Crisis 22

CRISIS UNIVERSAL

por Acuario Káiser

CAPÍTULO XXII

INSTINTO GUERRERO

       Universo-19,812,002
       Planeta Lambda

       Los cielos sobre la gran capital se habían transformado en el escenario de una impresionante batalla. Los ciudadanos de la megalópolis lambdariana no podían comprender lo que acontecía en las alturas, pero escuchaban potentes ondas de choque y explosiones que restallaban cada vez que Ultragirl y Son Cort colisionaban entre sí a velocidades tan exorbitantes que era imposible distinguirlos a simple vista. Las fuerzas de seguridad habían sido desplegadas por las calles con la intención de alejar a los civiles, pero eran incapaces de intervenir para detener la asombrosa lucha que ocurría sobre sus cabezas.

       Girando violentamente por los aires, los adversarios asestaron golpes y los bloqueaban, atacando y contraatacando en un duelo impresionante. En un momento determinado, Cort pudo golpear el rostro de Carla con fuerza y enseguida se aproximó a ella con la clara intención de ponerle fin al combate. No obstante, Ultragirl reaccionó en el último segundo, empleando sus manos para disparar dos deslumbrantes rayos que impactaron al saiya-jin y le hicieron retroceder en el aire.

       Cort luchó contra el intenso empuje de las descargas, pero pronto comenzó a oler su propio cabello quemándose y sintió que le ardía la piel. El calor del ataque se intensificó a un punto en que la única hombrera de su Sento Jacket empezó a incendiarse junto con sus guanteletes. La fuerza del Ki bullía en el interior de Cort, intentando traducirse en resistencia y así contrarrestar el fuego y la furia que lo acosaban, pero al final las descargas fueron tan potentes que consiguieron derribar al saiya-jin sobre unos riscos ubicados a las afueras de la ciudad.

       A pesar del golpe y el daño recibido, Cort intentaba recuperarse de la caída cuando notó que una gigantesca sombra eclipsó al sol. Levantó la mirada con cierta incertidumbre, pero lo que observó lo dejó literalmente sin palabras. En el instante siguiente, Ultragirl le dejó caer encima una enorme roca que sostenía en sus manos con la clara intención de aplastarlo, provocando un intenso estruendo semejante al que se oiría al detonar una furiosa explosión.

       Ultragirl aguardó en silencio para evaluar los resultados de su ataque. No era tan ingenua para creer que Cort moriría tan fácilmente, y por eso ni se inmutó cuando la computadora incorporada en su armadura de batalla le informó sobre la gran acumulación de bioenergía etérea concentrada bajo los escombros. Ultragirl miró la escena con atención y esperó tranquilamente. Había estudiado bastante sobre los saiya-jins, e inclusive había investigado sobre la vida de algunos de ellos en otros universos, y gracias a eso tenía una idea bastante clara del castigo que podía soportar alguien como Cort.

       ¡BAM! Un chorro de energía dorada partió todas las rocas en medio de un poderoso estallido de Ki. Una gigantesca peña de cuatro metros de altura saltó por los aires, y luego le siguieron un cúmulo de piedras de menor tamaño que brincaron como empujadas por resortes invisibles. Ultragirl fijó su mirada en aquel telar marrón de polvo y escombros que cubrían la silueta de su oponente hasta que al fin consiguió verlo de nuevo a la cara.

       Un escuadrón de aerodeslizadores se elevó por encima de la ciudad y se posicionaron alrededor del sitio donde Ultragirl y Son Cort estaban luchando. Los soldados que iban sobre los discos voladores estaban armados con gruesas armaduras y llevaban un arma parecida a una vara, un cetro que emitía destellos y en cuyo centro iba enquistada una enorme amatista. Uno de los militares levantó el fúsil alargado, apuntando a la espalda de Ultragirl, pero su compañero le bajó el arma con una mano.

       —Hemos recibido instrucciones de no intervenir —le indicó—. El Visir nos ordenó que nos limitáramos a observar hasta nuevo aviso. Warrior Eagle y los demás guerreros de Lambda se harán cargo del asunto.

       El soldado asintió.

       —Enterado.

       Con su cuerpo despidiendo una rielante aura dorada de súper saiya-jin, Cort contempló a su enemiga de forma desafiante. Sus brazos y hombros mostraban signos de quemaduras y algunas partes de su Sento Jacket estaban rotas o presentaban serias fisuras. Aunque le costara, Cort no podía menos que admitir que aquella chica lo había tomado por sorpresa con sus descargas de calor. No volvería pasar.

       —Tienes bastante resistencia —comentó Ultragirl, al tiempo que Cort levitaba por el aire con la fuerza de su aura subiendo de nivel constantemente—. Y tu poder de pelea se ha elevado por encima de los 130 millones de unidades. Ahora eres más poderoso de lo que era Gokuh cuando confrontó a ese tal Freezer por primera vez en el planeta Namek. Sin embargo, no esperes derrotarme con solo aumentar tu energía bioetérea, porque yo no soy como los guerreros a los que has enfrentado en el pasado.

       —La verdad es que odio todo lo referente a los niveles de poder —renegó el saiya-jin con malestar, casi escupiendo las palabras con un desprecio que era significativamente llamativo—. ¿Nadie te lo ha dicho? La fuerza de nosotros los saiya-jins no puede determinarse haciendo mediciones o cálculos inútiles. Freezer y el Doctor Gero cometieron ese mismo error y lo pagaron caro.

