va a dejar toda lela sí le sigue haciendo eso.

        —Tú cierra la boca —le advirtió el Celestial, soltando a Areth.

        —Ya basta —anunció secamente Piccolo—. Déjense de tonterías. Tenemos que decírselo a los demás y ver qué es lo que haremos a continuación. Ahora que la búsqueda por las doce gemas ha terminado es hora de planear la forma de derrotar a N´astarith.

        —Jesús es el Káiser —murmuró Sailor Venus, estupefacta—. Entonces el guerrero legendario del que me contó Josh y el Káiser resultaron ser la misma persona como suponíamos. Tengo que encontrar a Josh cuanto antes y decirle esto, aunque quizá ya lo sepa.  

        Sailor Jupiter, Azmoudez, Saulo, Zacek, Lis, Ten-Shin-Han, Astroboy, Ranma y Ryoga llegaron a tiempo para escuchar cómo Eclipse le decía a Piccolo:

        —¿Cómo se lo diremos a los otros? Es decir, ¿alguien tiene un plan?

        —¿Decirnos qué cosa? —De repente, Saulo estaba muy interesado por lo que Eclipse estaba diciendo.

        El espía contempló a Saulo en silencio durante unos segundos que parecieron interminables y luego miró de reojo a Areth, que le miraba con una de esas expresiones que reprochan a las personas lo largo que tienen la lengua. Y no era para menos. Sí Cadmio se había puesto como loco al saber la verdad, no tenían que esforzarse mucho para adivinar la reacción del príncipe de Endoria.

        —Eh… bueno… es algo trivial —repuso Eclipse con nerviosismo—. Usted saber que no me gusta el chisme, pero Piccolo nos dijo que había oído que Jesús Ferrer era el guerrero Káiser de la leyenda. Ya sabe, son rumores, son rumores.

        Sin pronunciar palabra alguna, Saulo, que puso una expresión de pocos amigos, estiró los brazos por delante de Zacek. Tomó a Eclipse de los hombros, impulsado por una gran furia y empezó a zarandearlo fuertemente.

        —¿Qué tonterías estás diciendo? ¿Jesús Ferrer el Káiser? Eres un mentiroso.

        —Basta, Saulo, déjalo —La voz serena de Lis-ek paralizó al príncipe de Endoria, pero no convenció a éste de soltar a Eclipse—. No ves que le haces daño moviéndolo así.

        —¿No oyes qué está diciendo una barbaridad? —le replicó Saulo.

        —Más vale que lo creas porque es la verdad —dijo Piccolo—. Él mismo se lo confesó a Areth y a Asiont hace unos instantes. Estábamos hablando precisamente de eso cuando ustedes llegaron.

        Saulo dejó al espía y se volvió hacia donde estaba a Areth para fulminarla con la mirada. Acababa de llegar al punto de ebullición y ver a su alumna tratando de ocultarse tras de Piccolo lo hacía bullir aún más. Areth dejó su escondite e itentó esbozar una especie de sonrisa, pero sin mucho éxito.

        —¡¿Y donde demonios está Asiont?! —gritó Saulo a los cuatro vientos.

Planeta Niros.

        Faltaba poco para el alba. Ultimecia se hallaba sentada en unas rocas observando cómo Jesús Ferrer desplegaba todo el poder de su aura. Después de haber conversado durante un buen rato, el príncipe meganiano había tomado la decisión de averiguar cuáles eran los verdaderos alcances del poder del Káiser, pero por más esfuerzo que realizaba, no podía percibir ningún cambio significativo en el mismo. Después de la muerte de sus hermanos, su fuerza y su velocidad se habían incrementado considerablemente, pero distaba mucho de igualar los poderes de los Khans.

        Jesús lanzó un fuerte grito a la vez que trataba de elevar más la potencia de su energía interna reuniendo todas sus fuerzas, pero el aumento de poder fue tan insignificante que lo hizo desesperarse. Hartó consigo mismo, bajó la intensidad de su aura hasta que ésta volvió a la normalidad y se giró hacia Ultimecia.

        —No lo comprendo, ¿este es el nivel del Guerrero Káiser? —murmuró mientras se miraba las manos—. No sé qué sucede, pero no creo haber adquirido el poder del aureus. Mis habilidades y poderes son mucho mayores que antes, pero no creo que este sea todo mi verdadero poder.

        —Es natural ya que aún no has aprendido a controlar la fuerza del aureus —le dijo Ultimecia—. ¿Creíste que sólo incrementando tu energía interna podría usar los poderes del Káiser? Me temo que estás muy equivocado sí piensas de esa manera. Para dominar las fuerzas del aureus debes unir tu corazón, tu mente y tu espíritu como uno solo. Sin embargo eso apenas es la mitad del camino que debes recorrer.

        El meganiano la miró con atención.

