Leyenda 051

LA LEYENDA

por Asiant y Uriel

CAPITULO LI

VENCER O MORIR

       A trescientos mil kilómetros de la Tierra.

       Asiont se encontraba meditando frente a una pequeña ventana con vista hacia el espacio. Pronto la nave alcanzaría la velocidad necesaria para dar el salto dimensional y regresar a su propio universo. El planeta Tierra de aquella dimensión se veía más y más pequeño a cada momento.

       Ahora debía pensar en lo siguiente que haría al volver al Churubusco. Podía optar, desde luego, entre quedarse con sus amigos para ayudar a combatir a los imperiales o regresar a Caelum para continuar con el entrenamiento que había dejado pendiente.

       Ciertamente, había podido vencer a Sepultura y eso lo había hecho creer por un momento que sus poderes eran suficientes, que tenía la habilidad suficiente para vencer a los guerreros de Abbadón. Pero su encuentro con Eneri lo había hecho poner los pies en la realidad. Quizás podía ser un rival adecuado para un Khan, pero no para los Kha-Khans.

       Suspiró preocupado. Todavía no podía creer que hubiera estado a punto de matar a Jesús Ferrer aun cuando éste los había ayudado en la lucha y de cierta forma le debía la vida. ¿Qué le estaba pasando? ¿Acaso sus deseos de venganza se estaban volviendo más fuertes que sus convicciones? De hecho, de no ser por Sailor Mercury y Sailor Venus lo habría asesinado ahí mismo.

       Debía controlar sus emociones. La próxima vez quizás no habría Sailors para detenerlo. Recordó su incidente en la misteriosa cueva que había conocido camino al Santuario de los Celestiales y no pudo evitar sentir algo de temor ante la posibilidad de transformarse en un ser maligno.

       —¿Asiont? —la dulce voz de Sailor Mercury lo volvió a la realidad.

       El Celestial se volvió hacia sus espaldas, encontrándose con la Sailor Senshi.

       —Ami, ¿qué haces aquí? —le preguntó.

       Mercury atravesó el umbral de la puerta y dio algunos pasos dentro de la habitación.

       —Andrea me dijo que estabas aquí —respondió—. Aun tengo algunas preguntas.

       Asiont asintió con la cabeza. Claro, después de lo sucedido era bastante comprensible que Ami quisiera saber más sobre el enemigo que acechaba a su planeta y la batalla en la que ella y sus amigas se habían involucrado.

       —¿Así que en realidad vienes de otro planeta? —inquirió la chica, tratando de iniciar la conversación.

       Asiont hizo un breve encogimiento de hombros.

       —Más bien de otro universo diferente a este, Ami, pero si de verdad te interesa saberlo en realidad provengo de un distante planeta llamado Endoria.

       —¿Endoria? —repitió la Inner Senshi, arqueando una ceja.

       —El universo de donde provengo es bastante parecido a este —explicó él—. De hecho existe un sistema solar idéntico al suyo; con sus todos planetas, un sol y una Tierra. Mi planeta se encuentra a miles de años luz de la Tierra.

       Mercury estaba impresionada. No podía creer que aquellas teorías sobre los universos paralelos de las que había leído en algunos libros de física fueran tan acertadas. Era una verdadera sorpresa.

       —¿Conoces el planeta Tierra de tu dimensión?

       —¿Qué si la conozco? —inquirió Asiont en un tono cargado de ironía—. Claro que la conozco. Yo he estado ahí en dos ocasiones, es un mundo muy hermoso. La configuración geográfica es bastante similar.

       —Esto es verdaderamente increíble —murmuró la Sailor impresionada—. ¿Iremos a la Tierra al llegar a tu universo .

       Se produjo un tenso silencio.

       —No —acabó diciendo Asiont—. La Tierra así como Endoria se encuentra bajó el dominio de N´astarith. Hace poco nos vimos en la penosa necesidad de huir de la Tierra para salvar la vida.

       —¿Qué? —preguntó Mercury, casi enmudecida por la sorpresa.

       —Mi galaxia y mi mundo pasan por momentos muy críticos, Ami —le dijo Asiont mirándola fijamente—. N´astarith posee un ejército muy poderoso que le ha permitido apoderarse de la mayor parte de la galaxia. Hasta ahora no hay nadie que pueda detenerlo. Es por eso que estamos en guerra con el imperio de Abbadón, pero esto no siempre fue así.

       —Eso suena terrible —murmuró ella—. Es peor de que pensaba.

       —De hecho es peor de que lo que te puedas imaginar —añadió el Celestial—. Por esta razón es que mis amigos y yo nos encontramos formando un gran ejército para atacar la base de operaciones militares N´astarith. El resultado de esta batalla podría cambiar el curso de la guerra y darnos la tan ansiada paz.

       Mercury suspiró. Tal y como se lo había dicho Asiont, aquel conflicto superaba por completo su imaginación.

       —Entonces, tú eres algo así como un soldado, ¿cierto?

       Él dejó escapar una sonrisa sombría. Se dio la vuelta y apoyó una mano sobre la ventana por donde veía el planeta Tierra. Las palabras de la Inner Senshi lo habían hecho recordar por un momento lo que había sido su vida desde que tenía memoria.