       Cort volvió a atacar, y está vez Ultragirl bloqueó el puño de su adversario usando el antebrazo. Se miraron directo a los ojos, y el aura del saiya-jin relampagueaba con más fuerza cada vez. Pero mientras más luchaban, Cort se fue percatando de un detalle que lo desconcertaba. El Ki de Ultragirl había permanecido sin variación alguna desde el inicio de la pelea. No aumentaba ni disminuía en lo absoluto. ¿Cómo podía entonces luchar al mismo nivel que él? El saiya-jin descartó la idea de que pudiera tratarse de algún tipo de androide semejante al No. 17 o No. 18. A diferencia de aquel par de androides, Ultragirl si despedía un Ki vibrante como cualquier otro ser vivo, pero lo extraño era que siempre se mantenía en el mismo nivel sin importar nada.

       Los dos volvieron a recorrer los cielos encima de la ciudad, luchando en un destellar de ráfagas de energía que zumbaban en todas direcciones y realizando esporádicos encontronazos donde realizaban un rápido intercambio de golpes. Tras evadir una violenta ráfaga de Chi, Ultragirl contraatacó usando un alud de rápidas descargas caloríficas que cayeron sobre Cort como una lluvia de fuego, pero el saiya-jin las eludió igualmente con una rapidez extraordinaria. No era tan tonto para tentar dos veces al destino tratando de resistirlas nuevamente.

       —Te consumes como una vela, grandote —observó Ultragil—, pero yo me mantengo fresca en todo momento. Es sabido que los saiya-jins obtienen su poder a partir de la energía bioetérea que poseen todos los seres vivos del universo. Sé que muchos de ustedes llaman Ki a esta energía y que también pueden percibirla en sus enemigos, pero me pregunto cómo lucharás contra un oponente que puede ocultar su propio Ki.

       Cort la miró con desconfianza.

       —¿De qué rayos está hablando ahora? —pensó en voz alta—. Tal vez pretenda sorprenderme desapareciendo su Ki, pero ignora que conozco bien ese truco. Dejaré que se confíe para luego derrotarla.

       Ultragirl llevó la mano a su antebrazo izquierdo y presionó una tecla en el brazal de su armadura de batalla.

       —Computadora, blinda mi firma bioenergética. Confirma comando.

       —Comando confirmado —repuso una voz artificial.

       Cort se quedó mirando a su adversaria con incredulidad. De repente, el Ki de la chica desapareció de golpe, pero lo sorprendente del asunto era que Ultragirl continuaba volando frente a él. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Acaso había disminuido su Ki a cero? Pero eso era imposible mientras ella continuara usando sus poderes. Cort sabía que cualquiera que desapareciera su Ki, antes debía abstenerse de volar o atacar porque el más mínimo esfuerzo exigía como mínimo una cierta cantidad de energía. ¿Qué clase de truco estaba usando? ¿Acaso lo estaba engañando con ilusiones? Esos pensamientos le daban vueltas en la mente sin que pudiera obtener una respuesta clara, pero carecía del tiempo para buscar una explicación. Tenía una batalla que librar.

       —¿Qué fue lo que hizo? No puedo sentir ninguna energía en ella, pero sigue flotando en el aire.

       —Así es, grandote —confirmó Ultragirl—. Esta armadura que llevo puesta no es sólo un caro accesorio. En realidad tiene todo tipo de funciones para darme la ventaja en una pelea contra oponentes con tus poderes y habilidades. Como seguro ya te diste cuenta, la armadura puede hacerme completamente invisible a tu asombrosa percepción del Ki. Esto se explica porque la armadura absorbe las vibraciones energéticas que mi cuerpo emana y así evita que tú las percibas. En otras palabras, se trata de un tipo de tecnología stealth para ustedes los que usan el Chi.

       La respuesta de Cort a esas palabras fue un nuevo ataque. No estaba dispuesto a permitir que Ultragirl exhibiera otra desagradable sorpresa y además tenía que ayudar a sus compañeros para luego frenar la destrucción del Multiverso. Tal vez Zafet y Musashi habían logrado eliminar a los drones con los que luchaban, pero ahora estaba percibiendo que el Ki de Casiopea había comenzado a debilitarse, y el de Ankiseth de Escorpión desplegaba toda su fuerza con ferocidad. ¿Acaso habían entrado en combate también contra los drones?

       El saiya-jin y Ultragirl volaron veloces a la vez que batallaban. En medio y a través de las nubes, los dos adversarios intercambiaron veloces puñetazos y poderosas patadas a la vez que se disparaban mutuamente descargas de energía. Cort disparó una ráfaga seguida de otra más. A continuación, Ultragil desapareció de la vista de Cort a tiempo para eludir un gancho derecho.

       Cort echó un rápido vistazo a su alrededor. Sabía que no tenía oportunidad tratando de ubicar a su enemiga usando la percepción del Ki, pero todavía le quedaba un truco por utilizar contra ella. Se trataba de una táctica que le había funcionado en una situación parecida de forma realmente estupenda.

       Cerró los ojos, confiando en que su instinto nato de guerrero le advertiría el momento exacto en que Ultragirl atacara, y eso le daría una oportunidad perfecta para defenderse o contraatacar. Entonces, de repente, Cort se volvió hacia la derecha con rapidez y golpeó a su enemiga en la cara con una patada, cogiéndola totalmente desprevenida.

