Leyenda 067

LA LEYENDA

por Asiant y Uriel

CAPÍTULO LXVII

¡PREPÁRENSE, GUERREROS ZETA!

       Planeta Endoria (Santuario de los Caballeros Celestiales)
Hace veinte años.

        Había sido un día bastante largo y lo único que Saulo quería en ese momento era descansar y olvidarse del pesado entrenamiento al que era sometido durante horas. A pesar de que Aristeo le insistía una y otra vez que sí no entrenaba con mayor dedicación, jamás se convertiría en un buen Caballero Celestial; lo cierto era que el joven príncipe de Endoria no estaba muy interesado en ser un guerrero. Sentía que tenía cosas más importantes en que pensar y esa noche no era la excepción.

       Saulo estaba contemplando las tres lunas que orbitaban el planeta desde la entrada del Santuario cuando, de repente, descubrió a una jovencita sentada al pie de uno de los árboles que había cerca de ahí. Ya la había visto antes; era una de las tantas discípulas de Azarus que entrenaba junto con él en el Santuario. Aunque Saulo no se preocupaba mucho por conocer a sus compañeros de entrenamiento le pareció extraño verla ahí sola, de manera que decidió acercarse.

       —¿Qué te sucede, amiga? —preguntó Saulo cuando se dio cuenta de que la chica volvía el rostro hacia él—. ¿Acaso no puedes dormir?

       La joven se levantó enseguida, bajó un poco la cabeza y luego juntó ambas manos frente al rostro, haciendo el saludo correspondiente a un miembro de la familia real de Endoria. Saulo inclinó la cabeza levemente a manera de respuesta y la miró detenidamente; la chica era alta y hermosa, de cabello negro, cuyos ojos brillaban aún más que las lunas del planeta Endoria.

       —Príncipe —dijo la joven nerviosamente—. No tenía idea de que estaba aquí.

       —Está bien, está bien —repuso Saulo, tratando de restarle solemnidad al encuentro. Aun cuando era hijo de un rey, le desagradaba un poco que algunos de sus compañeros de entrenamiento le trataran con tanto respeto—. Lo que pasa es que salí a caminar un poco y, como te vi sola aquí afuera, decidí saludarte.

       La joven lo miró un tanto extrañada al principio, pero después de un momento de silencio, sonrió. Fue una sonrisa tímida e insegura, pero natural.

       —Le agradezco su preocupación, príncipe —dijo ella un poco más relajada—. Pero le aseguro que estoy bien.

       —¿Cuál es tu nombre? —le preguntó Saulo.

       —Kali.

       —Es un nombre curioso, aunque confieso que nunca lo había escuchado antes.

       Kali se encogió de hombros.

       —Bueno, yo siempre lo he escuchado.

       «Claro», pensó Saulo riendo. «Obviamente».

       —¿Y qué hacías, Kali? ¿También te gusta contemplar las estrellas por la noche?

       La chica sonrió con tristeza y levantó la mirada al cielo antes de responder.

       —A veces, príncipe, a veces —murmuró—. Lo que pasa es que escuché una conversación que me dejó un tanto pensativa.

       —¿Qué conversación? —Saulo alzó una ceja.

       —Más bien fue una discusión, príncipe —rectificó Kali—. Azarus, mi tutor, tuvo una seria diferencia con Aristeo. Él sostiene que el mal no debe ser contenido como afirma el alto consejo, sino que debe ser destruido y que por esa razón los Caballeros Celestiales debemos tratar de obtener el mayor poder para luego regir la existencia.

       El príncipe de Endoria exhaló con pesadumbre. Él, como otros, sabía que las frecuentes discusiones entre Aristeo y Azarus estaban poniendo nerviosos a algunos estudiantes de la orden y suscitaban serias dudas entre otros; algunos, incluso, empezaban a mostrarse hostiles hacia Aristeo y peligrosamente afines a las teorías de Azarus.

       —¿Te preocupa porque Azarus y Aristeo discutan? —Saulo desestimó lo sucedido con un ademán—. Descuida, Kali, los miembros del Alto Consejo siempre están discutiendo por algo, ya sabes como son todos ellos. Te aseguro que para el siguiente ciclo solar ya encontrarán un nuevo tema.

       —No, príncipe, usted no me entiende.

       —¿Hmm?

       —Creo que Azarus tiene razón y que Aristeo está equivocado. Sí nos ponemos a observar la naturaleza con detenimiento, nos daremos cuenta que sólo los más fuertes sobreviven y que aquellos que detentan el poder son los que imponen las reglas.

       Saulo meneó la cabeza en sentido negativo.

       —Espera un momento, Kali, la misión de los Caballeros Celestiales es velar para que exista un perfecto equilibrio entre el bien y el mal. El equilibrio es la clave para la estabilidad en el universo, cualquier cambio brusco provocaría un caos que nos destruiría a todos.

