Leyenda 048

LA LEYENDA

por Asiant Uriel

CAPITULO XLVIII

EL OCTAVO SENTIDO ES LA RAÍZ DEL ESPÍRITU

       Astronave Churubusco.

       En el interior del Puente de Mando, todos los controles dieron la alerta de que algo inusual estaba ocurriendo. Una estridente sirena sonaba, a modo de alarma ante las extrañas lecturas que aparecían en las pantallas de todos los ordenadores. Los miembros de la tripulación, que hasta entonces había estado descansando, se dirigían a toda prisa a sus puestos de combate. El almirante Cariolano avanzó hacia la ventana frontal y gritó pidiendo un informe claro de la situación.

       —¿Qué rayos sucede ahora? ¿Por qué es todo este alboroto?

       Uno de los técnicos miró al almirante por encima del hombro.

       —Señor, estamos detectando señales de una enorme abertura trans-warp justo frente de nosotros.

       Cariolano desvió la mirada hacia el técnico y frunció el entrecejo, extrañado con la noticia. ¿Acaso sería Cadmio que traía a Casiopea y a Leona de vuelta o era el príncipe Saulo o Andrea que volvían? Llevó su rostro de regreso a la ventana y lo siguiente que vio lo dejó totalmente desconcertado.

       Cientos de pequeñas naves en forma de platillo estaban materializándose en el espacio y tomando formación frente a la flota aliada. A simple vista, la forma e insignia de aquellas minúsculas naves les eran totalmente desconocidas a todos los tripulantes de las naves de la Alianza.

       Temeroso de que pudiera tratarse de un ataque procedente de la armada de N´astarith, Cariolano se giró inmediatamente hacia el grupo de altos oficiales aliados que aguardaban a su costado en espera de instrucciones.

       —Teniente, de la alerta roja —orden apresuradamente—. Quiero que la flota tome formación de batalla y que los escuadrones de combatientes se preparen para despegar a mi señal —hizo una pausa y se volvió hacia el centro de comunicaciones—. ¿Hay alguna señal procedente de esas naves?

       Antes de que el oficial a cargo le respondiera, otro de los técnicos atrajo su atención desde el lado opuesto de la sala.

       —Señor, mire eso —dijo, señalando la ventana frontal—. Ahora se forman múltiples puntos de salto dimensional.

       De pronto, decenas de pequeños remolinos de luz comenzaron a aparecer en las tinieblas del espacio y unos segundos después, el Águila Real 77 emergió de uno de ellos seguida de cerca por cientos de naves desconocidas. De los otros orificios luminosos surgieron más naves que comenzaron a tomar formación detrás de pequeños los platillos.

       —Esa es de las nuestras —advirtió Cariolano desconcertado—. Es una de las naves Águila Real.

       A continuación, un enorme platillo volador de color gris, muy similar a los de tamaño minúsculo, apareció de la nada y se colocó entre el grupo de naves desconocidas y el Churubusco, flotando estáticamente.

       Cariolano clavó su mirada inmediatamente en aquel gigantesco platillo mientras trataba de recordar sí alguno de los mundos que formaban parte de la Alianza Estelar poseía ese tipo de naves. Al cabo de unos instantes, concluyó que lo mejor que podía hacer era permanecer a la expectativa y rezar porque nada malo ocurriera.

       —A mi señal abran fuego —ordenó.

       Convencidos de que estaban apunto de librar una batalla, los oficiales y técnicos del puente ocuparon sus puestos y se prepararon para lo peor. Los escuadrones de combate estaban en los hangares en alerta amarilla listos para despegar, mientras que las naves aliadas que formaban la flota tomaron formación de batalla.

       El almirante aliado, por su parte, continuaba con la mirada puesta sobre aquel platillo de gran envergadura mientras seguía preguntándose de quien podría tratarse. De repente, un llamado del centro de comunicaciones le hizo olvidarse momentáneamente de aquella enorme nave.

       —Señor, estoy recibiendo una transmisión del grupo de naves desconocidas.

       En ese momento, el rostro del príncipe Saulo cobró forma dentro de todas pantallas visoras del puente acompañado por otro sujeto de cabello blanco que nadie fue capaz de identificar

       —Me da gusto volver a verlo, almirante —dijo Saulo.

       —¡Príncipe! —exclamó Cariolano, dejando escapar un leve suspiró de alivio—. Pensamos que se trataban de las fuerzas imperiales, ¿quiénes son sus nuevos amigos?

       Saulo sonrió levemente.

       —En el universo a donde fuimos, pudimos obtener la ayuda de una organización de planetas y de su líder, el emperador Zacek de los zuyua —le informó—. El grupo de naves en forma de platillo que sus monitores están visualizando en estos momentos son las naves Tao de la GAU Aparte de eso, hemos traído cientos de naves de muchos otros mundos de su dimensión. Ellos nos ayudarán a combatir la flota de N´astarith.

       El almirante aliado estaba emocionado. Las posibilidades de liberar a la galaxia del control de los imperios, se hacían mayores y eso lo excitaba. Ahora sólo faltaba encontrar la manera de neutralizar los escudos de las naves enemigas para luego ir por aquellos infelices abbadonitas y ajustarles las cuentas.

       De repente, Saulo se apartó del campo de transmisión para permitir que Zacek hablara con el almirante aliado.

       —Saludos, almirante Cariolano —le dijo Zacek amablemente—. Saulo me ha contado todo el problema y estamos dispuestos a ayudarlos a derrotar a N´astarith.

       Cariolano bajó la cabeza levemente, mostrando sus respetos como un digno miembro de la flota aliada.