       Ultragirl, atónita, alzó la cabeza hacia atrás, pero no tuvo el espacio necesario para evitar un certero puñetazo de Cort, que la mandó directamente contra la cima de una montaña cercana donde terminó estrellándose de espaldas, destrozando las rocas con su cuerpo y quedando aturdida.

       Apenas recuperó el aliento, la joven alzó la vista hacia Cort para verlo llegar.

       —Esto es imposible —murmuró Ultragil en voz baja, limpiándose la sangre que le salía por la boca con la mano—. ¿Cómo supo que le iba a atacar si se supone que no puede sentir mi energía? Mi armadura también puede bloquear el sonido de mi respiración, el crujir de mis huesos al moverme e incluso los latidos de mi corazón. No había nada que pudiera delatarme. ¿Qué fue lo que hice mal?

       —No eres la primera que intenta sorprenderme desapareciendo el Ki —explicó Cort, cruzado de brazos, como si estuviese reprendiendo a un alumno que ha tratado de pasarse de listo en una lección—. Hace mucho tiempo me enfrenté a un guerrero llamado Rafin, que se movía con una rapidez impresionante. A pesar de mis habilidades, me resultaba difícil anticipar los ataques de Rafin o leer sus movimientos, pero logré derrotarlo usando una habilidad propia de los saiya-jins.

       —¿Una habilidad dices? —inquirió Ultragirl, curiosa.

       —Se le llama instinto —respondió Cort—. Algunos de los enemigos de nosotros los saiya-jin suelen considerarnos bestias guerreras, pero lo hacen como una forma de insultarnos. Ninguno de ellos alcanzó a imaginar que algunos saiya-jins de raza pura poseemos una especie de instinto animal que nos previene del peligro. Es por eso que logré percibir que ibas a atacarme a pesar de no sentir tu Ki. Quizá no sea tan preciso como mi percepción, pero funciona para captar el peligro.

       Ultragirl se puso de pie y se alisó el cabello antes de hablar nuevamente.

       —Me parece que te refieres a la batalla que libraste contra los Protectores de Él y Ella en el planeta Aden, ¿no es verdad? Ahora recuerdo que Galaxy nos contó sobre esa pelea y también nos mostró hologramas de algunos de los combates que tuvieron lugar en ese mundo. Debí recordar tu batalla contra Rafin, pero ahora has perdido la única oportunidad que tenías para vencerme.

       —¿La nave Galaxy? —murmuró Cort, desconcertado—. ¿Te refieres a esa nave meganiana que casi destruyó el planeta Aden? ¿Cómo es que sabes de eso? Se supone que la estúpida nave fue destruida hace años luego de vencer a sus guerreros también conocidos como los Protectores.

       —Creo que los reportes sobre la destrucción de Galaxy fueron un tanto exagerados —repuso Ultragil, levantando la mano para presionar otra tecla en el brazal de su armadura y preparándose para seguir volando o peleando—. Cuando su estructura fue destruida sobre la atmosfera del planeta Aden, la consciencia de Galaxy logró sobrevivir introduciéndose dentro de un ordenador que flotaba a la deriva en el espacio. Ese habría sido su final si ahí hubiera terminado todo, pero nuestro amo la rescató al poco tiempo y luego se convertiría en una aliada valiosa.

       —Eso explica porque saben mucho de nosotros —concluyó Cort, poniéndose en guardia. El aura de Súper Saiya-jin volvió a envolverlo—. Galaxy debió contarles de mí, de Kay Namura, Dash y de los otros, pero lo que aún no comprendo es por qué razón destruyen los universos. ¿Acaso el mismo sujeto que rescató la conciencia de Galaxy es quien ha desatado la crisis? ¡Te exijo que me lo digas!

       Antes de que Cort pudiese anticiparlo, Ultragirl atacó nuevamente. Saltó con un rápido impulso a la velocidad del rayo y consiguió impactar su puño contra la quijada del saiya-jin. Son Cort salió disparado por los cielos, pero lo hizo con una sola interrogante en mente.

       «¿Cómo lo hizo?», pensó. «No pude sentir cuando iba a atacarme».

       Planeta Ginups
       Fortaleza Negra

       Génesis no conocía de privilegios. Después de todo, ella vivía en un mundo en ruinas que había sido devastado por una especie de Apocalipsis y en el que los lujos eran cosa del pasado.

       Después de recuperar el conocimiento, Génesis se hallaba rodeada por la opulencia y la belleza. Era una extraña combinación a la que no estaba acostumbrada, y mantenía a Génesis en la más absoluta zozobra.

       La habitación estaba iluminada por velas aromáticas que desprendían un olor semejante al de las rosa, y su luz hacía resplandecer las cortinas de nanoseda y las suaves almohadas esparcidas por el suelo y los sillones. Colores rojos y dorados añadía una exótica calidez a la habitación.

       Pero eso no era lo único decorado. Tenía recuerdos borrosos de tres doncellas que la habían bañado y vestido con un escotado vestido rojo hecho de nanoseda suave y brillante

       Jaguar Negro entró silencioso en la habitación acompañado por dos drones Alfa, y por un instante se quedó quieto, asombrado por la visión que tenía delante. Los ojos de Génesis centellaban como el fuego y su piel resplandecía en la pálida luz. Aquel vestido rojo la hacía aparecer al mismo tiempo más femenina y tremendamente sensual gracias al entallado corsé que llevaba.

