Leyenda 089

LA LEYENDA

por Asiant y Uriel

CAPÍTULO LXXXIX

LA JOYA DEL DESTINO

Astronave Churubusco (Área de comedores)

         Cadmio usó el puño derecho para limpiarse la sangre que le escurría por la boca. Después de reñir con Azmoudez durante la sesión del Consejo de de Líderes, había tenido que tragarse sus deseos de pelear debido a la rápida intervención de sus amigos y los guardias. Sin embargo, en aquella ocasión no estaba dispuesto a permitir que se repitiera la misma situación. No tenía idea de quién era ese tipo llamado Vejita y lo cierto era que tampoco le importaba, lo único que le interesaba era partirle la cara a golpes.

         Vejita se veía ligeramente sorprendido, pero distaba mucho de sentirse intimidado. Había menospreciado a Cadmio, tomándolo por un fanfarrón más y ahora se daba cuenta de que éste no era un guerrero ordinario. Aun así, no retrocedió ni un centímetro ni desvió la mirada. Estaba decidido a darle una lección a aquel presuntuoso gusano sin importar lo que pudieran decirle Kakaroto, Trunks, Piccolo, Seiya o alguno de los demás presentes.

         —Admito que sabes golpear bastante bien, alcornoque —siseó Cadmio, frunciendo una sonrisa desafiante y acercándose un paso más—. Pero vas a necesitar pegar más duro sí de verdad pretendes hacerme daño.

         —Ah, ya veo —musitó Vejita, endureciendo la mirada.

         —Oigan, esperen un segundo, muchachos —intervino Sailor Venus, colocándose rápidamente entre los dos guerreros—. No peleen, por favor ¿No se dan cuenta de que esto no les traerá nada bueno? Recuerden que existen mejores maneras de resolver los problemas, ¿por qué no se dan las manos y asunto arreglado?

         —¡Cierra la boca, mocosa tonta! —gritó Vejita con fuerza, causando que la pobre Minako diera un salto hacia atrás mientras era presa del pánico—. ¡Voy a darle su merecido a esta estúpida sabandija ahora mismo!

         —No, papá —susurró Trunks con preocupación—. Detente, por favor.

«No puedo creer que ese sujeto tan agresivo sea el padre de Trunks», pensó Sailor Jupiter, mirando como Cadmio y Vejita se observaban de hito en hito. «Trunks se ve tan amable y ese hombre llamado Vejita por el contrario es tan… «.

         —No quiero que nadie se interponga en esto —declaró Cadmio agitando una mano en dirección a los Santos—. Ya estoy cansado de que este idiota me esté llamando sabandija. Por el Creador que voy a hacerlo pedazos, a meterlo en un sobre y a mandárselo a su madre.

         Todos contuvieron el aliento, temerosos de que la más mínima intervención fuera a servir de pretexto para que Cadmio o a Vejita dieran inicio a una pelea. El ambiente estaba sumamente tenso. Trunks pensó que lo mejor era que alguien como Son Gokuh o Piccolo interviniera de inmediato para tratar de calmar la situación, pero por el momento nadie parecía estar dispuesto a arriesgarse.

         —Aguarda un momento, Cadmio —dijo Saulo al fin.

         Cadmio volvió la mirada por encima del hombro.

         —Saulo, ¿vas a interferir en esto?

         —No me malinterpretes, amigo —le contestó Saulo, acercándose—. Lo que sucede es que sí pelean en este lugar podrían dañar el casco de la nave y eso provocaría un accidente que los forzaría a dejar su batalla para otra ocasión. Lo mejor será que peleen en la sala de entrenamiento.

         —Saulo, ¿estás loco o qué te pasa? —Zacek no podía creerlo—. ¿Cómo puedes animarlos a que se maten entre sí? ¿Acaso perdiste el juicio?

         —Ese joven habla con la verdad —intervino Saori en apoyo de Zacek. A pesar de su corta edad, cada vez que Saori hablaba lo hacía de una manera que causaba que todos se sintieran obligados a escucharla—. Los dos son muy fuertes y sí pelean saldrían muy lastimados. ¿Es que acaso no te das cuenta?

         El endoriano se dio media vuelta y los miró fijamente.

         —Claro que me doy cuenta de eso, pero está bastante claro que ninguno de ellos va a escucharnos. Sí lo que quieren es darse de golpes hasta cansarse, entonces lo hagan en un sitio donde no causen demasiados daños.

         —¿Darse de golpes hasta cansarse? —repitió Zacek, arrugando la nariz—. No podemos permitir eso y sinceramente no creo que haya alguien más en esta habitación que apoye una idea tan descabellada.

         —¿De verdad tienen una habitación para entrenar?

         Todo el mundo se giró hacia donde estaba Son Gokuh.

