Leyenda 079

LA LEYENDA

por Asiant y Uriel

CAPÍTULO LXXIX

¡VAYAMOS A NAMEK! LA DECISIÓN DE MISA

         El Más Allá.

         Después de reír como desquiciado por un largo rato, Kaiou-sama fue recuperando la compostura poco a poco. Tenía mucho tiempo que no oía chistes nuevos y ahora que había tenido la oportunidad de escuchar algunos, se sentía mucho más relajado que antes. Todos los que llegaban a conocer al Kaiou-sama del Norte sabían que muy pocas cosas en el universo le interesaban tanto como los chistes, aunque fueran malos. Bubbles, su mascota, y Gregory, su leal asistente, incluso habían visto que el dios del Más Allá dedicaba gran parte de su tiempo a idear nuevos chistes para impresionar a sus amigos y visitantes.

         —No debí haber subestimado a ese Eclipse —murmuró Kaiou-sama, limpiándose el sudor de la frente con un pañuelo—. Se ve que él es un profesional en esto de contar chistes.

         —¿Quieres decir que ahora sí vas a ayudarlos a encontrar el planeta de Dende? —le preguntó Gokuh, emocionado con la idea.

         —Por supuesto que lo haré, Gokuh —asintió Kaiou-sama, echando para adelante sus largas antenas negras—. Yo siempre cumplo mi palabra, aunque es una pena que tengan que tengan prisa. Me hubiera gustado mucho contarles algunos de mis mejores chistes. ¿No lo crees?

         Gokuh se quedó estupefacto y parpadeó un par de veces antes de atreverse a responder.

         —Eh, claro, Kaiou-sama, pero ahora debemos apresurarnos.

         La deidad del Más Allá cerró sus ojos y se sumió en sí mismo, tratando de ubicar el planeta Namek con sus poderes de percepción. Tras unos instantes de silencio, logró encontrarlo en una alejada región de la parte norte de la galaxia. Ahora sólo era cuestión de comunicarse con los que aguardaban en el Shinden.

         Nave Tao (Puente de mando)

         El androide YZ-1seguía atentamente las actividades de las naves de guerra enemigas. Cuando un parpadeó en la consola de mando le indicó que estaban recibiendo una transmisión delMegaroad-01, se giró por encima del hombro para avisarle a Lis y a los demás. Aquello sólo podía significar una cosa: los tripulantes a bordo de las naves que orbitaban Génesis estaban dispuestos a hablar con ellos.

         —Emperatriz, captó una transmisión que viene de una de las naves desconocidas.

         —Ponla en la pantalla, YZ-1—ordenó Lis-ek sin perder un segundo.

         La pantalla principal cambió la imagen de los Devastadores Estelares por una en donde aparecían los rostros de Misa Ichijo, Claudia La Salle y Hikaru Ichijo. La nitidez de la imagen no era muy buena al principio, pero VL-2 se encargó de arreglar el problema rápidamente.

         —Saludos, soy la almirante Misa Ichijo al mando de la astronave Megaroad-01 —comenzó a decir Misa, siguiendo los protocolos correspondientes—. Estamos aquí en misión de exploración y venimos del planeta Tierra.

         Saulo prefirió mantenerse fuera del campo de transmisión pues sentía escasos deseos de participar en la conversación. Sus instintos le indicaban que quedaba pocos minutos antes de que los imperiales decidieran destruir el planeta y eso lo inquietaba. Sí no actuaban pronto, las escasas posibilidades que aún tenían para escapar quedarían reducidas a nada. Tomando en cuenta el tamaño y la composición del planeta Génesis, el príncipe de Endoria calculó que la explosión ocurriría a los siete minutos de que los Devastadores empezaran a disparar.

         Mientras Saulo seguía absortó en sus pensamientos, Areth lo observaba de lejos, sintiéndose profundamente decepcionada y algo molesta. Le costaba trabajo reconocer que la persona a quien más admiraba y respetaba pudiera sentir tanto rencor. Ella también había perdido a sus padres durante las guerras promovidas por José Zeiva, pero no por eso detestaba a los terrestres. Si había aprendido algo de su madre cuando niña era que toda generalidad siempre encierra una falsedad y por esa razón no podía entender que su mentor actuara de esa manera.

         «No puedo creer que sea tan inmaduro», se dijo. «Es irritante».

         Uller, por su parte, se giró hacia donde estaba Lis-ek para instarla a que tomara la palabra y respondiera al saludo de la almirante Ichijo. Siendo Lis la emperatriz de los zuyua y como Saulo no mostraba signos de querer participar, lo más apropiado era que ella fuera quien hablara a nombre de la GAU y de la Alianza Estelar.

