Crisis 07

CRISIS UNIVERSAL

por Acuario Káiser

CAPÍTULO VII

HÉROES Y VILLANOS

       Tierra-877,666
       Ciudad Magna

       Kayani Arftin pasó caminando a un costado de su compañero Paul Tapia mientras saludaba con la mano a algunos chicos y adolescentes que le tomaban fotografías digitales y le pedían autógrafos. Algunos curiosos que rondaban por los alrededores comenzaron a acercarse cuando notaron la presencia de lo que creían era un grupo de súper héroes y que además la policía había llegado al lugar. A Kayani no le molestaba de ninguna forma sonreír coquetamente ante las cámaras y teléfonos móviles o estrechar las manitas de los niños que la miraban con alegría. Gracias a sus habilidades empáticas podía percibir la felicidad y el entusiasmo que ella y sus compañeros despertaban en la mayoría de la gente que los rodeaba. Era grato sentir aquellas emociones tan positivas y benignas que la guardiana de bronce incluso se permitió saborear un instante de regocijo y dicha.

       Por desgracia, el momento no duró mucho. La misma habilidad que le permitía sentir las emociones positivas de los niños y adolescentes, también hizo que se percatara inmediatamente de los sentimientos negativos que albergaba el Khan del Terror y eso le provocaba una angustia que no la dejaba tranquila. Fobos poseía una ira cegadora, una maldad acechante y una ambición insaciable.

       —¿Ocurre algo malo, Kayani? —le preguntó Paul poniéndole una mano en el hombro derecho—. Pareces un tanto preocupada por algo, ¿es por lo que nos dijo Calíope cuando estuvimos en Celestia?

       Ella volvió el rostro hacia su compañero y habló en voz baja.

       —Más bien por el sujeto de armadura negra, Paul. ¿Acaso no percibes su aura?

       El Guardián de Plata dirigió su atención hacia donde estaban Fobos y Oriana y entornó la mirada. La energía que envolvía al Khan del Terror despedía una maldad que sólo había sentido antes en los más poderosos Shadow Warriors de Caronia contra los que habían luchado en el pasado.

       —Si, me di cuenta de ese detalle cuando estuvimos en Celestia —murmuró Paul en tono discreto—. Recuerdo que ese tipo incluso trató de atacar a Calíope y se mostró bastante hostil con algunos de los otros que estaban con nosotros.

       —Su fuerza y su poder son monstruosos —musitó Kayani con temor.

       —Tranquilízate y disfrutemos nuestros cinco minutos de fama —repuso Paul antes de posar para el lente de un teléfono móvil—. Si trata de darnos problemas nos ocuparemos de él con ayuda de Kay. Tal vez no lo sepas, compañera, pero él también es un individuo bastante poderoso.

       Kayani llevó su mirada hacia Kay Namura y comprobó que lo dicho por Paul era absolutamente cierto. El poder que habitaba dentro de aquel hombre que sonreía con cordialidad a los niños que lo rodeaban era realmente excepcional.

       —Tienes razón, Paul —asintió Kayani inclinándose un poco hacia delante—. Su aura despide una fuerza impresionante que sólo he percibido en presencia de los Guardianes de Oro, quienes son los más poderosos de todos los guerreros de nuestra Orden. ¿Tú crees que sea tan fuerte como ellos?

       Paul sonrió.

       —Es algo un tanto difícil de saber. Kay ha dado pasos enormes en su nivel de poder, pero nunca hemos sentido la verdadera fuerza de un Guardián de Oro. Sin embargo, no dudes que las habilidades de Kay son realmente asombrosas.

       De repente, una niña se acercó hasta donde estaban los guardianes para hablarles.

       —¿Y tú quien eres? —preguntó la chiquilla jalando insistentemente el brazo del Guardián de Plata—. ¿También eres un héroe? ¿Cómo te llamas?

       —¿Yo? Sólo soy alguien que viene a ayudar —repuso Paul bajando la cabeza para mirar a la niña—. Si, venimos a ayudarlos. «A ayudarlos y evitar que niños como ustedes tengan que morir», pensó el Guardián.

       —¿Y cuál es tu nombre de héroe? —insistió la chiquilla—. Vamos, dilo.

       —Mi nombre es Paul Tapia —respondió Paul—. Y soy un Guardián de Plata al servicio de la Liga Planetaria. Mi amiga es Kayani Arftin y ella también es una Guardián, pero de Bronce.

       —¿Paul Tapia? —repitió la niña con una mueca de desagrado—. ¿Qué clase de nombre para un súper héroe es ese? Te llamas igual que un compañero de la escuela que no pudo venir porque estaba enfermo.

       El Guardián de Plata sólo atinó a forzar una especie de sonrisa en tanto que Kayani se cubría la boca para disimular una risita burlona. Paul se encogió de hombros y se limitó a exhalar un suspiro.

       En tanto, los tres policías se abrieron camino entre el público hasta llegar a donde se encontraban Kay Namura, Charles, Fobos y Oriana. Un cuarto oficial esperaba en el interior de uno de los vehículos policíacos usando la radio constantemente para informar de la situación en todo momento.

       —Buenos días, amigos —dijo un rollizo policía al tiempo que la gente comenzó a retirarse por indicaciones de los guardias de seguridad—. Nos avisaron que había un grupo de sujetos disfrazados en los alrededores y vinimos a ver si algo malo estaba pasando. ¿Está todo en orden, chicos?