       —Es un honor conocerlo, emperador Zacek, de antemano le agradezco su colaboración para esta empresa así como el de la GAU—Se giró hacia sus oficiales—. Apaguen esas alarmas de una vez, son amigos.

       Los técnicos y oficiales que se encontraban en el puente suspiraron con alivio al escuchar la noticia. No habría enfrentamiento después de todo.

       Zacek llevó el rostro hacia uno de sus costados, hizo una seña con la mano indicándole a alguien que se acercara y continuó hablando.

       —Almirante Cariolano, le presento a Bantar —dijo mientras el gobernador de la ciudad de Asgard entraba al campo de transmisión—. Antiguamente fue el almirante de la flota Zuyu, pero estoy seguro de que su experiencia podrá servirles de algo.

       Cariolano asintió con la cabeza.

       —Le agradezco la ayuda, emperador. Como supondrá, en estos momentos carecemos de buen personal militar y no nos vendrían mal algunas ideas.

       Saulo volvió a entrar al campo de transmisión.

       —Por el momento me encuentro a bordo de la nave Tao de mayor tamaño —declaró, mirando a Zacek y a los demás de reojo—. ¿Cómo esta todo a bordo? ¿La princesa Leona se encuentra bien?

       El almirante tragó saliva con dificultad. En realidad esperaba que Saulo no le preguntara precisamente sobre la princesa de Papunika. Hizo una rápida inspiración en el aire deseando con todas sus fuerzas que se lo tragara el suelo.

       —Ella, ella estaba bien la última vez que la vi, príncipe.

       Sulo entornó la mirada ligeramente, con los ojos fijos en él, como sí el almirante estuviera hecho de cristal y revelara con toda claridad la verdad que intentaba ocultarle. Realmente Cariolano era bastante malo para fingir.

       —¿Ocurre algo malo, almirante? —preguntó en un tono severo, pero controlado—. ¿Hay algo que yo no sepa?

       —Eh, bueno, príncipe, verá… —titubeó, bajando la mirada y entrechocando las puntas de sus dedos índices continuamente—. Lo que pasa es que… .

       —¡Almirante!

       Cariolano se puso firme.

       —Se fue con la señorita Casiopea en una misión, señor.

       —Ah, bueno, eso explica ¡¿Qué incoherencias dices?! —El rostro del príncipe cubrió toda la pantalla, resaltando su mirada enfurecida—. ¿Cómo que se fue? ¿a donde?

       El almirante se explicó con mayor precisión.

       —Hace poco captamos algunos disturbios en el campo del espacio—tiempo, y como no había nadie que pudiera ir; Casiopea tomó la decisión de ir en compañía de la princesa, Lance y Eclipse, pero no se preocupe, señor, el señor Cadmio también fue con ellos.

       —Sí algo le pasa, tú serás el único responsable —sentenció Saulo, un poco más sereno—. En cuanto a Casiopea me aseguraré de decírselo a su padre cuando vuelva, ¿qué noticias tienes de Andrea y Azmoudez?

       —Nada todavía, príncipe, pero sí lo desea podemos enviar a alguien a buscarlos. Hace un momento nos enteramos de que los del imperio abrieron otra puerta hacia el universo a donde fue la reina. Quizás la expedición imperial ya volvió.

       El príncipe se acarició la barbilla en tono pensativo.

       —Esperaremos un poco en lo que la flota de la G.A.U termina de trasladarse hasta nuestro universo —murmuró—. Sí para entonces no han regresado, iré yo mismo a buscarlos.

       La pantalla se oscureció. Cariolano respiró hondo e intento olvidar lo nervioso que Saulo había conseguido ponerlo.

       —¡Oh, Creador! ¿Por qué me pasan estas cosas a mí? —musitó, provocando las risitas burlonas de algunos de sus subalternos—. ¿De que rayos se ríen, babosos?

       Santuario de Atena, Grecia
       Casa de Aries

       Cadmio, Casiopea, Astroboy y los demás finalmente decidieron descender a unos metros de las ruinas del templo de Aries. La esfera de energía en la que viajaban todos aquellos que no podían volar desapareció en cuanto ésta tocó el suelo del Santuario, dejando libres a Ranma, Dai y los demás.

       Astroboy encendió sus lámparas ópticas para facilitar su visión y la de todos sus demás acompañantes. Guardando precauciones, el grupo se acercó lentamente hasta la base de unos escalones de piedra blanca que conducían hasta lo que anteriormente había sido conocido como el templo de Aries. Como había escombros por todas parte, Lance supuso que quizás los Khans de Abbadón habían atacado el lugar e imaginó que quizás la persona herida podría tratarse de una de sus víctimas. Más allá de las ruinas, Eclipse divisó un camino escalonado por lo que decidió verlo más de cerca.

       Leona, por su parte, caminó un poco más dentro de los restos del templo y empezó a examinar el lugar con cuidado, esperando encontrar a alguien herido. Tenía el presentimiento de que sí buscaba con cuidado encontraría a alguien.

       —Aquí no hay nadie —masculló Cadmio, cruzándose de brazos y pateando una roca—. Sólo perdemos nuestros tiempo, hay que seguir adelante y encontrar a los Khans.

       —¿Pero cómo puedes decir eso? —le recriminó Leona, mirándolo a través del antepecho—. ¿Qué tal sí esa persona está a punto de morir? ¿Qué no supuestamente ustedes tienen el deber de ayudar a la gente?

       Cadmio volvió el rostro en otra dirección, dando a entender que le importaba muy poco lo que ella pudiera decirle u opinar de él. Leona le lanzó una mirada asesina y continuó buscando señales de vida entre las rocas.

       Casiopea observó todo a su alrededor y esperó unos segundos antes de hablar. Sentía que había un aura que no era de ninguno de ellos en alguna parte.