       —Tal vez, príncipe —repuso Kali, dispuesta a defender su punto de vista—. Aunque Azarus afirma que sí tenemos el poder en nuestras manos, podríamos controlar ese caos hasta dominarlo. Por eso debemos perfeccionar el uso del aureus.

       —El aureus es muy difícil de controlar, Kali, por esta razón el Alto Consejo prohibió que se siguiera estudiando y usando. Imagina lo que pasaría sí alguien utilizara un poder como ese para fines malignos.

       —Pero Azarus dice que… .

       —¡El maestro Azarus no sabe lo que dice! —le interrumpió Saulo bruscamente. En realidad no podía tolerar que alguien pudiera profesar semejantes ideas—. Está cegado por su experiencia a través del Portal Estelar. ¡Gran Creador! A veces creo que jamás debimos activar esa maldita máquina de nuevo.

       Cuando por fin terminó de hablar, Saulo descubrió que Kali lo miraba fijamente; no con la mirada tímida y amistosa con la que la había conocido, sino con una actitud altiva y un semblante que reflejaba un cierto desafío a sus palabras.

       —No creí que usted pensara de esa manera, príncipe —dijo ella en un tono enérgico, pero controlado—. El maestro Azarus dice que el Alto Consejo ni siquiera intenta analizar sus ideas, sino que, por el contrario, las rechaza inmediatamente. Disculpe, pero yo pienso igual que mi maestro y recuerde una cosa Sólo los fuertes sobreviven.

       Saulo abrió la boca para replicar, pero antes de que pudiera decir algo, Kali se dio la media vuelta y lo dejó ahí parado. Era increíble la osadía de aquella jovencita; se había atrevido a dejarlo con la palabra en la boca, a él, a un príncipe de la casa real de Endoria.

       «Esa chica tiene mucho potencial», pensó Saulo mientras sonreía. «Aunque me preocupa que piense de esa manera. En fin, no es mi problema».

       —Tú eres esa chica, ¿cierto? —dijo Saulo mientras los recuerdos de aquella conversación aún revoloteaban en su mente—. La discípula de Azarus que unos ciclos solares después de que hablé con ella fue arrestada por participar en una rebelión que intentó derrocar el gobierno del planeta Adur. Tú eres Kali.

       —La misma chica que te dejó hablando solo aquella noche, Saulo —La Khan efectuó una reverencia al tiempo que añadía—: Aunque cómo podrás darte cuenta he mejorado bastante desde ese entonces.

       —Pero todos ustedes fueron sentenciados al exilio eterno por Aristeo —recordó Saulo, un tanto desconcertado todavía—. ¿Cómo es posible que te hayas convertido en una guerrera Khan?

       —Después de que la rebelión fue sofocada y fuimos arrestados, Azarus y aquellos que lo apoyábamos fuimos sentenciado al exilio eterno, tal y cómo acaba de mencionar —Kali sonrió mientras recordaba los sucesos posteriores a su destierro—. Y así hubiéramos continuado de no ser porque un meteorito golpeó nuestra nave espacial y nos obligó a caer en el planeta Abbadón. Fue en ese lugar que Azarus logró perfeccionar el uso del aureus con algo de tiempo y luego nos transmitió ese conocimiento.

       —¿Entonces Azarus aún sigue con vida? —inquirió el príncipe con vehemencia.

       Kali frunció el entrecejo y, rápidamente, un aura color rojo comenzó a emerger de su cuerpo. Una sensación de peligro se apoderó de Saulo inmediatamente.

       —¡Basta de pláticas! —exclamó la Khan bruscamente—. Más te vale que no te interpongas en mi camino o te destruiré. Una vez me mostraste tu lado amable, Saulo, así que estoy dispuesta a dejarte ir sí no te metes conmigo.

       Saulo lanzó una rápida mirada de soslayo hacia el sitio donde se encontraba José Zeiva. Un par de Shadow Troopers lo estaban auxiliando mientras que un tercero lo auscultaba con un aparato médico para determinar su estado.

       «Sí lo dejo ir, tal vez no tendré otra oportunidad», meditó antes de volver la mirada hacia Kali. «Pero ella, ella es más poderosa que yo».

       —Estás en lo correcto, Saulo. Ahora soy más fuerte que tú —afirmó la Khan de la Destrucción de manera repentina—. No podrás ganarme y no dejaré que toques al comandante Zeiva.

       La mirada del príncipe endoriano tembló. ¿Acaso Kali le había leído la mente? A menudo había escuchado rumores acerca de que los Khans poseían habilidades telepáticas bastante desarrolladas, pero nunca lo había confirmado hasta ese momento.

       —Entonces es cierto —murmuró—. Ustedes pueden leer la mente.

       Como respuesta, Kali alzó un puño, lo hizo girar y finalmente lo abrió descubriendo su palma vacía. De pronto, una corriente de energía luminosa brotó de su mano y derribó a Saulo antes de que éste pudiera hacer algo para evitarlo.