       —Si, oficial, todo en orden —respondió Kay Namura con naturalidad—. Sólo estamos conociendo la ciudad. Disculpe si causamos alarma entre la gente, pero le aseguro que no era nuestra intención provocar tanto revuelo.

       —¡Ellos son héroes, oficial! —exclamó una adolescente bastante entusiasmada—. ¡Aparecieron de la nada cuando estábamos visitando el monumento! ¡Seguro también son miembros de laJustice Army o de los Avengers!

       Por alguna razón, Kay sintió que la joven había revelado un detalle que los oficiales ignoraban por completo ya que, luego de oír a la chica, la expresión amistosa del rostro del policía cambió por completo. El oficial miró al Centinela mientras los escrutaba minuciosamente antes de preguntarle:

       —¿Les molesta si vemos sus identificaciones?

       Oriana, Kayani y Paul se miraron entre sí, pero ninguno supo que responder ante la exigencia del oficial de policía.

       —¿Disculpe? —dijo Oriana alzando ambas cejas.

       —Sus identificaciones, por favor —insistió el policía.

       —Creo que eso no será necesario —Fobos dio un paso al frente, alzando una mano y pasándola por enfrente de los ojos del regordete oficial en un rápida invocación de poder mental—. No necesitan ver nuestras identificaciones.

       El policía asintió. Estaba encantado de lo seguro y profesional que se había comportado al momento de pedirles sus credenciales de identidad a todos esos tipos disfrazados. Entonces, uno de sus dos compañeros le dijo que no tenía ningún sentido exigirles identificación porque de seguro se trataba de algún grupo de súper héroes que sólo estaba de visita por Ciudad Magna y no había razón para dudar de ellos. Aquella idea parecía bastante razonable y los oficiales de policía siempre debían mostrarse razonables y correctos.

       —No necesitamos ver sus identificaciones.

       Fobos le sostuvo la mirada y sonrió.

       —Supongo que podemos irnos.

       —Pueden irse cuando gusten —repuso el oficial, asintiendo de nuevo porque no había razón alguna para estar ahí cuando podía estar en… bueno, en alguna otra parte comiendo unas deliciosas donas y bebiendo café—. Les recuerdo que no deben salir a jugar al héroe sin llevar sus credenciales de identificación o tendrán problemas.

       El Khan del Terror dio un paso atrás.

       —Muchas gracias por la indicación.

       —¿Qué fue lo que les hiciste? —le preguntó Oriana mientras los oficiales subían a sus vehículos para marcharse—. Yo pensé que estábamos en problemas cuando nos pidieron identificarnos.

       —Poder mental —dijo Kay volviéndose hacia Fobos—. Usaste tu habilidad telepática para manipularlos mentalmente y hacer que se fueran, ¿no es verdad?

       —¿Y no es eso lo que hacen los de tu clase, Centinela? —respondió Fobos con una sonrisa en los labios—. Deberían darme las gracias por deshacerme de esos gusanos molestos, ¿o acaso hubiesen preferido que los matara? Hubiera sido algo realmente sencillo para cualquiera de nosotros.

       Charles frunció el entrecejo y se acercó al Khan para encararlo.

       —No te atrevas siquiera a pensar en hacerle daño a las personas que habitan este mundo o mi lanza será lo último que verás en tu miserable vida, ¿te quedó claro?

       Fobos esbozó una sonrisa divertida.

       —Estoy temblando de miedo, caballerito. ¿Quieres probar suerte?

       El Templario levantó su lanza, furioso. Estaba listo para enterrarla en el pecho del Khan del Terror, pero Kay Namura se interpuso entre ambos para evitar que las cosas fueran más lejos.

       —Tranquilícense los dos ahora mismo —dijo el Centinela con firmeza. Miró a uno y a otro antes de volver a hablar—. Quizá ya lo olvidaron, pero tenemos que ocuparnos de un asunto más importante. Nuestros universos corren un grave peligro y debemos trabajar juntos para resolver la crisis que nos amenaza o será demasiado tarde para todos.

       Charles estaba molesto por la actitud de Fobos, pero sabía reconocer cuando alguien tenía la razón y se contuvo. Debía hacer a un lado sus sentimientos y concentrarse en averiguar cómo salvar su propio universo antes de que todo lo que amaba y había jurado proteger fuese destruido por culpa de la crisis. Bajó su arma y, tras lanzarle una última mirada de advertencia a Fobos, se permitió relajarse un momento.

       —Ah, los Centinelas siempre tratando de arreglar los problemas —Fobos volvió a exhibir aquella sonrisa hipócrita que tanto molestaba a Charles, y que también comenzaba a irritar a Paul—. Debí suponer que dirías algo así, Kay Namura, ¿no es cierto? Los de tu clase usualmente evitan las confrontaciones, pero cuando sus cursilerías baratas no funcionan recurren a la manipulación.

       —¿De qué estás hablando? —inquirió Oriana.

       El Khan volvió la mirada hacia ella.

       —Sólo digamos que soy uno de los pocos privilegiados que ha tenido la suerte de conocer un poco sobre el multiverso. Es por eso que estoy al tanto de las actividades de los Centinelas de Mystacor y de otros seres que habitan distintas realidades. No muchos lo saben, pero a los Centinelas les gusta manipular a las personas para llevarlos por el camino que sólo ellos consideran correcto.