       —Puedo sentir una presencia —guardó silencio y empezó a retirar algunos escombros—. Es débil, pero está por aquí

       —Estoy de acuerdo contigo —convino Lance, ajustando su escáner de poder—. Está debajo de las rocas.

       Mientras Casiopea y Lance retiraban los enormes pedazos de roca; Ranma, Ryoga, Moose y Poppu escudriñaban las zonas aledañas a las ruinas en espera de un eventual ataque.

       —¿Qué será este lugar? —preguntó Ranma sin dirigirse a nadie en específico—. Cuando nos acercamos pude ver algunos templos desde el aire. No creo haber visto algo así en mis viajes por China.

       —Si duda debe tratarse de algún conjunto de ruinas antiguas —sugirió Ryoga por su lado—. No recuerdo haber estado nunca en algún lugar así.

       Dai apoyó sus manos en su cintura y suspiró.

       —Pues a mí me parece una especie de cementerio —opinó, atrayendo sin querer la atención de Ranma, Poppu y los demás—. Imagínense, quizás encontremos fantasmas o algo así.

       Aquellas palabras fueron más que suficientes para que Moose, Ryoga, Ranma y Poppu se pusieran tensos de pánico. Los cuatro se abrazaron entre sí, temblando de miedo e imaginando que de un momento a otro un terrible espectro aparecería para llevarlos al mismo infierno.

       —¿No lo crees, amigos?—inquirió Dai, volviéndose hacia ellos—. ¿Amigos?

       —¡Deja de decir esas cosas, Dai! —le reclamó Ryoga con un grito—. ¡No es gracioso!

       Dai sonrió levemente, hizo un encogimiento de hombros y avanzó algunos pasos.

       —Vamos, no creerán nada de lo que dije, ¿cierto?

       Incapaz de soportarlo un segundo más, Cadmio se giró hacia los chicos para gritarles con todas sus fuerzas. En realidad ya lo tenían harto con su plática.

       —¡Ya cállense o los únicos fantasmas que encontrarán aquí serán los suyos!

       Ryoga, Ranma, Moose, Poppu, Dai y Astroboy juntaron sus rostros y observaron al Celestial con los ojos ligeramente entornados.

       —En donde quiera que estemos él siempre será así —murmuró Ranma molesto.

       Todos asintieron con la cabeza, dejando escapar un profundo suspiro.

       Casiopea retiró un escombro más y finalmente encontró el rostro de un joven que llevaba puesto alguna especie de armadura dorada. Se trataba de Dohko de Libra.

       —Oigan, aquí hay alguien —dijo, tocándole la yugular para cerciorarse de que aun tenía pulso—. Esta vivo, pero muy débil —hizo una pausa y se volvió hacia Leona—. ¿Puedes ayudarlo con tu magia, princesa?

       La soberana de Papunika asintió con la cabeza.

       —Usaré un hechizo curativo con él —se acercó al cuerpo del Santo de Libra y colocó sus manos sobre el peto de la armadura—. Bejoma.

       Mientras la princesa se encargaba de curar a aquel desconocido, Eclipse se abrió paso por entre los escombros para ver que había más adelante. Las escaleras que había visto desde lejos eran parte de un largo camino escalonado que aparentemente subían por la montaña.

       —Oigan, vean esto —les gritó a todos por encima del hombro—. Creo que encontré el camino al mundo mágico de Oz.

       Cadmio se acercó para ver mientras se concentraba, tratando de percibir la presencia de alguno de los Khans.

       —Déjate de idioteces —le espetó, apartándolo de su camino—. Puedo sentir menos auras que hace unos momentos. Es probable que alguien haya muerto.

       —¿Estás seguro de lo que dices? —Era Hyunkel, emergiendo por un costado y con la espada en mano—. ¿Qué presencias sientes ahora?

       El Celestial lo miró de reojo.

       —Hasta este momento he percibido las energías de dos Khans y una que ya había sentido antes, creo que es ese guerrero meganiano llamado Kadena.

       —¿Kadena? —repitió Ryoga—, ¿qué hay de Shield? Me refiero a ese guerrero que Ranma, Dai y yo enfrentamos en el mundo de Astroboy.

       Cadmio se volvió hacia el chico y abandonó los escombros, dejando a Hyunkel y Eclipse buscando. Lo que más quería en ese momento era ir hacia el sitio de donde venían la energía de los Khans.

       —Alguien debió derrotarlo también a él —le dijo mientras caminaba—. Su presencia desapareció hace unos instantes… —guardó silenció y movió los ojos de lado a lado—. Una presencia se acerca… .

       En cuestión de segundos, Hyunkel y Dai levantaron sus espadas en alto mirando en todas direcciones; Ranma, Ryoga, Astroboy y Moose adoptaron diferentes poses de pelea lo mismo que Cadmio, Casiopea y Lance.

       Eclipse, por su parte, se colocó junto a Leona mientras ésta continuaba sanando a Dohko. Poppu desplegó su báculo mágico mientras sudaba nerviosamente.

       —Es una energía muy poderosa —murmuró Cadmio—. Ya se encuentra muy cerca.

       De pronto, un joven de armadura blanca y cabellera alborotada apareció por entre las sombras de la noche corriendo hacia ellos. Al verlo llegar, todos se volvieron hacia él con la guardia en alto, listo para pelear en caso de que fuera necesario.

       —¿Quiénes son todos ustedes? —les preguntó Seiya, deteniendo su carrera—. ¿Acaso son amigos de ese sujeto que invadió el Santuario?

       Ranma, Ryoga y Moose se miraron entre sí, confundidos.

       —¿Hablas de la persona que atacó este lugar? —preguntó Cadmio—. ¿Sólo es un guerrero? ¿Acaso no había más?