       Una vez que se aseguró de que su adversario estuviera desmayado, la guerrera imperial dejó escapar una risita en un susurro apenas audible y luego accionó el comunicador de su escáner visual.

       —Inicien la retirada —ordenó—. El comandante Zeiva está herido y necesita atención, preparen una cámara de recuperación y aléjense del planeta.

        Para cuando Areth por fin se dio cuenta de la presencia de Kali en el lugar de la pelea, ya había al menos cincuenta Shadow Troopers rodeándolos por todas partes. Molécula y Uller, por su lado, trataban de trazar un plan mientras se comunicaban telepáticamente para evitar que el enemigo escuchara sus planes.

       «¿Alguna idea?», preguntó Uller, moviendo los ojos de un enemigo a otro.

       «Ninguna», respondió Lis-ek. «Aunque tal vez podríamos hacernos invisibles y… «.

       —Eso de nada les servirá, Kundalinis —dijo Liria de pronto—. Mis soldados poseen mecanismos de rastreo altamente desarrollados y, aunque ustedes usen la invisibilidad, ellos sabrán exactamente en que lugar se encuentran. Creo que tendrán que pensar en algo mejor.

       Uller y Lis-ek se quedaron completamente desconcertados y se miraron entre sí por un momento. No había que ser muy listo para darse cuenta de que la guerrera imperial de Abbadón les había leído el pensamiento; ahora las cosas se habían complicado más que antes y Lis-ek lo sabía perfectamente.

       —Con qué puedes leer la mente —masculló Molécula con la mirada puesta sobre Liria—. Eso explica porqué sabes que pretendíamos volvernos invisibles.

       Liria colocó las manos a ambos costados de su cintura y sonrió.

       —Y yo veo que tienes habilidad para deducir lo obvio, Lis-ek. La conversación se ha terminado, ya no me confundirán más con sus burdos engaños. Ahora quítense de mi camino y no les haré ningún daño.

       —¡¡Olvídalo, Liria!! —exclamó Areth, alargando un brazo para señalarla—. ¡¡No dejaremos que te lleves la gema sagrada de los Titanes!!

       —¡La gema de los Titanes es el menor de sus problemas! —gritó Kali a espaldas de los tres guerreros de la Alianza. Casi inmediatamente, Molécula y Uller percibieron la débil presencia de Saulo en la misma dirección.

       Cuando Areth y los Kundalini se volvieron en redondo descubrieron que la Khan de la Destrucción tenía sujeto a Saulo por la garganta. El príncipe de Endoria parecía estar inconsciente y sólo era cuestión de que la guerrera de Abbadón decidiera hacer un simple movimiento para romperle el cuello.

       —Háganse a un lado o su amigo perderá la vida —Para demostrarles que no estaba bromeando empujó un poco la cabeza de Saulo contra el antebrazo con el que lo tenía sujetado—. Elijan lo qué van a hacer, aunque por favor no se vayan a tardar porque podría perder la paciencia.

       —¡¡Maldita, te voy a matar!! —vociferó Areth a punto de lanzarse sobre la imperial para atacarla a lo kamikaze. Afortunadamente, la mano de Lis-ek la sujetó del hombro para detenerla antes de que cometiera una estupidez. La guerrera Celestial, desconcertada por lo ocurrido, volvió el rostro hacia Molécula—. ¡Déjame, Lis, tengo que salvar a Saulo!

       —Kali es mucho más poderosa que tú —le dijo la Kundalini con severidad—. ¿En verdad crees que podrás derrotarla?.. Piensa bien las cosas antes de actuar.

       Areth apretó los dientes y llevó su mirada nuevamente hacia Kali, quien le sonreía en una actitud de franca provocación. Aunque Areth odiaba admitirlo, Lis-ek tenía toda la razón; aquella guerrera era infinitamente más poderosa que ella y de haberla atacado tal vez Saulo estaría muerto en aquel momento. Tras una leve exhalación, la Celestial se calmó finalmente.

       Molécula, segura de que Areth ya no haría nada más imprudente por el momento, giró el rostro hacia Uller para tomarle su parecer. Dado que ya se habían enfrentado a Kali con anterioridad, ambos conocían el alcance de sus poderes y, por lo mismo, sabían que la situación requería de una decisión inteligente.

       —¿Qué opinas? —le preguntó en voz baja.

       —Podríamos usar la teletransportación para tratar de tomarla por sorpresa —opinó Uller no muy seguro de que aquella estrategia funcionara—. Aunque sí falláramos, Saulo perdería la vida en el intento. Además están los soldados enemigos y esa otra guerrera llamada Liria. No creo que tengamos muchas posibilidades.

       Lis-ek reflexionó sobre sus posibles acciones antes de hablar. Cuando lo hizo, su voz sonaba serie y controlada.

       —El aura de Saulo está bajando rápidamente. No podemos arriesgar su vida —hizo una pausa y se volvió hacia Kali—. ¿Qué garantía tendremos de que no matarás a Saulo?

