Crisis 06

CRISIS UNIVERSAL

por Acuario Káiser

CAPÍTULO VI

MENSAJEROS DE LOS DIOSES

       Tierra-574,322
       Santuario de Atenea

       Musiel elevó aún más su energía cósmica, y ésta hizo sentir su poder en toda la Casa de Aries a través de poderosas llamas de luz que provocaron el resquebrajamiento de algunas columnas cercanas. Mientras su poder continuaba creciendo en intensidad y fuerza, la guerrera dorada de Aries levantó los brazos y se preparó para inminente pelea. Nadia Zeta y Shoryuki retrocedieron instintivamente, abrumadas por el intenso cosmos que todos percibían.

       —Detente ahí —ordenó Musiel—. Sí das otro paso más no puedo garantizar que sigas con vida.

       Frente a la Casa de Aries, Bael siguió avanzando al mismo tiempo que acumulaba fuerza. Su aura rojiza ya comenzaba a cobrar un mayor vigor y poco a poco alcanzó un brillo similar al mostrado por el cosmos de su hermosa antagonista. Los ojos de su casco con forma de carnero se iluminaron.

       —Un duque del infierno jamás retrocede ante un humano sin importar si se trata de un hombre o de una mujer —El puño derecho de Bael se iluminó de poder y se dirigió hacia el rostro de Musiel con la misma velocidad de la luz—. ¡Ahora quítate de mi camino o muere!

       El poder de Musiel destelló en sus manos cuando ella movió ambos brazos al frente y arriba, generando de repente una tela resplandeciente de luz. La cortina luminosa se extendió con un siseo y rechazó el puño del Duque del Infierno en medio de un chisporroteó de energía. Bael salió volando de espaldas contra una columna donde se estrelló con tal fuerza que rebotó y fue a dar al suelo.

       —¡Baelcito! —exclamó Dina con fuerza—. ¿Te dolió?

       —Es el mismo tipo de defensa que usa Mu de Aries —dijo Dash, más para sí mismo que para los demás—. Si no me equivoco, cualquier ataque que usemos contra ese campo de energía se volverá contra nosotros.

       —¿Contra nosotros? —repitió Shoryuki volviendo la mirada hacia Dash.

       —Es correcto —asintió Musiel con tranquilidad—. Nadie puede tratar de atravesar la Crystal Barrier. ¿Ahora lo comprenden? Así que al atacar esta barrera es como atacarse a sí mismos en un gran espejo. Espero que luego de esta demostración no traten de atacar de nuevo porque sería muy lamentable ver que sólo se hagan daño.

       —Admito que te subestime un poco —declaró Bael mientras se apoyaba en su báculo para levantarse de nuevo—. No pensé que tuvieras el poder necesario para rechazar mi ataque, pero esto vuelve las cosas un poco más interesantes.

       Musiel frunció el entrecejo, pero se mantuvo callada y en calma. Confiaba en su barrera defensiva, pero sintió un poco de temor cuando advirtió que el poder del Duque del Infierno continuaba incrementándose. «Esto no puede ser», pensó. «Su cosmos ya rebasó el nivel de una Guerrera Sagrada de Oro».

       Bael estaba por iniciar un nuevo asalto, pero Dina se le acercó con la intención de disuadirlo. Tanto ella como Dash comprendían que lo que menos necesitaban era una batalla innecesaria, más aún teniendo en cuenta que aquella guerrera únicamente estaba cumpliendo con su deber.

       —Espera, Baelcito —le dijo la kaioshin—. No vinimos a pelar, digo, a pelear. ¿Por qué no mejor te calmas un momento y… .

       Antes de que Dina pudiera terminar de hablar, Bael extendió una mano al frente con tal brusquedad que la kaiohshin sintió un sobresaltó que la obligó a retroceder. Un minúsculo resplandor iluminó la palma abierta del Duque del Infierno, transformándose en un violento torbellino de flamas que ardieron en medio de un estruendoso y potente estallido de poder. Las llamas chocaron contra la Crystal Barrier de Musiel, causando una atronadora explosión de luz y fuego de gran intensidad. Bael frunció el entrecejo y aumentó todavía más el poder de su ataque, provocando que la Guerrera de Aries apretara los dientes mientras intentaba sostener su defensa. Al final no consiguió hacerlo y la tela de luz que la cubría comenzó a resquebrajarse por todas partes como si fuese vidrio estrellado. De pronto, la Crystal Barrier estalló con tanta fuerza que Musiel fue lanzada hacia atrás, destrozando con su espalda un enorme pilar y luego se desplomó.

       —Fue un ataque realmente poderoso —observó Shoryuki.

       El Duque del Infierno, satisfecho, observó con mucha atención el resultado del ataque y esperó a ver la reacción de su oponente. Estaba listo para darle a Musiel el tiro de gracia, pero ésta se puso de pie de repente y lo encaró de nuevo usando el mismo gesto desafiante con el que antes lo había recibido en el santuario. Era una expresión que denotaba valor y tenacidad, coraje y determinación, una serie de sentimientos que incluso Bael no podía dejar de admirar en cierta forma.

       —Me impresionas, Musiel de Aries. No sólo sobreviste a mi ataque, sino que tu armadura dorada ni siquiera sufrió una ligera rasgadura. Creo que te has ganado el honor de conocer mi letalRelámpago Armagedón.