       Seiya los miró con desconfianza.

       —Oye, yo pregunte primero —replicó el Santo de Pegaso—. ¿No me digan que son un grupo de turistas que se perdió en la noche?

       Eclipse dejó caer su rostro sobre ambas mano y después meneó la cabeza en forma negativa mientras que Cadmio, Astroboy, Ranma, Dai y los otros se miraban entre sí con desconcierto.

       —Pero que sujeto más idiota —murmuró el Espía Estelar—. ¿Cómo diablos se le ocurrió esa genialidad?

       Cadmio caminó hacia el Santo de Pegaso, dejando atrás a Casiopea y Lance.

       —Soy Cadmio, un Caballero Celestial al servicio de la Alianza Estelar —declaró—. Mis amigos y yo hemos venido hasta aquí siguiendo a unos guerreros llamados Khans. Quizás puedas ayudarnos a encontrarlos.

       Seiya frunció el entrecejo con recelo. Jamás en toda su vida había escuchado hablar sobre los Caballeros Celestiales y la Alianza Estelar. ¿Acaso serían parte de una fundación rival a la de Mitsumasa Kido?

       —¿Ustedes conocen a ese tal Tiamat? —preguntó finalmente—. ¿Él es su enemigo?

       Cadmio alzó los ojos a un costado intentando recordar sí en verdad conocía a alguien con ese nombre, pero después de pensarlo varias veces se dio cuenta de que no.

       —¿Él es un Khan, cierto? —le inquirió el Celestial con suspicacia—. No me interesan sus nombres. Cuando venía para acá percibí la presencia de dos de ellos. ¿A dónde rayos se fueron?

       —Eso es precisamente lo que quiero saber —declaró Seiya—. Ese miserable me atacó y … —guardó silencio y observó las ruinas que habían más allá de Cadmio. El Santo de Pegaso se quedó helado con la visión—. Oigan, ¿pero qué fue lo que le pasó a la Casa de Aries?

       Todos pusieron cara de no entender nada.

       —¿La Casa de Aries? —repitió Ranma, volviéndose hacia las ruinas—. ¿Hablas de ese lugar?

       Seiya corrió hacia los escombros dejando de lado a Cadmio y pasando por en medio de Casiopea y Lance. Cuando llegó hasta los escalones, giró la cabeza de lado a lado como buscando a alguien.

       —Mu —murmuró temeroso—. No, aún puedo sentir su cosmos ardiendo —alzó la vista para mirar la montaña—. También siento el cosmos de mi amigo Shiryu… los dos vienen de la Casa de Leo —hizo un pausa y observó que una chica rubia estaba junto a un guerrero de armadura dorada que se encontraba entre los escombros—. Un momento, ¿quién es ese Santo de Oro?

       —Tu amigo pronto estará bien —le dijo Leona, mirándolo por encima del hombro sin dejar de curar a Dohko—. Estaba muy mal, pero lo he curado con mi magia —El brillo rosado desapareció y la princesa retiró sus manos—. He terminado.

       —Ese cosmos —murmuró Seiya lentamente—. ¡Es el mismo del antiguo maestro de Libra! ¿Pero cómo es eso posible?

       Dai se aproximó un poco al Santo de Pegaso y enfundó su espada.

       —¿Antiguo maestro? —repitió enarcando una ceja—. ¿Hablas de ese sujeto?

       De pronto, Dohko comenzó a abrir los ojos lentamente. Lo primero que vio fue el rostro borroso de la princesa Leona de Papunika.

       —¿Qué, qué fue lo que sucedió? —preguntó arrastrando las palabras. Se sentó y se tomó la frente—. ¿En dónde esta Tiamat?

       —Tranquilízate —le dijo Leona—. Estuviste a punto de morir.

       Dohko frunció el entrecejo desconcertado y alzó la mirada. Iba a preguntarle a la chica quien era y que estaban haciendo ahí cuando el Santo de Pegaso se acercó de pronto.

       —Tienes puesto el ropaje sagrado de Libra —murmuró Seiya, reconociendo la armadura—. No puedo entenderlo, pero tú eres el maestro de las cinco antiguas montañas.

       —Así es, Seiya, yo soy Dohko de Libra —declaró el Santo dorado, poniéndose en pie—. No puedo explicártelo ahora, pero debemos ir juntos hacia el salón del gran maestro.

       —Oigan, aguarden un momento —intervino Cadmio, interrumpiendo la conversación—. Me da gusto que el chico de dorado se encuentre bien e incluso podría dar brincos de alegría, pero ¿me pueden decir en que lugar estamos?

       Dohko dio un paso al frente y, antes de responder, llevó el rostro hacia la joven princesa de Papunika.

       —Te agradezco que me hayas salvado la vida —le dijo sonriendo—. No sé cómo lo hiciste, pero gracias por hacerlo —hizo una pausa y volvió la mirada hacia Cadmio y los otros—. Este es el Santuario de la diosa Atena y nosotros somos sus protectores. Desde los tiempos mitológicos los Santos hemos peleado por Atena y por la paz de este mundo.

       —Entiendo —asintió Cadmio—. De manera que ustedes están bajo el mando de esa tal Atena. Pues me parece que tienen un problema muy serio en estos momentos. Su santuario acaba de ser invadido por unos guerreros muy poderosos llamados Khans.

       Dhoko frunció el entrecejo.

       —¿Cómo es que sabes eso? —le preguntó—. ¿Quién eres tú?

       —Mi nombre es Cadmio y soy un caballero Celestial. Ahora no tengo tiempo para explicárselos detalladamente, pero deben confiar en nosotros. Ese guerrero que atacó este Santuario es nuestro enemigo y he venido a derrotarlo.