       —Ese atuendo casi te hace ver como una princesa.

       —Lárgate de aquí, infeliz —exclamó Génesis con repulsión. De haber tenido sus 45 a la mano ya le habría disparado para verlo morir ante sus pies—. No creas que porque me quitaron mis armas estarás a salvo. No le tengo miedo a ese par de botes de basura que trajiste contigo.

       —Siempre tan encantadora con quienes te salvan la vida, ¿eh? —repuso Jaguar Negro de un modo que daba entender que no estaba encantado ni nada—. No imaginas las dificultades que tuve que sortear para evitar que Breakout te asesinara cuando tratabas de escapar.

       —Seguro, eres todo un héroe.

       Jaguar Negro suspiró de mala gana e hizo un gesto para despedir a los drones.

       —Déjenos solos.

       —Innecesario —repuso ETR-8765—. El Duque ordenó… .

       —Él no está aquí en este momento —le cortó Jaguar Negro—. Vigilen la puerta y no dejen que nadie entre. Yo mismo me ocuparé del… interrogatorio.

       Los drones se dieron la vuelta y abandonaron las habitaciones. Apenas desaparecieron detrás de las puertas, Génesis miró a Jaguar Negro con desdén. La Cazadora sentía enormes deseos de atacarlo e incluso tomarlo por el cuello para romperlo con sus manos, pero debía ser cauta y saber a qué clase de peligros estaba enfrentándose. No podía cometer el error de actuar imprudentemente.

       —¿Qué quieres de mí ahora?

       —Evitar que pases por un sufrimiento innecesario y que comprendas que no tenemos que ser enemigos. En realidad todos buscamos los mismos objetivos, pero nuestros métodos difieren en algunos aspectos y por eso nos hallamos en esta difícil situación.

       —Así que ustedes son los buenos.

       —A Saajar y a mis otros colegas les gusta creer eso —Jaguar Negro guardó silencio un instante, mirándola—. Aunque estoy en el mismo bando que Saajar no quiere decir que comparta los mismos fines o metas que él. Tenemos distintos motivos para hacer lo que hacemos, te lo aseguro.

       —Pero igual los ayudas a destruir el Multiverso —señaló Génesis.

       Jaguar Negro se acercó a un pequeño cofre que estaba sobre una mesa y tomó una pequeña corona de oro adornada con joyas. Comenzó a calibrar su peso con sus manos y luego la levantó para que Génesis la mirara.

       —Apuesto a que tienes muchas preguntas y yo tengo respuestas. Estuve pensando que tal vez quieras considerar una pequeña oferta que puede interesarte. Si algo he aprendido a lo largo de mi vida, es que los sujetos que detentan el poder sólo usan a los demás para luego desecharlos y te aseguro que no será mi caso.

       —Me aburro con tu charla, ¿qué es lo que quieres de mí?

       —Dime lo que deseo saber y tal vez podría ayudarte a salir de aquí. Cualquier información que puedas darme podría serme útil. En estos momentos, tu amigo enmascarado tiene preocupado a Saajar porque le dijo que envió una señal avisando de que ustedes estaban aquí. ¿Sabes algo al respecto?

       Génesis sonrió.

       —Quizá.

       Jaguar Negro gruñó. Génesis era más lista de lo que pensaba.

       —No tengo idea de lo que hace Eclipse —dijo la Cazadora—. Como seguro te habrás dado cuenta, él es una persona caótica en cierta forma. Nunca estoy segura si lo que hace lo ha planeado o sólo está improvisando.

       —Juegas conmigo.

       —¿Y por qué voy a confiar en un sujeto que engaña a todos? —replicó ella—. Sin mencionar que estás en el bando de los psicópatas que buscan destruir infinidad de mundos y matar a billones.

       —Porque es la única forma que tienes de sobrevivir. Tus amigos todavía están con vida sólo porque Saajar desea extraer información de ellos y cuando obtenga lo que desea los hará aniquilar sin demora. Tu amigo Eclipse logró ganar algo de tiempo con lo que dijo de la señal, pero cuando todo se aclare no habrá forma de salvarlos. Tienes que comenzar a pensar en ti.

       La cazadora lo miró con expresión preocupada.

       —¿Y por qué no estoy yo con ellos?

       —Saajar te quiere a ti y a tu amiga para él —explicó Jaguar Negro, dándose la media vuelta para quedar de espaldas a Génesis. Sin que la joven lo notara, el enmascarado colocó un pequeño dispositivo en la corona que sostenía entre sus manos y volvió a girarse—. De hecho estamos en sus aposentos y una vez que averigüe si Eclipse mintió o no, vendrá por ti para convertirte en una de sus cortesanas.

       Génesis se sobresaltó.

       —¡Que lo intente si se atreve! No porque me hayan quitado mis armas quiere decir que seré una presa fácil para él. Te aseguro que puedo matarte a ti o a ese canalla con mis propias manos.

       —Saajar no utilizará la fuerza física para doblegar tu voluntad —le explicó Jaguar Negro—. Para someterte hará uso de sus habilidades telepáticas. Sólo se parara frente a ti o simplemente se pondrá a beber plácidamente mientras te somete usando su control mental. Ni siquiera sabrás lo que sucede, pero terminarás convirtiéndote en una gatita obediente.