         —Gusto en conocerla, almirante —repuso Lis-ek, dando un paso al frente para atraer la atención sobre ella—. Mi nombre es Lis-ek y soy emperatriz de los zuyua. Lamento no poder ofrecerle todas las explicaciones que quisiera, pero debe confiar en nosotros. Aléjense del planeta lo antes posible, el enemigo se prepara para atacar.       

         Aquellas palabras dejaron algo atónitos a todos en el puente. Misa miró primero a su esposo y luego a Claudia. Las palabras Lis-ek confirmaba lo dicho por Emily sobre una posible advertencia cifrada en la última progresión matemática recibida. No obstante, ello no significaba que tenían que confiar ciegamente en los extraterrestres; al menos no hasta que supieran algo más sobre ellos. Sí bien Misa no era tan desconfiada como Kageyama, tampoco podía darse el lujo de arriesgar la vida de las personas que viajaban a bordo de la nave.

         El mayor Kageyama era sin duda el más sorprendido de todos; había estado esperando ver a un robot parlanchín en el monitor y demostrarles a todos, especialmente a Hikaru, que tenía la razón sobre los extraterrestres. Ahora estaba claro que los alienígenas no eran androides asesinos, sino seres humanos bastante semejantes a ellos.

         —Disculpe, emperatriz, pero aunque le agradezco toda la ayuda que nos han brindado, me temo que no podemos abandonar el planeta. Al menos no hasta que nos digan qué es lo que está sucediendo.

         Todos en el puente de mando estuvieron de acuerdo con la respuesta de Misa. Tal vez los extraterrestres tenían buenas intenciones, pero primero debían contestar algunas preguntas y aclarar ciertas dudas. Hikaru sospechaba que aquellos alienígenas con los que estaban hablando no querían dañarlos, ni arrebatarles el planeta Génesis. Sin embargo, también sentía que no les estaban diciendo todo lo que sabían y eso lo hacía que desconfiara un poco.

         —Comprendo su desconfianza, almirante —asintió Li-ek, meditando muy bien sus palabras. Sabía que no les estaba dando la información claramente, lo cual la ponía todavía más nerviosa—. Pero créame cuando le digo que no disponemos de mucho tiempo. Deben apartarse lo más pronto posible del planeta antes de que sea demasiado tarde.

         —¿Alejarnos? —repitió Hikaru, extrañado—. ¿Y eso por qué, emperatriz?

         La pregunta tenía sentido. El hecho de que las naves enemigas fueran a atacarlos, no implicaba que tuvieran que abandonar Génesis. De hecho, estratégicamente hablando, era mejor luchar en una órbita cercana al planeta que en pleno espacio abierto. Sí resultaban derrotados y la nave recibía mucho daño, al menos tendrían un lugar seguro a donde enviar a los sobrevivientes.

         —Las naves del imperio de Abbadón destruirán el planeta que está bajo ustedes. La explosión será tan poderosa que acabará con todos nosotros sí es que no huimos inmediatamente.

         Misa no pudo ocultar su horror al escuchar semejante cosa. Por un segundo, creyó que todo lo que estaba escuchando no era más que una horrenda pesadilla, un mal sueño de la cual iba a despertar tarde o temprano. Hikaru, Claudia, Kim, Emily, Shammy, Vanessa e incluso Kageyama se quedaron de piedra sin dar crédito a las palabras de la emperatriz zuyua.

         —¿Destruir el planeta? ¿Está segura de lo que dice?

         —Completamente, almirante —afirmó Lis con vehemencia—. El enemigo planea utilizar rayos antimateria para abrirse camino hasta el núcleo. Sí esto ocurre, habrá una detonación que destruirá cualquier nave cercana. Es por eso que debe alertar a su flota y seguirnos.

         —Deben estar bromeando —Kageyama no se los podía creer—. No podemos abandonar este planeta así nomás. Tenemos que encontrar una manera de impedir que eso ocurra. Ustedes lograron destruir a un robot gigante que pertenecía al enemigo. ¿No podrían ahora acabar con esos platillos también?

         —Lo lamento, pero el enemigo emplea un tipo de campo de fuerza alrededor de sus naves que las hace invencibles. Créanme que sí pudiéramos impedir que el enemigo destruyeran el planeta, lo haríamos sin pensarlo. Pero por ahora escapar es nuestra única manera de salvarnos.

         —Disculpe, emperatriz —dijo Hikaru, muy preocupado—. Mi nombre es Hikaru Ichijo, comandante del escuadrón Skull. No entiendo qué es lo que sucede ni por qué razón no están atacando, pero no podemos huir. Debe existir alguna manera de destruir esas naves, no puedo creer que sean invencibles.

         La emperatriz zuyua sabía que el tiempo estaba corriendo en su contra. De acuerdo con los pronósticos de Saulo y YZ-1, las naves enemigas iban a empezar a usar sus armas en menos de un minuto. No podía desperdiciar los pocos segundos que le quedaban explicándoles lo poderosas que eran las naves de Abbadón. Tenía que encontrar una manera de convencer a Misa y a su tripulación rápidamente o de lo contrario miles de vidas se perderían en un santiamén. Tomó aire, se encomendó al Gran Espíritu y retomó la palabra.