       Eclipse se cruzó de brazos y giró el rostro hacia Hyunkel.

       —Independiente como siempre —musitó, refiriéndose a Cadmio.

       —Oye, un momento —protestó Ranma dando unos pasos—. No te olvides de nosotros. Está bien que no somos tan fuerte, pero hemos venido a ayudar.

       Seiya aun no estaba muy convencido de lo que Cadmio le estaba diciendo. Quizás todos ellos eran aliados de Tiamat y trataban de engañarlos con toda esa cantinela para luego atacarlo por sorpresa.

       —¿Cómo podemos estar seguros de que dices la verdad? —le inquirió—. ¿Qué tal sí ustedes son aliados de ese Tiamat y nos están tendiendo una emboscada?

       Cadmio ladeó el rostro y le lanzó una mirada cargada de hostilidad. Se acercó hasta casi rozarse con él y levantó una para señalarlo en una actitud desafiante

       —Escucha, niño, por mí puedes hacer y pensar lo que quieras —declaró con severidad—. Yo he venido a destrozar a esos Khans, así que sí no vas a ayudar, mejor hazte a un lado.

       Seiya frunció el entrecejo y cerró los puños con furia. ¿Quién se creía ese tipo para hablarle de esa manera tan prepotente?

       —¿Qué estás diciendo?

       —Aguarda un instante, Seiya —le dijo Dohko colocando una mano sobre su hombro para tranquilizarlo—. Ellos me salvaron la vida hace un momento —hizo una pausa y espero a que el Santo de Pegaso girara el rostro hacia él—. Tiamat me dejó malherido y con sus poderes destruyó el templo de Aries. No sé a donde se fue ya que, por alguna extraña razón, no puedo sentir sus cosmos. Pero en estos momentos hay otros guerreros que se dirigen hacia la Casa de Virgo. Debemos detenerlos no perder el tiempo discutiendo. Quizás no te hayas dado cuenta todavía, pero Tiamat ha bloqueado el poder que protegía el Santuario. Esos guerreros podrían llegar al salón del Gran Maestro en cualquier momento.

       Seiya bajó la mirada y reflexionó un momento. Ciertamente, todavía abrigaba muchas dudas sobre Cadmio y el extraño grupo de forasteros que lo acompañaba. Sin embargo, el antiguo maestro de Libra tenía razón en lo que decía; detener a Tiamat y a los otros guerreros que recorrían las doce casas debía ser la prioridad por el momento.

       —De acuerdo, maestro —convino finalmente—. Ya que ellos dicen que conocen a Tiamat, quizás puedan ayudarnos un poco —se giró volvió hacia el camino escalonado y luego miró a Cadmio y a los otros por encima de su hombro—. Vengan, debemos darnos prisa.

       Casiopea y Lance se miraron entre sí y asintieron con la cabeza. Dai sacó su espada y fue hacia donde estaba Leona para luego seguir a Seiya. Cadmio, por su parte, llevó la mirada hacia donde estaban Ranma, Ryoga, Moose, Poppu y Astroboy para hacerles una seña con la cabeza, indicándoles que se pusieran en marcha.

       Casa de Virgo.

       Aicila, Kadena, Sombrío y Talión finalmente habían conseguido llegar hasta la entrada del sexto templo sin ningún problema. Contrario a lo que el Khan del Lobo y algunos soldados esperaban, Aioria había decidido permanecer en su templo en vez de ir a perseguirlos tras derrotar a Ogitál.

       —Mi escáner visual no detecta indicios de guerreros poderosos —murmuró Talión con la mirada puesta sobre la entrada de la Casa de Virgo—. Sin embargo, el detector de carbono indica que sí hay una persona dentro de esta estructura.

       Sombrío sonrió con malicia y avanzó un paso mientras se golpeaba una palma con el puño.

       —Eso sí que es perfecto —murmuró emocionado—. Al fin ha llegado la hora de pelear.

       Aicila observó la entrada del templo de Virgo y a continuación apagó su escáner visual. Estaba percibiendo la misma aura que instantes antes había sentido en la Casa de Cáncer. Quizás el misterioso autor de aquellas infernales ilusiones era el mismo Santo que defendía el sexto templo del Santuario.

       —Esta energía es muy tranquila, pero me parece que ya la había sentido antes —guardó silencio y avanzó hacia el interior del templo, seguida por los demás guerreros y los pocos shadow troopers que aún quedaban con vida.

       Dentro del templo de Virgo todo era tranquilidad absoluta y los soldados empezaban a preguntarse sí nuevamente serían víctimas de alguna especie de ilusión. De pronto, Aicila se detuvo al ver la figura de un hombre de largo cabello rubio y armadura dorada. Estaba sentado en la posición del loto mientras meditaba con sus ojos cerrados. Tenía las manos apoyadas sobre las rodillas y formaba un círculo con el pulgar y el índice.

       —¿Quién rayos es ese torpe? —preguntó Sombrío en voz alta con la clara intención de llamar la atención del santo dorado que se encontraba frente a ellos—. Vaya, parece ser que se trata de un maldito cobarde que no desea pelear.

       —Este Chi es el mismo que se sentía en la Casa de Cáncer —murmuró Talión en tono pensativo—. Sin duda este es el sujeto que nos estuvo engañando con las ilusiones. Sin embargo, es extraño. Su aura posee una tranquilidad casi infinita.

       Sombrío, por su parte, activó su escáner para registrar el poder del Santo de Virgo. Al cabo de unos segundos, el aparato arrojó un resultado de 20,000 unidades. Las cosas no podían ser más sencilla para él. Ese nivel poder no era nada.