       —Lo resistiré —afirmó Génesis con vehemencia—. No voy a rendirme.

       —Eres valiente, pero no sabes a lo que te enfrentas. Saajar posee telepatía de nivel 12, lo cual significa que puede aplastar la mayoría de las mentes como si fueran troncos secos, y aún si pudieras resistir su embate psíquico, te suministrarán drogas especiales para debilitarte física y mentalmente.

       —Y supongo que debo darte las gracias por contarme todo esto, ¿no? —dijo Génesis, sonriendo con frialdad—. Eres osado al actuar a espaldas de tus aliados. ¿Acaso eres una especie de loco o algo así?

       —Tengo bastantes motivos para no confiar del todo en mis «aliados» —repuso Jaguar Negro luego de meditar un instante—. Tus amigos parecen bastante tercos para hablar y lo más probable es que mueran sin decir una sola palabra, pero tú puedes decirme lo que sabes sobre Celestia y a cambio te ayudaré a escapar de aquí y sin que nadie lo note. Cualquier información acerca de Celestia me daría una ventaja sobre mis aliados y podría usarla para negociar si me viera en aprietos.

       Génesis miró la enguantada mano de Jaguar Negro extendida hacia ella, pero no la estrechó. En vez de eso se cruzó de brazos. Todo lo que el enmascarado había dicho sonaba lógico, pero no iba a sacrificar a sus aliados para salvarse sólo a ella.

       —Olvídalo, no me iré sin mis amigos.

       Jaguar Negro depósito la corona en el mismo cofre de donde la había tomado.

       —Realmente lamento escuchar esas palabras —dijo el enmascarado y se volvió para irse—. ¿Por qué te interesas por tus compañeros? Apenas los conoces y no son nada tuyo.

       —Los conozco más que a ti, y al menos sé que no son parte de un genocidio.

       —Buena respuesta —dijo mientras abandonaba la habitación.

       Universo-19,812,002
       Planeta Lambda

       Warrior Eagle era el líder de los Guerreros del planeta Lambda. Tenía aproximadamente 21 años. Su pelo castaño y abundante sobresalía por encima de la diadema que protegía su cabeza. En su mano derecha portaba una formidable espada que destellaba con la luz del sol. A su lado se hallaban otros tres jóvenes que portaban diferentes tipos de armaduras.

       —¿Qué quien soy? —susurró Nakago Tsukino en voz baja, dejando entrever una leve sonrisa de placer en sus labios—. Soy una estrella fugaz que lucha contra la terrible oscuridad… ¡WARRIOR EAGLE HA LLEGADO! ¡AH!

       Maurus, Zafet y Ryu se mostraron poco impresionados ante semejante muestra de coreografía en la presentación de Warrior Eagle. Los demás Warriors del planeta Lambda se veían un tanto incómodos con la estrafalaria conducta de su líder, y optaron por ignorar el incidente. Los dos grupos permanecieron en silencio por unos instantes, sin saber qué decir.

       —Eh, nosotros somos los Guerreros del planeta Lambda —se ánimo a decir Warrior Unicorn para romper el hielo—. Nosotros defendemos a los mundos de la Alianza contra cualquiera que los amenace y… .

       —¿Quiénes son ustedes? —terció Warrior Lynx, interrumpiendo a su compañero de armas—. Nos informaron que se había iniciado un zafarrancho en las inmediaciones del palacio real y los hallamos peleando contra una especie de simio gigantesco. Creo que ahora son ustedes los que deben decirnos quienes son y qué hacen aquí.

       Warrior Lynx, de cabello negro, era una atractiva joven ataviada con una armadura dorada. Su sola presencia hacía que sus compañeros de armas se pusieran alerta, pero no era algo que Warrior Lynx pudiera controlar.

       —Mi nombre es Zafet Gardnas —se presentó Zafet—. Soy un Guardián de Plata al servicio de la Liga Planetaria.

       —Así que Zafet Gardnas —murmuró Warrior Borealis, acercándose—. No conocemos esa Liga Planetaria de la que hablas, Guardián de Plata. Quizá podría ser un poco más específico y decirnos más al respecto.

       —Los que estamos aquí provenimos de otros universos paralelos —respondió Zafet—. Intentamos solucionar algo que afecta por igual a incontables universos incluido este. Quien ande tras esto, es demasiado hábil porque llegó a infiltrarlos hasta su nivel más alto de gobierno.

       Warrior Borealis y Warrior Eagle intercambiaron una rápida mirada, y luego observaron a Zafet con una expresión de escepticismo.

       —¿Podrías decirlo en términos más simples ahora? —exigió Warrior Unicorn.

       —Alguien de su gobierno nos quiere muertos.

       —Imposible —replicó Warrior Eagle—. Nunca los hemos visto en nuestras vidas y acaban de decir que no quieran dañar a Lambda o a los otros planetas de la Alianza. ¿Por qué alguien de nuestro mundo querría hacerles daño? Eso no tiene ningún sentido para mí.

       —Para mí tampoco lo tiene —confesó Warrior Borealis—. Sin mencionar que todo ese asunto de los universos paralelos es un tanto bizarro.

       El Guerrero Dragón de los Cielos se quedó mirando a los Warriors.