       —¡¿Qué fue lo que dijiste, Lis?! —Areth no podía creer lo que estaba oyendo. Hacer un pacto con los Khans era, quizás, lo peor que podía habérsele ocurrido a Lis-ek—. Es una trampa, los guerreros del imperio son asesinos y no respetan ninguna clase de trato.

       Uller se volvió hacia la joven Celestial.

       —Areth, por favor, calma.

       Molécula hizo como que no había escuchado a la chica e insistió una vez más.

       —¿Cómo sabemos que no nos estás engañando?

       Kali llevó su mirada hacia el rostro inconsciente del príncipe de Endoria y lo observó por unos segundos. Aunque tenía la seguridad de poder derrotar a los Kundalini fácilmente, no podía dejar de pensar que una pelea podría ocasionar que la gema estelar resultara destruida accidentalmente. Entonces, de pronto, se le ocurrió que tal vez podía recurrir a un método menos convencional para eliminar a sus enemigos.

       «Sí no ponemos a luchar, la gema estelar podría resultar dañada y eso haría que mi vida peligrará», pensó la guerrera imperial, echando una rápida ojeada hacia el Shadow Trooper que sostenía la gema. «Sin embargo tampoco es conveniente que los deje con vida ya que el emperador podría molestarse conmigo. ¡Ya lo tengo! Usaré este planeta como arma para liquidarlos a todos».

       —Saulo y yo fuimos compañeros alguna vez y por consideración a él y a su padre, les perdonaré la vida por esta ocasión —dijo Kali, dejando caer a Saulo en el suelo como sí fuera un costal de tornillos—. Sin embargo, no quiero que me malinterpreten. Si vuelvo a verlos los mataré a todos y esa nada podrá salvarlos. Déjenlos ir, tenemos la gema estelar.

       Los soldados imperiales bajaron sus armas de manera colectiva, aunque más de uno estuvo en desacuerdo con lo que Kali estaba haciendo. Liria, a su vez, miró a su compañera y asintió levemente con la cabeza, manifestándole su apoyo en aquella decisión.

       El soldado abbadonita que aún sostenía la gema estelar, y al cual Uller le había congelado el brazo izquierdo para impedirle atacar, se acercó hasta donde estaba la Khan de la Naturaleza para colocarse a su lado. Al ver que la gema ya estaba asegurada, Kali hizo seña para indicarles a los Shadow Troopers se fueran; acto seguido, todos los soldados imperiales comenzaron a elevarse en el aire al mismo tiempo que Liria.

       —Está vez tuvieron suerte —dijo la Khan de la Destrucción, mientras empezaba a levitar en el aire para unirse a los suyos—. Considérense afortunados, pero no crean que la próxima vez que nos enfrentemos los dejaré ir tan fácilmente.

       Sin decir nada más, Kali desplegó su aura y, tras unos segundos, se perdió en la inmensidad de los cielos junto con Liria y los Shadow Troopers. Una vez que todos los emisarios del imperio se habían ido, Areth se volvió furiosa contra Lis-ek y Uller para reclamarles.

       —¡¿Qué es lo que han hecho?! —les gritó—.¡Ahora se han llevado otra gema estelar!

       —¡¡Era eso o la vida de Saulo!! —replicó Molécula—. Sí hubiéramos luchado, entonces él habría muerto. Entiende que no había otra manera.

       En ese preciso momento, Lis-ek dejó de lado a Areth y a Uller y luego fue hacia donde estaba Saulo para ver como estaba. Areth, a su vez, se giró hacia Uller y bajó la cabeza mientras experimentaba un profundo vacío.

       —Yo lo siento —alcanzó a murmurar.

       Uller colocó una mano en el hombro de la joven Endoriana.

       —Está bien —dijo él—. A mí tampoco me gustó que las cosas salieran de esa manera.

       Astronave Churubusco.

       —¿De manera qué ustedes se hacen llamar Sailor Senshi?

       —Así es —respondió Sailor Pluto con naturalidad—. Nosotras nos encargamos de proteger a la Tierra contra aquellos enemigos que provengan del espacio exterior.

       —Entiendo —asintió Casiopea—. Y ¿cuántas de ustedes hay en su mundo?

       —En el sistema solar en el que vivimos existimos existen nueve Sailor en total. Cada una de las Sailor Senshi tiene un planeta guardián de entre los nueve que conforman nuestro sistema solar. Yo, por ejemplo, tengo como planeta protector a Plutón y por ello soy considerada la Sailor del Tiempo.

       —Fascinante —dijo Lance, que no perdía detalle de la conversación y se acariciaba constantemente la barbilla—. De manera qué existen dos categorías de Sailor dentro de su grupo, ¿eh?

       Está vez fue la pequeña Sailor Saturn quien habló.

       —Sí, Sailor Pluto y yo formamos parte de las Outer Senshi, las cuáles somos cuatro y peleamos para defender la Tierra contra los enemigos externos. El resto de las Sailor son las Inner Senshi y ellas se encargan principalmente de proteger a nuestra princesa.