       —Antes fui un soldado imperial, luego un rebelde y ahora un Caballero Celestial.

       Mercury no supo que decir. No podía ver el rostro de Asiont, pero a juzgar por el tono de su voz era claro que había tocado un tema que le era en parte desagradable.

       —Yo… lo siento si te moleste… —titubeó tímidamente—. No fue mi intención… .

       —Descuida —le interrumpió él—. No tiene importancia —hizo una pausa y se volvió otra vez hacia ella—. Tú no tienes la culpa de que mi vida no sea lo que yo hubiese querido que fuera, perdona.

       —No tienes de que pedir perdón —dijo Mercury, esbozando una leve sonrisa que a Asiont le pareció lo más hermoso del mundo—. Y por cierto, no te había dado las gracias por salvarme la vida.

       Esta vez fue Asiont quien se puso nervioso. Bajó la mirada mientras sus mejillas se iluminaban.

       —Supongo que era mi deber. Los Celestiales hacemos ese tipo de cosas.

       Mercury no dijo nada. Cerró los ojos, esbozó una leve sonrisa e hizo un sencillo encogimiento de hombros. Asiont desvió la mirada hacia la ventana y observó que la velocidad de la nave había aumentado. Eso sólo podía significar una cosa: estaban a punto de iniciar el salto dimensional.

       Santuario de Atena, Grecia
       Salón del Gran Maestro

       Aicila se llevó la mano izquierda a su escáner visual para evaluar el nivel de pelea de los recién llegados. Sin embargo, aun antes de que el aparato terminara de hacer el análisis, ya sabía de antemano que Seiya, Dohko y Cadmio eran los más poderosos del grupo gracias a su percepción.

       —¿De dónde demonios salieron todos esos idiotas? —inquirió la Khan de la Arpía sin dirigirse a nadie en concreto—. Los atuendos de esos dos… pertenecen a los Caballeros Celestiales.

       Talión, por su parte, apagó su escáner visual y sonrió malévolamente. Sus ojos destellaron con expectación y rabia.

       —¿Así que Caballeros Celestiales, eh? Recuperaremos la gema «Lamed» y los mataremos a todos. Así acabaremos con dos pájaros de una sola pedrada.

       —Ni lo sueñes, maldito Khan —vociferó Cadmio con insolencia—. Nosotros seremos quienes los mandaremos al mismo infierno. No crean que les tenemos miedo.

       —Deja de decir esa clase de tonterías —rebatió Talión divertido—. El príncipe Saulo y sus discípulos dijeron lo mismo y no pudieron hacer nada contra la fuerza de Tiamat, Sepultura y Kali. Una vez que los exterminemos a todos, el gran N´astarith nos recompensará por nuestra excelente labor.

       —¿Saulo? —repitió Casiopea en voz baja.

       De pronto Dai dio un paso al frente.

       —No les será tan fácil derrotarnos —amenazó—. Ahora somos más fuertes que antes.

       El Khan de las Llamas soltó una risotada.

       —Vaya, vaya ¿y quién se supone que eres tú, mocos tonto? —le preguntó, conteniendo su carcajada—. ¿Acaso un guerrero de otro mundo que no conocemos? Como sea, quizás no conoces lo que somos capaces de hacer.

       —Mi nombre es Dai —declaró el chico sin dejarse intimidar—. No dejaré que hagan de las suyas en este mundo.

       Tiamat dirigió sus ojos hacia el niño guerrero.

       —Con qué tú eres el famoso Dai, ¿eh? —murmuró mientras sonreía maliciosamente—. Eres justo como Sepultura y Lilith te describieron, aunque claro, yo te imaginaba un poco más alto —hizo una pausa y luego volvió el rostro hacia donde estaban Ranma, Ryoga y Moose—. Tú debes ser Ranma Saotome, ¿no?

       —¿Cómo es que sabes mi nombre? —le exigió Ranma, haciendo un violento ademán con el puño.

       —También he escuchado algunas cosas sobre ti —le informó el Khan—. Estabas en el mundo donde Sombrío, Belcer y Sarah encontraron la tercera gema estelar —ladeó el rostro ligeramente para mirar esta vez a Astroboy—. Y tú estabas en el planeta donde el príncipe David, Kadena y Shield obtuvieron la quinta.

       —Así es —murmuró Astroboyboy un tanto desconcertado—. ¿Cómo es que sabes todo acerca de nosotros?

       —Seguramente ese canalla que está con ellos les ha de haber informado —teorizó Poppu, refiriéndose a Kadena.

       El guerrero meganiano asintió con la cabeza mientras sonreía.

       —En realidad no pensé que tuvieran el suficiente valor para continuar ayudando a la Alianza Estelar —Kadena alzó un puño al frente en una actitud amenazante—. Será todo un placer vengar a mis camaradas muertos por su culpa.

       —Espera un momento, Kadena —le calmó Tiamat alzando una mano—. Según puedo darme cuenta, la Alianza Estelar ha podido seguirnos a todos los universos en los que hemos estado. Seguramente deben estar guiándose por medio de las ondas trans-warp que emiten las puertas dimensionales, ¿o no es así?

       —Es no te importa, basura imperial —le espetó Cadmio, provocando que la sonrisa de Tiamat se esfumara de su rostro—. Lo único que importa aquí es que hemos venido a destruirlos.