       Un relámpago brilló sobre el santuario y un trueno resonó por todas las Doce Casas del Zodiaco como presagiando la destrucción. Pero antes de que el Duque del Infierno pudiera levantar su báculo en lo alto y ejecutar su técnica mortal, Dash le puso una mano en el brazo para impedirle seguir atacando a la Guerrera de Aries.

       —Ya basta, Bael, ya fue suficiente —dijo Dash con vos serena, pero eso no convenció al Duque del Infierno de suspender la pelea—. No hemos venido a luchar contra los defensores de este santuario y lo sabes.

       —Hazte a un lado, humano —replicó Bael soltándose violentamente  de Dash, quien sólo frunció el entrecejo a modo de respuesta. El Duque del Infierno le sostuvo la mirada sin inmutarse y agregó—: No interrumpas mi batalla o serás el siguiente en probar mi furia y te aseguro que lo lamentarás.

       —Dije que fue suficiente —respondió Dash secamente—. Esta guerrera no es nuestra enemiga. Ella simplemente está cumpliendo con su deber como lo haría cualquier caballero en mi propio universo.

       —¿Acaso vas a morir por ella?

       —Nadie tiene que morir.

       —¿Me estás amenazando, humano? ¿Es eso?

       —Tampoco deseo pelear contigo, Bael. Lo único que me interesa es descubrir lo que causa la crisis y hacer todo lo que esté en nuestras manos para detenerla, pero no podremos hacerlo si comenzamos a luchar entre nosotros.

       Bael se volvió amenazadoramente hacia Dash y levantó su báculo. No hacía falta que nadie le recordará a Bael la razón por la que estaban en ese universo. Hasta ese momento había sido capaz de controlar su odio y desprecio por la raza humana, ocultándolo bajo su deseo de salvar su propio mundo. Pero para él estaba claro que la clave para frenar la crisis estaba en ese santuario y no se detendría ante nada ni ante nadie. Por un instante, Dina pensó que las cosas iban a salirse todavía de control y que ambos estaban a punto de pelear. Cuando el báculo de Bael se iluminó, Dash no hizo ademán para defenderse, retando literalmente a que el otro lo atacara. La Kaiohshin dio un paso hacia ambos, pero Dash le lanzó una significativa mirada que la paralizó. Tras un intenso y amenazador instante, Bael bajó su báculo.

       —De acuerdo, humano, lo haremos a tu modo… —El Duque del Infierno se dio la media vuelta—… por el momento —añadió en voz baja.

       Musiel había observado la escena sin entender lo qué estaba ocurriendo frente a sus ojos. ¿Por qué ese joven llamado Dash había parado la pelea cuando era evidente que Bael tenía buenas posibilidades de matarla? ¿Acaso se trataba de un ardid para engañarla? Pero eso no tenía lógica. La Guerrera de Aries los observó detenidamente mientras pensaba en lo que haría a continuación. Sí los forasteros insistían en pasar por la Casa de Aries, ella debía impedírselos con todas sus fuerzas de ser necesario y no debía dudarlo nunca.

       —Disculpa a Bael, por favor —le dijo Dash, volviendo la mirada por encima del hombro para mirarla. El Caballero Dragón se dio la vuelta y se inclinó ante la Guerrera de Aries mostrando sus respetos—. No tenemos intenciones de luchar como te dije antes, pero es necesario que veamos a la diosa Atena.

       —¿Quiénes son todos ustedes? —inquirió la guerrera de Aries—. ¿Por qué desean ver a Atenea con tanta insistencia? ¿De qué peligro es que están hablando?

       —Somos amigos, debes creernos —dijo Nadia Zeta—. Hemos venido a advertirle a tu diosa sobre un peligro que amenaza a mucha gente. Nosotros fuimos llamados de diferentes realidades por una mujer llamada Calíope, quien afirma que la clave para evitar la catástrofe se encuentra en este mundo.

       —¿Diferentes realidades? ¿A qué te refieres con eso?

       Shoryuki miró la expresión desconcertada de Musiel y enseguida se dio cuenta que no estaba entendiendo ni una palabra de lo que Nadia le decía. Pero no podían culpar a la guerrera de Aries por ese detalle. ¿Cómo podían pedirle que comprendiera algo tan complicado y confuso como la existencia de múltiples universos? Incluso Shoryuki no había terminado de asimilar todo lo sucedido desde que ella y sus amigos habían sido contactados por Calíope y llevados a la Gran Biblioteca en Celestia. La Guerrera Dragón de la Tierra estaba pensando en una forma sencilla de explicarle la situación a Musiel, pero de repente vio un copo de nieve flotando por el aire y levantó el rostro.

       Con curiosidad miró hacia su costado izquierdo y percibió una presencia poderosa oculta entre las sombras. Un frío viento sopló, haciendo silbar el aire y una de las botas de la armadura de Shoryuki quedó cubierta con una fina capa de hielo. La Guerrera Dragón se estremeció. No tanto por el frío, sino por el amargo recuerdo de la batalla contra un escuadrón de mutante de los laboratorios Cherious Medical ocurrida hace poco tiempo. En aquella ocasión se había enfrentado a un monstruo con apariencia de morsa llamado Frost cuya habilidad era precisamente soplar aire congelante por medio de su boca.