       —Tienen razón en eso —asintió Ryu—. Pero les prometo que les explicaremos todo con calma. Ahora lo que debe hacer es ir hacia donde se hallan el resto de nuestros amigos para saber qué ha sucedido con ellos.

       —¿Sus amigos? —inquirió Warrior Lynx.

       —Si —respondió Zafet—. Ellos fueron a la llamada Torre Punto Cero en compañía de Warrior Australis.

       —¿Nadia? Quiero decir, ¿Warrior Australis? —Warrior Eagle miró a todos lados como si la presencia de los forasteros careciera de importancia—. ¿En dónde está ella?

       —Dijo que había ido a la Torre Punto Cero —le recordó Lynx.

       —Vayamos entonces —declaró Warrior Unicorn—. Me comunicaré telepáticamente con Sailor Mercury y las demás Sailor para avisarles de esto. Sí hay problemas podrán ayudarnos.

       —¿Sailor Mercury? —murmuró Ryu.

       Pero no había tiempo para más explicaciones. Seguidos de cerca por Musashi, Maurus y Zafet, los Guerreros de Lambda corrían a toda velocidad hacia las instalaciones de la Torre Punto Cero.

       Para cuando el saiya-jin pudo frenar su involuntario vuelo con un ligero esfuerzo, Ultragirl comenzó a hostigarlo de nueva cuenta, disparándole múltiples ráfagas caloríficas que brotaban de sus manos y ojos.

       —¿Destruir el Multiverso? Borramos todo lo malo que ha sucedido —dijo Ultragirl sin dejar de atacar con rapidez—. Tu madre Ezined no debió morir cuando naciste o bien podrías vivir con tu padre como una familia unida. Tenemos que borrar la Existencia para iniciar una Nueva Era que promete ser un paraíso. ¿Qué puede haber de malo en eso?

       El puño de Cort avanzó con la rapidez de un meteoro que atraviesa la atmósfera, chocando directamente contra el puño de Ultragirl y causando una fuerte onda de choque que se escuchó como un tronido ensordecedor. La resistencia de aquella joven era mucho mayor a lo que Cort había podido anticipar y eso le preocupaba, pero también le provocaba una cierta emoción dada su naturaleza de guerrero saiya-jin. Lo que no podía entender todavía era la naturaleza del poder de su enemiga. Parecía como si en verdad estuviera hecha de acero kashin.

       —Sólo un niño pequeño se empeñaría cambiar el pasado —dijo Cort cuando las miradas de ambos se cruzaron—. Los adultos tenemos otro tipo de anhelos. ¿Quién está destruyendo los universos? ¡Habla!

       —Los hombres y sus pequeños juegos —replicó ella, sonriendo—. Siempre quieren hacerse los duros, pero no saben aceptar cuando están equivocados. No podrás ganar, Cort. Ahora tu instinto también se ha vuelto inútil para la pelea.

       El saiya-jin abrió los ojos de par en par.

       —¿De qué hablas?

       —He bloqueado tu instinto de guerrero. ¿Por qué piensas que pude sorprenderte hace unos instantes? Está vez no hay modo de que puedas anticipar mis ataques de ninguna forma. Estás acabado.

       —¿Cómo pudiste hacer eso? —inquirió Cort—. Eso no puede ser verdad.

       Los ojos de Ultragirl brillaron de rojo fuego.

       —Otra ventaja de mi armadura computarizada. Verás, antes de combatir, me tomé la molestia de programar la computadora para que realizara un escaneo de tus ondas cerebrales. Gracias a eso, la armadura puede ahora bloquear tu instinto proyectando frecuencias contradictorias sobre los impulsos cerebrales que controlan dicho mecanismo.

       —¿Qué estás diciendo? —renegó Cort—. Es completamente imposible.

       Aprovechando el desconcierto de su rival, Ultragirl se movió con celeridad y arrojó de nuevo al saiya-jin a través de las nubes con otro rápido puñetazo que lo dejó aturdido.

       —Digo que mis ataques no activan tu instinto de guerrero. En tanto esté usando esta armadura, tus posibilidades de vencerme son nulas. ¿Cómo podrías crees que vas a ganar? Las personas que me dieron esta armadura de batalla han estudiado cada fortaleza y cada debilidad de los seres con poderes y habilidades especiales por todo el Multiverso. ¡Cada poder entraña una debilidad!

       Ultragirl atrapó la pierna izquierda de Cort y la usó para estrellarlo fuertemente contra el suelo. El saiya-jin, jadeó, sin aliento y aturdido por aquel brusco y sorprendente giro de los acontecimientos. Cort sintió que las energías lo abandonaban, su cabello rubio volvió a ser oscuro y sus párpados se cerraban por la sensación de dolor que lo sacudía. Parecía del todo resignado a morir y no hizo ademán alguno para defenderse.

       No obstante, Cort estudiaba a su enemiga como un depredador acecharía a su presa antes de lanzarse al ataque. La joven era fuerte, pero la clave para equilibrar de nuevo la batalla estaba en la armadura que usaba. Sí al menos pudiera dañarla de algún modo… .

       —Parece que has ganado —le dijo a Ultragirl con aspereza—. No esperaba que los enemigos a los que enfrentaría en esta batalla estuviesen tan bien preparados. Creo que Calíope fue injusta por no hablarnos de ustedes, pero al menos quisiera saber quien desató la crisis.