        —¿La mitad del camino? ¿A qué te refieres con eso?

        —Debes renunciar a tu yo y sumergirte en las profundidades de la noche oscura del espíritu para buscar lo que buscas. El aura es creada por la fuerza de la mente, el cuerpo y el espíritu, pero el aureus va más allá de todo esto porque representa la plenitud infinita de los seres vivos.

        Jesús meditó profundamente en aquellas palabras, tratando de comprender su significado verdadero y decidió intentarlo de nuevo una vez más. Con la salida de un sol rojo como la sangre sobre el valle, el príncipe de Megazoar cerró sus ojos mientras respiraba tranquilamente y se desconectaba de todo lo que lo rodeaba. No obstante, no pudo evitar recordar la muerte de su familia y eso lo hizo interrumpir su concentración.

        —Descuida, a todos les cuesta trabajo según dicen.

        —¿Tú has usado el poder del aureus? —le preguntó Jesús.

        —¿Yo? Claro que no, sólo repito lo que me enseñaron mis maestros. De hecho, se dice que casi ningún ser vivo puede manipular ese poder y de ahí que la leyenda de Dilmun hable del Káiser como el guerrero más fuerte de toda la Existencia.

        —¿De toda la Existencia? —dijo Jesús con cierto recelo—. ¿No crees que es algo pretencioso afirmar tal cosa? He recorrido varios universo y en cada uno de ello he conocido y enfrentado muchos seres poderosos con más fuerza de lo que uno podría imaginar. ¿Qué es lo que hace tan especial al guerrero Káiser?

        Ultimecia se encogió de hombros.

        —Supongo que la fuerza del aureus, pero la verdad no tengo la menor idea. La leyenda es muy vaga respecto a ese asunto. Sólo menciona que el Káiser puede herir los cielos, la tierra y las columnas misma del tiempo o incluso contemplar la misma mano del Creador sosteniendo el infinito en su palma, pero quizá sean simples metáforas. 

        —Sea lo que sea pronto lo averiguaremos —afirmó Jesús y luego volvió a concentrarse.

        A bordo de la nave que los llevaba al sistema Niros, Allus de Caribidis contemplaba en silencio un holograma del príncipe Jesús Ferrer en compañía de Isótopo, Zura y los guerreros de la Casa Real. El rostro del Khan estaba vacío de toda expresión, pero un destello de expectación ardió en sus ojos. Pronto se encontrarían cara a cara y librarían una batalla a muerte. Allus había logrado eliminar al emperador Francisco y ahora estaba decidido a matar a Jesús Ferrer a toda costa. Era la primera vez que se enfrentaría a un enemigo con un nivel de poder similar al de sus compañeros de armas, pero eso no lo asustaba en lo más mínimo. Seguro de su habilidad y sus fuerzas, Allus no sentía ningún temor por el desafío que le aguardaba. 

        —Todo salió como lo habíamos planeado —comentó el Khan de Caribdis—. El emperador piensa que nos dirigimos a Niros únicamente para matar a Jesús Ferrer y a los videntes, pero no sabe que lo que deseamos es bañar la Joya del Porvenir en las aguas del Manantial del Porvenir. Muy pronto dispondremos de la capacidad de saber con antelación todo lo que ocurrirá . 

        —Me pregunto qué tipo de poderes poseerá el príncipe Jesús ahora que es el Guerrero Káiser —murmuró Isótopo con preocupación—. Quizá N´astarith ya se dio cuenta que estamos conspirando en su contra y nos envió a una muerte segura. ¿No opinan lo mismo?

        Allus dejó escapar una risilla maliciosa.

        —Te preocupas demasiado. El príncipe Ferrer puede ser el Káiser, pero no es el único que puede usar la fuerza del aureus y pronto lo verás —hizo una pausa y observó la Joya del Porvenir que sostenía en su mano derecha—. Sí los cálculos de N´astarith son acertados, nuestro enemigo no podrá desplegar todo su poder y esa es la clave para derrotarlo. Es hora de demostrar ante todos por qué los Khans logramos exterminar a los miles de Caballeros Celestiales que defendían esta galaxia. 

        Isótopo miró a Allus sin entender de qué estaba hablando. ¿De verdad podía vencer a Jesús Ferrer como aseguraba? ¿Acaso tenía un plan en mente para obtener la victoria y del cual nadie sabía nada? El meganiano tenía muchas dudas y pocas respuestas. ¿Por qué N´astarith había enviado solamente a un Khan con la misión de liquidar al famoso guerrero Káiser? Como muchos otros, Isótopo había escuchado ciertos relatos referentes a un poder oculto que los guerreros de Abbadón más fuertes utilizaban en ciertas ocasiones. Siempre lo había tenido como un rumor más, pero por alguna razón empezó a sospechar que tal vez había algo de verdad en todo eso.

Continuará… .

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