       —Yo también te conozco, Fobos del Terror —replicó Kay—. Sé muchas cosas sobre el Imperio de Abbadón y lo que los guerreros Khan hicieron en tu universo, así como las incursiones a otras realidades.

       —Ya sabes lo que dicen, Kay Namura —contestó el Khan casi con despreocupación—, cree sólo la mitad de lo que escuchas e imagina la otra mitad.

       —Basta de tonterías —intervino Paul mostrándose bastante molesto—. No sé quién rayos seas ni tampoco me importa, pero a mi no podrás engañarme con tu hipocresía y tus mentiras. Conozco a Kay Namura y a los Centinelas de Mystacor y sé que sólo estás diciendo mentiras sobre ellos.

       Fobos observó al Guardián de Plata de arriba abajo con desprecio.

       —Piensa lo que quieras, inútil —La mirada del Khan era fría y a un ápice de ser abiertamente hostil—. Pero por esta ocasión estoy de acuerdo con Kay en eso de hacer a un lado nuestras diferencias y trabajar juntos. No es algo que me agrade mucho, pero es necesario dadas nuestras circunstancias.

       Mentía y Charles de Sheringham estaba convencido de eso. No tenía que leer la mente de Fobos para darse cuenta de que estaba fingiendo y lo más probable era que acabara traicionándolos en el momento menos esperado. «No debemos fiarnos de este sujeto ni por un segundo», pensó. «Su Cosmos está lleno de una maldad equiparable a la de esos demonios con los que he estado combatiendo». El Templario echó un vistazo a los alrededores y descubrió que todos los turistas y curiosos se habían marchado.

       —¿Qué es lo que haremos entonces? —preguntó sin dirigirse a nadie en concreto—. Según recuerdo, las hermanas de Calíope dijeron que el origen de la crisis se hallaba en cuatro mundos distintos y como no veo a ninguno de los otros, asumo que nos dividieron en grupos.

       Kay reflexionó un poco antes de hablar.

       —Empezaremos por buscar una fuente de energía lo suficientemente poderosa como para generar antimateria en grandes cantidades —hizo una pausa y se volvió hacia Paul y Kayani—. Amigos, ¿creen que podrían usar sus armor capsule para detectar emanaciones de ese tipo de energía?

       —Es una idea excelente —aprobó Kayani, sacando su ordenador de mano y encendiéndolo con rapidez para comenzar con la tarea—. Según lo que he estudiado, los terrícolas no poseían la tecnología necesaria para manipular la antimateria en esta época, de modo que será relativamente sencillo detectar ese tipo de energía usando las armor capsule. Podríamos dividirnos en equipos para cubrir un mayor terreno.

       Kay se acarició la barbilla y asintió.

       —Humm, me parece lo mejor. Paul, Oriana y yo iremos hacia el norte de la ciudad mientras que Kayani, Charles y Fobos pueden ir al sur. En caso de tener problemas podemos contactarnos telepáticamente o usar los armor capsule de los guardianes.

       —¡¿Yo con Fobos?! —exclamó Kayani con indignación—. Pero es que… .

       —Descuida, primor —siseó el Khan, desplazando la cabeza hacia delante, como para morder—. No tengas miedo que no muerdo… demasiado.

       —Esperen un segundo, hay algo que no comprendo —murmuró Charles antes de que alguien dijera algo más—. Sí los terrícolas no pueden manipular la antimateria en este tiempo, ¿cómo puede ser posible que alguien haya construido una máquina capaz de producirla en grandes cantidades? Digo, no creo que la crisis sea algo casual. La naturaleza no funciona de esa manera.

       A las palabras del Caballero Templario siguió un silencio. Algunos comenzaron a pensar en lo que Charles acababa de mencionar. Si los terrícolas eran incapaces de producir grandes cantidades de energía antimateria, ¿quién o qué estaba detrás de aquel inusual fenómeno que amenaza todo el multiverso?

       —Esta no es la misma Tierra que ustedes conocen —Fobos comenzó a recalibrar su escáner visual mientras Kayani le mostraba la lengua en señal de desafío—. La historia de este mundo podría ser muy diferente y quizá si exista un terrícola capaz de construir algún tipo de invento. Recuerden que el multiverso es un mar de infinitas posibilidades.

       —Quizá sea como dicen —concedió Charles—. Pero, ¿de qué forma se relaciona eso con los otros tres universos donde está ocurriendo esto? Estoy convencido de que hay alguien detrás de esta crisis.

       —En ese caso lo encontraremos —aseguró Kay Namura.

       Planeta Ginups.

       Se detuvo frente a las puertas de las Habitaciones del Duque: un enorme óvalo de platinia opalescente enmarcada finamente con oro. Breakout miró su reflejo en ella, casi fantasmal, y contempló su rostro parcialmente mecánico. Había vivido tanto tiempo siendo un cyborg que ahora recordaba su vida de humano como si la hubiera pasado a otra persona, como si hubiera sido alguna historia que le habían contado y que no tenía nada que ver con él.