       Lance iba a formular otra pregunta referente al tema, pero la súbita intervención de Ranma Saotome Lo obligó a dejarla después.

       —¿Ustedes protegen a la Tierra? —preguntó, todavía con Shampoo sujetándole el cuello—. Entonces eso quiere decir que vienen del mismo planeta que nosotros.

       Por un momento, Saturn y Pluto se miraron entre sí sin saber qué decir. De acuerdo con lo que ellas sabían, solamente las Sailor Senshi habían abandonado la Tierra para unirse a esa batalla.

       —¿También vienen de la Tierra? —inquirió Saturn—. Pero eso es imposible, se supone que sólo las Sailor abandonamos el planeta Tierra. Además, la reina Andrea no nos dijo que hubiera alguien más de la Tierra en su nave.

       —Pero dijeron que ustedes eran de la Tierra, ¿cierto? —reviró Ranma—. Creo que no entiendo nada, ¿qué es lo qué sucede aquí?

       —La explicación es muy sencilla —dijo Lance de repente, atrayendo la atención de todos—. Ustedes y las Sailor Senshi provienen de realidades diferentes, esto es, de planetas Tierra ubicados en universos distintos.

       —Es verdad, amigos —afirmó Zaboot—. Yo también provengo del planeta Tierra, sólo que en Agharti lo llamamos Planeta Azul. Es una coincidencia que la mayoría de los que estamos aquí hayamos venido de la Tierra.

       —Ahora entiendo todo —asintió Ranma, alzando la mirada al techo y chupándose un dedo—. Eso explicaría el por qué nunca hemos escuchado hablar sobre las Sailor Senshi o los Guerreros Kundalini.

       —¡Oh, Ranma! ¡Que inteligente eres! —le murmuró Shampoo al oído.

       —¿La Tierra? —repitió Leona, confundida—. Disculpen, pero yo no conozco esa Tierra de la que tanto hablan. En el país de donde vengo jamás he oído hablar de ese lugar, ¿acaso es una región mística?

       Lance esbozó una sonrisa antes de hablar.

       —Es natural, princesa, ya que usted y sus amigos provienen de un mundo que, en apariencia, no tiene nada ver con el planeta azul. Digamos que la Tierra es como el lugar en donde vive, aunque con ligeras diferencias como son la configuración geográfica, la cronología histórica y las formas de vida.

       —El planeta de donde vengo también se llama Tierra —informó Astroboy—. Al igual que el mundo donde conocimos a los Guerreros Sagrados del Santuario de Atena.

       —Es cierto, Astro, la mayoría de ustedes son terrícolas —concordó Lance, un tanto extrañado con aquella similitud tan peculiar—. Me pregunto sí eso tendrá que algo que ver o sólo será una simple coincidencia nada más. Veamos, las Sailors Senshi, los Guerreros Sagrados de Atena, los Guerreros Kundalini, Ranma y sus amigos y Astroboy viven en diferentes planetas Tierras de universos diferentes.

       Cadmio, por su parte, estaba harto de la continua conversación acerca de la procedencia de todos los presentes, así que lanzó un bufido antes de retirarse del hangar con las miradas de Ranma, Eclipse, Lance, Casiopea, Ryoga, Astroboy y Dai sobre sus espaldas. Ansiaba encontrar una manera de superar los poderes de Tiamat y los otros Khans y sentía que ahí parado no lo lograría nunca; lo mejor que podía hacer era ir a comer algo y luego ponerse a entrenar nuevamente.

       —¿Qué le pasa ahora? —preguntó Leona, refiriéndose a Cadmio—. ¿Qué fue lo que dijimos ahora que se molesto? Aghh, creo que ese sujeto es de lo más odioso.

       Dai se rascó la mejilla mientras contemplaba a su amiga Leona hablar de lo insoportable que era Cadmio y lo poco que le faltaba para decirle todas sus verdades. Era curioso, pero cuando la princesa de Papunika se enfadaba no había casi nadie que lograra calmarla. El chico sonrió y volvió la mirada hacia el resto de los presentes para ver sus reacciones cuando, de repente, sus ojos se posaron en el rostro de Sailor Saturn.

       Por alguna razón, Dai intuyó que la jovencita no estaba escuchando lo que Leona decía, sino que permanecía inmersa en sus propios pensamientos. Nunca había visto una guerrera como ella y simple vista sus atuendos le parecían tan raros como los de Cadmio, Eclipse o Seiya, aunque, no podía negarlo, le parecía una chica bastante hermosa.

       Sailor Saturn acabó por percatarse de que Dai la estaba observando y le dirigió una sonrisa afable y divertida, pero en lugar de devolverle la sonrisa el chico desvió la mirada en otra dirección mientras su rostro se sonrojaba ligeramente.

       —Bueno, Leona, creo que Cadmio no sabe muy bien como socializar con la gente, pero de eso a que sea odioso, creo que hay una gran diferencia —dijo Lance, tratando de justificar a su hermano mayor—. Recuerda que la muerte de Astrea lo afectó un poco.