         —Sí, se trata de una habitación bastante amplia donde cualquiera puede entrenar con la gravedad aumentada y diferentes grados de temperatura ambiental —explicó Saulo sin acabar de comprender el enorme interés que Son Gokuh mostraba por la habitación donde entrenaban los Cesletiales—. Las paredes están hechas de un material ultra reforzado y además están blindadas para disminuir al máximo los accidentes.

         —Eso es perfecto —exclamó Son Gokuh con el entusiasmo de un chiquillo.

         —Hasta que al fin alguien entiende mi punto —susurró Cadmio pensando que Gokuh lo apoyaba en su idea de batirse a golpes con Vejita—. Ignoro quien será ese tipo, pero ya me cayo bien.

         —Tú también debes estar loco —sentenció Zacek, girándose hacia el saiya-jin—. En fin, sí lo que desean es matarse entonces no voy a detenerlos. Quizá ahora les parezca divertido, pero al final verán que no saldrá nada bueno de todo esto.

         —¡Ah, cierra la boca, gusano! —vociferó Vejita fuertemente—. Voy a darle una lección a este maldito y más vale que no me molestes porque serás el siguiente.

         —¿Qué es lo que estás diciendo? —musitó el emperador de los zuyua en un tono desagradable—. No sé quién seas, pero es obvio que no sabes cómo controlar tu ira. ¿Por qué razón eres tan agresivo?

         —¡¡Ya deja de estar hablando estupideces, maldito insecto!! —exclamó Vejita más furioso que antes—. ¡¡Sí aprecias en algo tu vida, será mejor que cierres la boca de una buena vez!! ¡¡No me provoques!!

         —No pierdas tu tiempo con él, Zacek —le aconsejó el viejo Shilbalam al tiempo que meneaba la cabeza en sentido negativo—. Se ve a leguas que es un caso perdido, ese tipo es un completo gruñón.

         En lo que Vejita discutía con Zacek y Shilbalam, Trunks aprovechó el momento para acercarse a Son Gokuh con la intención de pedirle ayuda. Sentía que sólo él podría evitar que Vejita y Cadmio se fueran a liar a golpes. Sailor Jupiter, por su parte, miró como Trunks se alejaba de ella y luego se volvió hacia sus amigas.

         —Señor Gokuh, no podemos permitir que mi padre pelee con las personas de aquí. Piense en las consecuencias que eso podría traernos.

         —Ah, no me malinterpretes, Trunks. Cuando le pregunté a Saulo por esa habitación lo hice porque recordé que necesitamos un lugar para entrenar y como aquí no contamos con la habitación del tiempo, ese lugar que describió me parece perfecto.

         —¿Entrenar dice? —inquirió Trunks con los ojos bien abiertos.

         —Sí, recuerda que los guerreros con los que pelearon en el templo de Kami-Sama resultaron ser muy fuertes y la única manera de vencerlos es superando sus poderes. Además, pienso que ese sujeto llamado N´astarith debe ser incluso más fuerte que ellos.

         —¿Piensan superar los poderes de los guerreros de Abbadón? —Saulo pensó que Son Gokuh estaba desvariando—. Es una locura, no saben lo que están diciendo. Esos guerreros lograron asesinar a miles de personas y nunca nadie fue capaz de lastimarlos.

         Son Gokuh volvió la mirada hacia el príncipe de Endoria.

         —Humm, tal vez ellos sean muy fuertes, pero estoy seguro de que existe una manera de derrotarlos. De lo contrario, Shiryu jamás habría podido vencer a ese guerrero llamado Belcer.

         —Gokuh tiene toda la razón —dijo Seiya con determinación—. Además, sí ellos pudieron vencernos tan fácilmente se debió a que estábamos cansados a causa de la batalla que sostuvimos en el santuario de Atena. Creo que sí volvemos a enfrentarlos, esta vez sí los derrotaremos.

         —No será tan sencillo como ustedes piensan —se escuchó decir a Asiont—. Los Khans poseen la habilidad de manipular el poder del aureus, lo cual les da la facultad incrementar sus poderes de una forma que nadie de ustedes puede hacer.

         —¿El poder del aureus? —repitió Piccolo, intrigado por el significado de aquella palabra—. Estoy seguro de haber oído a los Khans mencionar esa palabra, pero ¿qué es eso del aureus? ¿Es que acaso tú lo sabes?

         —Yo escuché a Tiamat hablar de ese poder durante la pelea que tuve con él en la Casa de Aries y ahora que recuerdo también me dijo que esa era la principal causa por la cual no podía percibir su presencia —comentó Mu en tono pensativo—. Sin embargo cuando enfrenté a ese guerrero de nombre Talión recuerdo que, a diferencia de lo sucedido con Tiamat, en él si podía sentir una presencia.