       En ese instante, Eclipse alzó un dedo para señalar a los Khans.

       —Eso es verdad, malosos de telenovela barata. Antes que nada pelearán contra todos nosotros y no se crean que vencerán tan fácilmente. Quizás se lleven una sorpresa al pelear y no olviden que ya antes derrotamos a Sigma y a esa tal Lilith.

       —Eso no es motivo de halago —afirmó Talión—. Sigma sólo era un Espía Estelar y Lilith era una estúpida.

       Entretanto, mientras ambos grupos continuaban discutiendo, Milo desvió la mirada hacia el grupo de jóvenes que acompañaban a Seiya y a Dohko. Ninguno de ellos era un Santo guerrero como él, pero por lo que se podía apreciar a simple vista todos habían venido a ayudar.

       —No puedo creerlo —murmuró para sí—. El antiguo maestro de Libra ha vuelto a ser joven. Su cosmos es inconfundible. Seguramente debe haber usado la legendaria técnica conocida como Misopheta Menos.

       En ese momento, Ranma alargó un brazo para señalar a Sombrío, el maldito Khan que había raptado a Akane y lo había vencido en su propio mundo. Con sólo verlo nuevamente, el chico pudo sentir como la sangre hervía por todas sus venas.

       —¡Miserable! ¡¿En dónde está Akane?! ¡Te exijo que me lo digas ahora mismo!

       Una sutil sonrisa se insinuó en los labios del guerrero imperial. En realidad no esperaba encontrarse nunca más con aquel joven que se transformaba en chica con sólo tocar el agua fría. Aquella era una verdadera sorpresa.

       —Creo que los de la Alianza Estelar deben estar desesperados —murmuró con desdén—. Ahora reclutan fenómenos y debiluchos para enfrentarnos, ¿qué será de este mundo en manos de semejante imbéciles?

       Seiya llevó su mirada más allá de los imperiales y descubrió que afortunadamente Saori todavía estaba a salvo. Pero eso no era todo, lo más sorprendente fue ver que Milo y Kanon también estaban ahí.

       —¡Milo! —exclamó en voz alta, llamando la atención del Santo dorado de Escorpión—. Que bueno que tú también estás aquí, pero ¿qué hace Kanon con ustedes?

       —Eso lo discutiremos después, Seiya —le dijo el nuevo Santo de Géminis respondiendo por Milo—. Por ahora debemos pelear por Atena y para proteger el Santuario. Todavía ignoro quiénes son estos tipos, pero estoy seguro de que no se irán sin que tengamos una buena pelea.

       El Santo de Pegaso asintió con la cabeza y llevó la mirada de regreso hacia el Khan del Dragón.

       —Es verdad, yo me encargaré de Tiamat.

       —¿Qué cosa has dicho? ¿Acaso olvidas que te derroté muy fácilmente la última vez? —le preguntó Tiamat sin molestarse en ocultar su desprecio—. Mejor vete de aquí mientras puedas y deja que Dohko o Mu luchen conmigo, muchacho. Eso será más divertido y honorable para los Santos defensores de este santuario.

       —¿Qué dices, maldito? —exclamó Seiya furioso—. No soy ningún cobarde, jamás huiría de una batalla.

       En ese momento, una destello de luz iluminó el espacio vacío entre Seiya y los guerreros imperiales provocando el sobresalto de todos. Mu, Shiryu y Aioria acababan de teletransportarse hasta el salón del gran maestro.

       —¿Quiénes son esos? —preguntó Casiopea, asumiendo una guardia.

       Dohko llevó su rostro hacia ella y le hizo un gesto con la mano para que se relajara.

       —Tranquila, Casiopea, ellos son amigos nuestros —le informó—. Son Santos guerreros como nosotros y nos ayudarán a pelear contra el enemigo.

       —¿Más santos? —preguntó Lance intrigado—. Ahora somos bastantes..

       Una sonrisa de alegría iluminó el rostro de Seiya.

       —¡Shiryu, Airoria, Mu! —exclamó alegremente—. ¡Ustedes también han venido!

       El Santo del Dragón se volvió por encima del hombro para mirarlo.

       —No esperarás que te dejemos solo, Seiya —Una sensación de tranquilidad se apoderó de Shiryu cuando descubrió la presencia de su antiguo maestro, Dohko de Libra, a lado de Seiya—. Maestro, no puedo creer que usted también esté a salvo. Creí que había muerto en el templo de Aries.

       Dohko asintió.

       —En realidad estuve en un grave peligro, Shiryu, pero en el último momento ellos me salvaron la vida —declaró, refiriéndose a Casiopea, Leona y los demás—. Según me dijeron cuando nos dirigíamos hacia aquí, ellos provienen de otro mundo y vinieron hasta el nuestro siguiendo a Tiamat y a sus aliados.

       —¿Otro planeta? —repitió Shiryu algo contrariado.

       —Ahora comprendo todo —dijo Mu—. Ellos son los portadores de las presencias que percibí cuando dejé la Casa de Aries.

       —Catorce, quince, dieciséis sujetos —contó Tiamat mientras tanto—. Tal parece que nos superan en número, esto será muy interesante. Tenía tiempo en que no participaba en una batalla como la que estamos a punto de iniciar.