       —¿Qué es este Ki que percibo? —murmuró la Guerrera Dragón.

       —Tranquilízate, Musiel —dijo una voz femenina—. Ellos no son nuestros enemigos, sino mensajeros de los dioses que Atenea esperaba desde hace tiempo para hablar sobre una amenaza que se cierne sobre todo el mundo.

       Bael se giró hacia el lugar de donde venia aquella voz.

       —¿Quién eres tú?

       Una mujer emergió desde el interior de la Casa de Aries caminando y se detuvo para que todos pudieran verla. Era joven, hermosa, serena y de cabello largo color verde. Llevaba puesta una armadura dorada tan imponente y hermosa como la Musiel, aunque el diseño y los emblemas eran notoriamente diferentes. Tenía los ojos oscuros y una mirada tan fría y penetrante como encantadoramente cautivamente.

       —Soy Nicole de Acuario —se presentó la guerrera dorada—. Lamento el incidente, pero no le habían avisado a Musiel de su llegada. Les pido que nos perdonen por nuestra falta de hospitalidad.

       La respuesta de Nicole no sólo sorprendió a su compañera de armas, sino también a Dina, Shoryuki, Dash, Nadia Zeta y Bael. ¿Atena los estaba esperando? El Duque del Infierno miró de reojo a la Guerrera Dorada de Acuario sin acabar de entender porque había dicho semejante cosa. ¿Estaba mintiendo o de verdad la Atena de aquel universo estaba al tanto de que ellos llegarían al Santuario? ¿Acaso Calíope tenía algo que ver con el actuar de la Guerrera de Acuario o había algo más? Un cúmulo de dudas circularon por la mente de Bael, pero de momento no tenía los elementos para responderlas todas.

       Dash se puso de pie y fue a donde estaban sus compañeros. El cosmos que percibía en Nicole parecía ser tan poderoso como el de Kamus de Acuario. La presencia de aquella guerrera confirmó sus sospechas de que muy probablemente todos los guardianes de las Doce Casas eran mujeres y no hombres.

       Musiel frunció el entrecejo extrañada.

       —¿Tú sabías de estos forasteros, Nicole?

       —¿Ella sabia? —inquirió Dina, confundida.

       —Es correcto, Musiel, disculpa que no te dijera antes —repuso la Guerrera de Acuario sin emoción alguna en su voz—. Atenea me pidió personalmente que viniera a recibirlos para llevarlos ante su presencia. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero uno de nuestros visitantes es una diosa.

       —¿De verdad? —Con un mohín de escepticismo, Musiel volvió su mirada hacia los forasteros y alzó una ceja cuando Dina comenzó a agitar una mano a modo de saludo. Luego miró a Nicole de nuevo sin poder creer que aquella mujer de aspecto tan extraño fuera en verdad una deidad—. ¿Ella? ¿Una diosa?

       —Sipirili —dijo Dina con una sonrisa—. Soy una Kaioshin, de hecho la Kaioshin del Suroeste y soy… .

       —Una mensajera de los dioses —la interrumpió Shoryuki acabando la frase por la Kaioshin. Dina la miró un tanto molesta por la intromisión, pero la Guerrera Dragón de la Tierra continuó hablando como si nada y se aprestó a seguirle la corriente a Nicole—. Disculpa si no supimos explicarnos con claridad, pero debes comprender nuestra urgencia por hablar con la diosa Atena.

       —¿Y ustedes quiénes se suponen que son? —preguntó Musiel, mirando a todos los demás con algo de recelo—. ¿Acaso son sus guerreros?

       —Soy Shoryuki y somos… .

       Dina la asió del brazo y terminó la frase por ella.

       —Si, ellos son mis guerreros. Así como Atena cuenta con sus Guerreros Sagrados, yo tengo a mis Servants que me brindan protección y cumplen misiones en los cuatro puntos del universo. ¿No es así, Shoryuki?

       —Claro, diosa Dina —respondió la Guerrera Dragón arrastrando las palabras.

       Dash y Nadia se miraron entre si, pero ninguno dijo nada. Incluso el siempre serio Bael sintió ganas de sonreír luego de escuchar las mentiras de Dina y ver la expresión de Shoryuki. La Kaioshin se irguió con orgullo y se aproximó alegremente hacia la entrada de la Casa de Aries.

       Musiel se concentró para percibir el cosmos de Dina y averiguar cuan de cierto había en eso de que se trataba de una diosa. Cuando lo hizo, descubrió que efectivamente había una energía superior a todo lo humano rodeando a la Kaiohshin. La Guerrera de Aries asintió. En verdad se trataba de una deidad, aunque su aspecto le seguía pareciendo un tanto inusual para ser una diosa.

       —Bueno, una vez aclarado el asunto —estaba diciendo Dina mientras Musiel la observaba minuciosamente—, acepto sus disculpas y ahora quiero hablar con Atena, por favor. Les pido que disculpen a Bael, pero es el más insubordinado de mis Servants y aparte no tiene mucha paciencia.

       La expresión de Bael se tornó furibunda.

       —¿Qué dijo?

       —Pero, bueno —dijo Dina, alegre—, una vez que los malentendidos han quedado aclarados, supongo que ya podemos ir a ver a la diosa Atena para hablar de cosas que sólo las deidades podemos discutir.