         —Yo tampoco pude sentir la presencia de Tiamat cuando me tocó luchar con él en nuestra Tierra —recordó Zacek mientras llevaba su mirada hacia el Santo de Aries—. Era como sí estuviera peleando con algún androide o un robot. ¿Acaso eso se debe al poder del aureus?

         Cadmio, Saulo, Casiopea, Areth y Asiont realizaron un rápido intercambio de miradas. Sabían que tarde que temprano sus nuevos aliados les preguntarían acerca de la naturaleza del poder del aureus. Sin embargo había un problema, el tema del aureus era el mayor secreto de los Caballeros Celestiales y estaba estrictamente prohibido hablar de ello en gran detalle con personas ajenas a la orden. Tal desobediencia era considerada una grave violación y se castigaba con la expulsión.

         —Ustedes saben acerca de ese poder, ¿no es verdad? —les preguntó Shun.

         —Es cierto, después de todo los Khans y N´astarith son de este universo —dijo Fuu.

         —Bueno, sí, pero… .

         —Guarda silencio, Areth —le ordenó Saulo de forma tajante—. Sabes bien que está prohibido hablar del aureus con personas ajenas a nuestra orden. —El príncipe llevó su rostro hacia Shun y Fuu y les habló con expresión compungida—: Lo siento, amigos, pero no podemos contarles mucho sobre el aureus, confórmense con saber que es una energía especial que los guerreros de Abbadón utilizan para aumentar sus habilidades.

         Aquellas palabras incomodaron en más de un sentido a varios de los ahí presentes. Para Seiya, el comportamiento de Saulo era completamente inaceptable. Todos estaban combatiendo al mismo enemigo sin mencionar que habían aceptado viajar hasta aquel universo desconocido para que ahora les salieran con que había ciertos secretos que no podían ser revelados. Era el colmo.

         —Ahora resulta que somos extraños —dijo Ranma bastante molesto—. Pues, discúlpenme sí les parezco ofensivo, pero creo que no nos merezcamos ese trato después de todo lo que hemos pasado juntos.

         —¿Qué cosa?

         —Estoy de acuerdo con ese chico —dijo Milo de Escorpión—. Todos hemos venido a luchar contra los guerreros de Abbadón. Me parece que deberían compartir con nosotros cualquier información que pueda servirnos para derrotar a N´astarith y a sus guerreros.

         —Comprendo su indignación —murmuró Saulo en un tono conciliatorio—. Pero nosotros, como Caballeros Celestiales, hicimos un juramento que debemos cumplir suceda lo que suceda.

         —¿Aún sí todos morimos, Saulo?

         El príncipe de Endoria giró su rostro hacia Areth y le lanzó una mirada amenazante. Aquella pregunta, de cierto modo, desconcertó a Saulo. Últimamente su relación con su joven discípula había ido de mal en peor, pero definitivamente ahora se había abierto una enorme brecha entre ambos.

         Areth, sin embargo, creía que la situación no estaba para andarse por las ramas. El conocimiento del aureus era el mayor secreto de los Celestiales, pero en ese momento la orden estaba al bordo del exterminio total. ¿De que iba a servir cuidar el secreto sí al final todos morían a manos de los Khans? Sabía que aquel comportamiento tan rebelde iba a acarrearle muchos problemas con su maestro, pero estaba convencida de que debían revelar los secretos del aureus pasara lo que pasara.

         —Cuando quiera tu consejo te lo pediré, Areth —dijo Saulo con el rostro ensombrecido por la ira—. Ahora haz el favor de guardar silencio.

         Pero sí las palabras de Areth no habían persuadido a Saulo de hablar, sí lo habían hecho con Asiont. Después de todo, él había sido uno de los mayores críticos de algunas de las reglas del código Celestial implantado por Aristeo. Sus diferencias con el código, de hecho, habían sido el motivo principal por el cual, años atrás, abandonara la orden para irse a luchar por lo que creía era justo.

         —El aureus no es otra cosa que la energía de un aura que ha evolucionado a un nivel más allá de todo lo conocido —dijo al fin. De manera casi simultanea, Cadmio, Saulo, Casiopea y Areth lo miraron con la misma expresión que habrían puesto al ver una estrella explotar y consumir un sistema solar entero.

         —¿Qué demonios crees que estás haciendo, Asiont? —le preguntó Saulo saliendo de su estupor—. ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?

         Asiont se volvió hacia Saulo y lo miró fijamente. Cuando habló se esforzó por mantener un tono entre amenazador y amigable, entre leal y rebelde.