         —Comandante Ichijo, ahora no hay tiempo para discutir. De acuerdo con mis últimos reportes, el enemigo abrirá fuego en unos segundos y sí el planeta explota, todos moriremos. Comprendo que no quieran huir, pero la vida de todos sus tripulantes es más importante por ahora.

         —Lo sé, pero me parece ilógico que no podamos encontrar otra solución, emperatriz. Tal vez las naves enemigas tengan algún punto débil que no hayan sabido aprovechar, pero estoy seguro de que con nuestra ayuda… .

         —¡Por favor, comandante Ichijo! —le interrumpió Lis bruscamente—. ¡No queda mucho tiempo! Le repito que el planeta explotara y ni siquiera un campo de fuerza electromagnético podría soportar eso. ¡Es ahora o nunca!

         Hikaru volvió la vista hacia Misa y alzó las cejas en señal de interrogación. Obviamente, a juzgar por la reacción desesperada de Lis-ek, se hacía necesario fijar una postura. Fue en ese instante que Emily y Kim notaron que algo raro estaba pasando. A juzgar por lo que sus superiores decían, parecía que no estaban dispuestos a considerar la retirada como una opción viable.

         —¿Qué será lo que está sucediendo? —se dijo Kim—. ¿Por qué no quieren dejar Génesis?

         Claudia estaba lista para tomar la palabra y apoyar a Hikaru, pero Misa realizó un ademán para indicarle que no lo hiciera. La almirante estaba consciente de que no conocía del todo a los alienígenas y que confiar en ellos podía ser un error. Sin embargo tampoco podía ignorar que su ayuda durante el ataque había sido invaluable; de hecho todos en el puente sabían que, de no ser por Karmatrón y los Transformables, el número de bajas hubiera resultado considerablemente mayor.

         —Temo que no podemos abandonar el planeta, emperatriz —dijo Misa, entrelazando los dedos de sus manos y con un nudo en la garganta—. Y eso se debe a una causa de fuerza mayor.

         Durante los minutos en que Li-ek y los oficiales de la Megaroad-01 habían estado conversando, Saulo consultó nuevamente con VL-2 el tiempo que restaba para que las naves enemigas abrieran fuego. Cuando el pequeño androide volador le comunicó que, a juzgar por los detectores de largo alcance, los cañones antimateria estaban listos para disparar, la desesperación se apoderó del príncipe endoriano. Iba a decirle discretamente a Uller que el tiempo se había terminado, pero cuando escuchó decir a la almirante Ichijo que no podían dejar el planeta por causa de fuerza mayor, no pudo soportarlo más y perdió los estribos.

         —¡¿Van a dejar que los maten por un estúpido planeta?! —exclamó, entrando bruscamente al campo de transmisión. Las miradas de todos se volcaron inmediatamente sobre de él—. ¡¿Qué demonios les pasa?!

         —¿Quién es usted? —le preguntó Misa, extrañada.

         Cuando Saulo reparó en la mirada atónita de Areth y en la expresión llena de enfado de Lis-ek, comprendió que había cometido un error garrafal con aquel repentino exabrupto. Su estallido probablemente había provocado que los terrestres se sintieran incómodos, pero dadas las condiciones,  ya no había tiempo para la diplomacia.

         —Lamento sí es que ofendí a alguien, pero la situación es más grave de lo que se imaginan —comenzó a decir luego de serenarse—. Mi nombre es Saulo, príncipe del planeta Endoria y miembro del Consejo de Líderes de la Alianza Estelar. Almirante Ichijo, debe saber que los adversarios a los que nos enfrentamos poseen armas muy poderosas y que abrirán fuego contra el planeta en cualquier momento. Por favor, créanos.

         Misa se quedó pasmada por un momento. Luego volvió la mirada hacia la ventana frontal del puente y observó a los Devastadores Estelares de Abbadón a lo lejos. Fue en ese momento que descubrió un extraño brillo verde que emanaba de cada una de las naves enemigas. Hasta el momento había preferido permanecer ala expectativa, pero sí lo que la emperatriz Lis-ek y ese individuo llamado Saulo sostenían resultaba cierto, era hora de tomar acción.

         —Comprendo su preocupación, pero lo que ocurre es que nuestra nave sufrió algunos daños durante la batalla —explicó Misa mientras Kageyama la observaba con una de esas expresiones que reprochan a las personas lo largo que tienen la lengua—. De acuerdo con nuestros últimos reportes, los sistemas de sustento de vida fallaran en aproximadamente dos horas. Teníamos pensado bajar a todas las personas que llevamos a bordo en el planeta mientras hacíamos las reparaciones, pero ahora que nos dicen que van a atacarnos, no podremos hacerlo. Aún sí lográramos escapar tendríamos serios problemas para salvar a la gente ya que no hay otro planeta cercano donde podamos bajarlos. Además, uno de nuestros motores recibió un impacto directo y lo están reparando.