       —¡Ah! ¿Es en serio, Lance? —intervino Eclipse, tratando de escucharse lo más sarcásticamente posible—. Yo pensé que su temperamento era un defecto de nacimiento. El amigo Asiont también sufrió por la muerte de esa chica y no por eso se convirtió en el emblema de la intolerancia además de que… .

       El espía no alcanzó a concluir la frase. Un sonido proveniente de la boca de su estómago lo obligó a guardar silencio mientras esbozaba una sonrisa de vergüenza y Poppu y Ryoga soltaban una carcajada de burla.

       —Veo que tienes hambre —le dijo Casiopea con una sonrisa en los labios.

       —Bueno, ¿y quién no? —murmuró Ranma—. No hemos probado bocado desde hace tiempo. ¿Qué acaso los extraterrestres no comen?

       —Yo puedo hacerte de comer, Ranma —murmuró Shampoo con dulzura.

        Lance se cruzó de brazos y giró el rostro hacia la princesa del planeta Francus.

       —Será mejor que los lleves a comer algo, Casiopea. En el Santuario tuvimos una batalla muy difícil y creo que necesitan descansar un poco. Yo, mientras tanto, analizaré la gema estelar que le quitamos a los imperiales en el laboratorio con el doctor Dreyfus.

       —La gema estelar —repitió Astroboy por su lado antes de volverse hacia Zaboot—. Disculpa, pero me imagino que en tu universo también había una de esas gemas ¿cierto?

       —Sí, hablas de la gema estelar de los Titanes, ¿no? —dijo Zaboot—. El príncipe Saulo nos explicó todo lo referente a las doce gemas, pero por desgracia el enemigo consiguieron llevarse la gema que había en mi mundo.

       —¡Oh no! —exclamó Casiopea con preocupación—. Había olvidado todo ese asunto de las gemas estelares. Para estos momentos N´astarith ya debe haber reunido la mayor parte de esas piedras.

       —Esperen un momento —dijo Sailor Pluto—, en mi mundo logramos evitar que el enemigo se llevara una de esas gemas que mencionan. Eso fue gracias a que un guerrero de nombre Jesús Ferrer traicionó a las Khans que estaban a punto de matar a nuestras amigas y a la reina Andrea.

       —¡¿Jesús Ferrer?! —repitió Lance—. Eso es imposible, Sailor Pluto, ese tipo que mencionas es un criminal y un asesino de lo peor. ¿Por qué iba a ayudarnos así de pronto? Creo que hay algo más de fondo.

       —Yo tampoco puedo creerlo —dijo Casiopea con los ojos bien abiertos—. ¿Qué será lo que sucedió?

       —Bueno, tal vez se dio cuenta de quién maneja el equipo ganador —teorizó Eclipse.

       —Eso significa que tenemos dos gemas estelares en nuestro poder —murmuró Casiopea, tomándose la barbilla con cuidado—. N´astarith necesita las doce gemas para echar a andar el Portal Estelar, lo cual significa que no podrá lograrlo mientras nosotros tengamos estas piedras.

       —Después de la batalla —continuó Sailor Pluto—, ese hombre llamado Jesús Ferrer se entregó voluntariamente y antes de que ustedes llegaran, compareció ante el Consejo de Líderes

       —Pues sí que han pasado muchas cosas desde que nos fuimos —murmuró Lance.

       —¿Quién diablos es Jesús Ferrer? —preguntó Poppu sin dirigirse a nadie en concreto.

       —Es un criminal muy buscado en esta galaxia —le informó Casiopea—. Les contaré toda la historia mientras comemos, acompáñenme al comedor.

        Antes de seguir a los demás, la princesa Leona volvió la mirada en derredor en busca de Marina. No había visto a la joven Sabia desde que todos habían llegado y eso le pareció sumamente extraño. ¿Acaso no le habrían avisado que ya estaban de vuelta?

        —¿Dónde se habrá metido Marine? —inquirió sin dirigirse a nadie.

        —Me parece que se fue con ese sujeto llamado Asiont —le informó Shampoo, volviendo el rostro por encima del hombro, pero sin dejar de abrazar el brazo de Ranma—. Mientras estuvieron fuera hubo una emergencia y ella se ofreció para ir.

        —Espero que se encuentre bien —suspiró Leona.

       Ranma, Ryoga, Moose, Shampoo, Astroboy, Leona, Hyunkel, Dai, Poppu, y Eclipse echaron a andar detrás de la princesa de Francus, quien antes de salir del hangar se volvió hacia un segundo por encima del hombro hacia Zaboot y las Sailor Senshi.

       —¿Nos acompañan? —les invitó.

       Zaboot y Saturn decidieron sumarse al grupo y seguir a Casiopea al comedor, pero no así Sailor Pluto, quien se quedó parada en su lugar sin moverse. Al notar la ausencia de su compañera, Sailor Saturn se detuvo y volvió el rostro hacia ella.