       —Aunque la mayoría no son muy fuertes que digamos —dijo Sombrío, exhibiendo una leve sonrisa de confianza—. Los aplastaremos sin ninguna dificultad, Tiamat.

       En ese momento, Airoria avanzó un par de pasos hacia los imperiales y levantó un puño.

       —Miserables, no les permitiremos escapar. Ignoro qué razones tienen para atacar el Santuario de la diosa Atena, pero les advierto que ya no podrán abandonarlo con vida.

       De pronto Aicila y Talión comenzaron a reír para sorpresa del Santo de Leo.

       —¿Escapar de ustedes? —se burló la Khan de la Arpía—. No digas tonterías, Airoria, ¿crees que porque derrotaste a ese debilucho de Ogitál podrás vencernos a nosotros también? Eres un iluso.

       Cansado de tanta charla, Cadmio desplegó su aura con fuerza arrojando ráfagas de aire en torno a él. Estaba listo para dar comienzo a la batalla y aniquilar a esos Khans para luego ir por la gema sagrada de los Titanes.

       —¡Ya estuvo bueno de tanto parloteo! —exclamó con furia—. ¡Los derrotaré a todos!

       Tiamat le miró fijamente.

       —Posees un gran poder, Celestial,  sin embargo, aún no has aprendido a aquietar tus emociones y eso será lo que propicie tu derrota. Debes saber que ya antes vencí al príncipe Saulo durante un combate que sostuvimos en el universo donde encontré la quinta gema sagrada. Tú y tus amigos no son la gran cosa comparados con él.

       Cadmio avivó aún más su energía interna, atrayendo la atención de todos.

       —¿Qué dices, fanfarrón? —preguntó con los ojos inyectados de furia—. ¡Ahora verás, maldito!

       El orgulloso Celestial se arrojó inmediatamente sobre el imperial dispuesto a derrotarlo. Alzó el puño hacia atrás y se preparó para golpear el rostro de Tiamat con todas sus fuerzas. Sin embargo, antes de que pudiera llegar a tocar la cara del Khan, el pie de éste se estrelló en su quijada lanzándolo hacia arriba violentamente. Cadmio se estrelló en el techo del templo y un segundo después, cayó al suelo pesadamente.

       —¡No, no puede ser! —exclamó Lance, anonadado—. ¡Detuvo a mi hermano con un solo movimiento!

       —¡Cadmio! —gritó Casiopea.

       Ranma, Dai, Poppu, Ryoga y Eclipse se quedaron completamente atónitos sin dar crédito a lo que acababan de contemplar sus ojos. El orgulloso Cadmio había sido parado en seco con un solo golpe.

       Tiamat, por su parte, sonrió satisfactoriamente y colocó ambas manos en su cintura.

       —Regla número 1: No ataques a ciegas.

       Incapaz de contenerse por un minuto más, Seiya arremetió contra el líder de los Khans sin importarle nada.

       —¡Ya cállate! ¡¡Pegasus Ryuu Sei Ken!! (Meteoro Pegaso)

       Casi al mismo tiempo, Aioria decidió sumarse al ataque en contra de Tiamat.

       —¡Yo te ayudaré, Seiya! ¡Lightning Bolt! (Relámpago de Voltaje

       Aicila, Talión, Sombrío y Kadena saltaron en el aire, esquivando los veloces ataques de los Santos y disgregándose en distintas direcciones. Tiamat, por el contrario, se quedó parado en el mismo lugar mirando fijamente a sus enemigos. Usando su poderosa energía aúrica, el Khan formó una enorme esfera de fuerza a su alrededor para bloquear los ataques de Seiya y Aioria.

       —¿Eso es todo lo que pueden hacer? —se mofó con una sonrisa en sus labios—. No me hacen ni cosquillas.

       Seiya se quedó perplejo.

       —No puede ser posible. Ni mi Pegasus Ryuu Sei Ken ni el Lightning Bolt de Aioria pudieron hacerle algo. Ese sujeto es realmente muy fuerte.

       El Santo de Leo no dijo nada, pero pensó lo mismo. Aun así, la batalla apenas comenzaba. Extendió su puño, decidido a atacar nuevamente.

       —¡A un lado, Seiya! —gritó—. Esto aún no termina.

       Entretanto, Ranma y Ryoga saltaron en el camino de Sombrío decididos a sacarle el paradero de Akane por la fuerza si era necesario.

       —¡No escaparás! —advirtió Ranma—. Dinos donde se encuentra Akane o te pesará.

       El Khan del Lobo los miró con aburrimiento.

       —No me fastidien, malditos insectos. Akane es una de mis mujeres ahora y por si no lo saben es muy feliz a mi lado.

       Ranma lo fulminó con la mirada, apretó los puños y giró su rostro hacia Ryoga. Era hora de poner en práctica el plan que habían ensayado en la astronave Churubusco mientras entrenaban.

       —Hagámoslo, Ryoga —le dijo.

       —Sí.

       En una perfecta sincronía, cada uno de ellos juntó sus manos formando una esfera de luz entre sus plamas y luego la llevó hacia delante, lanzando una ráfaga de energía en contra del imperial.

       —¡Mouko Takabisha! (Huracán de Tigre) —gritó Ranma.