         —Claro que me doy cuenta, estoy haciendo lo necesario para tratar de detener a N´astarith. Hay que decirles todo lo que sabemos sobre el aureus y la razón por la que los Khans son tan fuertes, de ello depende que ganemos o perdamos esta guerra.

         —¿Ah sí? —exclamó Cadmio—. Ahora resulta que tú nos vas a decir lo que más nos conviene hacer. Perdóname sí me falla la memoria, pero tú no eres el líder de la orden ni nada que se le parezca.

         Casiopea vio como Asiont se volvía violentamente contra Cadmio y empezó a preocuparse. Dejó escapar un suspiro y luego se volvió hacia donde estaba Eclipse como si buscara ayuda. El Espía Estelar simplemente se encogió vagamente de hombros sin saber que decir.

         —¿Y qué es lo que propones entonces? ¿Nos lanzamos todos al ataque y esperamos a que nos maten de uno por uno? Quizás no lo recuerdas, Cadmio, pero N´astarirth ya se ha apoderado de ocho gemas estelares y su poder crece a cada momento. La situación pende de un hilo y la única esperanza que nos queda radica en seguir resistiendo.

         Cadmio estaba listo para replicar. No iba a permitir que Asiont se saliera con la suya, aunque muy en el fondo también pensara de  una manera parecida. Empero, la súbita intervención de Hikaru Shidou lo obligó a quedarse callado.

         —Dejen de pelear entre ustedes, por favor —Hikaru tenía una mirada límpida que reflejaba la enorme tristeza que le provocaba presenciar tantas discusiones sin sentido—. Todos estamos del mismo lado y si no confiamos los unos en los otros estamos perdidos.

         —Por favor, Saulo, confía en nosotros como nosotros hemos confiado en ustedes —dijo Sailor Moon aproximándose unos pasos hacia el príncipe de Endoria—. Si sabes algo debes decírnoslo.

         Saulo bajó la mirada al piso y se miró las botas. Se notaba en su rostro que estaba confundido y que no tenía idea de que decisión adoptar. ¿Debía aceptar revelar el mayor secreto de los Caballeros Celestiales o guardar silencio? Él no era el líder de la orden, pero los demás lo tenían en alta estima dada su condición de príncipe, de manera que sí aceptaba hablar, nadie se lo reprocharía, salvo, quizás, Cadmio.

         De repente, Saori se acercó al príncipe endoriano y le tocó un brazo con la mano. Saulo levantó la cabeza y la miró directo a los ojos. Saori sonrió dulcemente.

         —Saulo, los que estamos aquí no somos extraños ni gente de quien debas cuidarte, somos personas que hemos aceptado pelear junto con ustedes en contra de N´astarith. No puedo decirte lo que debes hacer, pero te pido que antes que cualquier otra cosa escuches a tu corazón.

         Saulo buscó el rostro de Casiopea. Su amiga de la infancia asintió con la cabeza en silencio, dándole a entender que también estaba de acuerdo con la postura defendida por Asiont y Areth. Saulo frunció una triste sonrisa y se volvió para mirar a Cadmio, quien desvió el rostro en otra dirección fingiendo demencia; era obvio que no quería que lo vieran concordar en algo con Asiont.

         —Es cierto, ustedes nos han ayudado mucho —murmuró Saulo, y luego bajó la mirada nuevamente—. Mi vida no ha sido nada fácil y he tenido que desconfiar de la gente, pero tal vez la única manera de encontrar una posibilidad para derrotar a N´astarith es confiando en ustedes.

         —¿Significa que nos dirás todo lo referente al aureus? —preguntó Seiya.

         —No, torpe, significa que te ganaste unas vacaciones —susurró Eclipse en voz baja. Areth le lanzó una mirada acusatoria a lo cual el espía se encogió de hombros y le mostró las palmas—. Oye, pues es obvio que les va a contar todo.

         —Les diré todo lo que quieran saber sobre el aureus y la razón por la cual no pueden sentir la presencia de algunos de los Khans. Sin embargo, también deben saber que al hacer esto estaremos violando una de las reglas más importantes del código de los Caballeros Celestiales.

         Asiont se acercó a Saulo y depositó una mano en su hombro.

         —Todos estamos en esto juntos, amigo.

         Saulo asintió con la cabeza y luego tomó asiento ante las miradas expectantes de sus aliados. Mientras Son Gokuh y algunos de sus amigos se acercaban un poco más para escuchar mejor, Saulo dirigió una última mirada hacia donde estaba Casiopea.

         —Tal vez tenga que dejarlos antes —le susurró en voz baja—. El Consejo de la Alianza se reunirá pronto y debo estar presente. Por eso te encargo que te ocupes de aclararles todas sus dudas, por favor.

         —Descuida —repuso ella—. Puedes contar conmigo.

Armagedón.