       Breakout atravesó las puertas con tranquilidad. El interior era un lugar cálido, reconfortante y bastante más limpio que el resto de la fortaleza. Caminó sobre la alfombra roja que cubría el suelo hasta llegar a un lujoso comedor que dominaba el centro de la habitación. El cyborg captó la mirada que lo observaba desde la silla de respaldo alto ubicada en uno de los extremos de la mesa, y se detuvo finalmente ante la figura de Saajar. En silencio, dos atractivas y esbeltas esclavas le proporcionaban un diligente masaje a los hombros y el cuello del duque que gobernaba Ginups.

       —¿Qué fue lo que te dijo ese animal? —inquirió Saajar.

       —Confirmó todo lo dicho por el otro shadow warrior que murió —respondió Breakout con una voz teñida de cierta indiferencia—. Antes de que su nave fuera destruida lograron enviar un mensaje a su universo de origen, pero no pudieron decir mucho antes de que la transmisión se interrumpiera. El ataque de Zuskaiden y la antimateria causaron bastante interferencia, así que no es probable que el mensaje fuera del todo claro.

       Saajar hizo un gesto con la mano y una copa dorada con incrustaciones de piedras preciosas descendió flotando hasta su palma. Gracias a los dispositivos computarizados ubicados en su cerebro, Breakout percibió la onda psíquica que había llevado la copa hasta la mano del duque. La puerta se abrió nuevamente y una tercera esclava entró en la habitación. Se trataba de una joven muy hermosa de cabello negro que fue hasta la mesa con una bandeja entre las manos repleta de comida.

       —Debemos suponer entonces que los caronianos apenas tienen una ligera idea de lo que está sucediendo —hizo una pausa y probó el contenido de la copa. El vino ginupsiano era excelente como siempre—. Creo que no existen motivos para preocuparnos demasiado por ese tonto de Ferladh y sus inútiles guerreros.

       La esclava que llevaba la bandeja depositó los platillos frente a Saajar y después retrocedió, esperando.

       —Me complace tu labor para obtener información —prosiguió el duque mientras estiraba la mano hacia la comida. Luego de probar el plato principal se limpió la boca con unos leves toques antes de volver a hablar—. Oh, pero, ¿en dónde están mis modales? ¿No me acompañarás a cenar, Breakout?

       El cyborg cerró los puños y apretó los labios con rabia. Desde su transformación en un híbrido mecánico y humano, Breakout había prescindido por completo de toda necesidad de comer, beber o dormir. Tan sólo ocupaba darle mantenimiento a la batería de arkonium que llevaba incorporada en su pecho y para sustentar sus partes orgánicas consumía una sencilla pasta hecha de nutrientes. Desde luego que podía haberse sentado a la mesa y probar todos y cada uno de los manjares que Saajar degustaba e incluso beber el delicioso vino. El problema era que había perdido toda capacidad para percibir sabores y su organismo ya no podía digerir esa clase de alimentos; mucho menos podría asimilar el alcohol en el vino por lo que tampoco podía embriagarse sin importar cuanto bebiera. Saajar estaba al tanto de esos detalles, pero le gustaba fingir demencia para humillarlo.

       —¿No? —preguntó Saajar con deferencia, llevándose un pedazo de carne a la boca y paladeándolo—. Lástima, esto es exquisito. Te puedo ofrecer algo de vino o alguna otra bebida sí lo prefieres.

       Breakout se acercó a la mesa.

       —Pareces muy interesado en todo lo que haga ese tipo llamado Ferladh.

       —Bueno, admito que siento un poco de curiosidad por saber qué hacen mis antiguos conocidos —respondió el duque—. Los caronianos son un montón de seres estúpidos que creen que pueden dominar el multiverso. ¿Te imaginas? Ni siquiera han logrado tomar el control de una simple galaxia y ahora pretenden dominar todos los universos.

       —¿El multiverso entero? —repuso Breakout con una sonrisa y luego soltó una risita burlona—. Pareciera que algo malo pasó en tu universo porque no se desarrolló ningún tipo de vida inteligente.

       Saajar alzó los ojos de la mesa, visiblemente molesto por aquel comentario.

       —Y cuando pensé que no había algo más despreciable que un caroniano fue que nos conocimos, mi cibernético amigo. Ahora dime, ¿qué ha sido del Shadow Warrior que estabas interrogando? ¿Todavía vive?

       —Desde un punto de vista meramente técnico y biológico, podría decirse que si.

       —Haz con él lo que te plaza entonces —dijo Saajar con desdén—. En cuanto al resto de los caronianos que tenemos prisioneros, me parece que ya no los necesitamos para nada. Mátalos a todos inmediatamente y que muelan sus cadáveres para producir aceite.

       Breakout alzó el rostro para mirar a las esclavas por un instante.

       —Creí que los emplearías como esclavos por un tiempo.

       —¿Para qué? Tenemos suficientes trabajadores en las minas de arkonium y en las fábricas. Si hicieran falta más obreros sabemos de donde echar mano —hizo una pausa para comer otro bocado—. Por cierto, ¿qué noticias me tienes de nuestros visitantes? ¿Alguna señal de ellos?

       —Me informaron sobre un grupo de forasteros que causó problemas en una vieja posada en Jalantor —respondió Breakout paseando sus dedos por la mesa—. Hasta el momento sabemos que se trata de cinco individuos bípedos y de aspecto humano. Dos son mujeres y el resto son hombres, pero lo interesante es que uno de ellos resultó ser un Espía Estelar que tengo muchas ganar de saludar nuevamente.