       —¡Shishi Hokoudan! (Rugido de León) —exclamó Ryoga.

       Sombrío extendió ambos brazos, abrió sus manos y atrapó ambos ataques sin ninguna dificultad. Ranma y Ryoga se quedaron completamente petrificados. El Khan era demasiado enemigo para ellos dos solos.

       —Dejen de hacer cosas inútiles, par de tontos —les dijo el Khan del Lobo—. Yo soy mucha pieza para ustedes —hizo una pausa, cruzó los brazos frente a su rostro y luego los bajó violentamente a sus costados, liberando con ello una fuerza invisible que arrojó a sus adversarios por los aires—. ¡Violan mi espacio personal!

       Al ver lo sucedido, Eclipse y Lance se lanzaron rápidamente por los aires para rescatar a Ryoga y a Ranma antes de que Sombrío decidiera rematarlos.

       —¡Te tengo! —exclamó el espía, atrapando a Saotome en sus brazos,—. Me debes una, muchacho y pienso cobrármela.

       Lance dio un rápido giro en las alturas y sujetó los brazos de Ryoga justo cuando éste estaba a punto de golpearse con una de las paredes.

       Al darse cuenta de lo ocurrido, Sombrío les arrojó una mirada homicida. Levantó una mano con la palma orientada hacia delante disparó varias ráfagas de luz decidido a borrarlos del cielo.

       —¡Malditos! ¡No escaparán! —gritó mientras disparaba—. ¡No se muevan que no les puedo dar!

       Eclipse se movió de lado a lado, esquivando por muy poco los ataques del Khan del Lobo. Ranma, por su parte, abrió enormemente los ojos y se abrazó con fuerza del cuello del espía mientras sentía un gran vacío en el estómago.

       —¡Ah! ¡Cuidado con esa! —gritó Ranma—. ¡A la derecha ! ¡A la izquierda!

       —¡Ya lo sé! —con todo lo que estaba sucediendo lo único que le faltaba a Eclipse era que alguien les estuviera dando consejos sobre como volar. Los disparos del Khan fueron haciendo más rápidos hasta que finalmente uno de ellos golpeó a Eclipse y lo derribó.

       —¡Eclipse! ¡Ranma! —gritó Lance viendo lo sucedido.

       Eclipse cayó de espaldas y rodó por los suelos hasta estrellarse al pie de una columna. Ranma por su lado, quedó tirado a unos centímetros del espía.

       Lance soltó uno de los brazos de Ryoga y disparó una descarga láser en contra de Sombrío. Sin embargo, el Khan se deshizo del rayo con un acertado manotazo que lo desvió en otra dirección. El disparo fue a estrellarse contra una columna donde estalló provocando una lluvia de escombros.

       Lance lo maldijo en silencio. Sus armas no le servían para nada en contra de un Khan, tal y como lo había comprobado durante su lucha con Lilith. Sólo le queda tratar de ponerse a salvo y que alguien más se hiciera cargo de aquel fulano.

       —¿Qué haremos ahora? —le preguntó Ryoga.

       —¡Huir! —exclamó Lance, dándose la vuelta e iniciando la retirada.

       Pero no llegaron muy lejos, Sombrío levantó su puño y les disparó una ráfaga de energía que los alcanzó en el aire. Lance y Ryoga se desplomaron sin control.

       —¡Ustedes no harán nada! —festejó el imperial, viéndolos caer.

       Aicila llegó hasta donde estaba Kanon. Al verlo de cerca, la Khan reconoció enseguida a armadura dorada que el guerrero que tenía enfrente estaba usando. Era el ropaje sagrado de Géminis, el mismo que había visto durante su travesía por el tercer templo.

       —Así que tú eres el miserable que nos jugó esa mala broma en el templo de Géminis, ¿eh —le inquirió—. Con razón el aura que sentí en el templo de Cáncer era ligeramente diferente. Tú causaste las ilusiones en Géminis.

       Kanon la miró desafiante. No había temor en sus ojos.

       —Así es, mujer —El Santo sonrió con arrogancia—. Yo traté de detenerlos en el templo de Géminis, pero ten por seguro que esta vez sí lo lograré.

       Aicila desplegó su aura y llevó sus manos hacia delante, atacando con su poderoso aire huracanado.

       —Eso lo veremos, maldito. ¡Death Hurricane!

       El Santo de Géminis soltó una risita burlesca.

       —Eso no me impresiona para nada —Juntó ambas muñecas con las manos abiertas—. ¡Galaxian Explosion! (Explosión de Galaxias).

       De las palmas de Kanon surgieron varias esferas de luz que al hacer contacto con el aire huracanado explotaron liberando una gran cantidad de energía. El ataque de Aicila había sido completamente neutralizado.

       Aicila no podía creerlo, pero era verdad.

       —¡No puede ser! ¡bloqueaste mi poderoso viento huracanado!

       De pronto, un aura dorada emanó del cuerpo de Kanon y lo envolvió por completo.

       —Finalmente ha llegado la hora de lavar todos mis pecados.

       La Khan imperial le lanzó una mirada asesina y se preparó para volver a la carga.

       —Yo soy Aicila, la Khan de la Arpía y me encargaré de mandarte al infierno, asqueroso maldito.