       —Setsuna, ¿no vienes?

       —Ve con ellos, Hotaru —repuso Sailor Pluto—. Yo tengo que atender otro asunto.

       Saturn se le quedó mirando con algo de extrañeza por un momento y luego asintió con la cabeza antes de retirarse finalmente. Una vez que estuvo sola, Pluto se dirigió hacia otra de las salidas del hangar.

       Shinden (Templo de Kami-Sama)
    Año 766.

       —¡17 es mi hermano gemelo y yo soy la mayor! —dijo en forma enérgica la bella joven de cabello rubio y ojos azules—. ¡Y no creas que aceptaré tan fácilmente y tampoco creas que estoy agradecida contigo por lo de la bomba!

       Kurinrin bajó el rostro con resignación. Aparentemente nada de lo que hacia podría servirle para congraciarse con No. 18, era el fin. El joven Guerreros Zeta imaginó que ya no podía pasarle nada más horrible hasta que… .

       —Kurinrin, eres un muchacho con suerte —dijo Yamcha con entusiasmo—. Dice que son hermanos y los hermanos no se puede casar. ¡Viva!

       —Me imagino que hablan del amor —murmuró Piccolo, cruzado de brazos—. No lo entiendo.

       De repente, antes de que alguien pudiera decir algo más, todo los guerreros que se encontraban en el Shinden percibieron la presencia de cuatro seres inmensamente poderosos en las cercanías. Extrañado, Piccolo alzó la mirada hacia el horizonte en busca de los portadores de aquellas presencias.

       —Siento varios Ki que vienen en esa dirección.

       —Es verdad, señor Piccolo —asintió Gohan con preocupación—. Son cuatro Kis y poseen una energía muy poderosa.

       —Esto no puede ser —murmuró Kurinrin con temor—. Pero sí acabamos de derrotar a Cell, ¿cómo es posible que suceda esto ahora?

       —Muchachos, ¿ustedes creen que nuestro deseo haya revivido a Cell? —inquirió Trunks sin dirigirse a nadie en específico.

       —No, eso no puede ser —renegó Ten-Shin-Han—. Solamente le pedimos a Shen Long que reviviera a las personas asesinadas por Cell, ese monstruo no pudo haber vuelto a la vida con ese deseo.

       Un sentimiento del miedo más absoluto se apoderó de Dende y de su ayudante Mr. Popo cuando ambos se percataron de la magnitud del poder que estaban sintiendo los Guerreros Zeta. Mientras esperaban a que los portadores de aquellas energías llegaran hasta el Shinden, todos mantenían las mismas dudas en sus mentes: ¿Quiénes podían ser esos seres y cuáles eran sus intenciones? Cell, un monstruo que había amenazado con destruir a la Tierra, había sido destruido luego de una dura batalla que los había dejado bastantes débiles, de manera que sí tenían que pelear de nuevo esta vez lo harían en franca desventaja.

      Entonces, de repente, una sonora carcajada se dejó escuchar en todo el Shinden, una carcajada que provocó que los Guerreros Zeta, Dende, Mr. Popo y No. 18 volvieran la vista en derredor para tratar de ubicar de donde venía. Gohan, en tanto, sintió como escalofrío le recorría el cuerpo de arriba a abajo; aquella carcajada era la misma que había escuchado en sus sueños durante su entrenamiento en la habitación del tiempo.

       Súbitamente una cortina de humo púrpura surgió del suelo en uno de los extremos del Shinden, provocando que todos los Guerreros Zeta, No. 18, Mr. Popo y Dende volvieran la mirada hacia ese sitio al unísono. Acto seguido, cuatro siluetas aparecieron en medio del humo, el cual comenzó a desvanecerse rápidamente dejando entrever los rostros de cuatro guerreros Abbadonitas.

       —¡Hola, mundo de desconocidos! —dijo uno de ellos, agitando el brazo derecho—. ¡Los Khan hemos llegado! ¡¡JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA!!

       —¡¿Qué?! —exclamó Piccolo y sus ojos temblaron.

       —¡Miren! ¡Cuatro sujetos aparecieron de la nada!

       —Es verdad, Kurinrin —dijo Trunks, examinado  con la mirada a los visitantes—. Pero, ¿quiénes son ellos?

       El Khan que había saludado a la Tierra, un sujeto de tez excesivamente pálida, cabello negro y armadura dorada, alzó un brazo para señalar a Piccolo y a Son Gohan mientras sonreía de una forma entre burlesca y macabra.

       —Ah, deben ser los héroes de este mundo. —Se llevó una mano a la barbilla y adoptó la actitud de un observador que estudia un animal extraño—. Algunos son calvos y ninguno lleva capa, pero no están mal.

       Piccolo dio un paso al frente inmediatamente.

       —¿Quiénes demonios son todos ustedes y qué quieren de nosotros?