       —Este gusano es un simple debilucho —declaró confiadamente—. Yo me encargaré de él —levantó las manos y comenzó a andar hacia el Santo—. Hace mucho que no me adorno con una victoria.

       En tanto, Kadena frunció el entrecejo con desconfianza. Por extraño que pareciera, el Santo de Virgo no se había inmutado ni siquiera un poco ante la presencia de todos ellos. Era como sí estuviera absorto, distante, como sí en verdad ninguno de ellos representaran una seria amenaza para él.

       —Oigan, este sujeto no reacciona —declaró preocupado—. Esto me parece muy extraño.

       —Lo que sucede es obvio —le dijo Sombrío por encima del hombro—. Probablemente está muerto de miedo y por eso prefiere rezar. Bien, que rece, eso le servirá ya que lo mandaré al mismo infierno en pedacitos.

       Aicila no dijo nada, pero por alguna extraña razón comenzó a dudar que aquel Santo dorado tuviera en realidad un nivel de poder tan bajo. Activó el escáner bajo otra modalidad y espero un momento.

       Pero Sombrío no estaba dispuesto a esperar más. Seguro de sus fuerzas, el Khan del Lobo sonrió confiadamente y se arrojó sobre el Santo decidido a matarlo. Lo acabaría de un solo golpe.

       —¡Muere!

       Para sorpresa de todos, incluyendo al mismo Sombrío, el santo dorado no reaccionó ante el ataque y continuó meditando como si en realidad no estuviera pasando nada. De pronto, un muro invisible detuvo el puño del guerrero imperial para proteger al Santo de Virgo.

       —¡Kahn! —exclamó Shaka.

       El Khan del Lobo abrió los ojos de par en par sin poder creer lo que estaba pasando. Entonces, de repente, el campo de fuerza de Shaka desplegó una energía tan poderosa que consiguió arrojar a Sombrío violentamente hacia atrás. Los Shadow Troopers no pudieron evitar sentir algo de miedo por lo sucedido. Sin moverse siquiera, aquel guerrero de armadura dorada y actitud serena había rechazado a un Khan de una manera aparentemente fácil.

       —¿Qué demonios fue eso? —inquirió Talión bastante contrariado—. Hay una especie de fuerza invisible que… .

       —La verdad. Es inmensamente profunda y al mismo tiempo gloriosa —dijo Shaka de Virgo de forma tranquila—. Desafortunadamente, aún después de tantos años y de mil millones de errores, es difícil para un hombre entender y alcanzar la verdad. Pero ahora, a ustedes se les ha dado la oportunidad de verla. Deben rogar ahora y aprender sobre el amor y la justicia en este mundo, y también limpiar la maldad de sus corazones. ¿Cómo han sido capaces de venir a esta Casa de Virgo? En mi rostro se refleja la entrada al otro mundo. Diré la última palabra y ustedes irán allá.

       —¡Cállate, maldito! —le espetó Talión—. Sólo estás diciendo tonterías. ¿Dices que pronunciarás la última palabra? Estás equivocado, infeliz, la última palabra la diré yo cuando mueras.

       —¡Ten Ma Kou Huku! (Capitulación de demonio)

       En un instante, decenas de pequeños fantasmas cruzaron el aire desde la espalda de Shaka y rodearon a todos los invasores. Los soldados imperiales levantaron sus armas, temerosos. Talión, por su parte, se quedó sin palabras y sin aliento. ¿Acaso se trataría de más ilusiones?

       —Esto si que es muy gracioso —murmuró Shaka dejando escapar una leve sonrisa—. Ustedes se jactan de ser guerreros muy poderosos, pero tiemblan de miedo ante la presencia de unos simples fantasmas como estos. ¿Qué les pasa?

       Sombrío apretó los puños, verdaderamente furioso. Con un salto, el guerrero imperial se puso de pie nuevamente y se preparó para volver a atacar. Está vez nada salvaría a Shaka.

       —¿Cómo te atreves a burlarte de nosotros, maldito fanfarrón? —le espetó ardiendo en rabia—. ¡Nosotros somos los Khans y no nos dejamos impresionar por trucos baratos! —alargó un brazo para señalarlo, indicando a sus soldados que atacarán—. ¡Mátenlo! ¡Esas no son más que ilusiones!

       Los shadow troopers echaron a correr hacia el santo con sus armas listas. Pero antes de que alguno de ellos pudiera disparar, los fantasmas que rodeaban a Shaka se abalanzaron sobre ellos y empezaron a abatirlos rápidamente. En cuestión de segundos, todos los soldados imperiales cayeron muertos.

       —¡No puede ser! —exclamó Kadena con voz trémula—. ¡Ese sujeto acabó con todos nuestros soldados!

       —Es verdad —afirmó Shaka con desdén—. Ustedes ya han enfrentado a otros Santos de Oro anteriormente. Fue algo muy ingenuo de su parte pensar que estos débiles soldados podrían hacerme daño. Su seguridad como guerreros es la de aquellos que por fuera intentan mostrarse valientes, más por dentro están temblando de miedo.

       Sombrío puso cara de no entender nada. Sin embargo, como supuso que el santo los estaba insultando, se volvió completamente furioso hacia sus camaradas.

       —¿Escucharon lo que nos dijo? —les preguntó con fingida indignación—. Este fanfarrón nos acaba de insultar —Se volvió hacia Shaka nuevamente—. No voy a tolerar eso —desplegó su poder—. Voy a patearle el trasero a este imbécil y a mandarlo hasta el fin del universo.

       Aicila apagó su escáner visual y caminó unos pasos al frente. Tras un segundo de silencio, alargó un brazo a su costado para indicarle a Sombrío que no atacara. Había algo acerca de ese Santo de Oro que no le daba confianza.