       Una especie de sonrisa surgió de los labios de Kanon. Sin decir nada más, el Santo de Géminis se arrojó sobre la Khan en una feroz acometida que prometía un verdadero combate a muerte.

       Kadena agitó su larga cadena dorada en el aire, atrapando el diminuto cuerpo de Astroboy y haciéndolo caer al suelo abruptamente. El meganiano soltó una risotada.

       —¡Ahora si las pagarás todas, insecto! —amenazó.

       Astroboy estaba completamente enredado en la cadena, pero eso no le impedía defenderse. Se volvió hacia su enemigo y le apuntó con un dedo índice, disparando una descarga láser. Kadena estaba tan concentrado en su idea de victoria que no vio venir el rayo. El rayo láser lo golpeó en el rostro, cegándolo momentáneamente.

       —¡Ah! ¡Mis ojos! —gritó, llevándose las manos a los párpados—. ¡No puedo ver!

       Aprovechando el golpe de suerte que se le presentaba, Astroboy se levantó y sujetó fuertemente las cadenas que lo aprisionaban para jalar al meganiano y lanzarlo fuertemente contra una de las columnas.

       El cuerpo de Kadena se estrelló de espalda contra uno de los pilares y cayó pie de este, dejando un enorme boquete tras de sí.

       —Te lo merecías —sentenció un triunfante Astroboy.

       El meganiano se puso de pie completamente furioso.

       —¡Estás muerto! —declaró—. ¡Maldita chatarra!

       De repente, Poppu apareció por una esquina seguido de Moose.

       —Es mi turno de atacar, amigos —anunció el mago, llamando la atención de Kadena—. Esta vez no te será tan fácil como la última vez, malvado.

       Kadena lo miró con el rabillo del ojo y rápidamente se volvió hacia él, atacándolo con su veloz cadena de oro.

       —¿Tú de nuevo? —El meganiano no podía creer que Poppu fuera tan tonto como para volver a pelear con él después de haberlo derrotado con anterioridad—. Esta vez te mandaré a que conozcas la puerta del infierno, mequetrefe.

       —¡Cuidado, Poppu! —le advirtió Astroboy.

       Pero a pesar de que estaba en serios aprietos, la sombra casi imperceptible de una sonrisa apareció en el rostro de Poppu.

       —Está vez te tengo una sorpresa… —Juntó ambas muñecas y colocó las manos abiertas de manera horizontal—. ¡Inonasun!

       Una potente ráfaga de poder mágico abandonó las manos de Poppu y se dirigió velozmente hacia Kadena, rechazando la cadena de oro. Viendo lo que se le venía encima, el meganiano separó sus piernas y extendió ambas manos hacia delante decidido a contener el ataque del mago.

       —¡Insolente! —gritó segundos antes de que el rayo se estrellara en sus manos.

       Una potente explosión engulló por completo el cuerpo del guerrero real de Megazoar. Poppu no pudo contener su alegría. Al fin había podido a aprender a usar el poderoso hechizo conocido comoInonasun.

       —¿Cómo hiciste eso, Poppu? —le preguntó Astroboy, visiblemente desconcertado.

       El joven mago se irguió orgullosamente. Se sentía como nunca y lo único que faltaba para que todo fuera perfecto era que su eterna amiga Maam lo hubiera visto en ese momento.

       —Ah, no fue tan difícil para alguien con yo —presumió.

       Moose sujetó sus gafas para enfocar su visión. Detrás de la cortina de humo levantada por el ataque de Poppu todavía podía distinguirse una silueta que se mantenía en pie.

       —Eh, Poppu —le dijo, picándole la espalda—. Me parece que todavía sigue ahí.

       El mago se volvió hacia el sitio de la explosión y lo siguiente que miró lo dejó petrificado. Kadena no tenía ni un rasguño.

       —Te aplastaré, pigmeo descolorido —le espetó el meganiano furioso.

       Poppu tragó saliva con dificultad mientras sentía como se le erizaban los cabellos. Ahora si estaba metido en un verdadero problema.

       Aioria concentró todo su cosmos y comenzó a atacar al Khan del Dragón con una serie de rápidos golpes a la velocidad de la luz. Sin embargo, a pesar de sus esfuerzos, Tiamat podía bloquear todos los ataques siguiendo su velocidad sin ningún problema. Era un duelo entre dos grandes titanes.

       El Santo de Leo continuó atacando hasta que finalmente el guerrero imperial lo despachó contra una columna de un certero rodillazo que le dio en el estómago.

       —Ustedes no son nada para mí —se mofó el invencible Khan. Extendió un brazo, señalando el cuerpo de Aioria con sus dedos índice y cordial—. ¡Nada!

       Un meteorito de luz del tamaño minúsculo brotó de sus puntas y se dirigió velozmente hacia el rostro del Santo de Leo. Sin embargo, antes de que el disparo pudiera alcanzar su blanco, Shiryu se interpuso en su camino protegiendo a Aioria con su escudo del dragón.

       —No te dejaré hacerlo, Tiamat —le dijo, alzando su mirada por arriba del escudo.

       Tiamat bajó su brazo y sonrió al darse cuenta de la presencia del Santo del Dragón.