         N´astarith había abandonado ya la sala del trono en compañía de Tiamat, Nauj-vir, Leinad, Eneri, Astarte y Fabia para dirigirse al laboratorio principal donde Zocrag y Mantar lo esperaban. El resto de los guerreros imperiales recibieron permiso para irse a descansar en tanto no fueran requeridos para alguna otra misión. Sin embargo, lo que el amo de Abbadón no imaginaba era que algunos de sus guerreros habían decidido aprovechar la ocasión para reunirse en secreto.

         —¿No te vio nadie, Sarah? —le preguntó Isótopo a la Khan del Basilisco.

         —No, nadie, cierra la puerta —respondió Sarah, echando una rápida mirada hacia el pasillo por donde había venido—. ¿Ya se encuentran los demás?

         El Khan del Fuego se apresuró a cerrar la puerta una vez que Sarah entró en la habitación y luego colocó el seguro. La habitación estaba a oscuras, a excepción del centro que era iluminado por una luz que salía de una lámpara en el techo.

         —Ahora ya podemos iniciar la sesión, Sarah —dijo Aicila, saliendo de entre las sombras en compañía de Talión, Malabock, Allus, Suzú y Odrare—. Es hora de continuar con la reunión que habíamos dejado inconclusa antes de ser llamados por N´astarith.

         —Pero ya escuchaste al emperador, preciosa —le recordó Odrare—. A menos que derrotes a Tiamat en una pelea, tú nunca serás la líder de los Khans. Creo que mejor debes abandonar tus intenciones de desplazar a Tiamat.

         Aicila miró a Odrare y sonrió, como la propietaria de una mascota que ha aprendido a hacer una nueva gracia.

         —Es exactamente lo que pienso hacer, mi enorme amigo.

         —¿Qué dices? —Allus pensó que Aicila bromeaba—. Entonces ¿cuál fue la razón para que nos reuniéramos aquí otra vez? Te advierto que no estoy para juegos… .

         —Por supuesto que no estoy jugando, Allus —repuso Aicila con voz firme—. He decidido olvidarme de tomar el puesto de Tiamat, ahora lo que deseo es ocupar el lugar de N´astarith.

         Al oír aquella declaración, Odrare abrió los ojos de par en par sin dar crédito a lo que habían escuchado sus oídos. El Khan del Minotauro tragó saliva violentamente; una cosa era desplazar a Tiamat como líder de los Khans y otra muy distinta tratar de eliminar a N´astarith.

         —¿Acaso te volviste loca o tomaste demasiada dionita? —inquirió Sarah al borde de la histeria—. Nadie puede vencer a N´astarith, ni siquiera sí peleáramos todos los Khans juntos podríamos llegar a herirlo. Lo que estás diciendo es absurdo, un suicidio, un…

         —Ella habla con la verdad —sentenció Malabock sin perder la compostura—. Sin embargo, te conozco perfectamente y sé que no te atreverías a proponer algo tan descabellado a menos que tuvieras un plan en mente, ¿o me equivoco?

         Aicila volvió a sonreír.

         —Ah, los magos siempre son tan perspicaces, una cualidad realmente envidiable. Es obvio que tengo preparado un plan, mi nigromante amigo —Se giró hacia donde estaba Isótopo y extendió una mano—. Dame la joya ahora, Isótopo.

         Entonces, el guerrero  meganiano depositó una gema de color azul sobre la mano extendida de Aicila. Se trataba de una roca de forma ovalada que llevaba un relámpago negro como símbolo en su centro. La Khan de la Arpía se tomó un par de segundos para contemplar aquella hermosa joya antes de mostrársela a sus compañeros.

         —Esto nos permitirá deshacernos de N´astarith para siempre.

         Allus alzó una ceja, perplejo.

         —¿Qué rayos se supone que es eso? No parece que sea una de las gemas estelares.

         —Es la Joya del Destino —explicó Isótopo—. Uno de los tesoros más preciados de la familia real de Megazoar. Cuando Francisco y sus despreciables hijos nos traicionaron, yo me introduje a la habitación de Jesús y tomé esta joya. El muy tonto siempre creyó que la tenía bien escondida, pero Dark Spy me dijo donde estaba y gracias a esto pude apoderarme de ella una vez que Armando y David huyeron de Armagedón.

         Allus se acercó un poco y empezó a escudriñar la joya con la mirada. Jamás había oído hablar de la joya del destino y por lo mismo desconocía que tipo de poderes poseía, pero sí Aicila afirmaba que con su ayuda iban a derrotar al amo de Abbadón, entonces supuso que debía tratarse de alguna clase de arma mágica.

         —¿Qué es lo que hace esta cosa exactamente?