       Nicole de Acuario hizo una reverencia y la invitó a seguirla.

       —Por supuesto, pero como ya le explique antes, sólo las mujeres pueden ver a Atena y transitar por este santuario, ¿recuerda? Espero que no lo haya olvidado.

       Dina casi se fue de bruces al suelo, pero logró detenerse y se volvió rápidamente hacia la Guerrera de Acuario. ¿Le había explicado? ¿Cuándo? La kaioshin comenzó a reír nerviosamente y se tomó la nunca con la mano mientras trataba de recuperar la compostura.

       —¿Lo recuerda? —insistió Nicole.

       —Ah, si, es cierto, las mujeres… bueno, eh, Shoryuki, acompáñame.

       —¿Perdón? —La Guerrera Dragón arqueó una ceja—. ¿Yo?

       —Un momento —protestó Bael—. ¿Por qué ella puede ir y nosotros no?

       Sin dejar de sonreír, Dina sacó un carnet de entre sus ropas, corrió hacia sus amigos y enseguida se lo mostró a Bael. En el carnet estaba una foto de la Kaiohshin junto con las palabras «Dina, Kaiohshin del Suroeste de la Galaxia»

       —No te arrugues, Baelcito. Tengo, ¿cómo se dice? Ah, si, inmunidad diplomática y no está bien que un Servant cuestione las sabias decisiones de su maravillosa diosa —le guiñó un ojos y agregó—: No queremos dar un mal ejemplo delante de nuestras anfitrionas, ¿cierto?

       El Duque del Infierno entornó la mirada. Parecía estar a punto de perder la paciencia, pero enseguida recordó que lo más importante era averiguar el origen de la crisis y decidió serenarse un poco. La kaioshin podía ser un tanto desesperante, pero no había razón para desconfiar de ella.

       —Estás abusando demasiado de tu suerte, «diosa» —murmuró Bael en voz baja—. Ten mucho cuidado con lo que estás haciendo. No sabemos que intenciones tenga en mente esa tal Nicole de Acuario y percibo algo turbio en este lugar.

       —No te preocupes, Baelcito. Tengo la impresión de que ella sabe algo sobre lo que estamos buscando y lo mejor será seguirle la corriente hasta saber la verdad. Yo y Shoryuki iremos a hablar con Atena y trataremos de averiguar lo más que podamos.

       —De acuerdo, pero si algo raro pasa iremos por ustedes.

       —Oki doki.

       Planeta Ginups

       Cuando Emuri dejó por fin el abismo de la inconsciencia, ya no estaba en el crucero de guerra caroniano que comandaba. Advirtió que estaba dentro de una celda oscura y húmeda y le costaba ver con claridad lo que le rodeaba. En el momento que se llevó las manos a la cara, reparó con desconcierto en los pesados grilletes que le apresaban las muñecas y los tobillos. Unas cadenas lo mantenían sujeto a la pared y le impedían moverse con libertad. De pronto se encendió una tenue luz en el techo. Alguien había llegado. El pánico se apoderó de Emuri, pero no iba a permitir que sus captores se dieran cuenta de ello y se mantuvo firme. Aún en aquella situación tan precaria, él continuaba siendo un orgulloso Shadow Warrior del Imperio de Caronia y debía comportarse como tal.

       —¿Ya despertaste? Que bien, que bien —dijo una voz—. Es posible que te sientas un poco desorientado y confuso, pero es algo natural. No te alarmes y procura sentirte cómodo.

       —¿Quién demonios eres, bastardo asqueroso? —inquirió Emuri y luego trató de romper las cadenas, pero estaba muy débil y le faltaban las fuerzas. Sin embargo, aún le quedaba un recurso para lograr escapar y no dudo en usarlo. Emuri se sumió en las profundidades de su ser, tratando de quebrar las cadenas usando telequinesia, una habilidad que dominaba perfectamente como cualquier Shadow Warrior. Pero por alguna extraña razón que escapaba a su comprensión, sus grilletes jamás se rompieron—. Será mejor que me sueltes, maldito. Sirvo al imperio más poderoso de la Vía Láctea y no te conviene meterte con nosotros.

       Saajar surgió de la oscuridad.

       —Ah, la estupidez, un rasgo común entre todos los caronianos. El problema, mi amigo, es que ya no estamos en el universo al cual pertenecemos tú y yo. Si, como escuchaste, yo también soy originario de la misma realidad de la que has venido y conozco tanto a los caronianos como a la Liga Planetaria. Quizá hayas oído hablar de mí en alguna ocasión. Mi nombre es Saajar.

       De repente, Emuri abrió sus ojos enormemente y se estremeció. Saajar era el nombre de un Guardián que había masacrado a miles de caronianos en una terrible batalla ocurrida unos años después de iniciada la guerra entre la Liga Planetaria y el Imperio de Caronia. La manera en que los caronianos habían sido derrotados en aquella ocasión había sido tan violenta que Saajar se ganó el mote de «Saajar el sanguinario». Pero lo que Emuri no tenía forma de saber era que precisamente debido a los excesos de Saajar en esa batalla que derivo en el innecesario sacrificio de millares de inocentes, los altos mandos militares de la Liga Planetaria decidieron relevarlo del mando permanentemente y le negaron cualquier otra participación en la guerra.