       El Khan de la sonrisa burlesca miró a Piccolo directo a los ojos y se dispuso a atacarlo, pero antes de que pudiera hacerlo Nauj-vir lo detuvo con un grito.

       —¡Alto, Sorlak!

        —Oh, vamos, jefe, será divertido —masculló Sorlak, volviendo la mirada hacia el Khan del Cíclope, quien comenzó a caminar lentamente hacia él—. Déjeme jugar con sus mentes un momento, le aseguro que obtendré información valiosa de todos ellos.

        —Atacarás sólo cuando yo lo diga, Sorlak —sentenció Nauj-vir, pasando por un costado de su subordinado, quien frunció la boca en una mueca de disgusto. El Khan del Cíclope se detuvo a unos pasos de los Guerreros Zeta y se presentó—. Mi nombre es Nauj-vir y soy uno de los guerreros que sirven al todopoderoso emperador N´astarith.

        —¿Qué? ¿N´astarith? —inquirió Kurinrin sin entender ni una palabra—. ¿Quién es ese?

        —El emperador N´astarith es el soberano que gobernará todos los universos que componen la existencia, incluyendo a este —siguió Nauj-vir—. Pueden escoger entre jurarle fidelidad o morir en nuestras manos. Elijan con sabiduría.

        Piccolo, Yamcha, Gohan, Kurinrin, Ten-Shin-Han, Trunks, No. 18 y los demás intercambiaron una serie de miradas que dejaron en claro que ninguno de ellos sabía el verdadero origen de esos guerreros llamados Khans. No obstante, un detalle llamó enormemente la atención de Kurinrin y éste era el artefacto que los guerreros de Abbadón llevaban en sus rostros.

        —Eso es… ¡un scouter!

        Piccolo volvió la mirada hacia su amigo.

        —¿Qué dices?

        —Piccolo, mira el aparato que llevan en sus rostros. Es un scouter como el que usaban Freezer y sus hombres.

        El Guerrero Zeta examinó con sus ojos el artefacto que Sorlak llevaba en el rostro y recordó las antiguas batallas que había sostenido con algunos enemigos ya fallecidos. A simple vista, aquel aparato parecía sin duda un scouter, la cual era una máquina que solamente usaban los guerreros que servían a un tirano espacial llamado Freezer con el que había luchado años atrás. Sin embargo el aparato no era totalmente igual, más bien parecía una versión diferente y mucho más avanzada.

        «¿Acaso serán saiya-jins?», pensó Piccolo. «Sus Kis son más fuertes que el de Cell, pero ¿será posible que existan saiya-jins más fuertes que Gokuh y Vejita?».

        —Nada de eso, amigo verde —dijo Belcer, el Khan del Golem, moviendo la cabeza en sentido negativo y sonriendo al mismo tiempo—. Nosotros no somos saiya-jins, sino guerreros de un universo diferente a este. Nuestra misión consiste en localizar una de las gemas estelares de los Titanes.

        —¡¿Cómo es que sabes todo eso?! —preguntó Piccolo—. ¡¿Es que acaso puedes leer nuestra mente?!

        —Nosotros los Khans poseemos habilidades impresionantes que nos ponen por encima de cualquier guerrero, Piccolo —declaró Nauj-vir, atrayendo la mirada del peleador namek—. Hace un momento nos teletransportamos hasta este templo con ayuda de las habilidades de Leinad.

        Un guerrero de largo cabello oscuro y armadura roja, el Khan de Leviatán, asintió con la cabeza y frunció una tenue sonrisa. Nauj-vir sonrió maliciosamente y contempló uno a uno los rostros atemorizados de los Guerreros Zeta. Sin duda los habían dejado impresionados; ahora sólo era cuestión de ver qué es lo que iban a hacer.

        «Mmm, ese chiquillo de cabello negro llamado Gohan es él más fuerte de todos», pensó Nauj-vir con la mirada puesta sobre el chico al tiempo que su ojo cibernético calculaba los niveles de poder de los Guerreros Zeta . «Su poder de pelea es de 27,500,000 unidades, aunque su nivel actual es de 14,000,000. Tal parece que acaban de sostener alguna clase de batalla».

        —¡Basta! —exclamó Trunks—. Nosotros no le juraremos lealtad a nadie.

        —Entonces será de la manera difícil, chico —murmuró Leinad, avanzando un paso al frente—. Antes de luchar, déjenme advertirles que hemos peleado con miles de guerreros y jamás hemos sido vencidos. No tienen oportunidad ante nosotros.

        Piccolo apretó los dientes y entornó la mirada. ¿Qué clase de guerreros eran aquellos? Las auras que percibía de estos eran inmensamente poderosas y no tenían comparación. Por otro lado, las armaduras que portaban, aunque brillaban hermosamente, emitían un Ki verdaderamente maligno que lo hizo estremecerse. ¿Qué era la gema de los Titanes? ¿Quién era N´astarith? ¿De qué universo venían Nauj-vir y sus aliados?

       Continuará… .

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