         —No puede ser —masculló Uller tomándose la frente.

         Kageyama estaba indignado. No podía creer que la almirante Ichijo le hubiera informado a los extraterrestres acerca de la precaria situación por la que atravesaban a bordo delMegaroad-01. De haber estado él al mando jamás habría dejado que nadie mencionara que la nave estaba dañada y mucho menos hubiera continuado con la conversación luego de que aquel imbécil llamado Saulo había empezado a dar de gritos.

         De pronto, Vanessa, que se mantenía pendiente de los Devastadores Estelares por medio de su monitor, captó el momento preciso en que tres rayos de color esmeralda salían disparados desde los enormes platillos y se dirigían hacia el planeta Génesis.

         —¡Almirante! —exclamó—. El enemigo dispara sobre el planeta.

         —¡Es imposible!

         —¡¿Qué cosa?!

         Misa echó un rápido vistazo por la ventana frontal y comprobó con sus propios ojos lo dicho por Vanessa; luego volvió el rostro hacia Hikaru y lo miró con una expresión de angustia. El comandante Ichijo, a su vez, murmuró una maldición y sintió como la adrenalina le recorría el cuerpo. Ahora que sabían que el planeta iba ser destruido y que no podían escapar, sólo les quedaba encomendarse a Dios y esperar al amargo final.

         Los rayos antimateria surcaron el espacio con una velocidad alucinante y golpearon la superficie del planeta, provocando un caos atmosférico de inmediato. En cuestión de segundos, las letales descargas comenzaron a atravesar el subsuelo en busca del núcleo; a su paso iban destruyendo rocas ígneas y enormes yacimientos de metales y minerales. No se necesitaba ser un genio en astrofísica para comprender que en pocos minutos aquel enorme cuerpo celeste empezaría a resquebrajarse y luego a colapsarse.

         Los pilotos de los Lightnings que aún iban de regreso a sus bases contemplaron todo lo que estaba ocurriendo con recelo. ¿Qué era lo que estaba pasando? Algunos imaginaron que el enemigo quizá quería disparar contra el Megaroad-01, pero que por alguna razón habían errado accidentalmente en el blanco. No obstante, aquello fue motivo suficiente para que todos aceleraran sus aviones al máximo.

         —¡Santo cielo, Hiroshi! —exclamó Black—. ¡Mira eso!

         Emily estaba tan aterrada como el resto de los oficiales del puente. Ahora no le cabía la menor duda de que todos estaban condenados. Aunque tratarán de escapar, sabía que con uno de los motores dañados jamás podrían alcanzar la velocidad necesaria para alejarse lo suficiente. Era el fin; todos los que estaban a bordo del Megaroad-01 y en las demás naves de la flota iban a morir.

         Consciente de que sus momentos estaban contados, Misa hizo lo que creyó más prudente. Se giró hacia la pantalla donde aún estaban los rostros de Saulo y Lis-ek y se dispuso a pedirles que se marcharan.

         —Será mejor que escapen mientras puedan. Nosotros no tenemos salvación.

         —No lo abandonaremos, almirante —replicó Lis-ek—. Aún tenemos una salida.

         —¿Una salida? —Misa creyó que estaba soñando—. ¿De qué se trata, emperatriz?

         —No tengo mucho tiempo para explicárselo, pero nosotros tenemos la capacidad para abrir una puerta dimensional con la que podríamos huir hacia el universo de donde venimos nosotros.

         —¿Puerta dimensional? Creo que no entiendo de lo que está hablando.

         —Es como un agujero negro —explicó Saulo, aunque ya sabía que los terrestres quizás no iban a entender del todo aquella comparación—. Nosotros en realidad no pertenecemos a este universo, sino que venimos de una dimensión diferente. Digamos que llegamos hasta aquí siguiendo a nuestros enemigos.

         —¿Qué cosa? —musitó Claudia con los ojos bien abiertos.

         Tanto Hikaru como Misa habían escuchado alguna vez sobre la famosa teoría de los universos paralelos, pero al igual que el resto de la gente ordinaria la consideraban una mera hipótesis, una ilusión científica imposible de comprobar. Jamás les pasó por la mente que aquellos extraterrestres con los que se habían topado, eran la prueba viviente de que los universos paralelos existían de verdad.

         —Y sí entráramos por esa puerta, ¿a donde saldríamos? —inquirió Misa, intrigada.

         Lis-ek respondió sin rodeos.