         —La Joya del Destino sirve para observar el pasado, el presente y el futuro —reveló Isótopo con orgullo—. Como todos ustedes saben, es posible observar el futuro a través de la meditación o usando el poder del aureus, pero las visiones que se obtienen del futuro siempre son relativas ya que éste siempre se encuentra en movimiento. No obstante, con la joya del destino es posible mirar hacia el futuro con certidumbre aún cuando éste llegará a cambiar por cualquier motivo.

         —Ya entiendo todo —murmuró Malabock ocultando las manos bajo los pliegues de sus oscuros ropajes—. Planeas usar esta joya meganiana para anticiparte a todas las acciones de N´astarith. Es un plan inteligente, lo admito, pero ¿por qué ahora quieres destronar al emperador? ¿Qué te te hizo cambiar de opinión?

         En ese momento la sonrisa de Aicila se esfumó como por arte de magia.

         —Ese maldito cree tener la razón en todo, pero no es más que un hablador y un torpe que no sabe nada. No es digno de convertirse en el amo de la existencia. El poder debería ser para nosotros y no para alguien que ha demostrado tanta estupidez.

         —Suena bastante interesante —masculló Allus con una sonrisa malévolamente—. Bajo nuestro yugo, el imperio de Abbadón controlaría las galaxias y no habría nadie que se nos opusiera.

         Odrare se emocionó de gran manera, y un brillo de ambición brilló en sus ojos.

         —Reinaríamos sobre todas las dimensiones como dioses.

         —Seríamos los amos de todo —murmuró Sarah junto a él.

         —Me parece que están olvidando un detalle muy importante —señaló el oscuro nigromante con serenidad—. El ojo del señor de Abbadón le ve todo. Su visión atraviesa nubes, tierra, piel y… oscuridad.

         Talión sintió como lo recorría un violento escalofrío.

         —¿Qué estás diciendo?

         —Ah, todos saben muy bien a lo que me refiero —dijo Malabock—. N´astarith es el servidor del Amo de las Tinieblas y por ello puede ver todo sin importar nada. No olviden nunca esto o perderán la vida fácilmente.

         —¡Pero no olvides que ahora tenemos la joya del destino en nuestras manos! —exclamó Aicila en un arrebato de ira—. Y con ella podremos prever cualquiera de sus acciones, la joya del destino nos ayudará a estar siempre un paso adelante de N´astarith.

         Talión, que empezaba a sentir miedo ante las palabras de Malabock, observó la joya del destino y luego meneó la cabeza. El plan de Aicila para destronar a N´astarith y asumir el control del imperio no se oía mal, pero también implicaba un riesgo muy grande. Si eran descubiertos o fallaban en sus intentos, no habría poder en el universo que pudiera salvarlos.

         —Esto es demasiado arriesgado, no creo que valga la pena… .

         —No te acobardes ahora, Talión —le reprochó Isótopo con una mirada de desprecio—. N´astarith tiene grandes poderes, es cierto, pero nadie es totalmente invencible. Si logramos atravesar el Portal Estelar antes que él, tendremos el poder necesario para derrotarlo y gobernar la existencia.

         —Antes que nada, quiero ver una demostración de que esa joya funciona —dijo Sarah, volviéndose hacia el guerrero meganiano—. No voy a arriesgarme a menos que tenga una prueba de que las cosas saldrán bien.

         Isótopo sintió como toda su confianza empezaba a desmoronarse.

         —Eh, bueno, lo que sucede es que no podemos usar la Joya del Destino, al menos no en este momento. De acuerdo con los manuscritos de Megazoar, sólo un miembro de la familia real puede usarla en circunstancias especiales.

         —¡Nos han mentido! —exclamó Allus en tono acusatorio—. ¿De qué nos sirve esa estúpida roca sí no podemos usarla? Seguramente N´astarith nos matará a todos cuando descubra los que hemos estado planeando. Ah, pero les advierto que sí intentan traicionarme para salvarse el pellejo, los mataré yo mismo, malditos.

         —¡Infeliz! ¡Tú eres el más traidor de todos! —le espetó Odrare alzando los puños con violencia—. Estoy seguro de que ya nos vendiste a cambio de salvar tu vida, ¿o no?

         —¿Quieren cerrar la boca de una buena vez? —dijo Aicila ásperamente—. No podemos usar la joya en este momento, pero existe una forma de hacer que funcione —La Khan de la Arpía extrajo un pergamino y lo desenrolló—. Aquí dice que la joya guarda secretos que sólo el manantial del porvenir puede revelar.

         Caras de póker por doquier. Si Aicila esperaba apaciguar las dudas y los crecientes temores de sus camaradas con ayuda de un viejo pergamino, aunque éste contuviera secretos de Megazoar, pronto descubrió que tendría que hacer algo más. Entonces Malabock soltó una risita burlona.