       Debido a eso y a muchos otros desacuerdos, Saajar renunció a su lealtad a la Orden de los Guardianes y dimitió para servir a sus ideales de la manera que él consideraba más apropiada. Jamás volvería a luchar para una banda de cobardes sin las agallas necesarias para derrotar a los caronianos, y, para él, eso era justamente la Liga Planetaria.

       —Tú… —murmuró el Shadow Warrior con cierto temor—. Tú eres… ¡Saajar el sanguinario! Asesino asqueroso, espera a que te ponga las manos encima.

       El duque no se molestó en ocultar su satisfacción.

       —Veo que todavía me recuerdan en Caronia, eso me llena de orgullo.

       —Aunque, ¿sabes? —se burló Emuri—. Paradójicamente, nosotros los caronianos tenemos que darte las gracias. Gracias a tus excesos, la Liga perdió terreno en varios mundos que se rebelaron y cerraron filas con nosotros.

       —No seria la primera vez que la estupidez de los generales de la Liga y los Guardianes permitieran tal cosa, mi amigo, pero no hablemos más de mí. Como ya te habrás dado cuenta, no puedes usar tu telequinesia para escapar y eso se debe a que todas las celdas están provistas de sofisticados sistemas que interrumpen cualquier flujo de ondas mentales más allá de nuestros propios cerebros. Además, para prevenir que puedas usar tus poderes y causarnos problemas, nos hemos tomado la molestia de bloquear el flujo de energía aúrica que corre por tu cuerpo. Ahora eres tan inofensivo como un humano cualquiera.

       Una segunda figura se unió a Saajar. Se trataba de Breakout, quien comenzó a colocar algunos instrumentos sobre un contenedor cercano y luego se relamió los labios mientras contemplaba al indefenso Shadow Warrior.

       —¿Qué demonios quieren de mí? —preguntó Emuri.

       —Ah, sólo queremos charlar un poco contigo nada más —intervino el cyborg, mostrándole un martillo pequeño—. Queremos saber qué tanto lograste decirles a tus amigos antes de que destruyéramos tu nave. El problema es que no podemos confiar en ti plenamente, pero para eso voy a utilizar algunos métodos, ya sabes, cosas que se aprenden por ahí. Primero usaremos a este amigo para ablandarte un poco —hizo una pausa, dejó el martillo y luego levantó unas pinzas—. Cuando lleguemos a esta parte, nuestra relación será mucho más fraternal, casi como hermanos —El cyborg sonrió malévolamente, depositó las pinzas y luego tomó una larga pica bastante afilada—. Y para cuando lleguemos a esto, juro por Dios que te voy a creer todo lo que te salga de la boca.

       —Nunca les diré nada —replicó Emuri con un hilo en la voz—. Jamás traicionaré a su Ilustrísima. Son personajes como ustedes los que deben ser erradicados. Ustedes son las razones por las que el imperio de Caronia es la gran fuerza que debe imperar no sólo en la Vía Láctea, sino en la Existencia entera.

       Saajar sonrió.

       —Ah, los gusanos de vuestra especie siempre están con esas tonterías en la cabeza. En lo que a ti respecta, en este momento soy el único que tiene el poder para dejarte ir o matarte —hizo una pausa y se volvió por encima del hombro para mirar a un entusiasmado Breakout—. ¿No es así? Sí yo doy la orden de soltar a este Shadow Warrior, nadie hará nada para impedirlo, ¿verdad?

       —Pero ya saqué mis herramientas —dijo el cyborg con desilusión.

       El duque volvió la mirada hacia Emuri y le habló con cordialidad, casi como si estuviera charlando con un amigo.

       —A Breakout le fascina su trabajo, pero incluso él está bajo mi autoridad y hará lo que ordene. Ahora, sí eres capaz de cantar una canción folclórica de Caronia, te dejaré ir en este momento. Sólo canta y podrás irte caminando por esa puerta, tomas una nave y regresarás con los tuyos, ¿qué dices?

       Cuando Emuri habló, una fría cólera destellaba en sus ojos.

       —No cantaré nada para ti, sucio perro malparido.

       Saajar sonrió y se encogió de hombros.

       —¿Por qué todos los caronianos son igual de parcos al principio? Tú compañero al menos intentó entonar el himno de Caronia cuando Breakout terminó con él. En fin, que te diviertas —hizo una pausa y comenzó a cantar en voz baja—: Tendrán que traicionar o la vas a pagar. Contrato de por vida tienes que firmar. Si quieres vivir, tu parte has de cumplir… .

       Cuando el duque se dio la vuelta para marcharse, Breakout se acercó rápidamente hasta donde estaba Emuri y sonrió de oreja a oreja mientras levantaba el pequeño martillo.

       —Respuesta equivocada —murmuró con voz alegre y juguetona.

       Un martillazo le reventó la boca a Emuri y algunos de sus dientes salieron volando.

       Jaguar Negro condujo a Sobek y los demás por las calles desde donde pasaron a otras calles y calzadas hasta encontrar refugio en un callejón oscuro entre dos edificios donde no había nadie. Eclipse echó una mirada hacia la calle y observó en la distancia a varios drones volando en dirección a la posada del Chancho Azul. Una sirena estaba dando la alerta en algún lugar lejano y se oía el ruido de plataformas volantes. El ambiente olía a cloaca. De algunas casas salían niños que se precipitaron hacia las avenidas para jugar. Los transeúntes formaban filas delante de los puestos callejeros e intercambiaban comentarios.