       El Duque terminó de beber un buen trago de vino.

       —De modo que conoces al menos a uno de nuestros visitantes, ¿eh? —Saajar arqueó una de sus cejas—. Bien, quiero que los capturen con vida, especialmente a las mujeres. Un par de esclavas nuevas nunca está de más y no creo que al amo se moleste por ese detalle.

       —¿Por qué tengo la impresión de que ibas a decir eso? —sonrió Breakout.

       —Es todo por el momento —contestó Saajar secamente—. Puedes retirarte.

       —De acuerdo —asintió Breakout con una inclinación de la cabeza—. Siempre me ha gustado tus habitaciones, salvo por ese peculiar olor a viejo que se percibe en el ambiente.

       Saajar ni siquiera lo miró.

       —El hecho de seguir viendo tu rostro hace que desee vomitar, márchate.

       Breakout salió de las Habitaciones del Duque y se dirigió hacia el pasillo. Una vez que estuvo ahí, cerró el puño y, para calmar su furia, lo hundió en la pared con fuerza.

       Jaguar Negro, Shiryu, Sobek y el resto atravesaron una pequeña plaza y se dirigieron calle abajo hacia las afueras de la ciudad, y en dirección a la fortaleza del duque Saajar. Un grupo de niños vestidos con harapos corrían entre las calles jugando a arrojarse puños de tierra, mientras que algunos pordioseros mendigaban alimento o dinero. El camino, polvoriento y sucio, estaba atiborrado de mercaderes que transportaban sus productos sobre enorme mastodontugas o en viejas plataformas antigravitatorias. El aire tenía un aroma desagradable y unos canius huesudos huían por la calle con trozos de carne en la boca.

       —La gente de este lugar no parece muy feliz —comentó Eclipse mirando de lado a lado—. La última vez que estuve en esta ciudad el ambiente era bastante diferente.

       —Puedes agradecerlo a Saajar y a sus colaboradores. Las cosas nunca fueron sencillas para la gente en Ginups, pero al menos no escaseaban la comida y las medicinas —les estaba explicando Jaguar Negro—. Saajar controla las ciudades y cualquier zona habitada del planeta. Cuando comenzó a gobernar mucha gente lo apoyó con entusiasmo porque pensaban que las cosas mejorarían, pero luego descubrieron que a Saajar era mucho peor que el anterior regente. Al poco tiempo algunos empezaron a oponerse y otros decidieron recurrir a la fuerza.

       —¿Trataron de derrocarlo? —inquirió Shiryu.

       —Lo intentaron, pero Saajar ahogó la rebelión en un mar de sangre —repuso Jaguar Negro—. Los que sobrevivieron fueron enviados como esclavos a trabajar de por vida a las minas o a las fábricas. Desde entonces nadie se ha atrevido a rebelarse en contra de Saajar y su ejército de drones. Existen algunas bandas de rebeldes que se ocultan en las montañas, los bosques y los desiertos, pero únicamente se dedican a robar a los infortunados con los que se topan.

       —Como Robin Hood —musitó Shiryu para sí mismo.

       Sobek echó una mirada a los puestos cercanos y descubrió que vendían peces, carne, frutas, verduras, pan, chuchearías extrañas y joyas. Eclipse sintió que le gruñían las tripas porque llevaba algo de tiempo sin comer. Mientras el resto del grupo caminaba cuidándose de no llamar demasiado la atención, el Espía Estelar se dirigió a uno de los puestos mientras se paseaba la lengua por los labios.

       —Oye, ¿a dónde vas? —le preguntó Génesis.

       Eclipse se volvió para responder.

       —A buscar algo de comida, ¿no vienes?

       —Vuelve acá, no tenemos tiempo para eso —dijo la cazadora, pero Eclipse no le prestó ninguna atención y tuvo que ir tras él—. ¿No me oíste? No es el momento de pensar con el estómago.

       —Diablos —murmuró Shiryu al darse cuenta de que Eclipse y Génesis se dirigían hacia los vendedores—. Somos fugitivos y ellos se detienen a comprar algunos snacks. Oigan, dejen eso.

       Pero Eclipse fue hasta un puesto donde un viejo doriano flaco y encorvado vendía pescados, langostinis y ranas que colgaban de un alambre. Para cuando Génesis y Shiryu lograron alcanzarlo, Eclipse ya estaba hablando con el vendedor.

       —¡Hoy tenemos una gran oferta, amigos! —exclamó el comerciante—. ¡Si compran tres peces te llevas una rana gratis!

       Shiryu hizo una mueca de asco cuando vio los peces. Tenían la piel gris y escamosa y la boca dejaba al descubierto unos dientes afilados que brotaba de unas encías amarillentas. Para él, como para cualquier otra persona de cualquier lugar, los comestibles raros le parecían feos y potencialmente venenosos.

       —¡Guacala! —exclamó Shiryu retrocediendo.

       —¿Y tú te haces llamar Guerrero Dragón del Mar? —le dijo Eclipse con los ojos entornados.

       Un tanto molesto, Shiryu frunció el ceño y arrugó la nariz.

       —No estarás pensando en comprar eso, ¿cierto?