         —¿De qué rayo te estás riendo? —preguntó Aicila girándose hacia el mago.

         —No me rió de ti, querida, sino de nuestros amigos, que no tienen la menor idea de lo que has leído. Sin embargo, yo por otra parte comprendo todo lo que está escrito en ese pergamino.

         —¿Es en serio? —preguntó Suzú—. Bueno, pues explícanos, ¿no?

         —Existe un manantial muy antiguo en el planeta Niros-09, el cual es custodiado por un grupo de videntes que tienen la habilidad de ver el futuro. Si bañamos la Joya del Destino en las aguas de ese manantial, estoy seguro de que podremos usarla como nos plazca.

         —Así que tú también conocías sobre ese manantial, ¿eh? —Aicila volvió a sonreír y se acercó a Malabock—. ¿Por qué no nos cuentas más acerca de ese lugar, amigo? Estoy segura de que podremos llegar a un acuerdo que nos deje satisfechos a todos.

         El mago asintió con la cabeza, y luego sonrió malévolamente.

Laboratorio principal.

         La luz iluminó el interior del Portal Estelar y al cabo de unos segundos, una diminuta figura emergió de él. Se trataba de un ser de tamaño mediano y apariencia desagradable. Tenía una cabellera oscura y desaliñada que le recorría la espalda hasta casi tocar la cintura. Llevaba una barba larga y desarreglada y sus orejas eran alargadas y puntiagudas. Su piel, áspera y llena de extrañas máculas, era de un color anaranjado oscuro. La criatura vestía ropas gastadas y viejas que, curiosamente, denotaban una personalidad sombría y utilitaria.

         —¿Quién eres tú? —le preguntó Tiamat dando unos pasos hacia la criatura mientras varios Shadow Troopers, que rodeaban el Portal Estelar, levantaron sus armas al unísono.

         —Mi nombre es Bórax y soy un gnomulón inorgánico —respondió la criatura, ladeando su cabeza levemente—. He venido por ordenes de mi amo, el emperador Asura del planeta Metnal, para hablar con N´astarith, ¿acaso tú eres él?

         —Yo soy N´astarith, bienvenido a Armagedón —dijo el señor de Abbadón a un costado de Tiamat y luego hizo un pequeño ademán con la mano para ordenarles a sus soldados que bajaran las armas—. Asura me dijo que vendrías a ayudarnos a destruir a Karmatrón y a los Guerreros Kundalini.

         Bórax levantó la vista e inspeccionó todo el lugar antes de volver a hablar.

         —Sí, mis sirvientes y yo te ayudaremos a matar a los Kundalini.

         El ojo cibernético de Nauj-vir se contrajo ligeramente. El Khan del Cíclope había empezado a escudriñar a Bórax de pies a cabeza desde que éste había atravesado el Portal Estelar. Luego de unos pocos segundos, Nauj-vir esbozó una mueca de decepción. A pesar de tener un aspecto temible, el gnomulón no parecía disfrutar de grandes poderes y de acuerdo con los datos que arrojaba el ojo cibernético, tenía un nivel de pelea extremadamente bajo.

         —No veo en que nos va a servir este enano —le susurró Nauj-vir a Astarte.

         —Tal vez tenga poderes mágicos o algo así —especuló la Khan de la Sirena—. Y por cierto, también es un enano bastante horrible. Espero que no se me acerque, de seguro que también está lleno de piojos.

         Los penetrantes ojos rojos de Bórax pasaron del rostro de N´astarith al de Tiamat y luego viceversa. El gnomulón avanzó un poco, volvió la mirada por encima del hombro y luego hizo una seña con el brazo. En el instante siguiente, varios gnomulones inorgánicos empezaron a atravesar el Portal Estelar.

         —Nosotros te proporcionaremos información valiosa acerca de los Guerreros Kundalini y más tarde mi señor Asura enviará muchas naves de guerra con las que podremos destruir a todos tus enemigos. Sí, si.

         N´astarith lo miró directo a los ojos.

         —¿Y cuando se nos unirá tu amo? Él me dijo que vendría también.

         —Nuestro amo está reuniendo sus fuerzas antes de venir a este universo —explicó Bórax mientras se frotaba las manos—. Quiere estar seguro de que los Kundalini no escaparán esta vez. Ellos han sido una piedra muy molesta en la bota de nuestro señor.

         —Me parece bien —siseó N´astarith y luego llevó su mirada hacia donde estaba Zocrag y Mantar—: Una vez que los ayudantes de Bórax hayan atravesado el Portal, cambien las coordenadas para traer a Ban y a su ejército.

         Zocrag dio rápido un paso adelante.

         —Sí, mi señor, como usted lo ordene.