       —Será mejor esperar un poco antes de seguir —les indicó Jaguar Negro—. No es común que alguien destruya tres drones y logre salirse con la suya. El Duque Saajar no suele mostrar mucha compasión con aquellos que violan abiertamente sus proclamas de ley y orden.

       —¿Quién es ese tal Saajar del que hablas? —quiso saber Shiryu.

       —Es cierto, yo no lo conozco —dijo Eclipse—. Cuando estuve en Ginups hace tiempo, el planeta era gobernado por un regente de pacotilla que se hacía rico con el mercado negro y el tráfico de dionita. No había proclamas, drones o racismo contra los Espías Estelares.

       Jaguar Negro se apartó de una de las paredes, volviéndose hacia sus acompañantes.

       —Nadie sabe de donde vino o si alguien más lo había enviado, pero Saajar apareció en este planeta hace algunos ciclos estelares, derrocó al gobierno e impuso su propio orden con ayuda de su ejército de drones. Muchos creyeron ingenuamente que Saajar terminaría con los vicios y la corrupción del anterior gobierno, pero nada de eso sucedió y ahora las cosas están peor que antes. Los traficantes pueden vender sus productos libremente, pero entregando una buena parte de sus ganancias a los drones. Incluso la distribución de dionita ha subido considerablemente.

       —¿Qué es la dionita? —preguntó Génesis.

       —Un maldito veneno traído desde el Imperio de Abbadón —respondió Jaguar Negro con un dejo de ira en su voz—. No puedo creer que jamás hayan oído hablar de la dionita. Es una droga que se distribuye a lo largo y ancho de toda la galaxia, pero su consumo está prohibido en la mayoría de los sistemas estelares. Incluso aquí en Ginups hay proclamas que prohíben a la gente consumirla, pero sólo sirven para que los drones extorsionen a la población mientras Saajar se enriquece vendiéndola por todo el sistema.

       —¿Por qué no piden ayuda a la Confederación Galáctica? —inquirió Eclipse.

       —Nadie de ellos nos ayudaría —dijo Jaguar Negro, intentando controlar la furia de su voz—. A los políticos y los burócratas no les importa un planeta como este. Es un mundo pobre, alejado y distante. Si en algún momento Ginups explotara nadie se daría cuenta de lo que ha sucedido. Estamos solos.

       Un chispazo iluminó la mirada de Sobek.

       —Un mundo pobre, alejado y distante —repitió lentamente.

       —Creo que lo mejor que podrían hacer es marcharse —le pareció oportuno decir a Jaguar Negro—. Los drones los cazarán hasta encontrarlos como lo han hecho con cada persona que haya osado desafiar la autoridad de Saajar. Si los capturan tendrán suerte si los ejecutarán inmediatamente en la plaza pública, pero si no… , bueno, créanme cuando les digo que la muerte se convierte en la mayor esperanza de todas las personas que son llevadas ante Saajar.

       Shiryu negó con la cabeza.

       —No podemos irnos, al menos no todavía.

       —Ustedes no son comerciantes, ¿o me equivoco? —dijo Jaguar Negro—. Ustedes están buscando algo más en Ginups.

       —No te equivocas, amigo —repuso Shiryu con una sonrisa—. Tal vez parezca un poco difícil de entender lo que voy a decirte a continuación, pero nosotros en realidad venimos de… .

       —Basta, Shiryu —lo cortó Sobek—. No tiene porque saber todos los detalles.

       —¿Ocurre algo malo? —preguntó Jaguar Negro.

       —No es nada que te incumba —le respondió Sobek, llevando el rostro hacia el hombre de máscara y capa negra—. Te agradezco que nos ayudaras hace rato, pero la verdad preferimos continuar solos a partir de este momento.

       El Guerrero Dragón del Mar se volvió hacia Sobek y frunció la mirada.

       —Cálmate, Sobek, podemos confiar en este sujeto. Después de todo, él nos ayudó contra los drones y también podría decirnos algo sobre lo que estamos buscando, ¿no crees?

       —No, no podemos confiar en nadie fuera de nosotros —El rostro de Sobek se endureció y su tono de voz se tornó repentinamente áspero—. Y no voy a permitir que hables más de la cuenta. Ahora guarda silencio y vayámonos de aquí antes de que nos encuentren.

       —Tú no me prohíbes nada, Sobek —replicó Shiryu de mala gana—. No sé quién te has creído que eres, pero te recuerdo que no eres mi líder y mucho menos vas a darme ordenes, ¿está claro, Capitán América?

       —Oigan, amigos, tranquilos —terció Eclipse, pero nadie le hizo caso—. ¿Amigos?

       —¡Estás arriesgando la misión! —exclamó Sobek, fulminando a Shiryu con la mirada como si estuviera acusándolo de traicionarlos—. ¿Acaso olvidas qué vinimos a hacer aquí? No podemos darnos el lujo de cometer errores, ¿qué pasa contigo?