       El vendedor puso cara de ofendido. Apoyo las palmas sobre el mostrador y comenzó a hablar a gritos, causando que los transeúntes y los otros vendedores volcaran sus miradas hacia el puesto de pescados. A ver aquello, Sobek se llevó una mano a la frente y comenzó a menear la cabeza en sentido negativo, mientras que Jaguar Negro contemplaba todo, imperturbable.

       —¿Estás insinuando que mis peces y mis ranas no son los suficientemente buenos para ti y tus amigos? —preguntó el anciano de mala manera—. Disculpe usted, noble Conde de la séptima luna de Crazius, no lo reconocí entre tantos caballeros y damas que recorren estas hermosas veredas.

       —¿La séptima luna de qué? —preguntó Shiryu parpadeando—. ¿De qué rayos está hablando, viejo loco?

       —Él no quiso ofenderlo —intervino Génesis mostrando las manos—. De verdad, lo que sucede es que tuvimos un incidente en el río y… bueno, creo que los peces le traen malos recuerdos.

       El vendedor comenzó a reírse a carcajadas. Sobek se iba impacientando con cada segundo que transcurría. Era bastante posible que los drones llegaran en cualquier momento y eso era precisamente lo que él y Jaguar Negro querían evitar. La gente continuó ocupándose de sus propios asuntos al ver que no pasaba nada interesante en el puesto de pescados.

       —¿Un incidente en el río? —rió el comerciante—. ¡Ja! Ustedes si que están locos para meterse a nadar ahí. ¿Cómo se les ocurre? El río está lleno de sirpantas enormes que se tragan hasta embarcaciones. Eso es lo que pasa cuando se abusa del bryski, muchachos.

       —No estábamos nadando, viejo insolente —replicó Génesis con el ceño fruncido y un rostro de pocos amigos—. Y mucho menos bebiendo.

       —Bueno, no se moleste, bella señorita —dijo el vendedor tratando de sonar amable—. ¿Qué desean llevar? Por favor, nadie me compra nada y tengo siete hijos y cuatro hijas que mantener yo solo. Ah, vamos ¡Les haré un descuento extra!

       —¿Siete hijos y cuatro hijas? —preguntó un asombrado Shiryu.

       —Bueno, bueno, nos llevaremos tres pescados y una rana —Eclipse se metió las manos en un bolsillo y sacó algunas monedas que puso sobre el mostrador —Les van a gustar cuando los cocine —dijo, volviendo la mirada hacia Génesis.

       El vendedor tomó un trío de peces y una rana, los envolvió rápidamente y luego se los entregó a Génesis.

       —Que les vaya bien, amigos —dijo el comerciante mientras se guardaba el dinero y comenzaba a cerrar su puesto—. Con esto ya tengo para alimentar por un día a mis cinco hijos y mis tres hijas.

       Génesis arqueó una ceja.

       —¿Cinco? Pensé que había dicho que tenía seis.

       —Y cuatro hijas —añadió Eclipse.

       —Eh, ya es hora de cerrar, muchas gracias por su compra —murmuró el vendedor con nerviosismo y luego se dio la vuelta para darles la espalda mientras comenzaba a cantar—. No oigo, no oigo, soy de palo y tengo orejas de… .

       —Típico —murmuró Shiryu—. El cuento de los cinco hijos. Los comerciantes son iguales sin importar en que parte del universo te encuentres.

       —Bueno, ya —les dijo Sailor Golden Star mientras Jaguar Negro permanecía parado esperando a que todos caminaran—. Tenemos que seguir adelante.

       Un niño humano, que parecía tener unos cinco o seis años, se acercó al grupo y jaló a Sobek por la manga. Llevaba la carita sucia, pero tenía una mirada vivaz. Sus sandalias estaban bastante gastadas y vestía ropas deshilachadas con grandes remiendos en diferentes partes.

       —¿Me podría dar algo de comer, señor?

       Sobek alzó el brazo para desasirse del niño y continuó su camino. Sí hubiera llevado consigo algo de alimento tal vez se lo habría dado para quitárselo de encima, pero en ese momento no tenia nada que ofrecer y tenia otras preocupaciones en mente.

       —No molestes —dijo sin volver el rostro o aminorar el paso.

       El chiquillo bajó el rostro, desanimado. Génesis se detuvo y miró al chico mientras recordaba a la gente pobre que había conocido durante sus viajes como cazadora. Antes de que el niño se marchara, Génesis desenvolvió el paquete, se inclinó y le ofreció uno de los pescados que llevaba. El pequeño recibió la comida con alegría, sonrió en señal de agradecimiento y se alejó corriendo.

       —Eso fue muy noble de tu parte —oyó que le decía Jaguar Negro.

       Génesis se volvió hacia él.

       —Jamás se le debe negar comida a un hambriento, menos cuando es un niño.

       —Tú amigo no piensa de esa manera, ¿verdad?

       —Sobek no es mi amigo —respondió ella desviando la mirada—. Y no me parece correcto como trató a ese niño.

       —Lo estás tomando como algo personal —dijo él—. La mayoría de la gente sólo se preocupa por sí misma y nada más. Es algo duro, pero así es la realidad.

       Ella lo miró nuevamente.

       —Pues no me importa lo que diga la mayoría de la gente o como sea la realidad, pero yo jamás le daré la espalda a quien me pida ayuda.