       Ultragirl se situó frente a Cort y apuntó con un dedo a la cara.

       —Mi amo es conocido como Deus-Primum —anunció ella—. Él ha estudiado la naturaleza del Multiverso por eones y ha descubierto que todos los universos son copias torcidas de una realidad perfecta, pero para encontrarla, antes debemos destruir todo. No quiero matarte, Cort, como tampoco deseo hacerle daño a Casiopea.

       —¿No quieres hacerle daño? ¿Y qué pretende hacer tu amo al enviarte?

       —Yo esperaba convencerla y a los demás también —respondió Ultragirl—. A diferencia de mis compañeros de armas, creo que ustedes pueden entender razones y ayudarnos a llegar al universo perfecto.

       —¿El universo perfecto? ¿De qué hablas ahora?

       —Oh, vamos, estoy seguro que lo habrás notado ya. ¿Crees que las similitudes entre los universos ocurren sólo porque si? ¿Piensas que hay saiya-jins en otras realidades por casualidad? La verdad es que el Multiverso existe como resultado de un error y mi amo busca corregirlo —hizo una pausa y le extendió una mano en señal de amistad—. Puedo ayudarlos, pero deben abandonar la idea de combatir contra nosotros, ¿puedes hacerlo?

       Cort alzó el brazo de repente, sujetó a Ultragirl por el antebrazo… y apretó el brazal de la armadura hasta que consiguió romperlo. Una pequeña explosión proyectó chispas y humo negro desde la computadora de batalla en la armadura de Ultragirl. Casi al instante pudo sentir de nuevo el vibrante Ki de la chica.

       —Dañaste mi armadura —murmuró Ultragirl.

       —Sé reconocer cuando un enemigo me supera —replicó Cort—. Admito que tu tecnología es sorprendente y capaz de derrotarme, pero te equivocas al compararme con mi padre o con Gohan y Vejita. Disfruto la emoción de una pelea, pero no me interesa probarme que soy el mejor como mi padre —hizo una pausa y comenzó a levantarse—. Pero tampoco rehuyó la batalla como el cobarde de Gohan, y mucho menos lloriqueo si existe alguien más fuerte que yo como lo haría Vejita. Puedes bloquear mi percepción del Ki e incluso confundir mi instinto guerrero, pero nunca podrás despojarme de mi voluntad de sobrevivir.

       Tras ponerse de pie con un salto, Cort cargó contra Ultragirl, embistiéndola, pero ésta se defendió disparando dos rayos de calor desde sus ojos esmeralda. Uno de los disparos rozó la mejilla del saiya-jin y le dejó una marca. El saiya-jin se encogió sobre sí mismo, rodó y se levantó sin perder un segundo. Pero la batalla había terminado abruptamente. Ultragirl se había impulsado por los cielos buscando alejarse.

       —Caí en tu trampa, Cort, y no me avergüenza saberme superada —le dijo la chica desde una cierta distancia—. Inutilizaste algunas de las funciones de la computadora de mi armadura, así que podemos dejarlo en empate por esta vez si te parece, aunque la siguiente ocasión tal vez no tengas tanta suerte. No le ofrezco la mano a nadie por segunda ocasión.

       El saiya-jin contempló cómo la joven salía disparada hacia el horizonte. Podía intentar perseguirla, pero tenía otras intenciones. Debía dirigirse a la Torre Punto Cero para buscar a los demás.

       Los Warriors y sus acompañantes se movieron por los pasillos columnados del enorme complejo. Las pisadas del grupo quedaban amortiguadas por el zumbido de la máquina todavía en funcionamiento. El sitio parecía desierto. Demasiado desierto, pensaba Ryu con desconfianza.

       —¿En dónde están todos? —susurró Warrior Lynx, haciendo eco de sus propios pensamientos—. Puedo sentir el aura de Warrior Australis y la del… Visir.

       Ryu alzó una mano para acallarla e inclinó la cabeza para sentir algo.

       —No estamos solos.

       —Así es, Caballero Dragón de los Cielos —dijo una figura alta y solemne, saliendo a la vista de todos. Se trataba del Visir de Lambda y de un trío de drones—. Me alegra que hayan venido a la reunión, mis queridos y apreciados Warriors.

       La katana de Ryu salió de su funda y el sable de luz de Zafet se activó. Casi de forma simultanea, los drones encendieron sus electrolanzas. Ryu giró, movido por el instinto y los reflejos. Con un movimiento defensivo de su arma, uno de los drones desvió el golpe con facilidad. Ryu volvió a atacar, una vez más, y su hoja se cruzó con la electrolanza del dron FCH-246.

       —Visir, ¿qué está sucediendo? —exclamó Warrior Borealis—. ¿Qué son esos robots que lo acompañan?

       —Sólo cumplo con las órdenes de mi verdadero amo, Kail —siseó el Visir, extendiendo una mano hacia todos. Una corriente de energía chisporroteó en el aire y un muro de intensa luz golpeó a los cuatro Warriors junto con Zafet, Ryu y Maurus. A continuación todos salieron volando por los aires en medio de un potente estallido de rayos que alumbraron en todas direcciones—. ¡Mientras todos ustedes mueren por mi mano!