       Génesis permanecía tan inmóvil como un cadáver, como si lo que ocurriera no tuviera que ver con ella, en tanto que Naoko, que estaba con los nervios de punta e irritada por la discusión, les gritó a ambos:

       —¡Ya dejen de pelear los dos! ¡Nos van a escuchar!

       —A veces hay que arriesgarse un poco —aseveró irritado Shiryu, alzando la voz e ignorando a Sailor Golden Star—. No tenemos ninguna pista y este sujeto es el único que puede decirnos muchas cosas sobre este lugar. ¿Por qué no le bajas un poco la espuma a tu chocolate y te relajas?

       En un arrebato de furia, Sobek le dio un empujón a Shiryu haciéndolo trastabillar algunos pasos hacia atrás. Sailor Golden Star quiso de calmar los ánimos y trato de intervenir, pero el Guerrero Dragón del Mar se abalanzó sobre Sobek y le devolvió el gesto con un fuerte envión que lo hizo chocar de espaldas contra una de las paredes del callejón. Sobek extendió sus garras por instinto y Shiryu levantó los puños al mismo tiempo. Parecía que los dos iban a lanzarse el uno contra el otro hasta que se dejó escuchar el disparo de una 45 que hizo reaccionar a todos.

       —Anda la osa —murmuró Eclipse.

       —Basta los dos —dijo Génesis bajando el arma—. Si quieren matarse por mí no hay problema, pero háganlo en otra parte. No me interesa lo que piensen el uno del otro, pero mientras estemos en esto junto no habrá más discusiones, ¿queda claro?

       —Díselo a este soldadito de plomo, Génesis —se defendió Shiryu, haciéndose para atrás mientras Sobek guardaba sus garras—. Parece que no tolera que alguien difiera de sus ideas extremistas.

       —Te hace falta madurar, chico —dijo Sobek con una mueca de desprecio—. La confianza es algo que se gana con el tiempo, no se regala nada más porque si y menos a un extraño —añadió, dándole la espalda al grupo y alejándose algunos pasos.

       Al verlo marcharse, Sailor Golden Star fue tras él.

       —Espera, Sobek, no te vayas.

       Asqueado de la situación, Shiryu se recostó en una de las paredes y se llevó una mano a la frente para tratar de entender en qué momento la discusión se había salido de control de una forma tan estúpida. Sailor Golden Star alcanzó a Sobek unos metros más adelante y ambos comenzaron a discutir acaloradamente.

       Jaguar Negro había observado la pelea entre Sobek y Shiryu con total indiferencia y sin mostrar ningún ánimo de entrometerse. Cuando Eclipse y Génesis se volvieron hacia él para mirarlo, se dio la media vuelta y comenzó a caminar rumbo a la calle con la clara intención de irse.

       —¿A dónde vas ahora? —le preguntó Génesis.

       —No suelo quedarme con gente problemática —Jaguar Negro se detuvo un momento y volvió la vista por encima del hombro—. Es obvio que no me quieren con ustedes, así que mejor me voy antes de que comiencen a matarse entre si.

       —Espera un momento —le dijo Eclipse—. Necesitamos tú ayuda, por favor.

       —¿Para vender acumuladores de arkonium? —se mofó Jaguar Negro—. No necesitan mi ayuda para eso.

       Génesis guardó su 45 en la funda mientras caminaba rápidamente hacia Jaguar Negro, que la siguió con la mirada, y finalmente se plantó delante de él para bloquearle el paso, haciéndolo retroceder unos cuantos pasos hacia el interior del callejón.

       —Está bien, tenías razón, no somos comerciantes —dijo ella—. Estamos aquí para evitar una terrible catástrofe que amenaza la vida de muchas personas. No dijeron que en este planeta se localiza la clave para lograr nuestro propósito, pero no sabemos dónde empezar a buscar.

       —Interesante —murmuró Jaguar Negro—. Es una misión bastante noble si me permites decir, pero me temo que se equivocaron de planeta porque aquí sólo encontrarán dionita y mercancías robadas. Dudo mucho que esas cosas puedan servirles para salvar la vida de alguien.

       —Buscamos algo que produzca grandes cantidades de energía —respondió la cazadora—. Creemos que puede ser algún tipo de arma, pero no sabemos cómo es o cómo funciona. Tú mencionaste que este mundo es tan distante y pobre que nadie se molestaría en voltear a verlo, ¿cierto? Tal vez esa sea la razón por la cual los responsables de la destrucción se ocultan en este planeta.

       Jaguar Negro bajó la mirada como si estuviera pensando.

       —¿Sabes de algo así? —preguntó Eclipse—. Vamos, amigo, la cosa está color de hormiga y agradeceríamos cualquier cosa que puedas decirnos. Este planeta ya no es el mismo que yo visité hace mucho tiempo.

       —Por favor —insistió ella.

       Se miraron en silencio. Los ojos de Génesis eran azul oscuro bajo la débil luz del sol rojo que moría en el crepúsculo. La cazadora contuvo la respiración mientras el hombre de máscara negra la observaba como un depredador podría estudiar a una presa interesante.

       —Génesis, ¿no? Hay más en ti de lo que aparenta —repuso Jaguar Negro levantando el rostro para mirarla directo a los ojos—. En verdad sabes cómo hablarle a la gente. Y no es que te falte encanto.