         —Al universo del cual venimos. Ahí podríamos ayudarlos a reparar su nave. No queda mucho tiempo, deben tomar una decisión ahora mismo. —Lo dijo como sí fuera la idea más natural, la más obvia del mundo.

         —¿Viajar a otro universo? —musitó Claudia, tratando de imaginar todo lo que eso implicaba.

         —Almirante, el planeta Génesis comienza a resquebrajarse… .

         Misa bajó la mirada y apoyó ambas manos en la consola de mando. La decisión no era sencilla y para colmo de males el tiempo se acababa. Si se quedaban era seguro que miles morirían, pero sí accedía la nave y todos sus tripulantes irían a parar a un universo desconocido. Como oficial de mayor rango a bordo del Megaroad-01 le correspondía sólo a ella tomar la decisión y por un momento sintió que el peso de tal responsabilidad era demasiado grande, incluso para ella. Finalmente, alzó el rostro y se giró hacia su tripulación que aguardaba.

         —No tenemos más remedio que arriesgarnos, debemos hacer lo que ellos dicen.

         —¡Pero, almirante, no sabemos sí sea seguro! —exclamó Kageyama, que aún desconfiaba de los extraterrestres—. ¿Qué tal sí es un engaño?

         —No tenemos opción, mayor —puntualizó Misa—. No voy a arriesgar a todas las personas que llevamos a bordo. Sí usted tiene una mejor idea estoy dispuesta a escucharlo.

         —¿Y qué pasará con la Tierra? —preguntó Kim—. ¿Cómo sabrán lo que nos sucedió?

         —Después nos ocuparemos de eso —replicó Hikaru, que sabía que Misa necesitaba todo el apoyo posible—. Sí no nos vamos enseguida, ten por seguro que no volveremos a ver la Tierra nunca.

         Sin esperar a que terminaran de hablar entre sí, Lis empezó a darles instrucciones.

         —Almirante, ahora necesito que reúnan a todas sus naves y luego se dirijan a las coordenadas que a continuación le estamos transmitiendo. Ahí nos reuniremos con ustedes y aguardemos a que la puerta se abra.

         —De acuerdo, emperatriz, haremos lo que nos pide.

         Mientras tanto, en el espacio, Karmatrón estaba esperando a que alguien a bordo de la nave Tao le informara sobre lo que iban a suceder. Cuando vio como las naves imperiales abrían fuego sobre el planeta empezó a preocuparse, así que se llevó un dedo índice a la frente y encendió su comunicador.

         —Atención, YZ-1, ¿qué ha sucedido?

         —Emperador, la emperatriz ha convencido a los terrícolas de huir con nosotros. Desgraciadamente la nave insignia de la flota terrestre tiene severos daños y no puede alejarse del planeta.

         —¿En serio? Déjame hablar con mi esposa, por favor.

         Se hizo el silencio por algunos segundos al termino de los cuales Lis-ek habló.

         —¿Zacek?

         —Lis, ¿qué es lo que pasa? Las naves enemigas están disparando sobre el planeta y, por lo que puedo ver, no les tomará mucho tiempo atravesar la corteza. Tenemos que salir de aquí inmediatamente, ¿qué pasó con los terrícolas?

         —Zacek, algo grave ha pasado Una de las naves terrestres, creo que la más grande, sufrió varias averías a causa de la batalla y no puede ir muy rápido. Vamos a necesitar que crees un canal hiperespacial para volver a la dimensión de Saulo. Ya avisamos de esto a la nave endoriana que se rindió para que no siga también.

         —Ya entiendo, huiremos todos juntos hacia la otra dimensión para escapar de la explosión. Que buena idea, Lis. ¿Los terrícolas aceptaron esta idea?

         —Sí, aunque se vieron presionados por la situación.

         —Deja todo en mis manos, Lis —le aseguró Karmatrón—. Ahora mismo crearé la puerta dimensional. Sólo espero que todas las naves puedan cruzar a tiempo.

         —Date prisa, Zacek, la vida de mucha gente depende de ti ahora. Por cierto, no vayas a abrir la puerta frente a la flota de la Alianza ya que podrían pensar que se trata de un ataque. Haznos aparecer a algunos kilómetros del planeta Adur, ya luego nos reuniremos con la flota.

         Una vez que la comunicación se cortó, Karmatrón comenzó a concentrar toda su energía. La batalla con Osiris había consumido gran parte de sus fuerzas, pero sentía que aún tenía las energías suficientes para crear un canal hiperespacial. Al cabo de unos segundos, un rayo luminoso brotó de su frente e hizo aparecer un orificio dimensional; ahora sólo era cuestión de imprimarle más energía para hacerlo crecer de tamaño.