       El Visir se dispuso a rematar a Warrior Eagle, pero una ventisca de aire frío disparada por Australis evitó que el Visir pudiera acercarse. Todo el sitio pareció avivarse entonces, con Warrior Australis, Alfa, Casiopea y Ankiseth saliendo de diferentes rincones para caer sobre el Visir y los drones.

       —Es muy pronto para decidir que ha ganado, Visir —advirtió Casiopea, arrojando un torbellino de vientos huracanados sobre los drones para lanzarlos a volar—. Le haremos pagar caro por su traición.

       —Estaba empezando a preguntarme donde estaban —se burló el Visir, agitando su báculo para dispersar los vientos de Casiopea—. Tal vez hayan vencido a esos drones alfa, pero ninguno de ustedes podrá derrotarme, aunque les dejaré intentarlo.

       Zafet se movió rápidamente para evadir una nueva descarga del Visir y extendió una mano hacia él.

       —Me hallo en un estado perpetuo de precognición —comentaba el Visir, mientras eludía un ataque de aire frío disparado por Zafet—. Mientras mi consciencia exista en el presente, constantemente soy consciente de lo que sucede en aproximadamente 25 segundos desde ahora. Cada movimiento que empleen, lo he visto venir con anticipación.

       —No te será tan sencillo —amenazó Zafet, alzando sus manos.

       —¿De verdad lo crees? —se burlaba el Visir, bloqueando un golpe del hacha de Alfa para luego desarmarla utilizando un disparo de energía que brotó del báculo. La Golden Warrior quedó tirada en el suelo, aparentemente inconsciente—. Ustedes tal vez puedan atacar a la velocidad de la luz, pero eso no les sirve de nada contra un adversario que pude anticipar todos sus movimientos.

       Warrior Australis lanzó un golpe contra la cara del Visir, pero éste atrapó el puño de la guerrera con una sola mano a la vez que sonreía. Australis apretó los dientes con furia, pero eso únicamente sirvió para que el Visir se regodeara todavía más.

       —Buen movimiento, Nadia. Normalmente, no hubiera podido bloquearlo —hizo una pausa y levantó un pie para evadir una rápida barrida de Warrior Australis que iba con una velocidad imperceptible para el ojo humano—. Pueden atacarme todos a la vez sí es lo que desean, pero eso no cambiará el resultado de la pelea.

       Al escuchar aquellas palabras, Zafet blandió su sable de luz y se enfrentó al Visir, que le sonreía como si saludara a alguien por la calle. El Guardián se precipitó a la velocidad de la luz, pero el Visir apenas alteraba su posición para evadir los rapidísimos ataques que intentaban alcanzarlo. Esperó el momento oportuno para recoger una estaca de hielo que había caído al piso, y al tener cerca a Zafet, se la clavó en un brazo con fuerza.

       —No importa los ataques que hagan —murmuró el Visir, usando su báculo para derribar al Guardián de Plata antes de que pudiera contraatacar—. Siempre estaré un paso adelante hasta el momento de su muerte.

       Warrior Eagle dirigió la espada Phi hacia el pecho del hombre que había fungido como consejero y amigo de la reina Miharu durante largos años, el hombre que había contribuido como pocos en la restauración del planeta Lambda y a la propia Alianza. Le costaba reconocer que ahora se había vuelto un enemigo, pero tenía un deber como Warrior del planeta Lambda y de la Alianza y actuaría en consecuencia pasara lo que pasara.

       —Visir, ignoro porque está haciendo esto, pero lo detendremos.

       —Puedes intentarlo si lo deseas, Nakago —replicó el Visir—. De cualquier modo, supe que este día llegaría desde el momento en que nos conocimos hace tiempo. ¡La obediencia a Deus-Primum justifica tu destrucción!

       Musashi decidió unirse a Zafet, Ankiseth, Warrior Eagle, Warrior Unicorn y Warrior Australis. Atrapado entre los seis adversarios, el Visir, haciendo girar su báculo con una mano, repelía las estocadas, y con la otra desviaba los golpes y patadas de todos sus contrincantes.

       —¡Ustedes jamás podrán vencerme por mucho que lo intenten! —exclamó el Visir mientras golpeaba a Musashi en la cara y evadía una veloz estocada de Warrior Eagle—. Quizá yo no pueda moverme con la misma rapidez que ustedes, pero no es necesario. Gracias a mi pequeña habilidad precognitiva puedo ver el futuro inmediato y anticipar por donde atacarán —hizo una pausa y derribó a Warrior Unicorn cuando éste intentaba sorprenderlo por la retaguardia—. Tan sólo es cuestión de tiempo para que los destripe a todos. ¿Acaso no lo saben? ¡Atacar a la velocidad de la luz está sobrevalorado!

       —¡No puedo creer que exista gente tan malvada al otro lado del universo! —exclamó una voz femenina.

       —¿Quién es? —inquirió Zafet, volviéndose hacia cinco jóvenes vestidas con una variante del sailor fuku que habían irrumpido en el complejo—. No puede ser verdad… .

       —¡Soy una Sailor Senshi que lucha por el amor y la justicia! —clamó una joven de casi veinte años que permanecía de pie sobre una consola de control junto con otras ocho chicas de diferente apariencia—. ¡Soy Sailor Moon y castigaré a todos los malvados en el nombre de la luna!

       El Visir sonrió con desdén.

       —No esperaba menos.

       Continuará… .

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