       —Espera un momento, Sombrío, me parece que este Santo de Oro es mucho más poderoso de lo que suponemos —declaró con voz firme, mirando a Shaka fijamente—. Sí no me equivoco, es probable que sus poderes estén por encima del séptimo sentido. Eso significa que su nivel espiritual es bastante alto.

       Talión miró a su compañera, un tanto incrédulo.

       —Eso es imposible, Aicila. ¿Significa que quizás este individuo ha alcanzado el octavo sentido? Sí lo que dices es cierto, entonces debe estar muy cerca de conocer los misterios de aureus.

       —¿Cuales son sus verdaderas intenciones al atacar el Santuario de la diosa Atena? —les preguntó Shaka en un tono carente de toda emoción—. Me interesa saberlo antes de que mueran en mis manos.

       Aicila avanzó un paso y sonrió.

       —¿Estás tan seguro de eso, Shaka? —le preguntó burlonamente—. Desde hace tiempo, los Khans hemos enfrentado a un sinnúmero de guerreros poderosos y los hemos vencido fácilmente. Quizás tengas conocimiento acerca del octavo sentido, pero nosotros conocemos los misterios que hay más allá de los nueve sentido de la mente y el espíritu gracias a nuestro emperador. Debido a esto, el imperio de Abbadón al que servimos es el más indicado para dominar la existencia. Sólo nosotros podemos ayudar a los seres vivos a convertir sus mundos en verdaderos paraísos de libertad y orden.

       Shaka no respondió nada. En su mente comenzó a recordar su pasado en la India. Cuando era más joven solía ver muchos cuerpos flotando en el río Ganges y a los peregrinos nadando a las orillas de éste. Ellos parecían anhelar la muerte más que vivir por lo que siempre se preguntaba el porqué su país era tan golpeado por la pobreza y sí la gente había nacido sólo para saborear el dolor y la tristeza. En sus largas meditaciones, Buda le explicaba que en esta vida no sólo había dolor, también había alegría y para mostrárselo mejor, él comparaba a los humanos con flores: se abren pero tarde o temprano se secan.

       —De manera que ustedes defienden un imperio que pretende controlar el destino de todos los seres vivos. No les importa pasar por encima de los inocentes con tal de alcanzar sus objetivos —les dijo Shaka tras un momento de silencio—. Quizás ustedes posean conocimientos envidiables y hayan vencido a muchos de sus enemigos. Pero eso no les da el derecho de asumir el papel de regidores del universo. La destrucción o posible salvación de los humanos depende enteramente de ellos mismos, no de ustedes.

       Sombrío dio un paso al frente.

       —¿No me digas, santurrón? —se burló exhibiendo un puño—. ¿Así que te preocupa la gente pobre que muere ahogada en los ríos, eh? Bien, veamos que puedes hacer contra nuestro poder.

       Desplegando el poder de su aura, el Khan del Lobo se arrojó sobre su enemigo con una lluvia de puñetazos y patadas a gran velocidad. Sin embargo, como la vez anterior, los puños de Sombrío se estrellaron una y otra vez sobre la pared invisible que aún protegía al Santo de Virgo.

       —¿Así que ustedes también pueden leer la mente? —le preguntó Shaka mientras los golpes de Sombrío continuaban cayendo sobre la pared invisible—. Ahora será mi turno para atacar. ¡Ten Ma Kou Huku! (Capitulación de demonios)

       Los diversos fantasmas, que anteriormente habían abatido a los soldados, se abalanzaron rápidamente sobre Sombrío, golpeándolo por todos lados y derribándolo. El Khan del Lobo empezó a removerse como una fiera herida intentando ahuyentar a los espectros que lo acosaban, pero era inútil.

       —¡Ah! —gritó, revolcándose y rodando por los suelos—. ¡Quítenmelos!

       Viendo lo ocurrido, Aicila desplegó una poderosa aura de energía que desapareció completamente a todos los fantasmas en cuestión de segundos. Sin embargo, a pesar de lo anterior, Sombrío continuaba revolcándose en el suelo como sí todavía lo siguieran atacando.

       —¡Ayúdenme, ayúdenme!

       Talión y Kadena lo miraron con los ojos ligeramente entornados, experimentando algo de hastío.

       —Ponte de pie, imbécil —le ordenó Talión—. Los fantasmas ya se fueron.

       Sombrió abrió los ojos y cuando comprobó que en efecto los espectros se habían ido, se levantó de un salto y empezó a reír en una falsa actitud de superioridad.

       —¿Apuesto a que creyeron que estaba asustado?

       Nadie dijo nada, pero la expresión en el rostro de Talión hablaba por sí sola.

       Aicila volvió la mirada hacia el santo de oro, ignorando completamente a su estúpido compañero.

       —Déjate de tonterías, Shaka —dijo la Khan de la Arpía—. Quizás puedas manejar a un idiota como Sombrío con ese truco, pero deberás usar algo mejor para detenernos a nosotros —Alzó las manos, lista para combatir—. Yo acabaré contigo de la misma forma que lo hice con Aldebarán de Tauro.

       —¡Olvídalo, Aicila! —exclamó Sombrío, atrayendo la atención de todos—. Nada ni nadie me quitará el placer de acabar con este imbécil. Este infeliz Santo de Oro me ha insultado y humillado. Ahora llego el momento de hacerle pagar caro su insolencia.

       —¿No escuchaste lo que dije? —preguntó Aicila con violencia—. Ese santo es más poderoso de lo que aparenta.

       Sombrío apretó los puños y tomó aire. Concentrando gran parte de su enorme poder, el Khan del Lobo desplegó una poderosa aura de energía rielante que lo envolvió por completo. Algunas piedra de tamaño minúsculo que había a sus pies volaron por los aires.