         Megaroad-01 (Puente de mando)

         De acuerdo con el último informe de Vanessa, el planeta Génesis iba a estallar en menos de dos minutos. Las descargas de antimateria casi habían conseguido llegar hasta el núcleo de hierro fundido y por consiguiente, se había formado enormes fisuras en la corteza del planeta. Los enormes océanos estaban hirviendo, grandes terremotos destrozaban los continentes y todos los bosques ardían en llamas.

         01:57, 01:56, 01:55, 01:54.

         Después de recibir la orden correspondiente de la almirante Ichijo y oír algunas rápidas explicaciones, los cruceros que servían de escolta al Megaroad-01 empezaron a moverse hacia un punto de encuentro con la nave Tao. Algunos de los Thuderbolts recibieron nuevas ordenes y en vez de regresar a sus bases correspondientes, comenzaron a escoltar a los enormes cruceros; entre todos estos se encontraban el escuadrón Wolf y el Times.

         Claudia podía sentir como su corazón latía a mil por minuto. El Megaroad-01 estaba moviéndose muy despacio y el tiempo se iba terminando poco a poco. El último informe de Kim indicaba que los motores estaban funcionando a su máxima capacidad, pero aún así la nave avanzaba muy lentamente.

         —¡Oh Dios! —exclamó Misa—. No creo que vayamos a lograrlo.

         —¡Miren eso! —señaló Hikaru, apuntando con su dedo al frente—. ¡Ese robot gigante con apariencia de samurai está haciendo algo! ¿Creen que se trate de la puerta dimensional?

         —Es posible que sea eso —conjeturó Misa—. ¿Cómo se encuentran las personas a bordo?

         —Todos se hallan en los refugios, almirante —respondió Shammy sin apartar la vista de su pantalla. No quería admitirlo, pero estaba a punto de desmayarse—. Los oficiales se encuentran en sus puestos e informan que todos se encuentran listos.

         Entonces, de repente, la imagen de Saulo apareció nuevamente en unos de los monitores superiores del puente. Emily se volvió por encima del hombro para mirar a Misa.

         —Almirante Ichijo —dijo Saulo—. Queremos que nos siga a través de la puerta. No importa lo que pase, no se detenga por nada.

         —Eso hacemos, pero la nave no puede ir más rápido.

         —Destrucción del planeta en cincuenta segundos —anunció Kim a punto de sufrir un infarto imaginario.

         Hiroshi aumentó ligeramente la velocidad de su VF-4 y pasó por delante de algunos pilotos más lentos. No acaba de creer que estuviera a punto de viajar a través de lo que sus superiores llamaban «una especie de agujero negro». Echó una breve mirada por uno de sus costados y observó como los rayos color esmeralda de los Devastadores imperiales continuaban golpeando al planeta Génesis.

         —No es posible que esto esté pasando —se dijo, y enseguida se santiguó.

         00:47, 00:46, 00:45, 00:44.

         La nave Tao fue la primera en atravesar el canal dimensional, seguida de cerca por tres cruceros terrícolas y decenas de Lightnings que iban a toda velocidad. Karmatrón, por su parte, había decidido esperar hasta que todos pasaran por la puerta antes de cruzar él mismo. Únicamente quedaban treinta segundos y el Megaroad-01 aún se encontraba a varios kilómetros de distancia.

         —Vamos, adelante —murmuró—. No se detengan por nada.

        Sistemas Estelar Adur.

         Del otro lado de la puerta, la nave Tao y sus tripulantes esperaban pacientemente a que las naves terrícolas acabaran de pasar el portal. Rápidamente, los enormes cruceros y Lightningsempezaron a llenar el espacio cercano. Como los segundos transcurrían y ni el Megaroad-01 ni Karmatrón aparecían, Lis empezó a temer que algo malo estuviera pasando.

         00:29, 00:28, 00:27.

         Completamente desesperado, Saulo golpeó la consola de mando con los dos puños, atrayendo sin querer la mirada inexpresiva del androide YZ-1.

         —¡Maldita sea! ¡Así nunca lo lograremos!

         —VL-2, ¿cuántas naves faltan de cruzar el portal? —preguntó Uller.

         El diminuto androide se acercó al hombre de hielo.

         —Quedan cuatro naves, gobernador Uller, además de algunos cazas.

         Lis no podía soportarlo más. Se dio la media vuelta y se dirigió al hangar de la nave.

         —Iré a ayudar a Zacek —anunció.

         —¡Espera, Lis, detente! —exclamó Uller, tomándola del brazo.

         La emperatriz se volvió por encima del hombro. Su rostro reflejaba claramente la enorme angustia que sentía en aquel momento.

         —¿Qué no entiendes que Zacek se encuentra en peligro?

         —Ya lo sé, Lis, pero ¿cómo podrías ayudarlo? Seguramente debe estar esperando a que el Megaroad-01 pase por el canal hiperespacial. Debemos confiar en que él lo lograra.

         —Él tiene razón, Lis —concordó Areth—. Aún quedan algunos segundos.