         Mientras más y más decenas de gnomulones inorgánicos seguían llegando a través del Portal Estelar, el señor de Abbadón sintió como lo invadía una nueva ola de placer. Finalmente, todo estaba saliendo según lo había previsto.

Fortaleza del Mal (Lado oscuro de la Luna)

         Con ayuda de sus poderes malignos, Asura vislumbró una imagen de la astronave Churubusco y la flota de la Alianza Estelar entre los oscuros fuegos que ardían ante él. Una sonrisa tenue y siniestra iluminaba su rostro. Al fin había encontrado el paradero de Zacek y los demás Guerreros Kundalini y esta vez no estaba dispuesto a dejarlos con vida.

         —La Existencia está a punto de cambiar —murmuró Asura con voz maligna—. ¿Quién tiene ahora la fuerza para oponerse a los ejércitos de Abbadón y Metnal? ¿Quién podría resistirse a la furia combinada de Asura, Ban y N´astarith? Pronto, mis aliados, derrotaremos a quienes se nos oponen y luego el Amo de las Tinieblas reinará en todos los universos por siempre y para siempre.

         —Mi señor —la voz de su sirviente Batrack hizo que el emperador metnalita levantara el rostro—. Los miembros de la Alianza del Mal ya están esperándolo. ¿Desea que les diga algo?

         —No, ahora mismo iré a reunirme con ellos —contestó Asura y luego lanzó una última mirada a la imagen de astronave Churubusco—. Espérame, Zacek, muy pronto me encargaré de enviarte al infierno junto con todos tus nuevos amigos.

Astronave Churubusco (Sección de comedores)

         Reunidos alrededor de Saulo, los Santos de Atena, los Guerreros Zeta, las Sailor Senshi, las Guerreras Mágicas, los Guerreros Kundalini, Saori, Dai, Marine, Hyunkel, Poppu, Leona, Mariana, Tuxedo Kamen, Astroboy, Ranma, Ryoga, Moose, Shampoo, Asiont, Lance, Cadmio, Casiopea, Areth y Eclipse permanecían a la expectativa. El príncipe de Endoria desplazó su peso de un pie a otro antes de empezar a hablar.

         —Como ya dijo Asiont hace unos instantes, el poder del aureus no es otra cosa sino la energía de un aura que ha evolucionado a un nivel que va más allá de la existencia. El aura se crea a través del cuerpo físico, el cuerpo astral, la mente instintiva, el intelecto, la mente astral y el espíritu. De hecho, todos ustedes han demostrado que pueden emplear la fuerza del aura a través de sus habilidades.

         —Ahora entiendo —murmuró Umi meditabunda—. Entonces el kokoro, o sea la fuerza de nuestros corazones que conocimos en Céfiro, es una manifestación más de nuestras auras.

         —Comprendo lo que tratas de decirnos, Saulo —Mu llevó su mirada hacia los demás Santos Dorados y añadió—: Sin embargo, aquellos capaces de alcanzar la esencia de su propio espíritu, pueden despertar el séptimo sentido y alcanzar el principal cosmos.

         —¿Cosmos? —Kurinrin se quedó perplejo—. E-Eso que ustedes llaman cosmos o aura es lo mismo que nosotros conocemos como Ki, ¿no es cierto?

         —De hecho, creo que en China es llamado Chi —anunció Shampoo.

         Saulo asintió.

         —Existen diferentes formas de nombrar al aura, pero siempre se trata del mismo poder. Inclusive aquellos que usan la magia emplean la fuerza de su aura para darle fuerza a sus encantamientos. Cuanto más fuerte sea el poder del aura, mayor serán las capacidades de una persona. Sin embargo, los Celestiales descubrimos que el aura también puede evolucionar, volviéndose más pura y mucho más poderosa.

         Aquella era la parte que Seiya quería oír, de manera que se acercó un poco más.

         —La persona que fundó la orden de los Caballeros Celestiales hace miles de ciclos estelares fue un hombre llamado Horus —continuó Saulo—. Él nos contó sobre una dimensión o universo más allá del mundo físico y del mundo espiritual al que llamó Universo de la Emanación. De acuerdo con nuestro maestro, en ese mundo residen algunas chispas de la energía que el Creador empleó para hacer a todas la Existencia. También descubrió que al entrar en contacto con una de esas chispas, el aura de cualquier ser vivo experimenta una evolución sorprendente y se vuelve diferente a las demás.

         Todos guardaron absoluto silencio. Las palabras de Saulo habían respondido a algunas preguntas, pero también abrían más interrogantes. Asiont miró el rostro preocupados de sus aliados y pensó que quizá muchos de ellos habían empezado a darse cuenta de la gravedad del asunto.

Continuará… .

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