       Génesis se ruborizó levemente, pero no desvió la mirada.

       —Ejem, ejem —carraspeó Eclipse mientras Shiryu volvía la mirada hacia todos ellos y Génesis bajaba un poco el rostro—. Disculpa, ¿sabes o no sabes?

       —No.

       —¿No? —inquirió Génesis.

       —¿¿No?? —repitió Eclipse con enfado.

       —Genial —renegó Shiryu, todavía más molesto—. O sea que la discusión de hace un momento fue algo inútil. Muchas gracias, Jaguar Negro, pudiste haberlo dicho desde el principio y ahorrarnos un mal rato.

       Jaguar Negro se acarició la barbilla como si reflexionara.

       —Sin embargo, sólo existe un lugar en todo Ginups donde podría haber un arma con las características que han mencionado y ese sitio es nada menos que la fortaleza del duque Saajar.

       Sorprendidos, todos miraron al hombre de máscara y capa negra. Incluso Sobek y Sailor Golden Star interrumpieron su conversación y se volvieron hacia sus compañeros.

       —Traducción: Misión suicida —concluyó Eclipse.

       Tierra-877,666
       Ciudad Magna

       Los primeros que vieron al grupo compuesto por Paul Tapia, Kayani Arftin, Charles de Sheringham, Oriana Narváez, Kay Namura y Fobos de Terror, fueron los turistas que venían de visitar un monumento cercano y comenzaron a tomarles fotografías y video usando cámaras digitales y teléfonos móviles. Los vigilantes del área permanecieron a la expectativa y utilizaron sus radiotransmisores para informar sobre la misteriosa aparición de un grupo de personajes desconocidos.

       —Que mundo tan primitivo es este —murmuró Fobos, mientras usaba su escáner visual para medir los niveles de poder de todos los curiosos que los rodeaban para mirarlo—. Estos humanos no poseen grandes habilidades y no representan ningún peligro para mí.

       —Este lugar se parece demasiado a las ciudades de mi mundo —señaló Oriana mirando los enormes edificios cercanos—. Incluso la gente se viste de forma similar y actúa de la misma forma.

       —Y no es ninguna casualidad —dijo Kay Namura, volviéndose hacia su acompañante mientras un niño pequeño se acercaba al centinela con una libreta y un bolígrafo en la mano—. Nos encontramos en una Tierra alternativa, otra más de las muchas que existen en el multiverso.

       —¿Me das tu autógrafo, por favor? —le preguntó el chiquillo con entusiasmo, haciendo que Kay bajara el rostro para mirarlo—. ¿Qué tipo de súper héroe eres tú? ¿También eres miembro de la Justice Army?

       Sin perder tiempo, Paul consultó la base de datos de su armor capsule. Ésta era un pequeño ordenador de mano que almacenaba una gran cantidad de información y podía enlazarse con casi cualquier computadora del planeta que fuera. Aun cuando la tecnología de aquella Tierra paralela fuese incompatible con la de la armor capsule, la pequeña computadora de Paul podía traducir toda la información y luego interpretarla de acuerdo a otros parámetros.

       —No cabe la menor duda —concluyó el guardián luego de un momento—. Estamos en la Tierra, específicamente a principios del siglo XXI. Mi armor capsule se ha conectado con la red de computadoras de este planeta y he confirmado nuestras sospechas.

       Al instante, Charles se giró hacia el Guardián de Plata.

       —Esa es la misma época de la cual he venido yo, pero este no es mi mundo y asumo que tampoco es el de alguno de ustedes, ¿cierto?

       —Que bonita armadura —dijo una niña de largas trenzas y enormes anteojos que se había acercado a Charles de repente—. ¿Quién eres? —le preguntó—. Tu escudo es muy hermoso y tu lanza es impresionante.

       Un tercer chicuelo se echó los cabellos hacia atrás. Tenía entre ocho y nueve años y vestía una camiseta estampada con la imagen de un hombre de traje azul y capa roja.

       —Pues claro, se trata de un héroe y los héroes deben ser imponentes.

       Charles se arrodilló delante de los niños y les sonrió afablemente.

       —Soy Charles de Sheringham, protegido de San Jorge de Inglaterra, Senescal segundo de la Orden del Temple y vuestro servidor —hizo una pausa y posó su lanza en el suelo para que los niños pudieran verla—. Y esta, amigos, es la legendaria lanza con la cual el mismo San Jorge mató a un dragón.

       Los niños soltaron un «oh» colectivo que hizo sonreír al Caballero Templario.

       —Parece que nuestro amigo ya se volvió un tanto popular —comentó Oriana con una leve sonrisa—. Creo que a la gente de este lugar le agradan los héroes porque parecen muy contentos.

       —Que pérdida de tiempo —murmuró Fobos, dándose la media vuelta con lo brazos cruzados y una expresión de pocos amigos en el rostro—. Haré una inspección más amplia de este lugar usando mi escáner visual. Lo primero será localizar al sujeto más poderoso de este planeta.

       El sonido de una sirena llamó la atención del Khan del Terror y los otros. Un par de patrullas de policía acababan de estacionarse en una calle cercana. Tres oficiales vestidos con uniformes oscuros salieron de los vehículos y comenzaron a acercarse mientras la multitud contemplaba la escena con atención.              

       Continuará… .

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