       —Ah, eres tú, Shiryu. Mejor vete de aquí mientras puedas, sabes bien que no tienes el poder necesario para retarme, mucho menos para vencerme.

       —Quizás sea cierto, Tiamat —replicó Shiryu—. Pero no puedo darme por vencido sin intentarlo.

       —Bien dicho, Shiryu —dijo Dohko, apareciendo a espaldas del Khan—. Debemos elevar nuestro cosmos por encima del séptimo sentido. Sólo de esta manera podremos derrotarlo.

       —¿Tú también, Dohko? —le preguntó Tiamat volviéndose por encima del hombro. Se dio la vuelta hacia donde estaba el Santo de Libra, dándole la espalda a Shiryu—. Está bien, veo que tendré que combatirlos a los dos al mismo tiempo.

       —Será como gustes.

       El Santo del Dragón alzó su puño derecho hacia atrás y desplegó todo el poder de su cosmos para atacar al Khan por la retaguardia. Una poderosa aura de color esmeralda cubrió por completo el cuerpo de Shiryu, provocando que el largo cabello de éste se alzara hacia arriba con fuerza.

       —¡Ven dragón! —gritó fuertemente, lanzándose contra Tiamat—. ¡Rozan Kou Ryuu Ha! (El Dragón Naciente).

       A su vez, Dohko también atacó al guerrero imperial para apoyar a su joven discípulo.

       —¡Rozan Hyaku Ryuu Ha! (100 dragones de Rozan)

       Tiamat sonrió malévolamente. Las cosas no podían ser más fáciles.

       Antes de que los ataques de Dohko y Shiryu lo alcanzaran, el guerrero imperial dio un salto hacia arriba con la intención de esquivarlos. Eso era precisamente el error que ambos Santos esperaban que hiciera.

       De pronto, y para sorpresa del mismo Tiamat, Dohko y Shiryu detuvieron su feroz acometida y se impulsaron hacia arriba para alcanzar a Tiamat. El Khan del Dragón se quedó estupefacto cuando vio a Dohko frente a él y percibió la presencia de Shiryu a sus espaldas. Había caído en una trampa.

       Justo antes de que el imperial tuviera suficiente tiempo para reaccionar, Dohko se lanzó contra él con su Rozan Hyaku Ryuu Ha a la velocidad de la luz. A su vez, Shiryu hizo lo mismo con su Rozan Kou Ryuu Ha. El puño de Dohko se estrelló en el rostro del Khan con una fuerza devastadora. Todavía Tiamat no se había repuesto del golpe cuando el puño de Shiryu lo impactó por el extremo contrario, lanzándolo a volar por los aires.

       Ambos Santos aterrizaron el suelo sin ningún problema.

       —Bien hecho —festejó Seiya.

       Cadmio alzó su rostro y maldijo su suerte. ¿Cómo era posible que aquellos guerreros hubieran podido golpear a aquel Khan de esa manera?

       El cuerpo de Tiamat surcó el aire en dirección a un pilar, pero justo cuando estaba a punto de estrellarse de cabeza, dio un veloz giró y con sus pies tocó la columna para impulsarse por donde había venido a la vez que desplegaba su aura. Dohko, Aioria, Seiya, Shiyu y Cadmio se quedaron paralizados mientras sentían como la frustración de apoderaba de ellos.

       El Khan del Dragón descendió frente a ellos. Un hilo de sangre escurría por su boca, dando indicios de que los ataques de Shyriu y Dhoko habían logrado lastimarlo después de todo.

       —Eso fue increíble —murmuró, limpiándose la sangre con el puño—. Ustedes son verdaderos oponentes para un Khan. ¿No les gustaría unirse al imperio de Abbadón? Guerreros tan poderosos son dignos de una mejor causa y no se preocupen por su diosa. Ella también puede servirnos para algo.

       Seiya alzó un puño con furia.

       —¿Cómo rayos se te ocurre eso? —le azuzó con coraje—. Nosotros estamos aquí para guardar la paz sobre la Tierra. Por ningún motivo nos uniríamos a ti.

       —Es verdad —convino Aioria—. Además eres un miserable blasfemo.

       El Khan del Dragón rió en un susurró apenas audible. Lamentablemente los sujetos con los que peleaban tenían fuertes convicciones.

       —Ya veo, es una verdadera lástima ya que tendré que matarlo a todos —hizo una pausa, desplegó su aura y se arrojó sobre los Santos.

       Moviéndose a una velocidad que rivalizaba con la de los Santos dorados, Tiamat esquivó un puñetazo de Aioria y contraatacó, golpeándolo en el estómago con su puño; luego se giró hacia Dohko y alzando una rodilla bloqueó un nuevo Rozan Hyaku Ryuu Ha para luego propinarle un potente puñetazo que lo lanzó contra una columna.

       Seiya vio lo sucedido y extendió su puño contra el Khan.

       —¡Pegasus Ryuu Sei Ken! (Meteoro Pegaso).

       Cadmio decidió aprovechar la situación. Se levantó de un salto, junto sus muñecas mostrando sus palmas abiertas de manera horizontal y disparó una potente ráfaga de luz.

       —¡Dyaus!

       Tiamat volvió el rostro hacia el Santo de Pegaso y el Celestial y extendió una mano con la palma vuelta hacia ellos, formando un escudo de energía que bloqueó todos los meteoros de luz.