       —¡No me interesa lo que digas! Este maldito se ha atrevido a insultarme y no estoy dispuesto a dejar que las cosas se queden así. Este maldito tiene que morir en mis manos —Volvió la mirada hacia su enemigo, levantó un puño frente a su rostro y sonrió malévolamente—. Voy a disfrutar esto como no tienes idea, Shaka.

       El Santo de Virgo ladeó la cabeza ligeramente y dejó escapar una pequeña sonrisa.

       —Los necios que sobrestiman a sus oponentes tienden a morir más rápido que los demás.

       —Mejor preocúpate por ti, maldito —amenazó Sombrío mientras se disponía a iniciar su ataque. En un impresionante despliegue de poder, el Khan del Lobo se arrojó en un golpe sobre el Santo dorado de Virgo a una velocidad impresionante. Su intención era atajar su cuello usando el más mortífero de sus golpes—. ¡Claw Wolf!

       Una corriente de aire empujó los cabellos dorados y la capa de Shaka hacia atrás con violencia. Aquel era un ataque realmente poderoso. Sin embargo, cuando Sombrío estaba a escasos centímetros de alcanzarlo, Shaka sólo levantó ambas manos con la palmas orientadas hacia delante para contener el mortal ataque. El puño del Khan se estrelló sobre un muro de fuerza transparente, una parte invisible a la vista de todos salvo por las ligeras ondas que se producían entre las manos del Santo y el puño del guerrero imperial.

       —Tu Claw Wolf no es tan poderoso como crees —murmuró el Santo de Oro dando un paso al frente—. A pesar de que eres capaz de manipular las fuerzas que hay más allá del octavo sentido todavía te falta por aprender mucho.

       —¿Qué es lo que dices, maldito? —exclamó el Khan mientras presionaba el ataque.

       Una sutil sonrisa se insinuó en los labios de Shaka. Finalmente, una pequeña esfera de luz brillante apareció frente a las manos del Santo de Virgo creciendo de tamaño rápidamente. Sombrío abrió los ojos por completo mientras la alarma de su escáner visual se activaba.

       —¡Su nivel de batalla está subiendo de manera increíble! —gritó Kadena mientras una serie de extraños caracteres aparecían y desaparecían en su escáner visual con una gran velocidad—. ¡Este sujetó puede subir su nivel de batalla de una manera impensable!

       Finalmente, la esfera de luz que había en las manos del Santo de Virgo empezó a empujar al Khan del Lobo hacia atrás poco a poco. Sombrío apretó los dientes mientras hacia un esfuerzo tratando de resistir, pero todo parecía inútil. De pronto, en el período de tiempo de dos latidos de corazón, la esfera lanzó un chorro de luz y Sombrío salió volando por los aires sin control hasta chocar con una de las columnas del templo.

       —¡Es muy poderoso! —exclamó Talión, sorprendido por lo que acababa de suceder frente a sus ojos. El hecho de ver que Shaka pudiera deshacerse de Sombrío como sí fuera un simple pedazo de basura, había dejado al Santo del Fuego completamente perplejo. Sin lugar a dudas, se encontraban frente a frente con el Santo de Oro más poderoso en todo Santuario. Ni siquiera Mu había demostrado poseer semejante poder.

       —Debemos tener cuidado —sugirió Kadena sin perder de vista a Shaka—. Este tipo podría derrotarnos a todos.

       Shaka asintió con la cabeza.

       —En eso tienes razón. —Shaka alzó sus manos y bajó la mirada levemente—. A partir de ahora les enseñaré la mayor sapiencia del Virgo —Una poderosa aura de luz comenzó a emerger del Santo de Oro, transformando todo el aspecto del interior del templo—. El más gran don de Shaka de Virgo ¡Ten Bu Hou Rin! (El Tesoro del Cielo)

       Kadena alzó la vista mientras retrocedía. Detrás de Shaka había aparecido una especie de pared hecha de luz que mostraba unos grabados que no alcanzaba a identificar claramente. Sombrío y Talión se quedaron completamente atónitos. Incluso Aicila abrió los ojos enormemente sin acabar de entender lo que estaban presenciando.

       —¿Qué diablos es todo esto? —se preguntó la Khan de la Arpía en voz alta—. ¿Acaso es otra ilusión?

       —El Ten Bu Hou Rin es la verdad del universo —comenzó a explicar Shaka—. Es el mundo de la perfecta armonía. Es el llamado arte que combina los dos estilos: ataque y defensa en uno.

       Sombrío puso cara de no entender nada por segunda vez y tras un momento empezó a patalear en el suelo como si fuera un infante. Le reventaba no entender nada de lo que Shaka les decía.

       —Como odio que hable así. No le entiendo nada al muy infeliz.

       —Cierra la boca, idiota —le ordenó Aicila—. Este sujeto está elevando su aura hasta el límite.

       —Están sometidos a mi voluntad y morirán —murmuró Shaka—. Les quitaré sus sentidos sin importar lo que decidan hacer. ¡Destrucción del sentido número uno!

       De pronto, el Santo de Virgo levantó su brazo derecho para liberar una fuerza invisible que embistió a todos sus enemigos por igual. Los  guerreros imperiales salieron volando por los aires y cayeron al suelo a varios metros de distancia en medio de horribles alaridos de sufrimiento. Cuando estos se levantaron, comenzaron a sentir como los miembros de sus cuerpos no les respondían como deseaban.

       —¿Qué diablos está pasando? —preguntó Kadena, mientras sentía como su cuerpo se iba entumeciendo poco a poco y la desesperación se apoderaba de él—. Mi cuerpo… no puedo mover mis brazos… ni mis piernas… .

       Continuará… .

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