       Tierra-877,666
       Ciudad Magna

       El sol brillaba en un cielo azul y sin nubes, bañando la ciudad cuyas torres metálicas se elevaban al cielo formando una especie de bosque de lanzas, un ejército de gigantes paralizados que cubrían el horizonte se mirara en donde se mirase. Edificios que parecían extenderse hasta el horizonte, construcciones que se elevaban a distintos niveles, algunos desafiando los cielos; otros de una sola planta, pero tan imponentes como los demás. Parques, plazas, bibliotecas, museos, fábricas, todo y más hacían ver una metrópolis en todo su esplendor.

       Charles de Sheringham, Kayani Arftin y Fobos estaban caminando por la acera de una amplia avenida mientras examinaban el área con cuidado. Los peatones los miraban con curiosidad y algunos niños los saludaban con alegría. Fobos no estaba sumido en sus pensamientos y a veces devolvía con miradas fijas las ojeadas de algunas personas curiosas. En una ocasión, al notar pasos tras ellos, el Khan del Terror se volvió en redondo y dijo «Bu» con una expresión amenazante. En el acto una pareja salió despavorida causando la burla de Fobos.

       —¿Te diviertes? —le preguntó Charles con la mirada helada.

       —En cierta forma —respondió Fobos con una sonrisa—. Los terrícolas siempre me han parecido criaturas patéticas e insignificantes, pero admiro esa capacidad que tienen para aniquilar a los suyos por millares con tal de alcanzar sus metas.

       —Eres un demente —le dijo Kayani.

       —¿A ti qué más te da? —replicó el Khan mirando a la chica—. Mi escáner visual me indicó hace tiempo que tú no eres terrícola, ¿no es cierto? Posees apariencia humana y eres tan frágil como un terrestre, pero no eres una de ellos.

       —Tal vez no sea terrícola, pero conozco a muchos de ellos y sé que es una raza que puede dar mucho.

       —¿No eres terrícola, Kayani? —preguntó Charles, intrigado.

       —Soy originaria de la isla Refil que se encuentra en el planeta Tanysria. Mi raza es similar a la terrestre, pero nuestra longevidad es mucho mayor.

       Fobos no puedo evitar dejar escapar una sonrisa. En cierta forma encontraba divertida la actitud desafiante y testaruda con la que Kayani lo trataba. No esperaba llevarse bien con ningún otro de los guerreros que había conocido en Celestia, pero al menos trataba de llevar las cosas en paz.

       —Así que vienes de una isla tropical, quizá algún día podría visitar tu mundo y conocerlo.

       La Guardiana de Bronce estaba empleando su armor capsule para identificar cualquier indicio de antimateria, pero hasta el momento no había detectado nada.

       —¿Encontraste algo? —inquirió Charles.

       —No, pero recibo indicios de ciertas tecnologías demasiado avanzadas para esta época. Tal vez Fobos tenía razón cuando nos dijo que la historia de esta Tierra sería diferente a las de nuestros universos.

       —Es cierto —murmuró Charles en tono pensativo—. ¿Notaron cómo nos veía la gente? Tal parece que sienten una enorme fascinación por los héroes.

       —Los terrícolas aman el poder por encima de todas las cosas —dijo Fobos. En la calle, la gente los seguía observando y un grupo de adolescentes comenzó a saludarlos con la mano—. Les aseguro que si vieran lo que somos capaces de hacer nos creerían dioses o algo por el estilo.

       El sonido de varias sirenas llamó la atención de los tres. A los pocos minutos una gran cantidad de autos policíacos y vehículos de color oscuro aparecieron por la calle. Iban rápidamente en dirección a una vieja refinería ubicada cerca de las costas de la ciudad.

       —Parece que algo sucede —señaló Charles.

       Kayani presionó algunas teclas de su armor capsule para reconfigurar los receptores del ordenador y escuchar las señales de radio empleadas por la policía. Tras unos segundos, finalmente captó una conversación.

       —¡Necesitamos apoyo en la vieja refinería! ¡Que alguien llamé a… .

       La señal se interrumpió de golpe y Kayani apagó su ordenador. Usando el poder de su percepción, la guardiana detectó varias presencias en dirección a la costa y también una sensación de angustia que le indicó que tal vez se estaba desarrollando algún tipo de batalla. No debía perder el tiempo. Aunque su misión principal era salvar el multiverso no podía ignorar lo que estaba pasando.

       —Tenemos que ayudar a esa gente —dijo ella volviéndose por encima del hombro para mirar a sus acompañantes—. La refinería se encuentra por ese camino y podremos llegar rápido si nos damos prisa.

       —Si hay vidas en peligro debemos ir —Charles comenzó a caminar, pero se detuvo cuando advirtió que Fobos no los estaba siguiendo. El Templario se dio la vuelta hacia el Khan del Terror y frunció el entrecejo—. ¿Qué estás haciendo?

       —Sí ustedes van hacia allá, yo iré en otra dirección.

       —¿Qué?

       —Como escuchaste, caballerito —Fobos se cruzó de brazos—. No tengo la menor intención de ir a meter las narices en alguna batalla estúpida. Que los terrícolas de este mundo resuelvan sus problemas.

       —No esperaba menos de una persona como tú —dijo Kayani—. Vamos, Charles, déjalo.