         La emperatriz zuyua dirigió su mirada nuevamente hacia la pantalla principal. Dos cruceros más, incluyendo la Juris-Alfa y varios Lightnings aparecieron por el orificio dimensional. Sin embargo aún no había señales del Megaroad-01, ni de Karmatrón. «Apresúrate, Zacek, por favor», pensó.

         00:19, 00:18, 00:17, 00:16.

          Karmatrón miró el planeta Génesis por tercera ocasión y está vez observó como varias columnas de fuego y lava se alzaban desde la superficie. Luego giró el rostro hacia el Megaroad-01y comprobó que apenas había empezado a penetrar el portal dimensional. No iba a lograr pasar a tiempo, al igual que los Lightnings que lo escoltaban.

         —No vamos a lograrlo —murmuró él.

        00:10, 00:09, 00:08, 00:07.

         Devastador Estelar Hécate.

         Uno de los técnicos del puente modificó digitalmente la imagen del monitor principal y la amplió, concentrándola en Karmatrón y el Megaroad-01. Kali se inclinó hacia delante con los ojos repentinamente ensombrecidos.

         —Esos malditos están escapándose por una puerta dimensional —masculló.

         —De manera que así es como consiguen seguirnos a pesar de que Zocrag eliminó la pulsación de ondas trans warp —observó Liria—. Nuestro espía en la Alianza mencionó algo sobre los Guerreros Kundalini y sus extrañas habilidades para crear puertas dimensionales, pero admito que jamás imagine que alguien pudiera hacer algo como eso.

         —Tal vez eso sea cierto —sonrió Kali con maliciosa alegría—. Pero en está ocasión no va a servirles de nada. El planeta explotara en unos cuantos nanocliks y ese será el fin del estúpido de Karmatrón.

         Quedaban unos cuantos segundos antes de que el planeta estallara. Karmatrón miró nuevamente al Megaroad-01 y comprobó que aún no había cruzado ni la mitad de la nave. A sabiendas de que todos morirían sí la explosión llegaba a alcanzarlos, decidió recurrir a una medida desperada. Se colocó justo entre la nave y el planeta y extendió los brazos para formar un campo de energía aúrica alrededor de la Megaroad-01.

         —Esto debe darnos un poco de tiempo —se dijo—. Sólo espero que sea suficiente.

        00:04, 00:03, 00:02, 00:01, 00:00.

         En tanto, el Megaroad-01 seguía avanzando mientras sus ocupantes en el puente de mando contemplaban el nuevo universo que se abría ante ellos. De pronto, varias columnas de fuego emergieron de Génesis con violencia y enseguida el planeta explotó en miles de partículas. Misa y Claudia se miraron entre sí. De acuerdo con los reportes de Vanessa, el planeta acababa de explotar y ellos aún estaban vivos; a lo mucho sólo estaban experimentando un temblor que hacía que la nave se cimbrara.

         —¿Qué es lo qué sucede?

         —¡Almirante, mire el monitor número tres! —le instó Vanessa con un grito.

         La almirante llevó sus ojos hacia la pantalla y observó con asombro la forma en que Karmatrón trataba de contener la turbulencia creada por la explosión de Génesis. Era algo increíble. Ahora no le quedaban dudas acerca de las verdaderas intenciones de los alienígenas y se juró a sí misma que sí lograban salir con vida, iba a pedirles perdón por desconfiar de ellos.

         —Claudia, necesito que desvíes toda la energía auxiliar a los motores.

         —Eso hago, almirante, pero los motores se están sobrecalentando por el esfuerzo.

         — El compresor siete está fallando —informó Emily. 

         Karmatrón extendió sus manos hacia delante para imprimirle mayor fuerza a su escudo aúrico. La fuerza de la explosión y la onda de choque eran tan poderosas que el Guerrero Kundalini supo enseguida que no podría contenerlas por más de unos cuantos segundos. Aunando sus últimas fuerzas, miró por encima del hombro y vio con agrado que ya faltaba muy poco para que la nave terminara de cruzar. «Vamos», pensó. «Dense prisa».

         A medida que la enorme astronave avanzaba dentro del portal dimensional, Karmatrón iba retrocediendo para asegurarse de que él también pudiera escapar a tiempo. La presión a la que estaba sometido era increíble y su energía iba disminuyendo rápidamente. Finalmente, la Megaroad-01 consiguió introducirse por completo junto con los últimos Thuderbolts que quedaban. Al ver esto, Karmatrón se dio la media vuelta y se lanzó como flecha por la abertura dimensional, que ya había empezado a cerrarse tras el último Thuderbolt. Faltando unos segundos para que la explosión lo alcanzará, el Kundalini pasó por el portal con algunos centímetros de margen.  