       —Consiguió bloquear todos mis meteoros —reconoció Seiya muy a su pesar—. A pesar de haber recibido los ataques del maestro de Libra y de Shiryu sigue como si nada. ¿Quién es este tipo?

       Esto es increíble, pensó Shiryu. A pesar del daño recibido durante sus combates, su fuerza y su velocidad no han disminuido en lo absoluto.

       Dai había observado todo y estaba completamente desconcertado. Ese guerrero llamado Tiamat era tan poderoso que no le estaba costando trabajo poner a todos aquellos guerreros en aprietos. Incluso Cadmio era impotente para derrotarlo.

       Sin embargo, debía hacer algo para ayudarlos por muy poco que pudiera hacer. Cerró sus ojos y dio un fuerte grito, liberando todo su poder de golpe. Sorpresivamente el símbolo del dragón volvió a aparecer sobre su puño derecho, brillando con una gran intensidad.

       —¿Qué es este cosmos? —preguntó Seiya, volviendo el rostro hacia Dai.

       Tiamat llevó la mirada hacia el niño justo a tiempo para ver como una poderosa aura de luz lo cubría por completo. En verdad era un poder inusual en un niño, tal y como se lo había dicho Kadena.

       —Ahora entiendo —murmuró en tono pensativo—. A pesar de ser humano tienes un poder de combate más elevado. Eso me lleva a pensar que no eres un humano ordinario. ¿Acaso perteneces a una raza diferente?

       Dai lo fulminó con la mirada. Sujetó su espada con la hoja orientada hacia abajo y se lanzó corriendo contra él, listo para atacar usando todas sus fuerzas. Cuando ya estaba a unos cuantos centímetros del cuerpo del guerrero Khan, finalmente saltó en el aire y atacó.

       —¡Aban Slash! (Corte de Aban)

       Dando un rápido giro horizontal con su espada, Dai liberó un arco de energía que embistió a Tiamat con fuerza, produciendo una explosión de luz cegadora. Sin embargo, cuando todo volvió a la normalidad, el chico descubrió con sorpresa que el Khan aún continuaba de pie como si nada. Una larga rasgadura sobre el peto de su armadura negra indicaba que había acertado en su ataque, pero que no había servido de nada en lo absoluto. Era imposible.

       —El Aban Slash tampoco funcionó —murmuró Dai—. ¿Qué rayos?

       Cadmio enarcó ambas cejas, sorprendido. Cuando era más joven y se entrenaba para convertirse en un Caballero había oído ciertos rumores sobre un guerrero invencible que significaba la muerte para todo aquel Celestial que se encontraba con él. Siempre creyó que se trataba de un rumor, pero ese día acababa de descubrir lo equivocado que estaba.

       Sistema Estelar Megazoar.

       En la nave insignia de la flota meganiana, Armando Ferrer penetró en el puente de mando seguido por su hermano David. Luego de haber huido de Armagedón y de la muerte de su padre, el emperador Francisco, lo único que los dos jóvenes príncipes deseaban con toda el alma era llegar a su planeta natal para convocar a una reunión de emergencia con los altos dirigentes del gobierno.

       —¿Falta mucho para llegar? —inquirió David, dirigiéndose al capitán.

       El capitán de la nave se giró hacia sus príncipes. Tenía el rostro pálido de miedo.

       —¿Qué ocurre, capitán? —preguntó Armando, exigiendo con su tono de voz una respuesta inmediata.

       El capitán meganiano hizo una rápida inspiración y tragó saliva antes de responder. Sin duda se trataba de una mala noticia que costaba trabajo asimilar.

       —Príncipe… —titubeó nerviosamente—. No sé como decirle esto, pero… .

       —¡Termina de una vez! —le ordenó David a punto de golpearlo—. ¡Maldita sea!

       —Megazoar ha desaparecido, príncipe —alcanzó a balbucear—. Ya no está… lo han destruido.

       La noticia tardó unos segundos en ser asumida. Los oficiales del puente interrumpieron sus labores y llevaron sus miradas hacia sus príncipes con expresiones de dolor en el rostro. Los presentes pasaron de la confusión al estupor, y del estupor al desánimo total. Aquella era una catástrofe.

       David negó con la cabeza lentamente. Tras un instante de silencio cogió por las ropas al oficial que tenía enfrente y empezó a sacudirlo violentamente como si lo estuviera acusando de haberlo traicionado.

       —¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? —le inquirió—. ¿Cómo que Megazoar desapareció? ¡Eso es imposible!

       El capitán bajó la mirada y no dijo nada.

       De pronto, Armando colocó una de sus manos sobre el hombro de su hermano, indicándole que se detuviera.

       —David, mira al frente —le instó con la mirada perdida.

       David soltó al capitán y levantó la vista, quedándose totalmente inmóvil. Ahí, en el sitio donde se suponía debía estar el planeta Megazoar, sólo había un conjunto de asteroides, toneladas de polvo y restos de naves meganianas esparcidos por el espacio.

       —¿Qué fue lo que sucedió con nuestro mundo? —alcanzó a preguntar sin dirigirse a nadie en especifico.

       —Destruido por el imperio —concluyó Armando en voz baja.

       Continuará… .

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