       Kayani desplegó el poder de su aura y se elevó por los aires con gran velocidad. El Khan del Terror la vio irse mientras su escáner visual le alertaba sobre la presencia de un enorme poder de pelea ubicado justamente en el sitio a donde Kayani se dirigía. Bien podría advertirle a Charles sobre el peligro que los aguardaba, pero prefirió guardar silencio.

       —Haz lo que quieras, pero al menos encuentra la fuente de la antimateria —dijo Charles y luego se dirigió hacia la calle, dando grandes saltos sobre los autos que transitaban por la calle para avanzar más rápido.

       —Que les vaya bien —murmuró Fobos con una sonrisa, retrocediendo hacia el interior de un callejón donde desapareció entre las sombras.

       La policía había estacionado sus vehículos a las afueras de la vieja refinería y varias decenas de hombres con trajes oscuros y cascos comenzaron a salir de los camiones de la Unidad de Crímenes Mayores portando armas de grueso calibre y escudos. Todos comenzaron a tomas posiciones y apuntaban en dirección a la oscuridad mientras se escuchaba el sonido de decenas de armas cargándose. En la distancia, Kayani podía oír algunos gritos de policías y órdenes que no entendía claramente. Después más gritos y algunos tronidos.

       Cuando un enorme ser de piel pálida con ropas rotas en algunas partes emergió desde el interior de la refinería, la noche estalló como un barril de pólvora, con una erupción de pistolas, escopetas y ametralladoras. Desde todas las direcciones, una infernal lluvia de balas iluminó la oscuridad nocturna. El gigante de aspecto cadavérico levantó un enorme contenedor de basura y con un rugido lo arrojó contra una patrulla, destruyéndola en una violenta explosión que hizo que algunos de los policías salieran huyendo. Un segundo individuo que llevaba puesto un disfraz de hombre serpiente se asomó por la puerta de donde el gigante había salido y murmuró:

       —Estás loco.

       —No —gruñó Solomon Grundy, volviéndose hacia Copperhead por encima del hombro para mirarlo un instante. Luego llevó el rostro a los policías que le disparaban y cargó directamente contra todos ellos—. ¡Estoy demente!

       —Oh, cielos —musitó Copperhead.

       Los miembros de la Unidad de Crímenes Mayores y los oficiales de policía volvieron a abrir fuego. Incluso uno de ellos sacó un lanzagranadas que utilizó para disparar contra Grundy. El proyectil impactó justo en el musculoso pecho del gigante, causando un fuerte estallido que lo envolvió en una cortina de fuego y humo. Cuando se dieron cuenta de que el enorme gigante no había recibido daño por la explosión, los policías dispararon nuevamente con todo lo que tenían a la mano. Pero las balas y las granadas no tenían ningún efecto en Solomon Grundy, que hizo chocar sus manos para producir una poderosa onda de choque que lanzó vehículos y hombres por el aire. Luego de eso, Grundy dio un salto y aterrizó sobre un enorme camión, convirtiéndolo en chatarra con la fuerza de su propio peso. Antes de que los miembros de la Unidad de Crímenes Mayores y la policía pudieran reorganizarse, el cadavérico gigante salió caminando de los restos del camión, junto ambos puños y golpeó con fuerza el suelo, despedazando el asfalto en una ola de destrucción que se extendió a más de un kilómetro de distancia.

       Copperhead sonrió malévolamente y se ánimo a salir al exterior. Los policías estaban haciendo grandes esfuerzos, pero era evidente que no podrían contener al poderoso Solomon Grundy ellos solos. Grundy poseía súper fuerza y era prácticamente invulnerable a la mayoría de las armas convencionales. Lo único que podía echar todo a perder era que algún héroe de la Justice Army apareciera de repente, pero todo parecía indicar que eso no iba a ocurrir.

       Los policías echaron a correr mientras Grundy levantaba con sus manos un pesado camión cisterna. Con un fuerte gruñido lo arrojó contra los oficiales que huían despavoridos, pero el vehículo quedó suspendido en pleno vuelo para sorpresa de todos, incluidos el propio Grundy y Copperhead. Como si estuviese siendo manipulado por una mano invisible, el camión cisterna comenzó a bajar suavemente en suelo y entonces una joven que lucía una inmaculada armadura de bronce descendió desde las alturas.

       —No sé bien lo que ocurre en este mundo, pero no voy a dejar que sigan causando semejante destrucción —advirtió Kayani—. Mi nombre es Kayani Arftin y soy una Guardián de Bronce al servicio de la Liga Planetaria.

       Grundy la miró con el ceño fruncido.

       —A Grundy no le importa quien seas, niña de rojo —El gigante se arrojó contra ella corriendo—. ¡Grundy te aplastará de todas formas!

       Sin perder un instante, Kayani extendió ambas manos para someter al gigante empleando su telequinesia. Grundy sintió como si una fuerza invisible tratara de apretarle el cuello y al mismo tiempo quisiera detenerlo, pero logró seguir avanzando de todas formas gracias a su impresionante fuerza sobrenatural. La guardiana de bronce debió esforzarse más para mantener la presión, pero no era sencillo hacerlo y por momentos parecía que el gigante iba a alcanzarla.

       —Es demasiado fuerte para ser un terrícola ¿Acaso se trata de un extraterrestre?

       Continuará… .

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