         Shinden (Templo de Kami-sama)

         Usando sus habilidades psíquicas y astrales, Zaboot dejó que Kaiou-sama lo guiará mentalmente hasta el sitio en donde se encontraba el planeta Namek. Entonces, se concentró en su interior y usando algo de su energía pránica, hizo aparecer un orificio dimensional justo frente a él. Piccolo, Dende y Mr. Popo fruncieron la frente con sorpresa al ver aquello.

         —¿Qué-qué es eso? —inquirió Kurinrin.

         —Es un portal dimensional, guapo —le explicó Casiopea—. Sí lo atravesamos, te  aseguro que apareceremos en el planeta de Dende en una fracción de segundo. Así fue como logramos llegar hasta este universo.

         —Conque así es como lo logran —masculló Kurinrin, examinando el  portal con detenimiento.

         —Vamos a usar las esferas del dragón —murmuró Eclipse frotándose las manos—. Ahora sí ya la hice. No fue tan mala idea quedarme un poco más de tiempo con estos de la Alianza Estelar.

         «Sí llego a usar esas esferas del dragón, ya no tendré que convertirme en cerdo —pensó Ryoga con una sonrisa—. Akane, finalmente podríamos estar juntos».

        Después de asegurarse que el portal fuera estable, Zaboot se puso de pie y luego, como sí fuera un guía de turistas, extendió una mano para explicarles a los Guerreros Zeta la manera en que viajarían.

        —El portal nos transportara hasta el planeta que me señaló Kaiou-sama. Una vez ahí, tendré que comunicarme con Shilbalam para crear otro portal que pueda llevarnos de regreso a la dimensión de donde vinimos. 

         —Entiendo —asintió Piccolo—. Ese caso, vayamos todos de una vez.

         Gohan y Trunks se miraron entre sí y asintieron con la cabeza. Acto seguido, los dos desplegaron sus auras y volaron por el portal. De manera casi simultáneamente, Casiopea, Yamcha, Ten-Shin-Han, Dende y Eclipse se recubrieron con la energía de sus respectivas auras y se introdujeron en el orificio dimensional.

         —¡Argh! —exclamó Poppu—. Como odio que siempre nos dejen atrás.

         —Ya muévete, Poppu —le dijo Leona.

         Mientras que Dai, Sailor Saturn, Leona y Astroboy pasaban por el portal, Piccolo se volvió por encima del hombro y miró a Vejita. El saiya-jin estaba cruzado de brazos, mirando con absoluta indiferencia como todos los demás se dirigían al planeta Namek.

         —¿Qué vas a hacer, Vejita? —le preguntó—. ¿Vendrás con nosotros?

         —Sólo los acompañaré porque quiero que Kakaroto y yo ajustaremos las cuentas una vez que todo esto acabé. Además, tengo curiosidad de ver que tan fuerte ese sujeto llamado N´astarith.

         Piccolo frunció una tenue sonrisa.

         —Ya me imaginaba que dirías algo así —replicó, y a continuación desplegó su aura para introducirse por la puerta dimensional. A los pocos segundos, Vejita lo siguió.

        Antes de pasar por la puerta, Seiya miró a sus amigos y sonrió.

        —No sé ustedes, amigos, pero yo ya me estoy cansando de atravesar puertas dimensionales.

        —Vamos, Seiya, no te quejes —le reprendió Shiryu medio en serio, medio en broma.

         Una vez que los Santos de bronce, Hyunkel y Ryoga desparecieron dentro de la puerta, Kurinrin dirigió la vista hacia No. 18. La androide estaba parada en su sitio y a juzgar por su mirada, aún no decidía que hacerr.

         —¿No vendrás con nosotros, No. 18? —le preguntó él, esperanzado.

         —¿Qué dices? —respondió la androide como saliendo de un trance—. Yo no tengo nada que ver con sus asuntos. Lo mejor será que me vaya de aquí.

         —No. 18, espera.

         18 se quedó mirando fijamente a Kurinrin, pero no respondió nada.

         —La Tierra se encuentra en graves problemas, mayores incluso que los que enfrentamos cuando luchamos contra Cell —Kurinrin hizo una pausa y bajó la cabeza con resignación—. Odio decir esto, pero ni Yamcha, Ten-Shin-Han y yo podremos hacer mucho. Pero tú sí podrías ayudarnos, 18, por favor.

         —De acuerdo, lo haré, pero sólo porque tal vez tengas razón en eso de que la Tierra está en peligro. Pero no por eso quiero que pienses que podemos ser amigos.

         Tal vez Kurinrin no era el mejor orador del mundo, pero había algo de verdad en sus palabras. Sí la Tierra era destruida o invadida, de nada importaba donde estuviera ella, jamás podría aspirar a llevar una vida normal. Tras un momento de silencio, No. 18 asintió.

         Kurinrin no pudo disimular una enorme sonrisa de alegría.

       Continuará… .

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